Malcolm in the Middle era, y sigue siendo con el paso de los años —porque ha envejecido estupendamente bien—, una serie absolutamente completa: la madre intenta hacerlo todo superbién y al final es un desastre (cosa con la que, como madre, me siento más que identificada); el padre es un feliz de la vida que pasa de todo y, aun así, es un padrazo; el mayor no da pie con bola y dice que todo es culpa de su madre; el segundo tiene más mala idea que Patán; el tercero (el del medio) era un genio incomprendido; el cuarto, que para mí que era en realidad el más listo, se limitaba a manejarlo todo sin que nadie pareciera darse cuenta y el pequeño, bueno, no pudimos ver demasiado de él, pero tenía toda la pinta de ser el perfecto esbirro para el cuarto.
El genio incomprendido que le daba nombre a la serie (a.k.a. Malcolm) era incluido, ya en el episodio piloto, en una clase especial para jóvenes genios en su escuela, donde impartía las lecciones una profesora a medio camino entre lo erudito y lo estrafalario. Una especie de profesora Trelawney, pero con libros de mecánica cuántica y flautas traveseras. Pues a esta profesora, que se llamaba Caroline Miller en la ficción, le daba vida la actriz Catherine Lloyd Burns.
Puede que esto os sorprenda (o puede que no), pero el de la profesora de Malcolm no fue el primer papel de la actriz, ni tampoco es su papel más popular. Burns debutó en televisión a principios de los años ’90 y durante toda la década fue teniendo diferentes papeles episódicos en distintas series de tirón, como Ley y orden, Cinco en familia o Urgencias, y tuvo un papel coprotagonista como Heather Pond en Partners, una sitcom de allá el 95. Por entonces, y hasta el final de la década, participó también en películas como Más que amigos, Fuera de control y Michael, con John Travolta, Andy McDowell y William Hurt.
Con todo, somos muchos quienes recordamos a Burns por su papel en Malcolm, a pesar de que, en realidad, solo participó en una docena de episodios. Pareció después, y durante un tiempo, que su destino era el cine. No volvería a tener presencia en una serie hasta diecisiete años después, tiempo durante el cual apareció en películas para pequeña y gran pantalla, aunque ninguna tuvo gran repercusión. La que mejor funcionó, Dedication, es ya de 2007, protagonizada por Billy Crudup, Mandy Moore y Martin Freeman, pero Burns tenía un papel muy pequeño en esta producción y pasó sin pena ni gloria.
Después del fiasco de la que es, hasta la fecha, su última película, Clara’s Ghost, en 2018, volvió a una serie con Search Party, una sitcom de HBO en la que tuvo un pequeño papel, recurrente, eso sí, como Linda Witherbottom, que salía en un total de ocho episodios a lo largo de las cinco temporadas.
Entre esta foto y la anterior, como quien no quiere la cosa, pasaron veinte años.
En líneas generales, en la industria de la interpretación Catherine ni está ni se la espera, ni ganas aparentes que tiene ella de acudir, y es que un vistazo a sus perfiles de redes nos revela que ella ni siquiera se presenta como actriz, sino como escritora y repostera.
En 2014 publicó una novela juvenil titulada El bueno, el malo y el beagle (The Good, the Bad & the Beagle), que ella describe así:
Este es otro libro triste con un perro en la portada, pero no es una historia sobre un perro. Verónica enfrenta un par de desafíos importantes al comienzo del sexto grado. Una es que ha elegido asistir a una escuela privada para niñas en la ciudad de Nueva York, donde vive con sus padres psiquiatras.
Ha publicado también una novela de carácter autobiográfico titulada Me golpeó como una tonelada de ladrillos (It hit me like a ton of bricks).
Pero, además, en la ciudad de Nueva York, donde reside en Brooklyn, Lloyd Burns es famosa por sus pasteles de chocolate. Es oficialmente repostera para Dynaco, un reconocido local de Bedford Avenue, regentado por su marido, también actor además de guionista y copywriter. Del local dicen que puede competir por el título de «Mejor pastel de chocolate de Nueva York», que no es poca cosa.