La historia de un embarazo o cómo la espera de un bebé pone a prueba una relación de pareja

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Dos extraños

¿Conocemos realmente a nuestras parejas? Sí, sabes cosas banales de ella: su horario de trabajo, su serie favorita, el postre que más le gusta, sus costumbres… pero en el fondo, en el fondo, ¿quién es él o ella?

Puede que el parloteo sobre las pequeñas cosas se convierta en el único tema de conversación. La rutina, los hábitos, las cosas que hay que hacer, los silencios durante la cena.

Una amiga me cuenta que su pareja se ha convertido en un extraño. Me costó creerlo al principio. Llevan muchos años bajo el mismo techo y yo siempre había pensado que se llevaban bien. Me explica que las cosas pasan sin querer, sin voluntad. Hace tiempo que no hablan de deseos, de sueños, de miedos, de dudas…sólo de falta fruta; hoy llevas tú los niños a la escuela; ¿has bajado la basura?; ha llamado tu madre; la factura del gas se ha disparado. Son frases normales, habituales en la mayoría de casas pero -me dice- está claro que no deberían ser las únicas.

Mientras pienso en ello miro a Q. a los ojos y le pregunto:

Hola. ¿Cómo estás?

-Bien. ¿Y tú?

-También. ¿Eres feliz?

-… No puedo quejarme. ¿A qué viene esa pregunta? Creía que me pedirías si cenamos ya…

No, hoy no tengo hambre. Hoy, la cena puede esperar.

¡Sepárense ya!

Muchas parejas deciden separarse un día cualquiera, tan bueno o tan malo como el que decidieron lo contrario. Eso le ha pasado a una pareja muy amiga mía. Sólo bastaba mirarles andar para ver que estaban hechos uno para el otro. Las curvas de sus cuerpos se habían amoldado como las piezas de un puzzle. Estaban tan acostumbrados a caminar juntos que se agarraban de las manos y se soltaban con una armonía sorprendente.

Una separación no es un drama por el simple hecho de que dos personas decidan tomar caminos distintos. Lo es por el dolor que conlleva. Frustración, rencor, pesadumbre por pensar en los errores cometidos. Como dirían los psicólogos, también es una gran oportunidad de recomenzar, de renacer y de emprender nuevos retos.

Lamento la separación de mis amigos, pero lo prefiero a las centenares de parejas que hace tiempo que están separadas y aún no lo saben, a las que no se atreven a tomar la iniciativa. Sin duda, requiere demasiada energía poner patas arriba tu vida.

Una amiga me explica con vergüenza ajena lo mal que lo pasó hace un par de días cuando fue de visita a casa de unos conocidos. A la pregunta de cortesía: «¿Qué tal? ¿Cómo estáis?» La mujer le responde: “Ya ves. Ese hombre que hay ahí no es el hombre con quien me casé. Ya no le quiero. No me gusta para nada”.

Mi amiga se miró al hombre en cuestión, que sentado en un sillón leyendo un libro le dedicó una leve sonrisa y ni se inmutó. Volvió a clavar los ojos en la página y los segundos continuaron pasando.

Tiempo precioso para malgastarlo.