Archivo de diciembre, 2022

La distopía del año 2022 amenaza el horizonte 2030

Con frecuencia, a finales de año se hace recuento del devenir pasado, siquiera para recordar aciertos, olvidar errores o desgracias. También para anotar logros conseguidos y edificar esperanzas de futuro sobre ellos. Aquí no vamos a ser menos y vamos a revisaremos la agenda de los temas sobre los que hemos construido las entradas de este blog; sus titulares más contundentes. Unos habrán tenido más escucha que otros; da igual, todos fueron escritos con la mejor intención. Digamos que algunas entradas estaban previamente pensadas mientras que los acontecimientos en España y el esférico mundo nos llevaron a otras. El año pasado, traducido en vivencias sociales de aquí y de allá, cabe calificarlo cuando menos como distópico, pues más que menos ha sido demasiadas veces una representación ficticia, o al menos sin horizontes claros, de otra sociedad futura en la que asustan ciertas características negativas de la alienación humana, y por extensión planetaria. Así dicho alguien verá el balance muy negativo. Sí y no, simplemente recuerda hechos o situaciones; que cada cual lo lleve a su esfera personal para contraponer o reafirmar lo que aquí se ha escrito. Seguro que no quedará indiferente. La fragilidad humana se ha hecho líquida.

Comenzamos el año preguntándonos si lo anómalo climático de hoy será regularidad al año próximo y los siguientes. Nos lamentamos del silencioso vuelo del paisaje sonoro, con las aves en claro retroceso, como la ganadería extensiva sepultada por las macrogranjas, que tantas afecciones ambientales provocan. Identificamos a los mayores responsables del cambio climático, algunos de los cuales pujan por hacer Olimpiadas de invierno en camiseta. Recorrimos las causas de algunas migraciones de la mano de Rosalía de Castro. Escaneamos la mar nuestra y, casi a la vez, nos acordamos del agua del olvido que seremos. En eso estábamos cuando estalló la invasión rusa de Ucrania. Nos preocupamos de la pandemia del hambre y nos enteramos de que la suma de egoísmos eleva a la raíz cuadrada las dificultades de vida de los vulnerables. Mientras nos llegaba la buena noticia de que erradicar la pobreza extrema en el mundo, dotándola de los recursos necesarios, no supone ningún aumento de las emisiones contaminantes. Así entramos en primavera, con algo de ilusión creada.

Escuchamos a la Unesco cuando nos animaba a reimaginar nuestro futuro juntos, mientras nos llegaban las notas del cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo (ODS) en el mundo: suspenso clamoroso. Nos animó algo conocer que siete ciudades españolas estaban entre las 100 europeas que aspiran a la aureola climática. Pero nos dimos cuenta de que la incongruencia ambiental nos delata, que hace falta mucha con(ciencia) ciudadana para buscar medioambiente, más aun cuando somos consumidores/depredadores del paisaje. Después vinieron los calorazos, la desertificación, las sequías y más cosas que delataban que la Cima 2030 nos quedaba cada vez más lejos. Menos mal (sic) que las fiestas basuradas de pueblos y ciudades de la España toda pusieron fin al verano.

Repasamos escenas de vida del bienestar, o no, social y nos dimos cuenta de que “igual nunca debe ser para siempre” en torno a las desigualdades. Otra vez las migraciones climáticas nos llevaron a conjeturar qué puede suceder con la “aventura caribeña” del Mediterráneo, con las aguas recalentadas y desatadas. Constatamos en informes internacionales que a la educación mundial se le aleja la Cima 2030, que la COP27 sobre el clima apenas dejó unas pocas ascuas en forma de ayudas que llegarán a los países pobres seguro que tarde, mal o nunca.

Pensamos en celebrar que ya éramos 8.000 millones de personas en la Tierra pero el asunto está sujeto a muchos condicionantes. Y en esto las luminarias del “Black Friday” oscurecía el “bienser” de la gente, estilo de vida y pensamiento del que nos alumbró J. Emilio Lledó. Nos congratulamos de que tras múltiples retrasos llegaba la COP15 sobre biodiversidad, la penúltima posibilidad de que el planeta no entre en parada biológica.

Aquí estamos, esperando que el año 2023 sea menos distópico que el anterior. Que transitemos hacia el fin de la pobreza y el hambre cero, que hagamos realidad aquello de salud universal y bienestar global, que la educación de calidad llegue a todos los habitantes, que el diferente género ya no sea preocupación porque se ha conseguido la igualdad total, que tengamos agua limpia y saneamiento para todos, que la energía sea mayoritariamente limpia y no contaminante, que el trabajo decente se convierta en prioridad ante un crecimiento económiso agresivo, que mejor innove métodos y gane en sensibilidades. Ojalá se reduzcan las desigualdades tanto en las zonas rurales como en las ciudades, porque unas y otras se basan en el compromiso de la sostenibilidad que vigila la producción y el consumo responsables. Desde aquí llamaremos a una acción global por el clima, para proteger la vida marina y en los ecosistemas terrestres. El broche de derechos humanos lo deberían poner la paz, la justicia y unas instituciones sólidas; todas en una alianza para lograr los objetivos que se llaman derechos humanos aunque aquí los hayamos enunciado con el parámetro ODS hacia el año 2030.

Contaremos lo que vaya aconteciendo. Relatando sueños y despertares de cabezas dormidas.

Gracias por leernos y ánimos para el compromiso. Cada vez queda menos tiempo, pero queda.

(GTRES)

NOTA: un regalo de fin de año en forma de sueños de Wislawa Szymborska, que nos ilumina siempre a pesar de que su cuerpo emprendió el viaje eterno hace 10 años.

Soñé que estaba buscando algo
guardado o perdido tal vez en algún lugar
bajo la cama, bajo las escaleras,
en mi antigua dirección.

Revolvía en armarios, cajas y cajones
llenos en vano de objetos sin objeto.

Sacaba de las maletas años y viajes pasados.

Sacudía de los bolsillos
cartas secas y hojas no para mí.

Recorría sofocada
mis estancias y distancias
de quietudes e inquietudes.

Quedaba atascada en túneles de nieve
y desrecuerdo.

Me enredaba en espinosos arbustos
y conjeturas.

Apartaba el aire
y la hierba de la infancia.

Intentaba llegar
antes de que cayera el ocaso del siglo,
el telón y el silencio.

Y al final dejé de saber
qué era lo que tanto buscaba.

Me desperté.
Miré el reloj.
El sueño había durado apenas dos minutos y medio.

Estos son los trucos a los que está obligado el tiempo
desde que comenzó a toparse
con cabezas dormidas.

 

Tras múltiples retrasos llega la Cumbre sobre la Biodiversidad COP15, penúltimo resquicio para la sensatez biodiversa

De un tiempo a esta parte los científicos y científicas no dejan de denunciar atropellos ambientales. Las personas que pueblan el ancho mundo son conscientes de ello y esperan que salgan decisiones vinculantes de la COP15. Quienes se dedican al estudio del estado de la biodiversidad han hecho un llamamiento mundial a los líderes de nuestras vidas para que dejen de quemar árboles para generar la llamada “bioenergía”, con la excusa de que a eso la llaman energía verde. 650 hombres y mujeres de ciencia reclaman sensatez y por eso han elaborado un manifiesto argumentando la necesidad de dejar en paz los bosques. De esto nos informa The Guardian  que recoge las palabras del profesor Alexandre Antonelli, autor principal de la carta y director científico de Kew Gardens, que dijo: “Garantizar la seguridad energética es un desafío social importante, pero la respuesta no es quemar nuestros preciosos bosques. Llamar a esto ‘energía verde’ es engañoso y corre el riesgo de acelerar la crisis mundial de la biodiversidad”. La información se amplía en este artículo de CarbonBrief.

Pero no solo es inquietante ese artículo. Ha llegado hasta nosotros uno de la sociedad New Scientific que alerta de que el objetivo de la COP15 de detener y revertir la pérdida de biodiversidad para 2030 es poco realista puesto que con las expectativas de la cumbre, y hacer lo que allí se formula, llevaría 80 años. Otra opinión más es la de David Obura de Coastal Oceans Research and Development en el Océano Índico (CORDIO), una organización sin fines de lucro de Mombasa, Kenia. Ante el supuesto más optimista/ambicioso de la cumbre, que sugiere que la fecha más temprana posible para detener y revertir la pérdida de biodiversidad es en 2050, el científico afirma que es una previsión muy simplista, pues ni siquiera tiene en cuenta el cambio climático.

Pero no solo hay advertencias de esas entidades. El pasado mes de octubre, la organización de conservación WWF advirtió y así lo recoge New Scientific que las poblaciones estudiadas de mamíferos, aves, anfibios, reptiles y peces han experimentado una disminución promedio del 69% desde 1970. Claro que en esto de establecer objetivos inalcanzables ya se tiene experiencia. Las Metas de Aichi fueron un conjunto de 20 objetivos de biodiversidad acordados en 2010, pero que el mundo no cumplió. Ahora puede suceder que se repita el fracaso de Aichi. Por otra parte, desde la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza defiende tomar medidas “necesarias para garantizar que cuando caiga el martillo para cerrar la Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Biodiversidad, que debe terminar el 19 de diciembre de 2022, hayamos asegurado un marco mundial de la biodiversidad fuerte, equilibrado y ambicioso. La adopción de un plan global de este tipo para detener y revertir la pérdida de biodiversidad y lograr un mundo positivo para la naturaleza para el 2030 no puede esperar más.

Recogemos una noticia de mayo de 2019 en la que la que la Agencia de noticias de las Naciones Unidas se preguntaba qué hemos hecho para que hayan desaparecido un millón de especies y apuntaba certeramente: cambios de usos de la tierra y del mar; explotación directa de organismos; incentivar un cambio climático; extender la contaminación por tierra, mar y aire; provocar la desbandada de especies invasoras. A la vez animaba a emprender la larga travesía que nos lleva a transformar nuestra interacción con la naturaleza.

Con motivo de esta cumbre se han adelantado algunas acciones positivas, como puede ser la decisión del Gobierno de Canadá de dar voz a los indígenas para proteger sus tierras y sus bosques. También merece reseñarse la aprobación en Europa de una ley pionera en la lucha contra la deforestación mundial, pues se propone cerrar el espacio europeo a productos como el café, madera, soja y carne que contribuyan a la deforestación o a la degradación de los bosques. Con todo, hay que estar muy atentos a lo que allí sucede porque puede tener una gran trascendencia a futuro, como nos avisa CarbonCrief en su portal interactivo.

Antonio Guterres, el Secretario General de la ONU que ejerce con claridad acertada de portavoz mundial de las calamidades y de la búsqueda de los derechos de los seres vivos que las sufren, nos ha dejado dos titulares que merecen un pensamiento profundo y un debate analítico fundamentado en hechos, no en conjeturas: “sin naturaleza no tenemos nada” y “las multinacionales usan la naturaleza como retrete”. Por eso WWF insiste en lograr un Acuerdo Global más ambicioso que el borrador que se conoce para frenar la pérdida de la biodiversidad en 2030.

Como sentía Julio Verne, aquel descubridor de mucha naturaleza imaginada que solamente viajó a los EE.UU. y varios países europeos y mediterráneos, y aun así le sirvió para reconocer extremos útiles de la vida: Podemos desafiar las leyes humanas, pero no podemos resistirnos a las naturales. Ahora menos que nunca, me gustaría añadir. Por eso, quiero pensar, aunque sea fugazmente, que de la Cumbre de Montreal saldrá un nuevo aliento de “biovitalidad global”. Lo necesitamos ya, y que se cumpla y se incremente para siempre. Para nosotros, La Cima 2030 no solo es un objeto de deseo para las personas. Es también horizonte para la biodiversidad, en todo el mundo, en presente y en futuro.

(GTRES)

NOTA: Es este artículo animamos a las escuelas y colegios a que den entrada a la biodiversidad en sus aulas.

En torno al “bienser” para caminar juntos, de la mano de Emilio Lledó

Decir que el personaje es una referencia básica en la vida colectiva no supone ningún halago añadido. Al menos, para quienes nos dedicamos a la educación y buscamos algo en el sentido de las palabras. Todavía más en este momento en el que la incertezas nos impiden ver un poco más allá de nuestra nariz, despejar lo que realmente importa, analizar lo que hay de verdadero en el día a día. Así nos protegemos de la avalancha de ideas fatuas, frases hechas que tanto manosearlas han perdido significado, desmesuras políticas en nuestro territorio y en un mundo cada vez más grande y desdibujado –con dejaciones ambientales y sociales marcadas para el año 2030-. Tal es el mundo que ahora no se circunscribe a los límites de un mapa, o mejor esfera, como lo veía aquella Mafalda de Quino que lo llenaba de tiritas reparadoras y protectoras.

Andando por esta compleja casa que es España dentro de Europa, esa gran estancia que la televisión y las redes de internet han expandido hasta confines inimaginables hace unas décadas, uno piensa si la energía vital de estos territorios está contenida en la utilidad de las cosas, el beneficio personal o la productividad económica. Ese uno debe pensar a la vez en los muchos otros. Solamente es necesario asomarse a los foros mundiales clausurados hace unos días. En los largos paseos con otro jubilado profesor, llamémosle S. y geógrafo como quien esto escribe, conversamos sobre si la(s) sociedad(es) no son cada vez más desiguales entre ellas y más iguales por tramos en el conjunto europeo, si ciertas opciones políticas que las mandan no se han atrincherado en la superficialidad del lenguaje perverso, cual si fueran una fábrica de palabras de usar y tirar, porque nada útil contienen. Lamentamos la impresión penosa del trabajo parlamentario donde los insultos o frases hirientes casi a diario de unos pocos –grupos pringosos los llama Lledó- enlodan el bien querer de muchos. Por lo que dicen, de “bienser” nada, se emplean con ahínco en malmeter la convivencia. A estos paseantes jubilados ya nos queda lejos la batalla transformadora del “bienser” colectivo, de las palabras entrelazadas para el bien querer social; pero aquí estarán nuestros hijos y nietos en los años 2030, el de la cima erosionada, y siguientes.

Nos decimos que habría que buscar la utilidad de la vida a base de la construcción de puentes que permitieran el tránsito del diálogo, incluso la estancia duradera. Claro que no debemos ser ciudadanos generalizables pues estamos aturdidos por la superficialidad de los mensajes, por el griterío de ciertos partidos políticos, por la huida de la amabilidad silenciosa. Entonces nos asimos a personajes irrepetibles como J. Emilio Lledó que nos despierta de la melancolía, nos invita a no rendirnos, a ir más allá de los lugares comunes pisoteados. A preguntarnos en más de una ocasión por el verdadero significado de la honestidad. A buscar el “bienser” antes que sublimar aquello del bienestar, que tanto predicamento ha tenido que ha oscurecido la dignidad personal y colectiva, así como el beneficio del conocimiento razonado en torno a todas las artes que puedan adornar el humanismo colectivo. Leí de él la importancia de la utilidad de lo aparentemente inútil; me pregunto si no caben en este apartado las sensaciones de formar una sociedad global ahormada con la presunción de solidaridad. Releo los resultados de la COP27 y se me desvanece el deseo del “bienser”, que por lo que parece no sirve para los estados ni las multinacionales. Recuerdo decir al maestro que cualquier postura insolidaria es un atentado contra el hombre. Miro y veo que la humanidad sigue maltratada por la crisis climática en forma de olas de calor, sequías, hambrunas y demasiadas muertes condicionadas, amén de múltiples desigualdades sociales. Muchas provocadas por demasiados indecentes con poder. O aquella formulación premonitoria para los tiempos de incertezas: la memoria y el tiempo. Lo que tenemos ahora se entiende haciendo memoria de los pocos aprendizajes guardados y mirando al tiempo que podemos permitirnos ciertos lujos de vida aislada.

Cuando todos vivimos a golpe de un clic para acercarnos apetitos varios sentimos que demasiadas veces no nos proporcionan referencias para el “bienser”, que sin duda nos ayudaría en el bienestar. La perplejidad ante lo que se dice, la violencia política sin responsabilidades judiciales sobre un problema de convivencia, de desigualdades u otro que aluda a temas candentes como la crisis climática descoloca a la gente buena o inocente. Tanto oír palabras contaminadas el cerebro las hace suyas y las expresa en leguajes aviesos o intenciones excluyentes. Las banderas sobre las que se parapetan quienes no piensan en bienestares fundamentales como la justicia, bondad, educación, cultura, sensibilidad, filantropía, etc., dividen y dispersan; diría el filósofo. Ejemplos los hay cada día. Le preocupaba en especial hambre, una realidad que afecta al menos a 828 de personas según la ONU, datos de 2021, porque la palabra se usa demasiadas veces como una metáfora. ¿Cómo pueden llegar al “bienser” esas personas que sufren semejantes malestares?

Alguien se preguntará qué pinta aquí J. Emilio Lledó, en un blog dedicado a plantear un 2030 más asequible. Mucho, pues si abundase el “bienser”, el diálogo como metáfora de la convivencia, se construirían puentes que superar trincheras. Se debería “aprender a ser” ya en las escuelas y en la familia, algo sobre lo que insistió a menudo Lledó. El recorrido presente viaja por España pero alguno de los mojones que hemos ido expandiendo serviría para aproximarnos a ese mundo cada vez más conocido y más alejado de pautas de convivencia. Dolor y pesadilla por todas las guerras de Ucrania, Mali, Yemen, Sudán, etc., por los excluidos de cualquier buenaventura, que tuvieron la desgracia de nacer en tal o cual país. ¡Cómo no repudiar los nacionalismos excluyentes y a la vez obligatorios que practican líderes políticos en donde no se ejercita la libertad como derecho humano y bien público! Se trata de pensar el presente, de estar al tanto de lo que pasa en la calle para darnos cuenta de que nos encontramos en tránsito permanente, por eso necesitamos abrir camino, ser conscientes de que todos nosotros somos camino. Por consiguiente, “vivir es dialogar, entender, soñar e interpretar”; no se ve ahora en la acción política que rige la vida ciudadana. ¿Cómo llegaremos al 2030?

Además, el maestro que comunica la igualdad y la plena democracia, Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades en 2015, fue siempre, es, un gran defensor de la educación pública, cuyos currículos deberían centrarse más en el “bienser” para caminar juntos. Cómo buscaba Mafalda y la mente que guiaba la mano que la dibujaba.

Emilio Lledó

Fotografía de noviembre de 2014 del filosofo, humanista y académico Emilio Lledó. (EFE)

P.P.: Esta entrada fue inspirada por las retomadas enseñanzas del filósofo y un artículo de Emma Rodríguez titulado “Palabras, búsquedas y diálogos de un humanista”, que publicó la Junta de Andalucía.