Recientemente han llegado a los cines dos películas sobre la crónica francesa del siglo XVIII, dos historias que muestran un cambio de era y el devenir de un mundo nuevo.
Por un lado el esperado regreso de Johnny Depp tras su exitoso conflicto judicial con Amber Heard. Jeanne du Barry (Maïwenn, 2023) es la historia de la joven de origen humilde que logró ascender en la sociedad francesa del siglo XVII hasta convertirse en la amante favorita del propio rey Luis XV, historia que ya contamos en ‘Johnny Depp vuelve al trabajo como el rey Luis XV de Francia’.
Un par de semanas antes se estrenó otro título sobre la historia del país galo, Vencer o morir (Paul Mignot y Vincent Mottez, 2022), con unos hechos que ocurrieron apenas dos décadas después de la muerte de Luis XV pero que cambiaron la historia del país para siempre. Es probable que el rey que tuvo de amante a Madame du Barry no pudiera ni imaginar que su dinastía tenía los días contados y que tres de sus nietos serían los últimos reyes borbónicos de Francia.
Ambas películas están separadas apenas medio siglo pero dan muestra del enorme cambio ocurrido en Francia y que fue trascendental para la historia. La Revolución Francesa fue la chispa para el desarrollo de un nuevo concepto político y social, una nación de ciudadanos libres e iguales. Tras los sucesos de Francia, el resto de países europeos buscaron su propio camino y una serie de movimientos revolucionaros y unificadores terminaron de configurar la forma de la actual Europa.
En Vencer o morir, Paul Mignot y Vincent Mottez nos acercan una historia dentro de la propia Revolución Francesa y que es escasamente conocida. Se trata de la Guerra de la Vendée (1793-1796), una contrarrevolución que trató de oponerse a la propia revolución y que durante 3 años enfrentó a los republicanos contra los que defendían a la monarquía borbónica.
Las causas de esta sublevación, muy violenta y que se dio sobre todo en zonas del oeste francés, hay que buscarlas en la propia evolución de la Revolución de 1789. En zonas de marcado carácter rural, dos temas fueron claves: el ataque a la religión católica y el reclutamiento forzoso para el ejército.
En 1790 se votó la Constitución Civil del Clero que obligaba al juramento de sus estamentos a la Nación, a la Ley y al Rey (sí, al rey ya que los primeros años de la Revolución tenía forma de Monarquía Constitucional). Muchos sacerdotes se opusieron y con los nuevos decretos de la Asamblea de 1792 fueron perseguidos.
La Revolución trajo problemas y guerras en su propio territorio, pero desde 1792 se iniciaron una serie de conflictos internacionales que enfrentó a Francia con gran parte de los países Europeos casi ininterrumpidamente hasta 1815. Estos conflictos, que formaron hasta siete coaliciones contra los revolucionarios, obligaron al reclutamiento masivo de soldados. Inicialmente de forma voluntaria, luego por sorteo hasta hacerlo de forma obligatoria. En 1793 debían acudir a filas los solteros y viudos de 18 a 25 años y en 1795 debía hacerlo todos los varones de 20 a 25 años independiente de si estaban o no casados.
Los realistas o «blancos» tuvieron nombres propios como François-Athanase Charette de la Contrie, el protagonista de la cinta, que es interpretado por Hugo Becker. Era un noble venido a menos que fue «reclutado» por los campesinos de la Bretaña francesa para que fuera su líder. Céleste Bulkeley (Constance Gay) fue una aristócrata que también se unió a las filas realistas, al igual que el jovencísimo conde de La Rochejaquelein.
La recluta masiva de 1793 fue el comienzo del conflicto donde los católicos obtuvieron sonadas victorias en sus primeros instantes. Pero la movilización masiva de tropas con soldados de profesionales por parte de la Convención de la Primera República Francesa, establecida en 1792 tras la supresión de la Monarquía, se lo puso muy complicado a los líderes vandeanos y eso que estos lograron reunir enormes ejércitos, como los 100.000 soldados y civiles en el llamado «Giro de la Galerna».
En 1795 estaba ya casi todo perdido y lograron algunos tratados de paz. Pero no todos se dieron por vencidos y mantuvieron sus reivindicaciones pese a que la Época del Terror de Robespierre ya había concluido. El final de los blancos fue fatídico, apenas pudieron aguantar hasta marzo de 1796, fecha en que se puso el final a la contrarrevolución. La mayoría de sus líderes terminaron ante pelotones de fusilamiento.