Andaría Víctor Hugo ocupado en sus cosas, cuando dijo aquello de que «el que abre una puerta a la escuela, cierra una prisión». Su visión del futuro, sus sueños no realizados, nos adelantaban paisajes educativos yermos en demasiados países para muchas personas; antesala e impulsores de fenómenos migratorios. Nos avisaba, cual adivino social en un viaje al futuro, de que los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que serían enunciados 150 años más tarde, se convertirían en epílogos de fracaso si no figuraban en el prólogo de la vida colectiva.
Parece que le hubiera llegado, mientras escribía Los miserables (1862), el informe ¿Van los países por el buen camino para alcanzar el ODS 4?, publicado por la UNESCO en julio de 2019, bajo el formato de Migración, desplazamiento y educación, dentro del proyecto Seguimiento de la Educación en el Mundo, que como el resto de los informes de este organismo merece ser al menos hojeado por quienes se consideran parte de la ciudadanía del mundo.
Solo por hacer un poco de memoria recordamos que La agenda para la reducción de la pobreza, conocida como los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) (2000), centraba su ODM número 2 en el logro de la educación primaria universal, mientras que el ODM 3 tenía por objeto lograr la igualdad entre chicas y chicos en la educación primaria, secundaria y superior. No cuesta mucho comprobar sus limitados éxitos. Quizás algunos de los que se lanzan hoy a la aventura de la migración lo hacen porque no encontraron en su tiempo el medio educativo favorable; así, acaban en prisiones de distinto signo imaginadas por el francés. Es comúnmente aceptado hoy que si la educación deja de soñar aleja a mucha gente de la Cima 2030.
Menos mal que el informe de 2019 citado sobre educación es una primera proyección, hubiera pensado el escritor francés, como nos sucede a nosotros. Siempre queda la duda de cómo llegarán los menos favorecidos -aquellos en los que se ceba la miseria global- al año 2030.
En esto de cumplir compromisos, firmados varias veces, los países son escandalosamente olvidadizos. Conozcamos unos cuantos datos sobre el camino educativo global, recogidos en el informe, y sometámoslos a la reflexión compartida:
Sólo seis de cada diez jóvenes acabarán la escuela secundaria en 2030; el acceso a la educación infantil está en aumento pero falla en los países de ingreso medios y bajos; en estos, los más ricos tienen nueve veces más probabilidades que los más pobres de terminar la secundaria alta; cuatro de cada diez escuelas de la educación secundaria superior en los países de ingresos bajos carecen de instalaciones sanitarias. Por acabar, anoten lo que afirma el informe: los limitados datos existentes indican que existen grandes brechas en la integración de la educación para el desarrollo sostenible. ¡Vaya! Esta cuestión es vital para llegar en mejores condiciones al año 2030.
Víctor Hugo afirmaba que el futuro tiene variados perfiles: para los débiles lo inalcanzable, para los temerosos lo desconocido, para los valientes es la oportunidad. Comienza un nuevo curso escolar en muchos países. En la falta de horizontes educativos para los más pobres, personas y países, conviven lo inalcanzable con lo desconocido; ambas situaciones laminan sus oportunidades. Mal asunto cuando se trata de armonizar migración, desplazamiento y educación.
¿Qué hacer? Al menos insistir en que la educación es la cordada más fiable para conseguir que todos, incluidos niños y niñas pobres de hoy que en el año 2030 tendrán más de 20 años; soñemos de nuevo y nos encontremos en la Cima 2030.