Un padre no debe ser un maniquí ni un invitado de piedra
Compartir la espera de un bebé en igualdad de condiciones entre los dos miembros de una pareja no debe ser sencillo. Está claro que los puntos de partida son distintos -tu estás embarazada y él no- pero el entorno familiar y médico no ayuda nada a crear complicidad.
Hay algunos vicios que me molestarían mucho si fuera hombre-futuro-papá. Por ejemplo, en el ginecólogo siempre hablan conmigo. Q. parece un triste figurante que sería un mal compañero si no asistiera a la visita médica pero que, a la hora de la verdad, nadie echaría en falta, excepto yo.
El entorno familiar –sobretodo, las madres y las suegras- tampoco no respetan mucho su papel. Es como si dijeran sin decirlo: ¡ahora es la nuestra: hombres apartaos! Los primeros regalitos que hemos recibido –ropa pequeñísima, pequeñísima- me los han dado a mí. ¿Por qué a mí? ¿Por qué no a los dos?
Por eso reclamo un respeto para los futuros papás. Ellos no paren, pero son importantísimos. Mal sistema es éste de apartarlos primero para reclamarles después su falta de atención.