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"Ya no se hacen películas como las de ahora"

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De cómo (y por qué) Lego conquistó también las pantallas de cine

De Billund a los salones de medio mundo. De las tribulaciones de un carpintero danés a Hollywood. En el largo camino que va de 1934 a 2014, Lego ha pasado de ser una diminuta fábrica de juguetes de madera a una pujante multinacional y, ahora, todo un gigante del entretenimiento, una marca reconocible y universal capaz de saltar del mercado de las construcciones infantiles a la industria de los videojuegos y, también, el cine.

El protagonista de 'La Lego Película', Emmet (WARNER)

El protagonista de ‘La Lego Película’, Emmet (WARNER)

Porque Lego lleva años produciendo series y películas orientadas al mercado doméstico (televisión y DVD), pero este viernes se ha estrenado en todo el mundo La Lego Película, una superproducción dirigida por dos realizadores en auge (Phil Lord y Chris Miller), con la participación de una larga lista de estrellas (Will Ferrell, Liam Neeson o Channing Tatum) y, sobre todo, la presencia de personajes por cuyos derechos mataría cualquier empresario del entretenimiento: Batman, Superman, Gandalf o los galácticos Han Solo, Lando y Chewacca.

¿Lo raro? Que la película, que probablemente será un éxito (y ha costado unos 45 millones de euros) es una gamberrada total. Un delirio. Una especie de Toy Story espídico, no demasiado infantil y con más capas que una cebolla forrada en papel de plata. Eso sí: Lego está por encima de todo. La Lego Película es, seguramente, el anuncio más caro (y uno de los más brillantes y divertidos) de la historia.

«La película, la producción, es de Warner», explica Alfonso Torrón, brand manager y relaciones públicas de Lego en España y Portugal, «pero cuenta con nuestra aprobación y asesoramiento para cumplir con su funcionalidad: enseñar lo que es el mundo Lego». En efecto, cada fotograma (a excepción de los últimos y delirantes minutos, de los que prefiero no hablar para no arruinar sorpresas) se desarrolla en distintos «mundos Lego”, está protagonizado por enloquecidos muñequitos Lego y, aún así, consigue arrancarnos más de una descarada sonrisa. «En España se piensa en Lego como un juego educativo y, quizá, un poco aburrido, pero en la película se ve que Lego es pura emocionalidad, diversión y licencias, porque Batman, Superman o El Hobbit forman parte del argumento y también de nuestra marca. En la película puede pasar cualquier cosa; con nuestras piezas y tu imaginación, también».

Batman y otros famosos personajes de 'La Lego Película' (WARNER)

Batman y otros famosos personajes de ‘La Lego Película’ (WARNER)

La idea de la película partió de la propia Lego, pero la boyante empresa danesa ni se planteó producirla: prefirió proponérsela a los grandes estudios de Hollywood y Warner dijo que sí. Lego corre con una pequeña parte de los costes de producción, pero tendrá derecho a un buen mordisco de los beneficios (una cifra «muy confidencial», dice Torrón) y los derechos de algo importante: todo lo que tiene que ver con la película… Pero no es la película en sí. Es decir: Lego venderá (y cobrará) los sets con escenas de La Lego Película, que probablemente serán un éxito. Como lo son, y lo serán, las cajas en torno a los muchos personajes (los citados Batman o Superman, por ejemplo) que desfilan por la cinta.

¿La próxima estrella de la casa? Según parece no será el protagonista, el simple y simpático Emmet, ni la deliciosa heroína Supercool, sino los personajes de Star Wars. Porque Disney hizo primero películas y luego juguetes, Lego recorrió el camino contrario y ambos se han encontrado: tras firmar acuerdos de exclusividad sobre juegos de construcción de Aviones, Iron Man, Spiderman o el Capitán América (en resumen, Marvel, también de Disney) ahora tienen entre manos un arsenal de posibilidades con Star Wars. «Con sus películas Disney potencia nuestras ventas», explica Torrón, «y nosotros enriquecemos sus licencias. Es un win to win». Y tanto que lo es: conozco tipos de cuarenta años que se pasan medio fin de semana, fascinados, montando su R2D2 gigante con piezas de Lego, y que ahora babean pensando en lo que traerán las nuevas aventuras galácticas. “Star Wars ya era una de las líneas principales de Lego Iberia», dice entusiasmado Torrón, «y después de 14 años va a mas. Y queda lo mejor: veremos un boom importante con el Episodio VII, para el que Disney tiene previstos muchos y grandes planes de revitalización de la marca».

Así que, eso es seguro, habrá varias cajas de muñecos y ladrillitos de plástico sobre el Episodio VII, y no se sorprendan si después, entre episodio y episodio, entre spin-off y spin-off, nos encontramos con una Legopelícula sobre La Guerra de las Galaxias, como ya pasó en los videojuegos con la propia saga, con Indiana Jones o El Señor de los Anillos. ¿Lo mejor? Que, viendo La Lego Película, quizá no sea algo terrible: sí, puro negocio, pero también desparpajo, emotividad, aire fresco y entusiasmo para coleccionistas, fanáticos de las lego-construcciones y, visto lo visto, cinéfilos exigentes.

Un paseo con Batman por el lado más triste del sueño americano

Lo dice Alan Moore: los superhéroes son nefastos por hacer todavía más pueril nuestra pueril sociedad. Estoy de acuerdo, pero reconozco mi debilidad por Batman. Me gusta que su único superpoder sea disponer de una enorme cantidad de pasta para sufragar sus cruzadas. También su motivación principal, la venganza. O su origen violento, el impacto que me causó de pequeño leer cómo, en un callejón, sus padres eran asesinados durante un atraco. Y, claro, me gustan su oscuridad y su malditismo, su aura de perdedor, su tristeza eterna.

'Napoleon Street', de Rémi Noel

‘Napoleon Street’, de Rémi Noel

En la última trilogía cinematografía sobre sus andanzas Christopher Nolan captó a la perfección todo lo que digo. Pero también lo ha hecho un fotógrafo francés, Rémi Noel, que ha retratado a Batman en ambientes desoladores, amplificando su desamparo y, a la vez, reflejando la enorme melancolía de ciertos paisajes estadounidenses.

«Encontré el muñeco en la habitación de mi hijo en 1998, cuando él tenía unos seis años», me explica Noel a través de un correo electrónico, «y empecé a fotografiarlo de vez en cuando. En mi casa en París, durante unas vacaciones en Grecia o, finalmente, durante mis viajes por EE UU».

Esas fotos estadounidenses son las que más llaman mi atención. Es impactante ver al superhéroe que más quieres reducido a la mínima expresión, diminuto en comparación con la gigantesca tristeza y descomunal tamaño de una carretera perdida de Texas.

'Beyond the Sea', en Galveston (Rémi Noel)

‘Beyond the Sea’, en Galveston (Rémi Noel)

«La primera vez que vi al muñeco», añade Noel, «le faltaba un brazo. Fue al pegárselo cuando me lo imaginé crucificado, lo que me inspiró para la primera fotografía. Después, he ido imaginando y buscando escenarios al viajar por América donde Batman podía ser representado». Mucho estaba previsto por Noel, pero también sucedieron cosas inesperadas: en la fotografía Beyond the sea, por ejemplo, el fotógrafo no podía imaginar que un pájaro se acercaría a Batman y contemplaría con él el mar.

'Third Avenue', en Nueva York (Rémi Noel)

‘Third Avenue’, en Nueva York (Rémi Noel)

Entre 2004 y 2012 Noel viajó a Texas cuatro veces para hacer un mapa de fotografías artísticas del estado. Con la única compañía del Batman de juguete, visitó Dallas, Houston o Marfa en un viejo coche intentando capturar el lado más triste del sueño americano. Reconoce haberse inspirado en Jack Kerouac, Edward Hopper y Robert Frank, y creo que lo ha logrado: bastan una Nikon rudimentaria, un superhéroe minúsculo y mucho talento para mostrarnos que, aquí y en América, queda ya poco espacio para superhéroes y sueños.

Miguel Ángel Muñoz: «El cine español se valora mucho más en el extranjero»

Cruza el charco cada dos por tres: que si una serie en México, que si un curso de interpretación en Los Ángeles… O, claro, el estreno de alguna película en España como Viral, que llega a los cines el viernes. «Llevo bastante tiempo fuera», explica Miguel Ángel Muñoz, «pero mis raíces están aquí, y la imagen que tenemos de nuestro cine no se corresponde con la realidad. Está infravalorada. Exportamos mucho talento, y en el extranjero se valora lo que hacemos… Es una pena que las cosas que leo fuera sobre el cine español no las lea en los periódicos españoles».

 

El actor Miguel Ángel Muñoz (foto: B. Doral)

El actor Miguel Ángel Muñoz (foto: B. Doral)

 

Así de contundente se muestra el actor, que en julio cumplió 30 años y al que llevamos viendo desde hace dos décadas. Empezó por pura casualidad: no hay antecedentes artísticos en la familia y a él lo que le gustaba era el fútbol. «Hasta que un día una amiga de mis padres me propuso ir a un casting, y salió bien. Les preguntaron a mis padres si podía ir a probar, y poco después estaba haciendo una película como El palomo cojo, con monstruos como Paco Rabal o Carmen Maura».

A los 14 años vino el primer pelotazo televisivo: Al salir de clase. A los 16, otro éxito absoluto: Compañeros. Pero fue a los 18 cuando todo explotó con Un paso adelante, donde como Rober, uno de los protagonistas, tuvo que aprender a cantar o bailar. «Fue un fenómeno social, y luego vino el grupo musical…» La pregunta es de rigor: ¿Cómo hace uno para, tan joven y tan famoso, no volverse un completo idiota? «Mientras hacía Al salir de clase veía, sin ser uno de los protagonistas, que casi no podíamos salir a la calle, pero también que a los tres meses de terminar la serie ya nadie me pedía un autógrafo. Fue un shock, pero me vino muy bien. Con el paso del tiempo te das cuenta, viendo la carrera de otros, de que la fama no tiene nada que ver con la calidad como actor, y eso te ayuda a tener los pies en el suelo. La fama se agradece, pero no es lo más importante».

Sin embargo, es innegable, Muñoz es famoso. Lo demuestran sus más de 137 mil seguidores en Twitter, herramienta de promoción que él mismo maneja y de la que está «desintoxicándose». «Cuando llegué a México hace unos años, no paraba… Y de pronto me di cuenta de que estaba todo el día compartiendo cosas, retuiteando otras y subiendo todo lo que se me pasaba por la cabeza. Así que, desde hace un año, he decidió quitarme Internet del móvil: así sólo puedo conectarme cuando tengo wifi, aunque sigo usando mucho Twitter en momentos como este, para promocionar lo que hago».

Lo que hace en estos momentos es, precisamente, promocionar Viral, película cercana al terror pero que no se ahorra alguna que otra broma y que, de paso, habla de las redes sociales y los reality shows. En ella Muñoz da vida a Frank, un director de cine andaluz («decidimos que fuera andaluz para crear más empatía con el público, y nos metimos en un buen jardín con el tema del acento») que desengrasa de vez en cuando la trama. «Me gusta que la película toque esos temas porque los jóvenes están hambrientos por salir en la tele, o por tener muchos seguidores en las redes sociales, sin saber que también puede ser peligroso. Muchos chicos confunden la realidad con lo que vemos en Internet: la tecnología nos facilita la vida, pero también puede alejarnos porque pasamos demasiado tiempo navegando y perdemos de vista lo que nos rodea».

Y lo que nos rodea es, claro, la crisis. La del cine y la del país en general. Sobre la primera, Muñoz no tiene dudas: «El cine, tanto el español como el extranjero, le gusta a la gente, es necesario. Pero la crisis aprieta mucho, y si no tienes ni para comprar el pan cómo vas a pensar en cines o teatros.. Pero hay ganas. Se vio con la Fiesta del Cine. Confío en que la situación económica mejore, porque el cine también lo notará». Y, mientras, recomienda para los que todavía se atreven a ir las salas dos películas además de Viral: Gravity («donde se ve que los latinos tienen ahora el poder en Hollywood, y que va a hacer carrera en los Oscar») y una que llegará próximamente, Dallas Buyers Club, «donde Matthew McConaughey hace un trabajo espectacular como enfermo de SIDA».

 

Adrián Lastra: «Me cabrean mucho el paro y las medidas que no están arreglando nada»

Buenas noticias para sus admiradores y admiradoras: Adrián Lastra es, efectivamente, un cielo. Lo avisan sus compañeros. La persona que lleva su imagen. Y puede corroborarlo cualquiera que hable con él: nacido en 1984 en Madrid, está en pleno ascenso profesional pero parece no haber cambiado. «Acabo de salir del gimnasio», cuenta, «intentando desestresarme un poco. Es el único lugar donde mi cabeza se está un poco quieta».

Es normal que ande un poco estresado, porque no para. Podemos verle en el cine, donde ha hecho Fuga de cerebros 2, Primos (por la que fue candidato al Goya) o Temporal, que se estrena este viernes. En el teatro, donde protagoniza el musical Hoy no me puedo levantar. O en la tele, donde estará próximamente con Galerías Velvet, cuya primera temporada está a medio rodar.

Adrián Lastra

«No me puedo quejar, desde luego», explica, «porque la situación que vivimos es muy mala: desempleo o precariedad, gente que no puede llegar a fin de mes ni al final del día… De eso habla Temporal: de la mierda que estamos viviendo. Pero la película, que es muy humilde, le da una vuelta de tuerca y logra arrancar una sonrisa».

Temporal es, en efecto, una película humilde e independiente. Otro ejemplo del cine al que nos está acostumbrando una industria, la española, que atraviesa un momento difícil. «No me gusta hablar de películas pequeñas o cine pequeño», aclara el actor, «porque Temporal no lo es. Es humilde, no aspira a triunfar en la taquilla, pero sí a contar de manera detallista, con mucho trabajo y de manera maravillosa, la historia de cinco personas».

Adiós, entonces, a las grandes producciones y al concepto «estrella» del cine. El actor tendrá que ser más humilde… O no será. «Hacer películas como se hacían antes es imposible. Somos muchos profesionales y cada vez hay menos trabajo. Espero que la situación remonte o, simplemente, tendremos que adaptarnos todos. Lo hizo Paco León con Carmina o revienta, y es maravilloso: actualizarse, apostar por otro sistema, reinventarse».

Otra cosa, claro, es el teatro. Hablamos de Hoy no me puedo levantar, el musical basado en canciones de Mecano. «Lo que vivo con esa obra es pura felicidad», concede, «porque me da lo que siempre he soñado. Estamos dándole una vuelta de tuerca a los personajes de un musical: ya no es sólo cantar o bailar sino, sobre todo, interpretar. Con Colate hemos creado un personaje real, un chico de pueblo que llega cargado de sueños al Madrid de los ochenta y que, además de cosas bonitas, encuentra cosas más feas como la droga. Pura realidad».

Actúa, canta, baila… En resumen: ¿el típico caso de niño que, desde pequeño, sueña con ser artista? «¡Para nada!», desmiente entre risas. «Yo quería ser futbolista, como todos los niños, pero Operación Triunfo me hizo cambiar. Se estrenó cuando tenía 17 años y me despertó algo que no tenía… ¡Me apetecía cantar! Mi padre cantaba y en mi casa he oido mucho flamenco, pero al ver OT vi que se me podía dar bien. Que entonaba. Que me apetecía lanzarme. Estaba estudiando electrónica, pero vi que ese era mi reto, y me gustan mucho los retos».

Y ahí sigue, de reto en reto. El próximo es aprender idiomas («no quiero ir a Hollywood, porque me daría una leche importante, pero sí trabajar en Europa, Sudamérica, Centroamérica…) y, por supuesto, seguir en contacto con sus seguidores, cada vez más. «Me gusta mucho Twitter, pero depende del dia y de cómo me levante. Es una forma de compartir tu vida profesional y privada, como un regalo para la gente que te sigue, pero a veces tengo que controlarme porque soy hiperimpulsivo y no puedo escribir las cosas ofensivas que me apetecen cuando me cabreo». ¿Y, por ejemplo, qué le cabrea? «Infinitas cosas. El paro. O las medidas que presuntamente se toman. Que me digan que todo se está arreglando, que va a mejor, mientras miro a mi alrededor y encuentro justamente lo contrario».

Mi noche con Charlize Theron

Fue por el estreno de Blancanieves y la leyenda del cazador, la obra maestra que me sirvió para entrevistar a Charlize Theron.

Fue uno de esos momentos que todo periodista cinematográfico espera que alguna vez llegue. Un momento que sólo pasa en las películas de indeseables como Hugh Grant o Sandra Bullock: tú eres el/la periodista, te toca entrevistar a una belleza del cine y, por una conjunción de astros inexplicable (los milagros ocurren, piensa en lo de Rajoy), la estrella se encapricha de ti.

Charlize Theron

No sé muy bien que la pregunté, pero sí que no balbuceé demasiado. No era fácil: rubísima, altísima y bellísima, Theron iba con un vestido rojo escotado y yo me había pasado durmiendo la mitad de la proyección, por lo que apenas sabía de qué hablar. Improvisé y, recordando de qué iba la película, le pregunté si le gustaban más las manzanas reineta o las golden: Theron se dio cuenta de que era el primer periodista heterosexual que la entrevistaba en Madrid y, milagro, propuso a los responsables locales de prensa que me llevaran a la cena de esa noche.

¿Que si fui? Aunque me hubieran servido troceado como aperitivo habría ido, así que fui. Charlize debía estar afectada por el jetlag o por las tonterías que tuvo que hacer en El Hormiguero, porque no sólo se acordó de mí sino que hasta pidió al camarero que me sentara a su lado. El hombre así lo hizo antes de servirnos el plato típico del lugar: unos huevos estrellados con jamón.

Crecidísimo por el vino y los huevos, me lancé a explicarle a Charlize que el jamón ibérico estaba hecho realmente de ardilla, y que cada loncha era un trozo de animal al que habían despellejado con vida.

Como buena sudafricana Theron se declaró muy aficionada a los chistes sobre despellejamientos, y celebró con efusividad la broma.

Después de eso vinieron más bromas, más vinos y, como suele pasar, las confesiones. Yo confesé que no había visto Monster, pero que sin ninguna duda su Oscar me parecía súper merecido.

Ella me habló de Jackson, el pequeño bebé negro al que hacía poco había adoptado. Me dijo que le había cambiado la vida, que el niño era huérfano porque un doberman de la policía había matado a sus padres y que, cada vez que lloraba por la noche, ella cruzaba corriendo su mansión para cogerle en brazos y meterle con ella en la cama.

Yo lamenté que a mis padres nunca les hubiera mordido ni un caniche para que ella pudiera hacer lo mismo conmigo.

Sería por eso, o por cualquier otra cosa, que el asunto quedó ahí. La acompañé al taxi e incluso al Hotel Villamagna, donde se alojaba. Nos despedimos en la puerta de su habitación y quedamos en volver a vernos cuando estrenaran la secuela. Aproveché, de paso, para mandarle muchos besos para Nelson Mandela.

Fuera por la emoción del momento o, más probablemente, por la electricidad estática acumulada en la moqueta del Villamagna, lo último que recuerdo fue el enorme calambrazo que me sacudió la entrepierna nada más llamar al ascensor. Sí, al mismo ascensor que me mandaba a la recepción del hotel o mejor dicho, a la cruda realidad.

Clara Lago: «No es normal pagar nueve euros por el cine»

Algo tendrá Clara Lago para que, en los últimos meses, la hayamos visto en decenas de revistas y en diversas campañas de publicidad. ¿Algo? Sí: es guapa. Charlatana. Y, sobre todo, se lo «curra» como actriz. Porque en los últimos meses ha estrenado Tengo ganas de ti, Fin o, este viernes, ¿Quién mató a Bambi?, en la que también trabajan Quim Gutiérrez (otro de los actores del momento) y Ernesto Alterio.

Clara Lago

«¿Chica de moda?», responde algo ofendida cuando se le comenta lo mucho que la vemos últimamente. «No me gusta escuchar eso de chica de moda… ¡Suena a algo muy pasajero, a que estás ahí un tiempito y luego se olvidan de ti! Llevo muchos años trabajando en esto, y desde que pisé un plató por primera vez me convencí de que no me iban a sacar de aquí».

No hay intención «de sacarla», porque no para ni en lo profesional ni en lo personal. Acaba de volver a Madrid tras vivir un tiempo en Barcelona, donde debutó en el teatro. Estuvo unos meses en Alemania, haciendo otra película. Rodó Ocho apellidos vascos, pendiente de estreno. Y ahora ensayará, para el teatro, La venus de las pieles.

¿Y las revistas y los anuncios? «Siempre te viene bien que se te vea… Pero, sobre todo, sirve cuando tiene un sentido y tienes algo de qué hablar. No soporto a la gente que no para de salir en los medios y siempre cuenta lo mismo». En su caso, podría contar cuando apareció por primera vez en Manos a la obra o, sobre todo, qué pasó cuando se empezó a hablar de ella por El viaje de Carol. «Recuerdo esos rodajes… Era una cría, pero no quería volver a casa. Quería quedarme a vivir allí. ¡Ya amaba este trabajo!»

Y el trabajo se lo ha devuelto. ¿Su secreto? Trabajar y, sobre todo, «cuidar» su carrera. «Mis padres y mi representante siempre me han apoyado, obligado a estudiar y recordado que ésta es una carrera de fondo. Está claro que al principio hay que decir que sí a casi todo, pero luego tienes que rechazar cosas. No es una cuestión de dinero, del guión… Es que te haga ilusión. Que te apetezca currar en ese proyecto. Porque si no te desgastas, porque esto también quema mucho».

Y volviendo a Quién mató a Bambi… ¿Qué hace falta para que se convierta en un éxito? ¿Qué necesita el espectador español para que vuelva a llenar las salas? «No tengo toda la información, pero lo de la Fiesta del Cine da una pista porque fue muy bestia con esas colas… ¿Mi conclusión? Que el precio del cine no está donde tiene que estar. Ojo: es una industria que no se sostendría cobrando cada entrada a dos euros, pero tampoco es normal tener que pagar nueve por ver una película».

Considera que el 21% del IVA a la cultura «es demencial, una vergüenza», y aunque no se atreve a decir que el Gobierno quiera boicotear al cine sí asegura que, desde el No a la guerra, «nos tienen marcados con una crucecita y en la lista negra». En todo caso, «pasa lo mismo, o peor, con la educación, con la sanidad… Es como una broma de mal gusto. ¿Dónde han puesto la cámara oculta?»

Para acabar, ¿Quién mató a Bambi? ¿Por qué pagar nueve euros, o dos, o los que sean, por verla? «Porque te vas a reír seguro. Porque es una comedia macarra, negra. Y porque no se hizo con ese propósito, pero tiene una parte de reflejo social que, además, la hace perfecta para estos tiempos».