Reportero: periodista que a fuerza de suposiciones se abre un camino hasta la verdad, y la dispersa en unatempestad de palabras (Diccionario del diablo - Ambrose Bierce)El cómo se hizo de los reportajes de 20 minutos...

Blues transilvano

Rumanía es el país de Maria Tanase (1913-1963), la Billie Holyday europea (y secreta: nos gusta buscar referentes que idolatrar en las tierras que nos dominan, no en las dominadas); el delta final del Danubio, sucio río nunca azul que vertebra nuestro continente, y el lugar donde deseo ser enterrado, el Cementerio Feliz de Sapanta, con lápidas que resumen la vida de los muertos con la inocencia de una pizarra de educación primaria.

Rumanía, no lo olvido, es también el país más corrupto de Europa, uno de los más pobres y, para regocijo de las transnacionales, un inminente socio del club de la UE, en el que será admitida el año que viene.

Este verano vi muchos indicios del futuro próximo que adivino para la bella tierra latina de allá lejos: madereros talando con velocidad de cocainómanos los bosques transilvanos, empresas españolas (Florentino Pérez, ¡qué lejos llegan tus manos!) reparando carreteras con dineros adelantados por Bruselas, firmas privadas de seguridad dignas de Steven Seagal, niños esnifando pegamento en las estaciones de autobus, el romántico centro de Bucarest –otrora el pequeño París– quebrándose en cascotes irrecuperables…

Fue mi segundo verano rumano. Hace tres años me había estrenado como espalda mojada. Hice entonces en autobús el bucle Madrid – Bucarest – Madrid (6.000 kilómetros en total) para el documental El pan de los Banu sobre inmigrantes rumanos en España que codirigí para TVE y que se reemitió, precisamente, el domingo pasado en Documentos TV.

Este año viajé en coche, por placer y sin rumbo, en una especie de viaje de bodas –todo viaje debe ser una luna de miel o no ser–.

Ambas experiencias condujeron a la pieza que publicamos en la edición en papel del diario de hoy.

¿Resumen? Rumanía se vacía a favor de España, donde la colonia de rumanos asciende a 420.000 según el censo de enero de este año. Todos ellos han llegado sin visa –la UE no la requiere para los futuros estados miembros– y entrado por la permeable frontera de La Jonquera (Girona) como falsos turistas.

Mientras algunos adivinan que la gran coladera de la inmigración ilegal está en las Canarias –unos 18.000 inmigrantes ilegales en lo que va de año han llegado en cayucos– , 500 rumanos entran por término medio cada día por La Jonquera. Es decir unos 150.000 cada año.

José Ángel González

Soul

Soul, eso es el hip-hop.

Nombremos a las cosas con autoridad.

Soul, eso es el hip-hop.

A Sam Cooke no lo mató un marido celoso en aquel callejón, a Otis Reding no lo machacó la chapa de la avioneta estrellada, a James Brown no lo adulteró su propia neurosis: la música negra es una bacteria contaminante saltando de abuelos a padres a hijos e hijas a brothers & sisters, cambiando de apodo sin cambiar de verdadero nombre.

Soul, eso es el hip-hop.

Estos días, a propósito de la Batalla de los Gallos, algunos roquistas lectores del diario dejan comentarios que me convencen de la miopía. ¿Hip-hop?. “Música de niños, música idiota, viva el rock y su pureza”, vienen a decir, olvidando, por desconocimiento o malicia, que Charley Patton, el gran padre, eran trovador de versos, freestyler.

Soul, eso es el hip-hop.

Veamos: Pear Jam acaba de tocar en Madrid. Los yuppies pagan entre 38 y 48 € por otra ceremonia de Heineken y mechero. “Gran sonido”, “clavan los discos”, “una leyenda”… ¿Rebeldía o quedada de culpables?

Soul, eso es el hip-hop.

En el último disco de Common, “Be”, un disco para temblar de emoción, el artista de Chicago concluye con una grabación de muchos niños enunciando sueños de futuro:

Quiero ser artista

quiero ser veterinario

quiero ser obstreta

quiero ser profesor

quiero ser bailarina

quiero ser la primera mujer negra presidente

quiero ser una súper estrella

Niños enunciando sueños, como deben hacer todos los niños. Aunque sean imposibles.

Y eso es lo que sientes cuando te llegan: vergüenza por tu parte de culpa en que sean imposibles, sin cabida en la MTV o la Super Bowl de la parte guay del mundo.

O, ya puestos, sin cabida en el diario en el que trabajas.

Common concluye la sinfonía con un blues hablado:

We write songs about wrong because it’s hard to see right

Algo así:

Escribimos canciones sobre el mal porque es difícil ver bien

Soul: eso es el hip-hop.

La música sigue en las mismas manos: manos negras manchadas por la noche apasionada y terrorífica en la que vivimos y de la que asomamos a veces para volver a ser y decir e insistir con los labios apretados casi como si abrazasen como brazos y entonces nos sentimos grandes pese a sabernos aplastados y fecundamos las cosas del mundo con su verdadero nombre

Y decimos, como el negro sevillano ToteKing:

Vengo de un terreno con sol donde tos se conocen

donde las madres dicen: «Mi hijo es mu bueno» y su hijo le pega al profe,

el mismo con 20 se mete en la pasma,

el franquismo aunque no está se siente como un miembro fantasma,

los mejores pucheros, profesionales raperos,

bares de menú que parten la franquicia del Mc’Donalds entero,

el rayo de AC/DC no es de Flash Gordon

el flúor no limpia los dientes, los virus los fabrica Norton,

los políticos se han inventao otro idioma,

los desechos somos las personas,

los medios se quieren involucrar

con el rap sin preguntar las dudas y ¡no!

Santa Claus vestío de rapero en Navidad no ayuda.

José Ángel González

Manual para una batalla de gallos (Decálogo básico)

Jaime, de 4X4 hip hop, uno de los popes de las batallas de gallos en Madrid, me llamó ayer. Tenía razón: no les había citado en el reportaje cuando seguramente han hecho bastante por este tipo de eventos en este país (llámenlo como quieran, España o España de los cojones, no sea que nos pase como a Rubianes…) en tiempos más difíciles, cuando nadie daba un euro por ellos.

Tampoco cité a la otra publicación colaboradora de Red Bull en la organización de la Batalla de los Gallos, Hip Hop Nation.

En honor de ambas voy a recopilar que cualidades se necesita para una batalla de gallos (dícese del boxeo verbal, del enfrentamiento primario en el hip hop). Recojo parte de lo que me dijeron los MC’s finalistas.

1. Ingenio: Para rimar hay que tener ingenio, demostrar que se supera el estadio básico de tu «madre me come la polla». Es importante ser creativo.

2. Dinamismo: No hay que quedarse en el simple pareado, la métrica es importante, debes fluir en el concurso, que se note que hay estructura. Lo peor que puede pasarte es que te repitas.

3. Vocabulario: Un buen gallo debe conseguir vocabulario para que sus rimas puedan tener más potencia y el recurso inmediato sea más sencillo de aplicar. Leer es fundamental.

4. Vacilar: Hay que ganarse al público y lo principal para ello es vacilar con gracia, ser versátil, darle contenido, levantar risas y aplausos, hacer vibrar.

5. Aptitud: No sólo de rimas canta el gallo. La aptitud, las formas, los gestos, el punto de te voy a comer de arriba a abajo es fundamental. Se debe tener pegada, capacidad de herir al contrario con tus rimas.

6. Practicar: en los parques, en los locales, es casas de colegas, poner unas bases y darle a la improvisación. Sacarlo todo de dentro.

7. Capacidad de análisis: poder captar los defectos del adversario, tanto físicos como psíquicos.

8. Confianza: Debes atraer a las musas, que estén contigo en esos minutos, las musas nacen de la confianza en uno mismo, y tener un golpe de suerte. El mejor puede perder ante el peor en cualquier combate.

9. A muerte: la batalla no es un freestyle, donde vacilas con la peña de lo primero que se te ocurra, no hay tiempo para relajarse, debes ir a por todas, sin compasión, buscar la yugular.

10. Espontáneo. Ante todo parecer fresco, las rimas no vienen de casa. Las chuletas para los escolares.

Ahhhh, y leer 4X4 Hip hop y Hip Hop Nation para estar a día.

Javier Rada

Gloria

He dejado estos días que hable mi brother Javi: es pequeño, está en la calle, sabe jugar.

Es decir, entiende que el hip-hop (que, por cierto, seamos sinceros, Javi, no te gusta como género musical) bebe de la fuente de la trascendencia, situada, cada día parece más claro, en las costras de las heridas, en los corazones de los heridos.

Hoy, sábado, horas antes de la final del certamen que pretende encontrar al piquito de oro de los freestylers españoles, me toca hablar a mí. En voz baja, como siempre. El grito ya no es lo mío.

Soy hijo del rock. Me ha salvado la vida tantas veces como el amor, mis hijos, los antidepresivos o la literatura. No sería quien soy –un tipo despedazado- sin Elvis, Dylan, los Beatles o Wilco.

Ahora que Mozart abre páginas en la prensa gratuita y la esclerosis neo roquista es aplaudida como novedad (vean a la tribu Converse chillando, y aforando euros, ante los Strokes, Franz Ferdinand y otros embriones de laboratorio, falsamente espontáneos, narcisistas, autoescenificados, tan seguros de su belleza, soberbios, desenfrenados, esclavos), sólo en el hip-hop me devuelve el clamor de palabras desamordazadas ancladas en el blues.

Es la única música profunda, con alma y rebeldía, de estos tiempos. Donde el rock ofrece parodia, el rap regala vida y horizonte. Quien sostenga lo contrario es un fanático maximalista o un nostálgico vocacional.

Una jungla, un llanto, una belleza dolorosa y poética, un ruido de uñas rotas, no por inútil menos orgulloso, un tono tan arrebatado como el mejor soul (la música santa que los blancos nunca sabremos cantar), una inmediatez médica, similar a la del rock’n roll siempre nuevo de 1957.

Nas, Common, Roots Manuva, Danger Mouse, Tote King…

Sé que será la historia única de estos años en el futuro que yo (Peter Pan ya no vuela) no conoceré.

Gloria a los muchachos que esta noche, en Fuenlabrada, hablarán con la lengua viva de los sencillos.

José Ángel González

Gallos de sangre y letra (o rompiendo con el jodido tabú civilizado)

Los gallos de pelea me fascinan, lo confieso, no me crucifiquen por ello y guarden los clavos para otra ocasión. Me atraen, me hacen sentir menos hombre, consiguen que decaiga mi sentido de lo civilizado para acercarme a mi tenebrosa parte animal. Reconozco que las peleas son crueles, un ejemplo de la bajeza humana… Pero aún así siguen fascinándome, o tal vez derive de allí la atracción.

El gallo tiene por objetivo matar al contrincante. ¡Cuánto simbolismo hallamos en esta rivalidad forzada! Uno contra el otro hasta el final. La comidilla de Tánatos. El poder de la brutalidad. La selva ontológica que aúlla en nuestro pecho en busca de lo primario. La fascinación ante todo lo que sea carne, sangre y esperma. El cuchillo de Abraham.

El gallo debe matar para sobrevivir y para que su criador conserve el honor. Los chamacos son conducidos por sus progenitores a este espectáculo para que aprendan otro valor selvático: la valentía, el coraje, que desprenden las plumas tintadas de sangre.

Sólo he visto un combate de gallos en vivo y fue de refilón. Los animales, batidos en mortal duelo en una estación de autobuses del Brasil rural, estaban cansados de pelear y rehuían constantemente el enfrentamiento. Quizá fueran más listos de lo que dice la sabiduría popular, quizá habían aprendido a amarse tras cada arañazo, al picotearse sus descrestadas cabezas, quizá intuían que no eran más que marionetas de la brutalidad de los hombres. Los espectadores se encontraban notoriamente defraudados. «¡Están demasiado cansados!». Al finalizar el combate, la selva ontológica empezó a convertirse en sabana y en los ojos de los apostadores se vislumbró un atisbo de reencuentro con la civilización.

Por eso me fascinan los gallos de pelea: tienen algo de lo humano, de las potencias soterradas por la civilización, potencias que pugnan por su supervivencia y que han sido mal encauzadas en una maraña de tabúes e hipócritas reglas. El problemático proceso de domesticación del instinto.

Ahora explicaré por qué me fascinan otros gallos de pelea, y recurriré para ello al simbolismo inverso.

Es algo primario en la cultura hip hop: el freestyle, la capacidad de demostrar que se puede rimar improvisando, la competición inherente a esta filosofía de vida.

Cuando unos chavales se baten en duelo verbal demuestran que el simbolismo de los gallos de pelea puede realizar el camino inverso, superar la selva. Porque los gallos de pelea del rap hacen de la palabra su mejor arma, consiguen un camino de expresión para canalizar esas fuerzas primigenias sometidas a la férula del tabú civilizado. Es igualmente un combate a muerte, hasta matar las palabras, el viejo sueño de Cortázar. Es un combate duro: aseguran que prima el ingenio, el vacile imaginativo, pero muchos acaban cagándose en la madre del contrario. Es un juego de aptitud. Aptitud para enfrentarse con la palabra… palabras para expresar la selva, palabras para convertirla en un lugar habitable sin necesidad de recurrir a la castración y al sueño de todo censurador. Sin caer en las redes de esta sociedad postmoderna hinchada de bollos de la felicidad e inmolaciones frente al televisor.

Visiten si pueden la competición de mañana. Si les acompañan las musas y la suficiente mala leche puede que sea un espectáculo tan fascinante como una auténtica pelea de gallos, justamente porque simboliza lo contrario.

Javier Rada

Todos canonizados, y amén

¡Tendrá razón mi amigo Mesa! No soy experto. Ni entiendo de cánones. No estoy metido en el mundillo del creative commons ni del copyfight. No me puse una mascara de Ramoncín en la sede de la SGAE para romper el silencio. Así que esta es la opinión de un tipo normal y corriente, uno más de la calle, es la opinión de uno que pasaba por ahí, y que tuvo una impresión imprecisa sobre la SGAE y demás entidades de gestión.

¿Tendrá razón Mesa? Tal vez llegue un día en el que nos graven el cerebro, eso dice. Nuestra mente es la mayor copiadora de la historia. No hay tostadora que la supere. No hay mp3 que la e-mule en esto. Nuestra mente-y nuestro progreso-se han basado siempre en la e-mulación y la copia. ¡Que se lo digan a Japón!

«Todo material idóneo» que pueda utilizarse para copiar la obra de un autor es susceptible de tener canon. El canon protege al autor, ¿no? (a ver si me aclaro). Hasta aquí bien… El canon protege también a las grandes multinacionales (eso también va a misa). El canon debería velar por el arte y la cultura de este país…

Sin embargo… ¿cómo es posible que haya levantado tantas ampollas, que cobren canon hasta en las bodas? ¿Que la cultura en vez de ser más barata y accesible se convierta en un bien de lujísimo? ¿Por qué no puedo tener derecho a comprar eso materiales idóneos: como grabadoras, CD o DVD para hacer mi copia de seguridad privada? ¿Por qué me consideran un roba culturas ya de antemano? ¿Canonizarán a mi querido boli Bic? En el colegio copiaba de puta madre ¡salve, san Bic!

La verdad es que no tengo explicación. Me da la impresión de que hay algo aquí que va mal, parafraseando a Kortatu (¿me pueden exigir un canon por esto? Muguruza, enróllate…)

Me gusta la idea de la cultura libre, que las ideas y el arte viajen y se muevan, con el debido respeto a su autor. Me atrae lo del copyleft y esas cosas de guerreros hackers e incluso de 20 minutos.

¿No puede existir un equilibrio, señores de la SGAE? ¿Hemos de cobrar por todo? ¿Y si África, Sudamérica o Asia nos cobraran el canon por todo de lo que hemos chupado de su cultura y recursos? Ya se me está yendo la olla… Mejor irse a Irán o China. Allí lo copian todo y avanzan peligrosamente a convertirse en superpotencias. Se me va, digo.

¿Alguien me lo puede explicar? ¿Tanto dependen los autores de este canon que vienen a por nuestros bolsillos? ¿Por qué no se queda en las grandes multinacionales y punto?

Cultura libre o accesible (barata)

Perdóname Mesa por haberte copiado hoy tantas ideas. Son las cosas del copyleft…

Javier Rada

Casi un millar de abducidos en los Pirineos

Nuevas noticias de Andorra. En siete años, 950 personas expulsadas por diferentes dolencias: hepatitis, VIH, incluso miopía, sordera u obesidad. Expulsados al negarles el permiso de trabajo: inmigrantes, a la puta calle. Me llamó el viernes Ricardo Villanueva, de Médicos Progresistas. Han tenido acceso a los expedientes de expulsión.

Muchos de los inmigrantes, y eso es lo gracioso, eran españoles.

(¿Meditamos sobre nuestra hospitalidad?)

Me encantan los Pirineos… siempre he creído en el mítico reino del Alto Aragón… no por aspiración nacionalista…sino por recreo… por imaginar que existe un Xanadú o un Shangri-la en Europa… una tierra perdida de los hombres (hasta hace poco así era, antes de la invasión de la alianza vasco-catalana-zaragozana, antes del pufo de la peli El Reino de los cielos)… una tierra idílica en la que plasmar nuestros sueños…

Sin embargo, el único ejemplo de un estado en los Pirineos es Andorra. Una tierra de neopatricios basada en el poder económico de unos pocos, un feudo conservador en el que las leyes se hacen a medida de la oligarquía dominante.

Entonces me aterré…¡Y si los hombres de Plan (sí: los mismos de la caravana de mujeres), Ansó, Bielsa, Benasque, Sabiñánigo, Sallent… gentes sencillas, amigables, abiertas, honorables…se convirtieran por arte económico en banqueros, brookers, neoconservadores…¡ahhhh! Y si crearan una sociedad de castas y olvidaran los valores de las montañas… y si organizaran una caravana de inmigrantes, expulsando a todos aquellos que no fueran aptos por motivos de salud, para no cargar con un posible coste en su Seguridad Social, a todos los que no pudieran entrar en la sociedad Joy Division…! ¿Existe peor perversión? ¿Cómo han pasado de ser pageses a neofascistas estructurales?

Me encantan los Pirineos. Pero jamás subiría al monte a organizar una guerrilla independentista para crear la República Fata del Alto Aragón. Estoy seguro de que lo conseguiríamos (somos muy tozudos, ríete de los vascos). San Chuan d’a Peña sería la meca, y peregrinaríamos una vez al año. El ternasco, el plato nacional. Se hablaría la fabla (¡Entalto Aragón!). Seríamos todos tajo majos. Un Labordeta que otro nos presidiría y narraría poemas cada mañana en la televisión pública dentro de su programa «¡Quió!, presidente».

Suena bien, ¿verdad? Realismo mágico. Idealismo peligroso. Estoy seguro de que a alguien se le ocurriría la idea de crear un paraíso fiscal, edificarlo todo de cara al turismo, ser el El-país-de-los-Pirineos, saltarse la legalidad internacional imitando a sus grandes vecinos, el germen de una sociedad neopatricia, ultracapitalista (todo capitalismo es ultra, perdón por la redundancia) de tufillo facha…

Por suerte en Andorra la población civil se está organizando y algunos grupos políticos no quieren seguir el rumbo único…

Pirineos queridos, mejor os quedáis así, en mi mente, siendo un reino mítico que tuvo la suerte de no existir jamás, de no pertenecer a los hombres más que en sueños.

Metamorfosis (lesbianízame)

Recuerden el colegio, por un instante regresen a ese campo de concentración psíquico al que nos enviaron nuestros progenitores en busca de un mundo mejor. Y díganme… ¿conocen un lugar más horrible? Todos los presentes, compañeros y profesores, padres y madres, se empeñaban en decirte cómo debías ser. Funcionaba a rajatabla el sistema punitivo, con sanciones muy jodidas: el insulto, el cateo, el golpe o el ostracismo. Para cada uno de estos tormentos elijan ahora su propia aventura… como en Salò o los 120 días en Sodoma, de Pier Paolo Pasolini.

Si en aquel siniestro lugar llego a soltar que era lesbiana, un chico lesbiana… ya pueden adivinar el resto de la película (10 años en Gomorra, sería el título…). ¡Y a eso lo llaman escuela!: patria del aprendizaje, orgullo del futuro latente.

Pero volvamos al presente, conjuremos los traumas…

Soy lesbiana- sí, lo admito, lo digo y secundo-soy lesbiana- ¿por qué…?

Me perdonarán la falta de puntualidad ya que este post se quedó atrasado cuando publicamos el reportaje Entre el orgullo y el esteriotipo. No tengo excusas. Es el síndrome de la postergación permutable.

Me lo dijo Amanda mientras husmeaba en el universo lésbico: «Tú eres lesbiana. Una lesbiana encerrada en cuerpo de hombre». Esta sentencia al principio me chocó, fue como si un neutrino impactara en mi cabeza. Así que busqué en el cajón de lecciones aprendidas y respondí con aires de escolar: «La lesbiana es aquella mujer a la que le gustan otras mujeres. Si yo soy hombre, no puedo ser lesbiana…»

(Canción infantil: Los niños tienen pene las niñas vagina…)

Era un silogismo perfecto. La ciencia es ciencia. Yo no podía ser lesbiana-según la regla expuesta- y Amanda podía estar perfectamente loca-según la psiquiatría que aplicase esa regla. Pero algo fallaba. Demasiado perfecto. Y la perfección me atemorizó desde pequeño, nunca me he fiado de ella… Pensaba de crío: el coco, si es que existe, debe medir metro noventa, será rubio, pectorales de ensueño, y los ojitos muy azules… Si ven a uno así: ¡huyan!

¡Qué hacen! ¡He dicho que huyan!

Enseguida pensé en otro silogismo, quizá menos exacto. Eliminé el sujeto de la argumentación y el sentido cambió: «Lesbiana: persona a la que le gustan otras mujeres. Yo: persona a la que le gustan otras mujeres…» Por lo tanto, si era persona, y las lesbianas estaba seguro de que también lo eran, yo=lesbiana…

Lo sé. No deja de ser una trampa. Entonces significaría que todas las personas a las que les gustaran las mujeres se convertirían automáticamente en lesbianas. ¡Hecatombe! John Wayne, por poner un ejemplo, no tenía pinta de…

¿O sí?

No, no… Wayne sería un fascista, un héroe proletario o un absurdo existencial… ¿pero lesbiana? No. Yo era lesbiana. Lo decía mi regla personal. Era una persona a la que le gustaban otras mujeres del mismo modo que las lesbianas con pedigrí. Y me di cuenta (porque yo también sufría una regla metafísica que me daba cíclicos dolores) que mi problema estaba con los hombres. Y no era gay. Ni un misántropo. Ni un matón de discoteca. Tenía mérito. Mi renuncia expresa se basaba en la tetosterona. Busqué palabras cruzadas con macho varón. Utilicé el pensamiento transversal.

Varón: fútbol, coche, guerra, hombría, gallinero, torero, virilidad, chulito, peleón, Wayne, territorial, alfa, deporte, jefe, dominador, velocidad, violencia, simpleza, buitreo, Brad Pitt, camaradería, simpleza (esta va repe porque mal que me pese sigo siendo hombre), poder, cola de pavo real…

¿Qué camino le queda al que se encuentra encerrado en una definición única que no se ajusta a su personalidad?

Desde el principio nos dicen cómo debemos ser. Tienes que tener un pene grande (luego las mujeres lo desmienten para más tarde volverlo a afirmar). El cariño y el roce sólo se demuestran en las zonas genitales y con mujeres, ¿eh? (menudo bulo). Tienes que demostrar que eres más fuerte, un buen deportista, dominante, el más listo de la clase (un perfecto idiota). Tienes que demostrar…Debes reírte de los demás. Debes odiar lo diferente (no vaya ser que vengan a por ti).

Yo era lesbiana. Tenía razón Amanda. No era un transexual (otra opción posible, pero descartada, madre) ya que me sentía a gusto con mi cuerpo. Me vestía lo justo de mujer, y mi pene me daba más placer que dolor. La definición inicial entonces fallaba: «mujer a la que le gusta…» Por exclusión, significaba que yo era un hombre heterosexual (volvemos a lo del pensamiento transversal). Y no encontraba ese punto de unión necesario para formar parte de la tribu del pene civilizado, guiada por la voluntad del férreo poder hormonal. Tras miles de años de demostración histórica ser hombre tenía que ser otra cosa más allá del patriarcalismo o yo acabaría siendo una perfecta lesbiana. Y gracias a Amanda me he dado cuenta de que ese futurible ya ha llegado. Yo soy un hombre lesbiana. Hasta que las lesbianas o los hombres me demuestren lo contrario.

Aunque en realidad, pensándolo fríamente, creo que me parezco más a un gremlin…

Entonces tendría que reescribirlo todo de nuevo. Yo soy un gremlin- sí, lo admito, lo digo y secundo-soy gremlin- ¿por qué…?

Javier Rada

¿Alzheimer histórico o alimañas?

Cómo podemos dormir tranquilos si deambulan por nuestras calles más de 30.000 zombies, sin rostro y nombre, deformados por la ausencia y el mal recuerdo, en las avenidas de Madrid, Barcelona, Sevilla, Zaragoza o Valencia, o en los bucólicos y arrinconados valles del Bierzo, Cáceres o Huelva. Cómo podemos roncar plácidamente si los fantasmas no descansan en paz, si se pasean en cada símbolo del pasado, si aúllan desde la bandera presente, si reviven diariamente su dolor en los monumentos nacionales, en las palabras de ciertos políticos que retornan al glorioso enfrentamiento, en las mentiras que pesan sobre sus apenados cadáveres.

Cómo pueden dormir tranquilos, hijos de las dos Españas, si la sangre de los muertos todavía hierve en las cientos de fosas comunes por descubrir.

¿Qué panorama de terror es éste que han legado a sus hijos? ¿Qué clase de alimañas no reconocen a sus muertos…?

…se los comen…

… Y me dirán que sufrimos Alzheimer histórico.

Dicen que hay tres cosas que hacer en la vida:

plantar un árbol, escribir un libro y tener un hijo.

Y yo añado: recordar a los muertos. Los muertos no tienen bando, sólo memoria. Y sin ella, no hay garantía de paz.

Javier Rada

Gusanos de seda

Compraría unos gusanos de seda, unos bonitos gusanos de seda. Y los colocaría en las tumbas de los cementerios, en las comidas fast food, los vestidos de diseño, las paradas de metro, en las puertas de los ayuntamientos…

Los compraría movido por un oscuro ideal: los gusanos se han alimentado de parte de la memoria colectiva desde hace 70 años, se han convertido en nuestro legado histórico.

Los alimentaría con hoja de morera, los pondría rollizos, redondos, muy gorditos… y esperaría a que supieran volar, hechos ya mariposa. Y tal vez irían-quién sabe donde irían-rumbo al Valle de los Caídos, para recordar que hubo muchos más…

Los gusanos se llevaron todas las pertenencias: una carta de amor, una receta de cocina, una deuda pendiente, la lista de la compra, un sombrero, aquellos zapatos viejos… La nada los absorbió para siempre, polvo eres, fusilado, en polvo te convertiremos.

En la fosa común cada nombre está escrito en el hueso y la historia es cosa de piedras.

«Yo simplemente buscaba la solución a un problema familiar, pero pronto nos dimos cuenta de que había mucha gente, generalmente mayor, que quería encontrar también a sus familiares desaparecidos», explica Emilio Silva, de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica.

Los desaparecidos no son patrimonio exclusivo de Argentina, Guatemala, Chile o Bosnia. Los desaparecidos siguen exigiendo justicia en España. Sigue la búsqueda de sus familiares, rememorando la pérdida, la añoranza, el peso de un último adiós mal dado. De este modo nunca mueren, porque la muerte sólo tiene sentido en la memoria de los que se quedan aquí.

«Hace seis años empecé a escribir una novela sobre la vida de mi abuelo, y pude saber, mediante conocidos suyos de la época, donde podría estar enterrado. Fui el primero en reclamar una prueba de ADN para identificar a un ejecutado en la Guerra Civil».

Exhumación. Identificación. El puzzle de poner las cosas en su sitio. A eso se dedica esta asociación. Una asociación que no cuenta con subvenciones ni más ayuda que el desinterés, el compromiso con la construcción de la memoria perdida. El archivo, después de más de 400 exhumaciones, se encuentra en una casa particular. El trabajo de las excavaciones se financia como un campamento de verano: ducharse en las piscinas, cualquier techo vale si cobija durante el sueño, unos bocadillos del bar del pueblo…

Los primeros arqueólogos y forenses que participaron en el proyecto tuvieron que luchar contra el tabú, el miedo natural de todo silencio. Y así se convirtieron en sabuesos del pasado, escarbaron entre la mierda histórica, para hallar la belleza que crecía en el fiemo, poner nombre a la nada, renombrar el vacío, hacer justicia.

«Muchas de las cuestiones políticas de la República siguen vigentes», dice Emilio. «El federalismo, la relación entre iglesia y Estado, la dictadura congeló todos esos problemas que no tuvieron una salida en la Transición. Lo que deseamos desde la Asociación es construir una imagen real de la República, y no la creada durante 40 años de dictadura: una educación dirigida a legitimar el golpe de Franco», sentencia Silva.

Muchos de los muertos no descansan en paz…

Yo por mi parte compraré unos gusanos de seda y los soltaré por ahí. Si los encuentran por la calle no los maten, recuerden, son parte de nuestra historia, parte de su memoria colectiva.

Javier Rada