Por Vicky
La mayoría de nosotros nos imaginamos con una carrera. Para alcanzar nuestros sueños muchas veces estamos dispuestos a trabajar horas extra, congelar nuestra agenda social por un tiempo y apuntarnos en mil cursos o talleres hasta perfeccionarnos en lo que nos apasiona. No hay precio para el orgullo y lo realizados que nos sentimos cuando echamos la vista atrás y vemos lo lejos que hemos llegado. A menudo nuestros sueños se mezclan al principio con la necesidad de empezar por algún sitio y, por tanto, hacer trabajos gratis o callarnos cada vez que menosprecian lo que aportamos. Mucha gente no tiene otra opción que empezar así y seguir hasta el final. ¿Conoces cuánto explota tu país a sus trabajadores?
Hablemos de moda. Aunque los enamorados de ella te dirán que es mucho más que un negocio y por más cierto que esto sea, aún así no deja de ser una industria. Por lo tanto, todo el trabajo realizado se calcula en cifras con sus respectivos objetivos a alcanzar y pérdidas/errores de los que hacer memoria. La novedad en todo esto es que ahora los consumidores de la moda se interesan por esos «datos empresariales» y deciden sus compras según la calidad del trabajo anteriormente realizado en su conjunto. Eso quiere decir que ya no se mira solo si la tela vale su dinero, sino que si las circunstancias bajo las que se ha producido el producto final merece ser respaldado con una compra. Es decir, cuando pensamos en la practicidad y el consentimiento de los consumidores, la llamada moda rápida o fast fashion no parece una mala propuesta. Pero cuando centramos la vista en los problemas que acarrea a nivel de producción, las cosas se empiezan a complicar.
Es conocido que el sector textil es el que más ingresos genera en España. A pesar de ello, la posición que ocupa el país (124 de 127) en el ránking mundial del Slavery Index (Índice de Esclavitud) no es el peor. Sin que esto sea una excusa para animar a las malas prácticas de la moda rápida, la contraportada de esta cifra es que en España hay personas que intentan frenar el fenómeno y buscan alternativas, que por lo visto, da resultados.
Según un informe elaborado por Thredup, una página web de reventa de moda, los más jóvenes se han replanteando apostar por moda sostenible y de calidad este año. En concreto, el 50% de las personas encuestadas de entre 18 a 25 años apostaba por empezar a comprar ropa de segunda mano y el 40% de las personas de entre 35 y 25 años afirmaba empezar a dejar de apoyar las firmas de «moda rápida».
Y mientras todo apunta que poco a poco vamos por el buen camino, todavía hay países que no dan igual de buenos resultados que España. Tirando otra vez del índice sobre la esclavitud encontramos que a nivel europeo el tercer país que más explota a sus trabajadores en el sector textil es Grecia (España está es el 35º). La república helena ha escalado en los últimos años de la sexta a la tercera posición. Cualquiera se esperaría que tras la crisis económica el país no tendría los recursos para producir y consumir tanto, considerando además que el sector textil para nada es uno de los fuertes de Grecia. La razón detrás de este dato es mucho más lamentable.
La masiva llegada de refugiados a Grecia ha sido una auténtica crisis social. Al principio, no se sabía dónde alojarlos o de qué manera ayudarles para que se mejoren sus condiciones y que tengan una mejor vida en Europa. Hasta que se encontró. Ahora miles de refugiados han sido captados de las industrias textiles y son víctimas de explotación laboral. Las personas, muchas de estas son menores, que pasan 24 horas encima de una máquina de coser, ya no se encuentran solo en la vecina Turquía o en la lejana India, sino también en el corazón de la capital griega, donde trabajan por 2 o 3 euros al día.
La mayoría de las veces los dueños aprovechan que los refugiados no tienen grandes expectativas, así que a final del mes ofrecen menos de lo prometido. El caso de los menores es más fácil de detectar, ya que hay un momento en el que los profesores notan la cada vez más frecuente ausencia de sus alumnos. Cuando, además, a su vuelta los ven con nuevos móviles o accesorios, saben que han encontrado un trabajo ilegal como este.
Por todas estas razones, actualmente, el tema de la moda sostenible es uno de los temas más comentado entre jóvenes. Una generación bastante caracterizada por querer conocer más a fondo cómo funciona el mundo en el que viven y luchar contra los malos tratos en todas áreas (laboral, violencia, animal, medioambiental, etc.). La alternativa a la moda rápida ya tiene nombre y se llama «slow fashion» (moda lenta). Se trata de una producción más pausada -adiós al cambio de escaparate o de armario cada dos semanas-, que contaminaría menos y daría con un producto final más cuidado, además de concienciar y luchar contra la mano de obra de mala calidad.