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"Padres comerciantes, hijos caballeros, nietos pordioseros"

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El Rey abdica y no se necesita un referéndum

A estas alturas de nuestra democracia parece mentira que los de casi siempre olviden varias cosas sobre nuestro sistema político perfectamente definido en nuestra Constitución:

Artículo 1.

1. España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político.

2. La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado

3. La forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria.

Así pues, como «Estado de Derecho» el poder del Estado se somete a la norma jurídica como garantía de las libertades particulares de todos los españoles. Como «Estado social y democrático» los poderes del Estado han de velar por la libertad, la igualdad de los ciudadanos y que se imparta justicia sabiendo que la soberanía nacional recae en el pueblo. Para facilitarlo tenemos pluralismo político (partidos, sindicatos y patronales) así como el sufragio universal para nombrar a nuestros representantes directos o indirectos. Finalmente, la forma política del Estado español es una Monarquía parlamentaria. ¡Esto es lo que hay!

Esta Constitución no fue impuesta por nadie sino ratificada mediante referéndum celebrado el 6 de diciembre de 1978 por el 88,54% de los votos, 7,89% en contra y 3,57% se abstuvieron.

En cuanto a la sucesión en la Corona, ésta se halla regulada en el Articulo 57 y en su apartado 5 dice: «Las abdicaciones y renuncias y cualquier duda de hecho o de derecho que ocurra en el orden de sucesión a la Corona se resolverán por una ley orgánica.» Y es lo que se esta tramitando ahora mismo.

Así que la modificación de la forma del Estado que algunos promueven con tanto afán requiere de un proceso democrático previsto ya en los articulo 167 y, específicamente en el artículo 168 de la propia Constitución (por contenerse aquella en el Título Preliminar), en relación con el artículo 87. El referéndum solo entra en juego para la ratificación del texto Constitucional que resultase después de su votación favorable en el Congreso y en el Senado.

Cuando estos días oímos en algunos rincones de las calles de nuestras ciudades que en una democracia es exigible que la modificación de la forma del Estado debe hacerse ya mediante referéndum, debemos tener claro que nadie es más demócrata que todos nosotros juntos que ya nos dimos democráticamente, esto es por por sufragio universal, una norma que tiene todo previsto incluido el cambio de la misma o de alguna de sus partes.

Los que tanto desean cambiar esta forma de Estado que, al amparo de la Constitución, inicien democrática y ordenadamente a través de sus representantes el proceso, y seremos entonces todos los españoles los que ratificaremos, o no, el nuevo texto constitucional que ha de discutirse y aprobarse antes en sede parlamentaria y, por lo tanto, democrática.

Eso es lo que hacen los demócratas y no solo decir constantemente que lo son. Entre tanto, mucha paz y tranquilidad y que cada uno dé la cara cuando le toque y entre por donde le corresponda según la Ley.

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Nada más español que el ‘simposi’

Más allá de que sea o no un disparate academicista, un dislate cultural y una respetable idiotez, el ‘simposi’ sobre «Espanya contra Catalunya: una mirada histórica (1714-2014)» es, sobre todo, un acto muy español por mucho que sus organizadores crean que es todo lo contrario. Pero, no nos equivoquemos, tan o más español si cabe es la amenaza del PP catalán y de otros de organizar su propio «contra-simposio» o llevar el tema a la fiscalía por «incitar al odio».

Dos características muy españolas -les guste o no- afloran en estas iniciativas: la primera es la soberbia y la segunda el aldeanismo.

El diccionario de RAE, en sus dos primeras acepciones, define la soberbia como «altivez y apetito desordenado de ser preferido a otros» y como «satisfacción y envanecimiento por la contemplación de las propias prendas con menosprecio de los demás». Ortega decía que «La soberbía es nuestra pasión nacional, nuestro pecado capital. El hombre español no es avariento como el francés, ni borracho y lerdo como el anglosajón, ni sensual e histriónico como el italiano. Es soberbio, infinitamente soberbio» (Viajes y países, Revista de Occidente, Col. El Arquero, Madrid 1957). El ‘simposi’ no parece querer debatir nada, sino justificar una conclusión para alimentar el afán de un independentismo en clave de odio de la España de la que forman parte hacia la Cataluña que quieren separar, en plena concordancia con la segunda acepción y al modo de la primera.

Pero más español si cabe es el aldeanismo de los organizadores de este ‘simposi’ y del posible ‘contra-simposio’, ese carácter rústico de pertenencia a la aldea que constituyen en patria, sea Cataluña o España, tanto da. Este patriotismo de aldea, cavernícola como sus promotores, se construye en nombre del pasado, distorsionándolo, si es necesario, echando la culpa de todo a otros de fuera y adaptándolo para que resulten más creibles sus posiciones.

¿No sería más productivo debatir para construir juntos una España mejor, donde quepan todas las esencias del ser español respetando las distintas identidades, sensibilidades y culturas? Mucho hemos caminado desde la Constitución del 78 para que algunos, desde distintos ámbitos políticos, pretendan ahora desandar el camino sin darnos la posibilidad a todos los españoles, sean catalanes, castellanomanchegos, castellanoleoneses o vascos, riojanos, navarros, valencianos, extremeños, o gallegos, melillenses, asturianos, cántabros, o baleares, aragoneses, canarios, murcianos, o andaluces, madrileños o ceutíes, de abrir un debate serio sobre nuestro futuro.

¡No lo permitamos!

La Constitución del 78

Han pasado 35 años desde que todos los españoles nos dimos una Constitución después de largos años de dictadura. El hartazgo era tan grande que esa Constitución resultó la mejor que podíamos imaginar, no solamente por deseada sino porque fue fruto del consenso de todas las fuerzas politicas que protagonizaron la Transición a la democracia. Y se dice ahora que: «¡Una reforma con consenso es muy díficil!» Más dificil de lo que eran aquellos tiempos es imposible.

Hoy se barajan desde distintos ámbitos la necesidad de reformar la constitución de 1978. Yo no discuto que sea necesario o no, lo que me produce escalofríos es que no se sepa bien por qué hay que reformarla y que se diga con bastante frivolidad que no existe el consenso necesario para hacerlo.

 

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Lo primero es cuestión de estudiarlo seriamente y lo segundo es cuestión de voluntad. Para ello tenemos instrumentos democráticos, pero no los usamos porque nuestros políticos prefieren dedicarse hoy solo a la disputa y no a la construcción de un Estado más habitable para todos.

En cuanto a la voluntad de negociación, es triste que casi todos los políticos en activo la nieguen cuando la acción política consiste precisamente en conjugar las ideas con la negociación para llegar a acuerdos que redunden en beneficio de los ciudadanos.

Si no lo quieren hacer estos, ¡habrá que quitarlos!

«Yo lo llamé, él me dijo que no, de ahí a otro motivo no lo sé, yo no lo tengo.»

Esta frase tan rebuscada como original, que dijo Maradona -hace un par de días- a propósito de la renuncia del jugador Riquelme de acudir al Mundial de fútbol con la «albiceleste», representa muy bien lo que esta ocurriendo en España con nuestros dos principales partidos políticos.

El PSOE convoca al PP, este acude, dice que no, y no entendemos muy bien por qué. O a lo sumo dicen que si a medias y declaran luego en público que no, dando a entender que es si.

Anteayer en este blog, sosteníamos que lo que se cae es el Euro (y sigue cayendo), y no España. Y lo mantenemos. Lo cual no significa que la clase política no se derrumbe y encima se ría, como muy bien describe JAMS en su blog, mientras algún otro busca el milagro con el Apóstol.

Hace unos días la Sra. de Cospedal bloqueaba el Estatuto de Castilla-La-Mancha por el tema del agua. ¡NO!. Hoy le da carpetazo al Pacto Educativo. ¡NO! Mientras tanto, Rajoy se va a hacer amigos con Montilla hablando del Constitucional. ¡NO!

El bloqueo institucional parece la vía elegida por el PP para que se produzcan elecciones generales, despues de promover una moción de censura que ya anuncia el Sr. Montoro: «Desde el PP procuraremos todos los medios posibles de la Constitución para que se produzca un cambio de Gobierno«.

¿No sería mejor para todos negociar y, además, ofrecer desde la oposición propuestas realistas o, al menos, alternativas al ¡NO!? Un partido que no sabe negociar, tampoco sabrá gobernar adecuadamente y lo hará a golpe de Decretos, lo mismo que Zapatero. Así que más de lo mismo, pero con el enorme coste de unas elecciones, tanto en euros como, sobre todo, en tiempo.