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Grandes artistas y un espléndido chef en Santa Fe (NM)

Ayer fue un día de nuevas emociones. Eva Bovenzi  (pintora) y John (músico) nos visitaron en Santa Fe (NM). Lo celebramos en el famoso restaurante Tesuque Village Market donde un gran chef (nuestro hijo David) cocinó para nosotros… y para otro centenar de clientes.

Con Eva Bovenzi y John en Tesuque Village Market, Santa Fe NM

Eva Bovenzi y Ana Westley fueron compañeras de cuarto (con 18 años) estudiando Literatura en la Universidad (Kalamazoo College, Michigan) y John es un gran músico jubilado.  Luego, Eva fue a Bellas Artes y hoy es una pintora famosa. Mi chica optó por el periodismo (New York Times, Wall Street Journal, etc.) y, al jubilarse, por la pintura. Nos juntamos con ellos aquí, en Madrid, en California o en León (incluso en Mojacar, Almería) y nunca faltan las risas y los recuerdos entrañables.

Eva y Eva cuentan las historias de sus amigos comunes de juventud…

 

Mi hijo David MW, que nos llevó a Los Álamos, (donde crearon la bomba atómica) cocinó anoche para nosotros.

Hace unos 10 años, mi hijo David cambió su carrera de pintor (como su madre) por la de cocinero y hoy es un chef espléndido en el popular restaurante Tesuque Village Market, cerca de la Ópera de Santa Fe (NM).

Este fue el «burrito» ilustrado que cocinó (casi pintó) para mi.

Y estos fueron los tacos que David preparó para mi amigo John

¿Es o no es mi niño un gran chef en la cocina?

Los cuatro, después de una espléndida cena.

Mi niño no nos dejó pagar la cena. Gracias, David. Yo sabía lo bueno que era en la cocina en nuestras respectivas casas, pero nunca le había visto en acción, como un chef profesional, dominando la escena en un restaurante repleto de clientes. Comprenderéis que publico todo esto en mi blog solo para presumir de él. Estoy muy orgullosos de su arte como cocinero de lujo y como pintor. Ojalá se decidan pronto a instalarse con su esposa Chaz y su hija Ana Isabel en Madrid, cerca de nosotros. Me encantaría ver crecer a mi nieta Ana Isabel en España. Santa Fe es una ciudad magnífica, pero está muy lejos de nuestra casa.

Con Walter Robinson en el restaurante del Museo Internacional de Arte Popular de Santa Fe.

Eva y John nos invitaron hoy a comer con Walter Robinson, amigo de la infancia de nuestro querido Dwight Porter, compañero de Ana en la prensa extrajera en Madrid. El mundo es verdaderamente un pañuelo.  Resulta que Walter es un famoso escultor … ¡en madera! Naturalmente, presumido como soy, no pude evitar contarle mis progresos en tallasmadera.com.

Mi talla de fin de curso: «Quema de libros de un hereje» en madera de cerezo. Estar sin lijar, sin tapaporos y sin cera.

Y le mostré mi obra de fin de curso (Quema de libros de un hereje, inspirada en la de Juan de Juni del Museo de León.  ¿Os podéis creer que fue Eva quien me hizo la foto con la obra del gran Juan de Juni en León en septiembre de 2019?.

Becario admirando la obra del gran Juan de Juni en el Museo de León en sept. de 2019.

Eva  y Ana conservan las fotos de nuestro viaje a León, en 2019, antes de la pandemia.

John, Eva y un servidor ante la catedral de León en 1919.

Mañana vuelven nuestros amigos a Colorado. Nuestra próxima cita es en Segovia…

 

Un chute de amor a España

La presentación del libro «Los amantes extranjeros» de Ana R. Cañil se ha colado hoy en mi serie de recuerdos de infancia de La Voz de Almería con el número 17. Mis recuerdos seguirán con el número 18. La actualidad manda. Ana R. Cañil, cargada con los libros de estos “amantes extranjeros” en su mochila, nos ofrece un excelente reportaje, salpicado de citas, casi eruditas, que reparte, con gracia y frescura, como si condimentara la esencia de lo español con sal y pimienta, azafrán y pimentón, incluso con algo de azúcar. El libro gusta y duele, pero nos ayuda a conocernos. “Sarna con gusto no pica”, amigo Sancho. Ahí va mi critica del libro. Lo recomiendo.

Crítica del libro «Los amantes extranjeros» de Ana R. Cañil, publicada hoy domingo en La Voz de Almería.

 

Como de costumbre, copio y pego el texto en word con letra grande para facilitar su lectura a mis colegas jubilados.

“Los amantes extranjeros” de Ana R. Cañil

Un chute de amor a España

J. A. Martínez Soler

Compré “Los amantes extranjeros”, hace apenas unos días, en el Pasadizo de San Ginés, 5 (Madrid). La autora, Ana R. Cañil, nos invitó a chocolate con churros. Una lugar tan original, sorprendente y castizo como su libro. Ayer lo empecé a leer. Y no sin cierta prevención pues citaba, en mezcla explosiva, a Dumas, a Orwel y a Gabo, a Washington Irving, a Ticknor, a Jorgito el Inglés, a Doré, a Julio Verne y al padre Feijoo, a Hemingway, a don Pelayo y Al Mutamid, entre otros). Hoy lo terminé.

¡Madre mía! La Alhambra (“que el éxtasis sea contigo”), el Camino de Santiago (“una Internet medieval”), El Escorial (al siquiatra con la leyenda negra), Segovia y el acueducto del diablo, la Sevilla de Stefan Zweig (“aquí se puede ser feliz”), el Paseo del Prado (“el más bonito del mundo”, según Ticknor) y la Barcelona de Orwel, García Márquez, Vargas Llosa y -cómo no- de la tumba de Durruti (siempre con flores frescas). Todo ello, y más, reluce en una crónica de viajes (negra y rosa) por España y su Historia que enamora y cabrea a partes iguales. Una Cañil provocadora y risueña ha seguido los pasos de los principales extranjeros ilustrados del siglo XVIII, románticos del siglo XIX e idealistas del siglo XX que nos visitaron y escribieron sobre nosotros con el “corazón partío”.

Ana R. Cañil, cargada con los libros de estos “amantes extranjeros” en su mochila, nos ofrece un excelente reportaje, salpicado de citas, casi eruditas, que reparte, con gracia y frescura, como si condimentara la esencia de lo español con sal y pimienta, azafrán y pimentón, incluso con algo de azúcar. El libro gusta y duele, pero nos ayuda a conocernos. “Sarna con gusto no pica”, amigo Sancho.

Nos ofrece tópicos y leyendas, poesía y belleza, picaresca, fantasía y realidad, bandoleros, cigarreras y anarquistas, golpistas autócratas, inquisidores y reyes felones, “una clase alta deplorable” y un pueblo oprimido durante siglos por la Iglesia y la monarquía absoluta. En ocasiones, es tan lenguaraz y rompedora que supera a la inigualable, y casi almeriense, Nieves Concostrina.

La autora nos advierte desde su primera línea: “Este libro nació del deseo de mantener vivo el asombro ante la belleza”. Ana lo consigue descubriéndonos secretos bien guardados. Nos sorprende y nos cautiva porque, queriéndolo o no, nos da noticia nuestra Ángel González,  y su prosa no es ajena a la poesía. Conociéndola, me consta que esto último no lo puede evitar.

Su obra no tiene nada que ver con la definición que el gran poeta Ángel González hizo de la Historia de España: “Es como la morcilla de mi pueblo. Se hace con sangre, y se repite”. La Historia con mayúsculas y la historia con minúscula que nos cuenta la Cañil se hizo con sangre, sí, pero ya no se repite. Para ella, y para muchos de nosotros, tiene un final feliz del que podemos y debemos estar orgullosos. ¡Quién lo diría!

Como bandada de pájaros, muchos corresponsales extranjeros vinieron a España, tras la muerte del dictador Francisco Franco, con la fantasía de cubrir otra guerra civil. Llegaron convencidos de que íbamos a volver a las andadas y, mira por dónde, tuvieron que irse con la música a otra parte porque aquí, con miedo y generosidad, aprobamos la Constitución del 78 y acabamos con la falsa historia de las dos Españas. Hemos pasado del tercer mundo al primer mundo, de la dictadura a la democracia y llevamos cuarenta y cuatro años en paz y prosperidad. Los amantes extranjeros de hoy son turistas que no buscan solo exotismo africano y oriental sino también vacaciones felices, compartidas con nuestro paisaje tan rico como nuestro mestizaje cultural.

Ana Cañil reflexiona sobre “cómo nos vieron y cómo somos ahora. Y todo en medio siglo”. No sabemos lo que tenemos. Y se pregunta: “¿Por qué los españoles no disfrutamos también de esta aventura, si la hemos protagonizado?” Y termina con una cita tremenda del holandés Cees Nooteboom: “España es tan brutal, anárquica, egocéntrica, cruel (…). Es un amor para toda la vida, nunca termina de sorprenderte”.

Al concluir su lectura, me dieron ganas de salir a la calle y cantar “Soy español, español, español…” como si hubiéramos ganado otra copa del mundo o el Gran Slam número 22 de Rafa Nadal. Siempre hurgando en nuestras heridas históricas, en los males de la patria, no valoramos suficientemente lo que hemos conseguido, lo que hemos conquistado en medio siglo. Somos un país libre y próspero. La libertad, como el oxígeno, se valora más cuando te falta. Nos faltó durante demasiados siglos. Pero, al fin, conquistamos la libertad, palabra a palabra. Y debemos presumir de ello.

Hace años, cuando leía a los ilustrados, románticos e idealistas que amaron nuestro país, pensaba ¡quién fuera extranjero para amar así a España! Los amantes extranjeros de los que habla Ana Cañil en su libro conocieron España pateando nuestros pueblos. Yo debo reconocer que conocí, amé a España y me reconcilié con su Historia cuando conocí a los corresponsales extranjeros que se quedaron por aquí, mi esposa Ana Westley, entre ellos (Roger Mathews, James Markhan, Jane Walker, John y Nina Darnton, Robert Graham, Stanley Meisler, David y Kati White, Ed Owen, Dwight Porter, Carlta Vitzthum, François y Marie Cristine Raitberger, entre otros) y a varios hispanistas (Iam Gibson y Gabriel Jackson, nada menos).

Gracias, Ana, por el chocolate con churros. Y enhorabuena por tu libro.

Ana Cañil firmando su libro para Margarita Saez y para mí en la chocolatería del pasadizo de San Ginés, Madrid.

Invitación a la presentación del libro

Solapa interior del libro