Con frecuencia, a finales de año se hace recuento del devenir pasado, siquiera para recordar aciertos, olvidar errores o desgracias. También para anotar logros conseguidos y edificar esperanzas de futuro sobre ellos. Aquí no vamos a ser menos y vamos a revisaremos la agenda de los temas sobre los que hemos construido las entradas de este blog; sus titulares más contundentes. Unos habrán tenido más escucha que otros; da igual, todos fueron escritos con la mejor intención. Digamos que algunas entradas estaban previamente pensadas mientras que los acontecimientos en España y el esférico mundo nos llevaron a otras. El año pasado, traducido en vivencias sociales de aquí y de allá, cabe calificarlo cuando menos como distópico, pues más que menos ha sido demasiadas veces una representación ficticia, o al menos sin horizontes claros, de otra sociedad futura en la que asustan ciertas características negativas de la alienación humana, y por extensión planetaria. Así dicho alguien verá el balance muy negativo. Sí y no, simplemente recuerda hechos o situaciones; que cada cual lo lleve a su esfera personal para contraponer o reafirmar lo que aquí se ha escrito. Seguro que no quedará indiferente. La fragilidad humana se ha hecho líquida.
Comenzamos el año preguntándonos si lo anómalo climático de hoy será regularidad al año próximo y los siguientes. Nos lamentamos del silencioso vuelo del paisaje sonoro, con las aves en claro retroceso, como la ganadería extensiva sepultada por las macrogranjas, que tantas afecciones ambientales provocan. Identificamos a los mayores responsables del cambio climático, algunos de los cuales pujan por hacer Olimpiadas de invierno en camiseta. Recorrimos las causas de algunas migraciones de la mano de Rosalía de Castro. Escaneamos la mar nuestra y, casi a la vez, nos acordamos del agua del olvido que seremos. En eso estábamos cuando estalló la invasión rusa de Ucrania. Nos preocupamos de la pandemia del hambre y nos enteramos de que la suma de egoísmos eleva a la raíz cuadrada las dificultades de vida de los vulnerables. Mientras nos llegaba la buena noticia de que erradicar la pobreza extrema en el mundo, dotándola de los recursos necesarios, no supone ningún aumento de las emisiones contaminantes. Así entramos en primavera, con algo de ilusión creada.
Escuchamos a la Unesco cuando nos animaba a reimaginar nuestro futuro juntos, mientras nos llegaban las notas del cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo (ODS) en el mundo: suspenso clamoroso. Nos animó algo conocer que siete ciudades españolas estaban entre las 100 europeas que aspiran a la aureola climática. Pero nos dimos cuenta de que la incongruencia ambiental nos delata, que hace falta mucha con(ciencia) ciudadana para buscar medioambiente, más aun cuando somos consumidores/depredadores del paisaje. Después vinieron los calorazos, la desertificación, las sequías y más cosas que delataban que la Cima 2030 nos quedaba cada vez más lejos. Menos mal (sic) que las fiestas basuradas de pueblos y ciudades de la España toda pusieron fin al verano.
Repasamos escenas de vida del bienestar, o no, social y nos dimos cuenta de que “igual nunca debe ser para siempre” en torno a las desigualdades. Otra vez las migraciones climáticas nos llevaron a conjeturar qué puede suceder con la “aventura caribeña” del Mediterráneo, con las aguas recalentadas y desatadas. Constatamos en informes internacionales que a la educación mundial se le aleja la Cima 2030, que la COP27 sobre el clima apenas dejó unas pocas ascuas en forma de ayudas que llegarán a los países pobres seguro que tarde, mal o nunca.
Pensamos en celebrar que ya éramos 8.000 millones de personas en la Tierra pero el asunto está sujeto a muchos condicionantes. Y en esto las luminarias del “Black Friday” oscurecía el “bienser” de la gente, estilo de vida y pensamiento del que nos alumbró J. Emilio Lledó. Nos congratulamos de que tras múltiples retrasos llegaba la COP15 sobre biodiversidad, la penúltima posibilidad de que el planeta no entre en parada biológica.
Aquí estamos, esperando que el año 2023 sea menos distópico que el anterior. Que transitemos hacia el fin de la pobreza y el hambre cero, que hagamos realidad aquello de salud universal y bienestar global, que la educación de calidad llegue a todos los habitantes, que el diferente género ya no sea preocupación porque se ha conseguido la igualdad total, que tengamos agua limpia y saneamiento para todos, que la energía sea mayoritariamente limpia y no contaminante, que el trabajo decente se convierta en prioridad ante un crecimiento económiso agresivo, que mejor innove métodos y gane en sensibilidades. Ojalá se reduzcan las desigualdades tanto en las zonas rurales como en las ciudades, porque unas y otras se basan en el compromiso de la sostenibilidad que vigila la producción y el consumo responsables. Desde aquí llamaremos a una acción global por el clima, para proteger la vida marina y en los ecosistemas terrestres. El broche de derechos humanos lo deberían poner la paz, la justicia y unas instituciones sólidas; todas en una alianza para lograr los objetivos que se llaman derechos humanos aunque aquí los hayamos enunciado con el parámetro ODS hacia el año 2030.
Contaremos lo que vaya aconteciendo. Relatando sueños y despertares de cabezas dormidas.
Gracias por leernos y ánimos para el compromiso. Cada vez queda menos tiempo, pero queda.
NOTA: un regalo de fin de año en forma de sueños de Wislawa Szymborska, que nos ilumina siempre a pesar de que su cuerpo emprendió el viaje eterno hace 10 años.
Soñé que estaba buscando algo
guardado o perdido tal vez en algún lugar
bajo la cama, bajo las escaleras,
en mi antigua dirección.Revolvía en armarios, cajas y cajones
llenos en vano de objetos sin objeto.Sacaba de las maletas años y viajes pasados.
Sacudía de los bolsillos
cartas secas y hojas no para mí.Recorría sofocada
mis estancias y distancias
de quietudes e inquietudes.Quedaba atascada en túneles de nieve
y desrecuerdo.Me enredaba en espinosos arbustos
y conjeturas.Apartaba el aire
y la hierba de la infancia.Intentaba llegar
antes de que cayera el ocaso del siglo,
el telón y el silencio.Y al final dejé de saber
qué era lo que tanto buscaba.Me desperté.
Miré el reloj.
El sueño había durado apenas dos minutos y medio.Estos son los trucos a los que está obligado el tiempo
desde que comenzó a toparse
con cabezas dormidas.