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España no es un país de triple A sino de 5 Jotas

¿Qué sabrá Standard & Poor´s de España? La agencia S&P ha rebajado la calificación de la deuda soberana española de «AA+» a «AA». ¿Qué le vamos a hacer?

La noticia no es dramática, por varias razones:

En primer lugar, se trata de una opinión emitida por una entidad privada, perteneciente al grupo Mc Graw-Hill, que se ampara en la libertad de expresión recogida como derecho fundamental en la Primera Enmienda de la Constitución de los EE.UU., sin asumir responsabilidad alguna sobre el contenido.

En segundo lugar, es la opinión de una de las tres empresas monopolistas del sector de agencias de rating del mundo. Las otras, Moody’s y Fitch, mantienen por ahora el rating máximo («Aaa» y «AAA», respectivamente), para España , el mismo que para Alemania, Francia y Reino Unido, por ejemplo.

En tercer lugar, tiene la misma credibilidad ahora que cuando emitía ratings máximos, «AAA«, sobre emisiones de activos tóxicos (CDOs), o cuando el colapso financiero argentino de 2001, o cuando los escándalos de Enron, Worldcom y Parmalat.

Pero no nos engañemos: ¡hacen trampa! En ciclo bajista, las agencias dan el rating a toro pasado, cuando los mercados confirman la situación. Lo malo es que estas agencias, puras e inocentes, pueden hacer tambalearse Estados con economías débiles al incrementar la desconfianza mediante el círculo vicioso de: «degrado la deuda, luego la encarezco, provoco indirectamente unas perspectivas aun peores y el rating vuelve a caer«. En ciclo alcista, se anticipan a lo obvio, jaleando la expansión sin calibrar los riesgos. Es la única manera de hacer negocio: Moody’s facturo 1.800 millones de dólares en 2009 (-21% que en 2007) y su beneficio neto cayo un 42% desde los 707 millones de dólares en 2007, pero repartió un dividendo de 95 millones de dólares.

Y a las pruebas me remito, Lehman Brothers ha desaparecido en 2008, las pérdidas en CDOs han sido absorbidas por bail-outs astronómicos, y en España, la recalificación de su deuda no ha tenido ningún efecto, más que para los buitres de la oposición, incultos del montón, family offices y otros especuladores, que «de todo hay en la viña del Señor». En efecto, el diferencial del bono alemán a 10 años con el español no ha variado apenas tras el anuncio del «AA«; subió de 60 pbs a 70 pbs y remitió de nuevo hasta 62 pbs, y la volatilidad de los mercados volvía a niveles del 18%. ¿Por qué? Pues porque el mercado ya había descontado la situación macro económica española, pues arriesga su dinero y no solamente su prestigio.

Así que tengamos la fiesta en paz, y no nos dejemos arrastrar por la sensación de que todo va mal y el rating de S&P era «la gota que faltaba para colmar el vaso», pues ya se había desbordado.

¡Nadie es perfecto!

Cada vez que se presenta alguna crisis particular o global, se pone en tela de juicio el papel de estas agencias y, casi siempre, se apuntan las mismas soluciones que, por complejas, no se abordan ni abordarán nunca.

Las soluciones reiteradamente apuntadas hasta ahora son las siguientes:

1. Abrir el mercado a otras agencias no parece una mala idea. Sin embargo, las marcas de las 3 grandes son una barrera de entrada casi insalvable para las más pequeñas. IOSCO, la asociación internacional, agrupa 182 agencias de rating. ¡Y solo son famosas estas tres!

2. Pasar de un sistema en el que el rating lo paga el emisor a un sistema dual en el que la agencia es pagada también por los inversores, parece prometedor. Pero es indispensable que los inversores contraten a otra que haga de contraste, y no queda claro como se agrupan los inversores para decidir cuál es la otra agencia, ni como se paga.

3. Exigir alguna responsabilidad a los gestores de las agencias por su actividad, no parece un trámite legislativo sencillo. Acogerse a la primera enmienda es un ardid tan legítimo cómo estremecedor, pues equipara la actividad del analista de S&P a la del honesto periodista que informa en base a la información veraz que haya podido contrastar por varias fuentes. Cuando la información se mete en un modelo matemático -como hace Moody’s– y se le da a la turmix del modelo, acogerse a la libertad de información es, cuanto menos, extravagante. El modelo no contrasta nada, sino que ejecuta algoritmos de cálculo sobre datos estimados, según el momento siguiendo la dirección del viento más rentable para la agencia.

En los próximos días, Merkel ganará en Renania, después se hará con toda seguridad el bail-out de Grecia por parte de la UE, se reunirá el G20 en Corea en noviembre y, entretanto, ZP seguirá apagando fuegos, quitando hierro a la crisis, y echándole gasolina por otro lado, y Rajoy se frotará las manos -si todo va a peor- pensando en las elecciones. Además, y a toro aun más pasado, Moody’s y Fitch rebajarán su rating del reino de España y, espero que también, del Reino Unido antes de las elecciones de junio.

Pero yo sigo pensando que, digan lo que digan, España es un país de 5 Jotas y ¡Olé!