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"Padres comerciantes, hijos caballeros, nietos pordioseros"

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¡Rajoy y Mas nos la están jugando!

Parece que las cosas de la economía van algo mejor, aunque según a quién lees puede ser un espejismo o la certeza de una recuperación magnífica y próspera. Prefiero pensar que lo segundo es más real que lo primero, aunque he de confesar que en el tema del independentismo catalán por ahora pintan bastos por la falta de diálogo y el enconamiento de las posiciones.

Parece que Mas ha apostado por Maquiavelo: «Vale más hacer y arrepentirse, que no hacer y arrepentirse.«, mientras que Rajoy se esconde bajo el abrigo de Churchill: «El político debe ser capaz de predecir lo que va a pasar mañana, el mes próximo y el año que viene; y de explicar después por qué fue que no ocurrió lo que el predijo.«.

Lamentablemente vivimos épocas de falta de liderazgo político, en las que esa carencia se suple con osadía y falta de responsabilidad.

(20minutos.tv)

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Nada más español que el ‘simposi’

Más allá de que sea o no un disparate academicista, un dislate cultural y una respetable idiotez, el ‘simposi’ sobre «Espanya contra Catalunya: una mirada histórica (1714-2014)» es, sobre todo, un acto muy español por mucho que sus organizadores crean que es todo lo contrario. Pero, no nos equivoquemos, tan o más español si cabe es la amenaza del PP catalán y de otros de organizar su propio «contra-simposio» o llevar el tema a la fiscalía por «incitar al odio».

Dos características muy españolas -les guste o no- afloran en estas iniciativas: la primera es la soberbia y la segunda el aldeanismo.

El diccionario de RAE, en sus dos primeras acepciones, define la soberbia como «altivez y apetito desordenado de ser preferido a otros» y como «satisfacción y envanecimiento por la contemplación de las propias prendas con menosprecio de los demás». Ortega decía que «La soberbía es nuestra pasión nacional, nuestro pecado capital. El hombre español no es avariento como el francés, ni borracho y lerdo como el anglosajón, ni sensual e histriónico como el italiano. Es soberbio, infinitamente soberbio» (Viajes y países, Revista de Occidente, Col. El Arquero, Madrid 1957). El ‘simposi’ no parece querer debatir nada, sino justificar una conclusión para alimentar el afán de un independentismo en clave de odio de la España de la que forman parte hacia la Cataluña que quieren separar, en plena concordancia con la segunda acepción y al modo de la primera.

Pero más español si cabe es el aldeanismo de los organizadores de este ‘simposi’ y del posible ‘contra-simposio’, ese carácter rústico de pertenencia a la aldea que constituyen en patria, sea Cataluña o España, tanto da. Este patriotismo de aldea, cavernícola como sus promotores, se construye en nombre del pasado, distorsionándolo, si es necesario, echando la culpa de todo a otros de fuera y adaptándolo para que resulten más creibles sus posiciones.

¿No sería más productivo debatir para construir juntos una España mejor, donde quepan todas las esencias del ser español respetando las distintas identidades, sensibilidades y culturas? Mucho hemos caminado desde la Constitución del 78 para que algunos, desde distintos ámbitos políticos, pretendan ahora desandar el camino sin darnos la posibilidad a todos los españoles, sean catalanes, castellanomanchegos, castellanoleoneses o vascos, riojanos, navarros, valencianos, extremeños, o gallegos, melillenses, asturianos, cántabros, o baleares, aragoneses, canarios, murcianos, o andaluces, madrileños o ceutíes, de abrir un debate serio sobre nuestro futuro.

¡No lo permitamos!

¡Jaja, juju, Junqueras!

Oriol Junqueras, presidente de ERC, acaba de hacer el más terrible de los rídiculos en su comparecencia ante algunos despitados del Parlamento Europeo. No solamente ha proferido estúpidas amenazas contra el Estado español, al que pertence, sino contra sus partidarios, independentistas y no, conciudadanos catalanes, a quienes quiere sumir en la miseria a cambio de chantajear a sus compatriotas españoles y asustar a los inversores.

Una semana de parón generalizado en Cataluña haría estragos en España, sin duda, pero tendría efectos devastadores en la ya débil economía catalana, cuyos habitantes tardarían años en recuperarse.

Este señor, al igual que el «president» Mas, ha perdido la cabeza y el «seny». ¡O no ha tenido nunca ninguna de las dos cosas!

¡Dios y la Constitución nos libren de estos locos!

 

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