Que Arabia Saudí no es Venezuela no es sólo un hecho irrebatible geográficamente hablando. También lo es desde un punto de vista mediático y en todo lo que tenga que ver con la opinión pública. Así daba cuenta de ello el periodista Pascual Serrano hace unas semanas en sus Perlas informativas de eldiario.es: «»Arabia Saudí: 14 hombres afrontan ejecución inminente por participar en protestas» (…) Esta es otra de esas noticias que no vemos en nuestra prensa porque no es en Venezuela y el gobierno saudí es un buen cliente de las empresas españolas».
El país árabe fue noticia ese día, esencialmente en las webs de algunos medios, porque su Corte Suprema ratificó la ejecución de catorce opositores acusados de «diversos ataques armados» en las manifestaciones contra el gobierno saudí. La noticia no sólo no trascendió, sino que al día siguiente la mayoría de los periódicos de masas no la llevaron a su versión en papel. Y mucho menos a toda página.
La situación es lo suficientemente grave como para darle, como mínimo, la misma difusión que a lo que está sucediendo en Venezuela. Amnistía Internacional lleva tiempo alertando sobre la gravedad de las ejecuciones y las torturas en Arabia Saudí, donde según los cálculos de la organización «al menos 66 personas han sido ejecutadas en lo que va de 2017. Cerca de 26 sólo en las últimas tres semanas». Es decir, más de una ejecución diaria, y fundamentalmente por motivos políticos.