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"Ya no se hacen películas como las de ahora"

Adrián Lastra: «Me cabrean mucho el paro y las medidas que no están arreglando nada»

Buenas noticias para sus admiradores y admiradoras: Adrián Lastra es, efectivamente, un cielo. Lo avisan sus compañeros. La persona que lleva su imagen. Y puede corroborarlo cualquiera que hable con él: nacido en 1984 en Madrid, está en pleno ascenso profesional pero parece no haber cambiado. «Acabo de salir del gimnasio», cuenta, «intentando desestresarme un poco. Es el único lugar donde mi cabeza se está un poco quieta».

Es normal que ande un poco estresado, porque no para. Podemos verle en el cine, donde ha hecho Fuga de cerebros 2, Primos (por la que fue candidato al Goya) o Temporal, que se estrena este viernes. En el teatro, donde protagoniza el musical Hoy no me puedo levantar. O en la tele, donde estará próximamente con Galerías Velvet, cuya primera temporada está a medio rodar.

Adrián Lastra

«No me puedo quejar, desde luego», explica, «porque la situación que vivimos es muy mala: desempleo o precariedad, gente que no puede llegar a fin de mes ni al final del día… De eso habla Temporal: de la mierda que estamos viviendo. Pero la película, que es muy humilde, le da una vuelta de tuerca y logra arrancar una sonrisa».

Temporal es, en efecto, una película humilde e independiente. Otro ejemplo del cine al que nos está acostumbrando una industria, la española, que atraviesa un momento difícil. «No me gusta hablar de películas pequeñas o cine pequeño», aclara el actor, «porque Temporal no lo es. Es humilde, no aspira a triunfar en la taquilla, pero sí a contar de manera detallista, con mucho trabajo y de manera maravillosa, la historia de cinco personas».

Adiós, entonces, a las grandes producciones y al concepto «estrella» del cine. El actor tendrá que ser más humilde… O no será. «Hacer películas como se hacían antes es imposible. Somos muchos profesionales y cada vez hay menos trabajo. Espero que la situación remonte o, simplemente, tendremos que adaptarnos todos. Lo hizo Paco León con Carmina o revienta, y es maravilloso: actualizarse, apostar por otro sistema, reinventarse».

Otra cosa, claro, es el teatro. Hablamos de Hoy no me puedo levantar, el musical basado en canciones de Mecano. «Lo que vivo con esa obra es pura felicidad», concede, «porque me da lo que siempre he soñado. Estamos dándole una vuelta de tuerca a los personajes de un musical: ya no es sólo cantar o bailar sino, sobre todo, interpretar. Con Colate hemos creado un personaje real, un chico de pueblo que llega cargado de sueños al Madrid de los ochenta y que, además de cosas bonitas, encuentra cosas más feas como la droga. Pura realidad».

Actúa, canta, baila… En resumen: ¿el típico caso de niño que, desde pequeño, sueña con ser artista? «¡Para nada!», desmiente entre risas. «Yo quería ser futbolista, como todos los niños, pero Operación Triunfo me hizo cambiar. Se estrenó cuando tenía 17 años y me despertó algo que no tenía… ¡Me apetecía cantar! Mi padre cantaba y en mi casa he oido mucho flamenco, pero al ver OT vi que se me podía dar bien. Que entonaba. Que me apetecía lanzarme. Estaba estudiando electrónica, pero vi que ese era mi reto, y me gustan mucho los retos».

Y ahí sigue, de reto en reto. El próximo es aprender idiomas («no quiero ir a Hollywood, porque me daría una leche importante, pero sí trabajar en Europa, Sudamérica, Centroamérica…) y, por supuesto, seguir en contacto con sus seguidores, cada vez más. «Me gusta mucho Twitter, pero depende del dia y de cómo me levante. Es una forma de compartir tu vida profesional y privada, como un regalo para la gente que te sigue, pero a veces tengo que controlarme porque soy hiperimpulsivo y no puedo escribir las cosas ofensivas que me apetecen cuando me cabreo». ¿Y, por ejemplo, qué le cabrea? «Infinitas cosas. El paro. O las medidas que presuntamente se toman. Que me digan que todo se está arreglando, que va a mejor, mientras miro a mi alrededor y encuentro justamente lo contrario».

4 comentarios

  1. La ideología tiene mala fama. Hay mucha gente que afirma convencidísima no tener “de eso”, con el mismo gesto que pondría para decir que no tiene piojos o tratos con la mafia. Pues bien: si está usted entre esas personas, sepa que en realidad sí tiene ideología, por poco articulada que esté y por escaso que sea el tiempo que dedique a pensar en ella. La tiene usted y la tiene todo el mundo. ¿Por qué? Porque todos contamos con una escala de valores, una noción de cómo deberían ser las cosas y unos planteamientos más o menos elaborados sobre la sociedad en la que vivimos. Este conglomerado nos orienta a la hora de opinar y, aunque sea en un sentido muy básico, tiene contenido político.

    Además de este concepto difuso de ideología, existe otro más concreto, que se refiere al conjunto de principios, valores e ideas que estructuran la visión del mundo de una determinada corriente política y ordenan el comportamiento y decisiones de los actores –partidos, representantes, militantes y simpatizantes- que se identifican con esa corriente. No se trata, como algunos sostienen, de una forma vulgarizada de filosofía, sino de una herramienta distinta, que posee un cuerpo doctrinal y una orientación esencialmente práctica, que evoluciona a través de su acción sobre la realidad en una interacción constante, y en la cual juegan un papel no despreciable los marcos narrativos y las emociones.

    La ideología –difusa y concreta- es consustancial a la política. Por eso resulta chocante la recurrencia con la que muchos representantes públicos tachan de “ideológica” una determinada acción o afirmación, abonando así la idea de que la ideología es per se una cosa rechazable. Es cierto que a menudo los motivos técnicos o económicos esgrimidos para defender ciertas decisiones son simples accesorios, concebidos para adornar lo que en realidad es fruto directo de un posicionamiento ideológico. La cuestión es que quien denuncia algo por ideológico, lanza su denuncia también desde una ideología, de signo contrario o como mínimo discrepante en ese punto. En lugar de calificar algo de ideológico sin más, sería clarificador señalar que lo que se agazapa tras ese algo es la ideología fulanita o menganita, con sus nombres y apellidos; que al denunciante esa ideología no le convence ni le gusta y por qué. Es cierto que estas clarificaciones se omiten por mor de la brevedad o porque se consideran obvias, pero cada vez resulta más necesario especificar lo obvio, no sea que se nos olvide.

    Expresar las propias convicciones nunca es baladí, menos aún en un contexto donde proliferan opinadores, representantes públicos y hasta partidos que se postulan como “no ideológicos” y dicen no ser “ni de derechas ni de izquierdas”, credencial con la cual parecen querer situarse por encima del bien y del mal. Esta tendencia se da en España y fuera de España; no es una rareza patria. Los portavoces de la misma a menudo insisten en proclamar la superioridad de la técnica sobre la política –o de los técnicos sobre los políticos- y en presentarse como adalides de la racionalidad y el sentido común. Esta última pretensión denota una cierta altanería; es como si insinuaran que todos aquellos que se autoubican abiertamente en la derecha o en la izquierda son unos descerebrados. Sin embargo, en realidad quien se posiciona con nitidez en el espectro político hace un servicio a la transparencia, y a los demás nos ahorra el esfuerzo de ubicarle a base de hermenéutica. Tampoco sobra recordar, por cierto, que quienes dicen estar por encima de las ideologías suelen mostrar una persistente tendencia a alinearse con posiciones propias de una de ellas: la derecha.

    La fascinación por la política “no ideológica” –es decir, “no política”, si tal cosa es posible- florece con singular exuberancia en ese populismo que navega cómodamente de babor a estribor según sople el viento, presumiendo incluso de apoyarse en la objetividad de los datos. Sin embargo, la selección misma de los datos implica ya una preferencia, y tras cada preferencia hay un juicio de valor, una visión del ser y el deber ser que nunca es ideológicamente neutra. Los ladrillos de este populismo new age son tan ideológicos como los del más vetusto de los partidos tradicionales, sólo que resulta más arduo verlos bajo las luces de neón y el decorado de diseño.

    Para mucha gente, vacunada por las historias de terror que el fanatismo escribió durante el siglo XX, la palabra ideología se asocia automáticamente con sectarismo e intransigencia. Esa experiencia lúgubre ha ocultado, sin embargo, que en esos mismos cien años y también en nombre de ideologías, miles de hombres y mujeres lograron con gran esfuerzo romper las cadenas que les ataban o ataban a otras personas, ampliar los derechos humanos, civiles y políticos, poner en marcha el motor del progreso y el bienestar en muchos países. Claro que se puede tener ideología de forma consciente, convencida y activa sin ser un descerebrado, un fanático o un sectario, y mucho menos un criminal; lo que resulta cada vez más difícil es tenerla y no verse en la obligación de explicarse y justificarse todo el rato.

    Entre otras razones porque, para terminar de emborronar el panorama, el siglo XX se cerró con la eufórica proclama del fin de las ideologías por parte de una derecha que veía en la caída del muro de Berlín la demostración de su triunfo definitivo sobre cualquier otra interpretación del mundo. No es que estuviera en lo cierto, pero en la práctica tampoco parece que le saliera del todo mal la jugada. A fin de cuentas, las ideologías han acabado bastante desprestigiadas y el marcador de la valoración ciudadana se aproxima al política 0, tecnocracia 1. Un tablero de resultados que perjudica especialmente a la izquierda, porque a la derecha no le disgusta el escenario tecnocrático postpolítico. Pero ojo: el partido no ha terminado, y el marcador puede darse la vuelta si los jugadores -es decir, los ciudadanos- no abandonamos el terreno de juego.

    Trinidad Noguera
    Follow @TriniNGM
    19/10/2013 Agenda Pública

    20 noviembre 2013 | 08:25

  2. Dice ser Dani

    Galerías Velvet no está a medio rodar. Han terminado la grabación de los 10 primeros capítulos, tal y como llegaron a acuerdo cadena y productora.

    20 noviembre 2013 | 11:23

  3. cine-estado-critico

    Hola Trinidad! La verdad: no he sido capaz de pasar de la tercera línea, pero tu texto me parece de lo más interesante. En cuanto tenga unas cuantas horas libres, prometo ponerme con ello… ¿Puedes, mientras, mandarme una versión reducida? Tiene buena pinta!

    Y… Hola Dani! Eso me dijo Adrián Lastra, o eso me pareció enterder. Es lo bueno de estos tiempos modernos: que, además de insultarme y/o escribir tontunas, los comentaristas podéis corregir los muchos errores que seguro cometo. Si es así, si estoy equivocado… Muchísimas gracias. Y, por favor, sigue corrigiéndome, que seguro que en un futuro meteré mucho más la pata!

    20 noviembre 2013 | 18:55

  4. Dice ser Dani

    Hola cine-estado-critico,

    Terminaron el 28 de octubre el rodaje de los 10 primeros capítulos y según vaya de audiencia grabarán o no en febrero los 3 restantes. Yo lo sé porque escribo sobre la serie.

    En este enlace te dejo más info
    http://galeriasvelvet.mizonatv.com/finaliza-el-rodaje-de-la-primera-temporada-de-galerias-velvet/

    Saludos.

    20 noviembre 2013 | 19:53

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