El nutricionista de la general El nutricionista de la general

"El hombre es el único animal que come sin tener hambre, que bebe sin tener sed, y que habla sin tener nada que decir". Mark Twain

Entradas etiquetadas como ‘Omega 3’

El omega 3 y tus genes pueden ser amigos… si eres esquimal

EsquimalesTrataré de ser breve para quienes no conocen el trasfondo de la historia. En la década de los años 70, en plena paranoia anti grasa (principalmente por su relación con la enfermedad cardiovascular) un grupo de investigadores daneses contrastaron que una población concreta, los inuit, un pueblo de esquimales de las regiones Árticas, mantenían una salud cardiovascular más que aceptable a pesar de que su dieta consistía casi en su totalidad en alimentos de origen animal (cetáceos, focas y peces principalmente) además de la práctica ausencia de alimentos de origen vegetal. Ni que decir tiene que su consumo de grasa era especialmente alto y que esta tenía un origen animal. En principio nada halagüeño para el pronóstico que en aquella época les hubiera hecho cualquier cardiólogo. Sin embargo y como decía, sorpresivamente su sistema cardiovascular gozaba de buena salud. Esta historia es bastante más larga y tiene interesantes recovecos pero por aquello de abreviar, digamos que las características de aquellas grasas que consumían, en principio tan malas, se revelaron en el marco de los estudios que te contaba en protectoras por su riqueza en los hoy ya mundialmente conocidos como ácidos grasos polinsaturados del tipo omega 3.

Así y desde entonces, y aunque hubo que vencer ciertas inercias, este tipo de ácidos grasos especialmente presentes en la grasa de animales acuáticos se han presentado como una especie de bálsamo de fierabrás para infinidad de situaciones patológicas, muy en especial para todo el abanico de enfermedades cardiovasculares.

No obstante y a día de hoy, los supuestos efectos beneficiosos que habíamos depositado jubilosamente en este tipo de grasas se han venido desvaneciendo poco a poco a golpe de estudio. Así, en 2015, la evidencia que respalda la utilidad de esta clase de suplementos es muy limitada (y no soy más contundente por aquello del beneficio de la duda)… algo que de momento no se ha reflejado en las ventas de esos gili-suplementos que aún están en plena efervescencia.

Digo que lo que se ha disipado como la niebla de verano ha sido la utilidad de los suplementos de aceite de pescado ricos en omega 3. Te lo contaba en esta entrada la semana pasada. Pero, este verano, además también hemos asistido a la debacle de los omega 3 cuando se ha contrastado que su suplementación no es eficaz a la hora de proteger del deterioro de la función cognitiva en personas de edad avanzada, aspecto que era como la última boya para poder defender lo indefendible al respecto de la utilidad de estos suplementos . Es decir, la suplementación con omega 3 ha sido, por decirlo sin rodeos, un auténtico bluf (otros dirían caca-de-la-vaca, pero eso me parece ir demasiado lejos).

Entonces, ¿y los esquimales?

¿Qué era lo que protegía a los esquimales de enfermar llevando aquella dieta tan poco ortodoxa en relación a la occidental? Pues sencillamente, esos omega 3 ya que para ellos sí que tienen efecto. ¿Pero por qué a ellos sí y a nosotros no? Esta es la pregunta del millón, y un reciente estudio parece que ha dado con la clave y supongo que a estas alturas del cuento ya te estarás imaginando la respuesta. La clave es, de nuevo, el genoma. Otra vez los factores nutrigenéticos saltan a la palestra y se convierten en protagonistas (ojo, que no he dicho nutrigenómicos, aunque en el terreno de las intuiciones personales déjame decirte que yo apostaría a que también están implicados). Si quieres tener una idea básica de las diferencias entre estos dos términos, te sugiero que visites esta entrada.

En este estudio recientemente publicado, Greenlandic Inuit show genetic signatures of diet and climate adaptation (Los Inuit de Groenlandia presentan particularidades genéticas relacionadas con la alimentación y la adaptación al clima) se puso de manifiesto que la población Inuit ha desarrollado adaptaciones genéticas únicas para la metabolización de los omega 3 y otros ácidos grasos. Al mismo tiempo, esas variantes genéticas tendrían mostrarían alteraciones fenotípicas (visibles, patentes) en la morfología corporal de este pueblo, favoreciendo una talla y un peso medios relativamente bajos.

En pocas palabras, un ejemplo más de cómo una misma dieta puede tener diferentes efectos en diferentes personas en virtud de su genoma. Una vez más se vuelve a poner de manifiesto la importancia que tendrá en el futuro (insisto, en el futuro) la posible personalización dietética basada en variantes genéticas particulares.

————————————————–

Nota: Mi agradecimiento a un buen compañero de mis años más mozos en la universidad David de Lorenzo, un biólogo especialista en nutrigenómica, al que te recomiendo que sigas en este enlace @daviddelorenzo.

Además, si quieres profundizar más en esta cuestión, te sugiero que eches un vistazo a este fantástico post de Francisco R. Villatoro (@emulenews) compañero en Naukas

Imagen:  National Geographic Magazine, Volume 31 vía Wikimedia commons

Suspenso estrepitoso para los suplementos de omega-3

omega3

Los ácidos grasos omega tres saltaron a la fama en la década de los años 80… al principio dentro de la comunidad científica, sin hacer demasiado ruido. Hay que tener en cuenta que a fin de cuentas son lípidos, grasas, y que la imagen de este macronutriente no era especialmente bondadosa en aquellos años.

Ya desde su “descubrimiento” se vino observando que las personas que incluían en su dieta una proporción relativamente alta de este tipo de nutriente tenía un menor riesgo cardiovascular. Por eso, la década de los cardados imposibles y las hombreras eternas (los 80, para quien necesite la aclaración) dio paso a la de los 90, caracterizada entre otras cosas por el refulgir de los llamados alimentos funcionales. La estrategia es muy simple y en principio con bastante lógica:

Si las dietas con un aporte adecuado de omega-3 benefician la salud cardiovascular, quienes no tomen alimentos con suficiente omega-tres se podría beneficiar de la suplementación a partir de pastillitas, ampollitas, etc. que contuvieran este nutriente

Y así desde hace 25 años más o menos nos están vendiendo la burra de lo estupendo que son los suplementos con omega-3. Sin ir más lejos, y no hace demasiado, estamos siendo víctimas del tormento publicitario a bombo y platillo de un complemento alimenticio que incluye este nutriente y que está asociado (¿avalado, respaldado, en colaboración…?) de la ínclita Fundación Española del Corazón

Pero resulta que la burra nos está saliendo mala, vieja… o en definitivas cuentas, inútil. ¿Estás diciendo que los omega-3 no sirven para nada? No. Lo que digo es que una importante revisión sobre la utilidad de los suplementos de omega-3 para la mejora de la salud cardiovascular ha puesto de relieve que es la misma que frotarse las orejas con vino (una expresión que decía mucho mi abuela para poner hacer constar la nula utilidad de algunas soluciones)

El estudio se titula: Association Between Omega-3 Fatty Acid Supplementation and Risk of Major Cardiovascular Disease Events (Asociación entre el uso de suplementos de omega-3 y el riesgo de eventos graves de enfermedad cardiovascular). En este estudio, se revisó la literatura científica más relevante publicada hasta el momento y se extrajo una conclusión destilada de su interpretación… fue esta:

En general, la suplementación con ácidos grasos poliinsaturados del tipo omega-3 no se asoció ni de forma relativa ni absoluta con un menor riesgo de mortalidad por cualquier causa, ni en concreto tampoco con la disminución del riesgo por muerte súbita, infarto de miocardio o ictus

Dicho esto, lo que es preciso aclarar es que una cosa son las pastillitas de omega-3 y otra muy distinta las dietas que con alimentos incorporen de forma original una fuente dietética de este tipo de ácidos grasos polinsaturados. Y es que los beneficios de una dieta de este tipo aun no se han cuestionado y menos de forma tan contundente como con las pastillitas (más bien al contrario).

Para que no nos queden dudas, el mensaje es, que si lo que se pretende es reducir la posibilidad de que fallezcamos víctimas de un evento cardiovascular, la toma de suplementos, como este de aquí, por muy famoso que sea y mucho aval que lleve, no sirve pa-ra-na-da. Y si me equivoco o miento, que vengan con las pruebas de su utilidad y que me denuncien.

Una de las cuestiones que no podemos olvidar en este caso o en otros similares, es que la ley ampara este tipo de productos. Me refiero a que en base al RE 432/2012, de este tipo de suplementos que aportan omega-3 en unas determinadas condiciones se puede decir, entre otras cosas, que:

Los ácidos eicosapentaenoico y docosahexaenoico [ambos de la familia omega-3] contribuyen al funcionamiento normal del corazón.

Ahora, con lo que sabemos, lo que habría que hacer es destinar la posibilidad de poner dicha alegación solo en el bonito, el atún, los salmonetes, la trucha, las sardinas, el salmón, el rodaballo, el besugo, el cabratxo, las anchoas, etcétera.

Y es que consumir una ración típica de este tipo de alimentos incorpora “de serie” entre 5 y 15 veces más omega-3 que cualquiera de las cápsulas al uso que se recomiendan de forma diaria. Además, se tienen firmes sospechas que la “matriz alimentaria” original… es decir, los alimentos normales, influyen en un mejor aprovechamiento de esos nutrientes que hemos identificado como claves y que, por tanto, “funcionan” en los alimentos, pero no (o no tanto) en los suplementos.

Este ejemplo vuelve a ser otra historia que refuerza el sinsentido del nutricionismo de los… de los suplementos.

Si te ha gustado esta entrada te interesará ampliar información con:

—————————————–

Imagen: Christian H. vía Wikipedia Commons

¿Cómo “se mete” el omega-3 en los huevos ricos en tal?

Huevos (2)A poco que te preocupes por las cuestiones alimentarias y sepas de química no me digas que no te llama la atención eso de enriquecer unos huevos, típicamente de gallina, con los codiciadísimos ácidos grasos omega-3.

Veamos, eso de hacer un preparado lácteo rico en omega-3 o una mayonesa… o incluso un chimichurri es relativamente fácil… ridículo pero fácil: basta con añadirlo en mayor o menor cantidad en el proceso de elaboración y ya está. Pero… ¿los huevos, cómo se lo meten?

Así a bote pronto, los ácidos grasos de este tipo forman parte de algunos alimentos “naturales” entre los que el huevo no es uno de ellos. Encontramos omega-3 en el pescado, en especial y en cifras objetivas si es graso, y también en determinados vegetales. Por tanto, los ácidos grasos no son “propios” de determinados alimentos, como por ejemplo los productos alimenticios derivados de animales terrestres, entre ellos las aves o sus huevos. Entonces ¿cómo llega el omega-3 a esos huevos que se anuncian con o ricos en omega-3? Parece bastante evidente que el omega tres no se puede “inyectar” en los huevos… ¿entonces?

La respuesta es bien sencilla si damos por bueno ese aforismo tan conocido que dice “de lo que se come se cría”. Es decir, se alimenta a las gallinas ponedoras con pienso rico en omega-3 de origen diverso y… voilà, estas ponen huevos con una yema especialmente rica en omega-3.

Recordemos que de las dos partes del huevo, la clara y la yema, la primera es una suspensión coloidal de proteínas (agua, proteínas y nada más) y es en la yema donde se concentra todo su contenido graso. Y claro, los ácidos grasos omega-3, habida cuenta de su naturaleza, solo tienen cabida en ella.

La forma concreta de incrementar de forma significativa el contenido en omega tres de los huevos a partir de su pienso se puede realizar a partir de diversos recursos. Entre los tres más típicos figuran proporcionar a esas gallinas ponedoras un pienso enriquecido en aceite de pescado, en semillas de lino o bien de chía. Al final, se use uno u otro sistema, los huevos de estas gallinas saldrán con una composición significativamente superior en ese tipo de ácidos grasos. Lo cierto es que en virtud del procedimiento (pienso) utilizado el sabor también se verá comprometido. Tal y como se refleja en el reciente estudio Omega-3 Fatty Acid Profile of Eggs from Laying Hens Fed Diets Supplemented with Chia, Fish Oil, and Flaxseed (Perfil de ácidos grasos omega-3 en los huevos de gallinas ponedoras con dietas a base de pienso con semillas de chía, aceite de pescado y semillas de lino):

El tipo y la cantidad de ácidos grasos omega-3 (ω-3) a partir de distintas fuentes dietéticas de las gallinas (aceite de pescado, semillas de lino, y la semilla de chía) influye en el contenido de ácidos grasos ω-3 en la yema de los huevos. El enriquecimiento del pienso con semillas de chía en un 30% termina resultando en un mayor contenido de ácidos grasos ω-3 de los huevos sin que las cualidades sensoriales de este se vean afectadas de forma significativa […]. Aunque el coste de utilizar semillas de lino es menor en relación a la utilización de semillas de chía o de aceite de pescado, no se recomienda la incorporación de un 30% de este tipo de semillas debido a la significativa disminución de la calidad sensorial de los huevos. Además, el efecto laxante de las semillas de lino en las gallinas podría ocasionar una deficiente absorción de nutrientes por parte de estas, pudiendo ser el origen de problemas de salud en las mismas y por tanto redundar en una menor productividad. Ya que este estudio ha puesto en evidencia que las semillas de chía se pueden añadir hasta en un 30% en la alimentación de las gallinas sin un mayor efecto negativo en el sabor de los huevos, sería interesante que futuros estudios evaluaran la productividad, la calidad del huevo, y la conversión alimenticia de los ω-3 en estas circunstancias. No se recomienda el uso de semillas de lino debido a su negativo impacto sobre la calidad sensorial del huevo y el rendimiento de las gallinas […]

¿Y cuánto omega-3 hay en los huevos ricos en tal?

Supongo que te estarás preguntando cuánto omega-3 te metes en el cuerpo cuando, por ejemplo, te haces una tortilla de dos huevos con este tipo de huevos enriquecidos… y cuánto difiere de la cantidad de omega-3 que contiene una ración de bonito con tomate (cerca de los 3000 mg), salmón a la plancha (sobre los 5000 mg) o una trucha a la navarra (más o menos 2000 mg). El caso es que la cantidad de omega-3 en los huevos enriquecidos puede variar bastante en función de la forma que se haya realizado ese enriquecimiento (con lino, aceite de pescado, semillas de chía, algas…) y también de la raza o variedad de la propia gallina ponedora. De todas formas, para que te hagas una idea, un par de huevos enriquecidos en omega-3 pueden aportar, en el mejor de los casos, cerca de 400 mg de este ácido graso.

En resumidas cuentas: si tenemos que los buevos enriquecidos suelen ser bastante más caros que los normales; que además en ocasiones se produce cierta “picaresca” al comercializar como enriquecidos huevos normales… y que la incorporación de omega-3 con los huevos enriquecidos es considerablemente menor que con los alimentos originales ricos en este ácido graso, para mí la conclusión sigue siendo la de siempre… déjate de alimentos enriquecidos e incluye en tu alimentación cotidiana de 2 a 3 raciones de pescado azul por semana pudiendo variar su presentación (fresco, congelado, conserva…)

—————————————

Imagen:  James Barker vía freedigitalphotos.net

“Fuente de Omega-3”… entre el pitorreo de la industria y la legislación

Ya he comentado mil y una veces que la actual legislación al respecto de las declaraciones nutricionales en los alimentos tiene más agujeros que una flauta. Desde un punto de vista conceptual porque, aunque estuviera bien hecha, fomenta el auge de una muy mala práctica en el consumidor medio, me refiero al nutricionismo, un tema sobre el que no voy a entrar en detalle ya que ya lo hice en su día y por eso te invito a que sigas el anterior enlace. Y desde un punto de vista más concreto, porque le da alas a la industria para hacer, legalmente o no (eso que lo decidan los juristas) lo que les sale por el forro… generando como decía una serie de conceptos erróneos en la población general que para nada están alineados con una sana perspectiva de las cuestiones nutricionales. Vamos a concretarlo con el omega-3.

Chimichurri 3El otro día pasó por mi Time Line de Twitter una fotografía de una salsa, un aderezo, en concreto un chimichurri, que declaraba entre otras cosas, ser una fuente de ácidos grasos omega-3. Raro. Doblemente raro por que por un lado los ingredientes que normalmente caracterizan los productos de este tipo no son en principio fuentes de omega-3. Y por el otro porque aunque lo fueran, las cantidades que se suelen emplear en el normal uso de este tipo de productos tampoco dan para tirar cohetes con ningún tipo de aporte (y de omega-3 menos ya no es un nutriente que se prodigue demasiado en muchos alimentos).

La primera traba puede ser artificiosamente salvable poniendo algún ingrediente que, aunque extravagante, sea rico en omega-3… y ¿que hay más rico en omega-3 que el propio omega-3?; tanto como el 0,07 % del producto contiene este tipo de ácidos grasos añadidos y, se aclara en la etiqueta que es procedente de algas. Chimichurri con algas… o algui-churri (ahí queda la idea).

¿Se salva la segunda traba con esta estrategia? dependerá de tres elementos: de la cantidad de omega-3 que nos quede en el producto final, de las Cantidades Diarias Orientativas que estén establecidas para los omega-3 y de lo que diga las autoridades sanitarias al respecto de con qué cantidad presente de omega-3 en un alimento se puede decir que es fuente de estos ácidos grasos.

Chimichurri 2

¿Cuál es la Cantidad Diaria Orientativa de Omega-3?

Siendo estos omega-3 de los tipos considerados DHA y EPA y alegando el producto: “Los ácidos eicosapentaenoico y docosahexaenoico contribuyen al funcionamiento normal del corazón”, la Comisión Europea considera a partir del Reglamento 432/2012 que para obtener un beneficio de su ingesta habría que hacer un consumo diario como mínimo de 250 miligramos de DHA/EPA (tal y como se cita en la etiqueta). Todo ello teniendo en cuenta que también según la EFSA la ingesta diaria recomendada de DHA/EPA es de 2 gramos, es decir 2.000 miligramos.

¿Qué cantidad queda de omega-3 en el producto final?

Dando por válidos los valores de la información nutricional del producto: 100 gramos de salsa contienen 70 miligramos de omega-3; y 15 gramos de salsa (la ración estándar que propone el fabricante) 10,4 miligramos.

¿Qué cantidad de omega-3 permite decir en un alimento que es fuente de ellos?

Aquí es donde, hay que reconocerlo, la cosa se lía gracias a las autoridades sanitarias y la legislación. La primera indicación que da la EFSA al respecto de cuándo se puede decir que un alimento sea fuente de omega-3, es que ha de contener en 100 gramos o 100 mililitros de producto al menos un 15% de la ingesta diaria recomendada, cifrada como ya has visto en 2.000 mg… Como es fácil de observar, el 15% de 2.000 mg son 300 mg. ¿Tiene esta salsa 300 mg por cada 100 gramos de producto? No, tiene 70 miligramos (que son cuatro veces menos que los consabidos 300 mg) y por ración mucho menos, 10,4 mg; lo que implica 29 veces menos.

Ahora es cuando viene la bofetada al consumidor

Pero, dicho lo dicho, la EFSA también incluye que el producto puede alegar ser fuente de omega-3 siempre que el 15% de la cantidad diaria recomendada se encuentre en 100 kilocalorías de producto. Opinión que se encuentra recogida en el Reglamento 116/2010, que modifica en relación a los ácidos grasos el Reglamento 1924/2006 (ver el apartado 6). Y entonces se lía la cosa. Veamos.

La salsa aporta 32 kcal por 100 gramos, luego para conseguir 100 kcal con el chimichurri habrá que consumir 312 gramos de la misma. Resulta que entonces 312 gramos de salsa (que aportan sus 100 kcal) contendrán 218 miligramos de omega-3. ¿Llega a los 300 miligramos? Tampoco, se acerca de forma considerable, pero no. Ni tan siquiera a los 250 miligramos que indica el Reglamento 432/2012

En resumen; tomando la cifra más beneficiosa marcada por la legislación (para que un producto pueda llevar esta declaración, se informará al consumidor de que el efecto beneficioso se obtiene con una ingesta diaria de 250 mg de EPA yDHA) y pretendiendo obtener el consabido beneficio, habría que usar más de 24 raciones de este chimichurri. Si cada una de ellas es de 15 gramos (insisto tal y como sugiere el fabricante) estas 24 raciones implicaría tomar más de 360 gramos de salsa.

Texto chimichurri

A mí que me perdonen, no sé si esto es legal o no. Para mí desde luego, tal y como yo interpreto los datos, no. Si finalmente no lo es, serán los juristas quienes tendrán que interpretarlo, lo que desde luego creo que es inapelable es que se trata de una tomadura de pelo a la racionalidad. En especial si sabemos que una racioncita de sardinas rebozadas, otra de salmón a la plancha o una de bonito con tomate, alcanzan, de forma individual y redondeando, entre los 4.000 y 6.000 miligramos de omega-3. Estas cosas y similares, pero no otras, son fuente de omega tres… coñe.

Otra vuelta de tuerca

Lo siento por Salsas JR que con esta entrada ya son dos la que dedico a alguno de sus productos. La primera a partir de la mayonesa con estevia como reclamo salutífero (lo sigo sin entender) y luego la de hoy. No dudo de sus buenas intenciones (bueno, un poco sí) pero me parece que están demasiado volcados en las declaraciones nutricionales y de propiedades saludables sacando un poco los pies del tiesto (y me refiero a la más estricta racionalidad, no a su legalidad). Pero de verdad, poner una alegación referente a que tomar chimichurri puede beneficiar el normal funcionamiento del corazón a partir de su extemporánea inclusión de una cantidad ineficaz de omega-3… pues me parece ridículo. Igual luego va y el producto es excelente, reconozco que no lo he probado, pero una cosa no quita la otra (esta vez, como la otra, tampoco creo que me manden una cesta degustación).

No obstante, por si quieren seguir por esta, en mi opinión, ridícula senda, les propongo muy en serio que sigan engalanando su producto con otras declaraciones nutricionales buenrollistas que se han dejado en el tintero. Por ejemplo, además de “sin gluten” que ya la incluyen (y no me parece mal), a la vista de su lista de ingredientes y sin haber de momento una concreta legislación que lo regule, podrían ponerle también “sin lactosa” (es gratis). Ya con el RE 1924/2006 en la mano podrían legalmente incluir también “bajo en grasa”; y además “sin grasas saturadas”. Ya sé que no se olvidan de los azúcares ya que han incluído el «sin azúcares añadidos» (pero con estevia, eso sí) pero también podrían decir de su producto que es “de bajo contenido en azúcares”. Del tema de la sal y de la fibra mejor “pasamos palabra”. Voy con más: les sugiero que además analicen el contenido en minerales o vitaminas de su salsa, probablemente aparezca alguno con el que seguro puedan rascar alguna alegación del tipo “fuente de, o alto contenido en…” lo que sea; y si es que no (cosa que dudaría), siempre pueden añadírselos (como se suele hacer en los cereales de desayuno o con los Bollycaos)… es algo que no cuesta demasiado y siempre queda chuli ponerlo en la información nutricional. Además, después de su inclusión, por ejemplo de hierro, podrían hacer una alegación saludable del tipo, «este ferri-churri ayuda a la normal función cognitiva«. Si al final les queda espacio en la etiqueta entre tanta medalla y parabien podrían poner que, además, está muy rico o que es “natural” (aunque tenga estabilizantes E-415 y E-466) recuerden que estas expresones son gratis total.

————————————-

Nota: En esta página de la AECOSAN podrá encontrar quien quiera la mayor parte de la legislación actualizada relativa a las declaraciones nutricionales y saludables en los alimentos.

Quiero agraceder a Ana Isabel Gutierrez (@Fasmida) el hacerme llegar este prodigio salsero, suyas son las imágenes.

Nutrición y trastornos del espectro autista (capítulo 2): muchas dudas y pocas certezas

Dudas y respuestas

El pasado viernes, en el capítulo 1 de esta mini saga, se abordaron las posibles (y poco claras hasta la fecha) causas de los trastornos del espectro autista (TEA) durante el embarazo y su relación con la situación nutricional de la madre. Así, y como lo prometido es deuda, hoy toca conocer qué se sabe de cierto al respecto de los posibles tratamientos de niños diagnosticados de TEA cuando esos tratamientos están vinculados con la alimentación, o más en concreto con algunos nutrientes determinados. Ya te adelanto que de lo que se sabe de verdad, “a ciencia cierta”, hay poco.

Introducción general sobre el tratamiento de los TEA

Tal y como te conté, como no hay un único TEA, tampoco hay un único tratamiento para las personas diagnosticadas con algún tipo de estos trastornos. Además, como hasta el momento los TEA no tienen cura y en una buena parte de los casos se desconocen las verdaderas causas, no existe ése fármaco o sustancia que lo “cure” y que a muchos nos gustaría que existiese. Así, el Centro de Control de Enfermedades (CDC) norteamericano reconoce que:

No hay un tratamiento único e ideal […]. Sin embargo, es muy importante enseñarle al niño las destrezas específicas en un contexto bien planeado y estructurado. Algunos niños reaccionan bien a un tipo de tratamiento mientras que otros tienen una reacción negativa o no reaccionan para nada al mismo tratamiento. Antes de escoger el programa de tratamiento, es importante hablar con los proveedores de atención médica del niño para comprender los posibles riesgos y beneficios.

También es importante recordar que los niños con TEA se pueden enfermar o lesionar de la misma manera que los otros niños que no tienen estos trastornos. Los chequeos médicos y dentales de rutina deben ser parte del plan de tratamiento. A menudo es difícil saber si la conducta de un niño está relacionada con una TEA o si es producto de una afección independiente. Por ejemplo, los cabezazos contra un muro pueden ser un síntoma de TEA o un signo de que al niño le duele la cabeza […]. Vigilar un desarrollo saludable significa no solo prestar atención a los síntomas relacionados con los TEA, sino también estar pendiente de la salud física y mental del niño.

Así, con este necesario preámbulo, el CDC clasifica las distintas propuestas de tratamiento actuales de TEA en cuatro grupos: terapias conductuales y de comunicación; tratamientos nutricionales; tratamientos farmacológicos y; medicina complementaria y alternativa

Como verás, aunque los tratamientos nutricionales están claramente diferenciados de aquellos pertenecientes a la medicina complementaria y alternativa, el CDC reconoce que sobre los primeros (y qué decir sobre los segundos) existen muchas propuestas (nutricionales) que no cuentan con la base científica necesaria para hacer una recomendación general. Un tratamiento no comprobado puede ayudar a un niño, pero no a otro.

De esta forma, en el abordaje de los TEA la mayor parte de los tratamientos generales incluyen algún tipo de consideración en relación a la alimentación. De forma general, estos cambios suelen incluir la eliminación de ciertos alimentos y la frecuente utilización de suplementos vitamínicos o minerales. Los tratamientos nutricionales se basan en la idea de que las alergias a los alimentos o la falta de vitaminas o minerales causan síntomas de TEA. Sin embargo, y a pesar de que algunos padres creen que los cambios en la alimentación provocan cambios en la manera en que el niño siente o actúa, lo cierto es que no hay un consenso científico a este respecto tal y como se verá a continuación. En cualquier caso antes de cambiar en algún sentido la alimentación de su niño con TEA es imprescindible hablar antes con su médico y con un nutricionista para asegurarse de que el niño recibe unos aportes nutricionales adecuados.

TEA y tratamiento nutricional: lo que se sabe y nada es casi lo mismo

Que más nos gustaría a nosotros que las cosas fuesen tan “sencillas”, pero va ser que no. A pesar de que no pocas personas se han subido al carro de tratamientos alternativos (entiéndase en este caso, sin pies ni cabeza) de la mano del Dr. Aprovechategui (= aprovechemos el filón de gente desesperada) y de que existen infinidad de planteamientos nutricionales que proponen tratar en mayor o menor medida los síntomas de los TEA, lo cierto es que no hay nada, de nada, claro. Ni los que proponen la restricción de ciertos elementos nutricionales (el más típico y recurrente en la actualidad el famoso gluten que sale hasta en la sopa), ni tampoco los suplementadores o enriquecedores, en el que los ácidos grasos del tipo omega tres, el ácido fólico y los famosos probióticos se llevan la palma. Da igual, aunque nos haría mucha ilusión que las cosas fuesen tan sencillas, la realidad nos dice que  no lo son. Puede que en determinadas casos concretos se experimente algún tipo de mejoría, pero ni parece que se pueda hacer una generalización, ni tampoco (y esto es lo peor) se está en condiciones de describir unas circunstancias concretas en las cuales un determinado tratamiento nutricional esté indicado.

En este sentido merece muy mucho la pena tomar nota de lo que el Instituto de Salud Carlos III (en su Instituto de Investigación de enfermedades raras) sostiene sobre el uso de protocolos dietéticos para el tratamiento del autismo:

La controversia se fundamenta en los testimonios de las familias que usan estas dietas con sus hijos, así como la propia labor de difusión de los propios autores de este tratamiento.

En el lado contrario, están los profesionales que buscan evidencias médicas sobre el tratamiento con estas dietas y o no las encuentran, o lo que encuentran son solo evidencias muy parciales, nunca refrendadas por sistemas de evaluación considerados como patrones para la aplicación de tratamientos médicos de cualquier tipo en las personas. Estos métodos están específicamente diseñados para garantizar la eficacia, la seguridad y la calidad del tratamiento que se quiere aplicar y el uso de las dietas no debe ser nada que se salga de esta norma. Cambiar unos alimentos por otros de otro tipo pero de igual contenido calórico y composición de compuestos básicos, no implica problema alguno. Los alimentos naturales pueden contener compuestos que pueden, sin lugar a dudas, producir alteraciones en el organismo de ciertas personas susceptibles, pero los alimentos fabricados con fines concretos (libres de una substancia específica, etc) deben ser evaluados cuando se pretende utilizarlos de manera sistemática y como alternativa terapéutica para una patología. Para ello se deben probar usando criterios de manera que se puedan comparar sus efectos con otras personas que no están sometidos a esa intervención dietética, es decir, casos con el mismo diagnóstico, ajustados por la distribución de otras variables importantes como edad, sexo, tiempo de evolución, severidad, etc. Se debe hacer un seguimiento por igual a los dos grupos y con el tiempo suficiente para ver si la intervención a estudiar (la dieta en este caso) produce efectos sostenibles a largo plazo y también se deben evaluar sin que el médico que hace el estudio sepa que tratamiento está haciendo cada niño. Trabajar con ambos grupos de casos de manera ciega, es decir, que los investigadores que evalúan el beneficio del tratamiento y recogen también los inconvenientes, no conocen el grupo al que están asignados los casos (con tratamiento dietético o sin tratamiento con estas dietas).

Así, en el mismo documento enlazado (es muy recomendable que le eches un vistazo para entrar más detalle) se hacen una serie de reflexiones y recomendaciones al respecto del planteamiento de cualquier tratamiento nutricional enfocado a los TEA:

Hoy en día está ampliamente aceptado que los TEA son trastornos neurobiológicos cuyo origen puede estar ocasionado en periodos prenatales, sin que se puedan descartar factores preconcepcionales. Por lo tanto, no parece que factores externos, como puede ser la dieta, a los que todos nos exponemos durante los primeros años de vida, puedan ser los causantes de estos trastornos, al menos como factores etiológicas o causales.

Tampoco parece que si no son las causas últimas, puedan ser alternativas terapéuticas que curen el autismo, dado que ni parecen incidir en un supuesto factor causal, ni tampoco está clara la relación entre el potencial efecto beneficioso y el factor neurobiológico responsable de los TEA.

Es obvio que en medicina se han usado tratamientos que claramente eran beneficiosos pero cuya relación con el factor causal o los mecanismos de producción de la enfermedad no se conocieron hasta pasados muchos años del inicio de su utilización. No obstante, existen reglas aplicables a cualquier tratamiento que se propugne como beneficioso para una entidad clínica, que deberían respetarse, sobre todo si tras la decisión de adoptar o no una terapia dietética pueden existir daños asociados no controlables que pueden afectar tanto al niño tratado (bajo contenido en compuestos necesarios para la vida) como a la familia (carga socioeconómica).

En la actualidad, no existen datos de ensayos clínicos con estas dietas que hayan demostrado beneficio, por lo que es necesario conocer que el escepticismo de los científicos es razonable porque no es permisible creer en beneficios derivados de testimonios personales, por muy valiosos que estos sean, sino se siguen de una comprobación y demostración de la eficacia de una manera más específica y contrastada. Esta es la manera habitual en la que se debe trabajar para garantizar la seguridad de las personas y es por lo que el método científico ha sido desarrollado. No podemos, por tanto, admitir otros criterios para aplicar tratamientos a las personas con TEA, por mucho que la falta de disponibilidad de terapias curativas sea un factor que nos presione para una búsqueda más activa de tratamientos para estas personas.

Lo cierto es que en este post me había planteado hacer una revisión personal de lo que se sabe al respecto de elementos dietéticos concretos (como la presencia o no del gluten, el peso de los probióticos, de los omega tres o del ácido fólico) pero después de echar un vistazo a tan claras palabras por parte del Instituto de Salud Carlos III considero que no merece la pena enfangar el mensaje: No hay un tratamiento dietético claro en los casos de TEA, y quien lo plantee miente como un bellaco si, en especial, ofrece algún tipo de garantía al respecto de la mejoría.

Lo dicho, en mi opinión, como cada caso de TEA es un mundo diferente, te sugiero que si estás interesado consultes tanto con un médico como con un dietista-nutricionista sensatos.

—————————————–

Imágenes:  Stuart Miles freedigitalphotos.net

El asunto de los omega-3 no se aclara ni a la de idem

Los ácidos grasos conocidos como omega-3 están en boca de muchos, se podría decir que su uso es de «dominio popular», aunque lo de «dominio» podría ser bastante matizable. En realidad son pocos los que saben a qué se refiere esta terminología; afortunadamente es bastante sencillo de explicar. Allá vamos, desde el principio.

¿Qué son los ácidos grasos?

Para empezar un ácido graso es una molécula de naturaleza lipídica, es decir, de grasa, que de forma gráfica se suele representar por una más o menos larga cadena de carbonos (su número es importante para determinar su tipología) y que en uno de los extremos está cerrado por un grupo carboxilo (-COOH) y en el otro por un grupo -CH3. Una representación esquemática sería la siguiente:

CH3-C-C-C-C-C-(…)-C-C-COOH

A su vez, los átomos de carbono que quedan entre medio de los extremos cuentan con dos enlaces que pueden:

  1. Volver a “emplearse” con el átomo de carbono que les precede o antecede, en cuyo caso tendríamos un doble enlace entre esos dos átomos de carbono, o bien,
  2. Ocuparlos para unirse con sendos átomos de hidrógeno. Que haya o no dobles enlaces en un ácido graso ofrece la segunda posibilidad de caracterizarlo (recordemos, la primera es el número de átomos de carbono de la cadena)

Si no hay ningún doble enlace en la cadena estaríamos ante los que se denominan ácidos grasos saturados (“saturados” por que todos los enlaces posibles, los que no están ocupados formando la cadena, están “ocupados” con hidrógenos.

Si por el contrario sí hay dobles enlaces presentes en la cadena del ácido graso, se trata entonces de ácidos grasos insaturados. Si hay un único doble enlace en la cadena estaríamos ante los denominados monoinsaturados (como es el caso del ácido oleico, el característico del aceite de oliva) y si hay más de uno polinsaturados. Así de sencillo.

Llegando a los omega-3

La siguiente posibilidad de tipificar los ácidos grasos en el caso de los polinsaturados hace destacar el primer carbono que esté implicado en un doble enlace. Para numerarlos, se empieza a contar desde su extremo -CH3. Entonces ya lo tenemos, un ácido graso omega-3 hace referencia a que es un ácido graso insaturado cuyo primer doble enlace lo comparten el carbono nº 3 y nº 4 contando desde el extremo no carboxílico.

 

Los beneficios de los omega-3

Durante gran parte del siglo XX todo concepto graso estuvo bastante criminalizado: grasas, así en general era igual a algo malo; y de ahí que los más antiguos del lugar aún recuerdan lo del pescado blanco bueno y el pescado azul malo (por ser más graso que el primero). Sin embargo, a finales del SXX la cosa se fue perfilando y parecía que no todas las grasas eran igualmente malas y que incluso las podía haber buenas (llegado este punto quizá a alguien le convenga echar un vistazo a esta entrada, “la maleta de Asimov”) y se dio con la bondad de los mencionados ácidos grasos omega-3 presentes de forma importante en el pescado y en menor cantidad en algunos vegetales.

Y así hemos estado mucho tiempo desde principios de los 80 loando las virtudes de este tipo de lípidos y por ellos, a su estela, han salido tantísimos estudios científicos y artículos en revistas de renombre, poniendo evidencia sobre el tema. Las principales ventajas atribuidas al consumo de alimentos con ácidos grasos omega-3 se han centrado en su presunto beneficio sobre la salud cardiovascular.

Sembrando la duda

Cuando parecía que en este sentido todo estaba más o menos claro a “la maleta de Asimov” le entraron sus dudas y lo que hasta ahora parecía cierto e inamovible sobre este tema resulta que puede no serlo. Resulta que una reciente revisión publicada no hace más de tres meses sobre el efecto de los omega-3 en la salud cardiovascular ha sembrado la duda al respecto. Se trata de un metaanálisis (esa clase de estudios que aportan el máximo de evidencia sobre el tema en cuestión) publicado en JAMA (Association Between Omega-3 Fatty Acid Supplementation and Risk of Major Cardiovascular Disease EventsA Systematic Review and Meta-analysis) y que ha considerado 20 ensayos previos con un total de muestra de más de 68.000 sujetos. La conclusión final del artículo sostiene que “En general, la suplementación con ácidos grasos poliinsaturados del tipo omega-3 no se asoció ni de forma relativa ni absoluta con un menor riesgo de mortalidad por cualquier causa, ni en concreto tampoco con la disminución del riesgo por muerte súbita, infarto de miocardio o ictus”.

Este resultado es bastante contradictorio con respecto a lo que ya se creía saber al respecto, o cuando menos controvertido. Uno de los elementos que me gustaría destacar es que la mayor parte de este estudio está centrado en los efectos de los suplementos de omega-3 y no en el aporte de este nutriente a partir de los alimentos. No es la primera vez que se ha puesto de manifiesto la ineficacia de los suplementos alimenticios (lo de las vitaminas y minerales es un caso paradigmático… y conocido desde hace bastante tiempo) a pesar de la existencia de sólidas hipótesis que preveían unos beneficios claros a tenor de los datos epidemiológicos.

Otro de los elementos a considerar sobre los resultados es la relación entre los triglicéridos y las enfermedades cardiovasculares. A pesar de que la cifra de los triglicéridos sí que descendió en relación con la inclusión de suplementos de omega-tres, esta reducción no se tradujo, en una menor incidencia de la enfermedad cardiovascular entre estos sujetos. Es decir, se redujo el factor de riesgo y sin embargo la enfermedad no disminuyó, curioso cuando menos.

No cabe la menor duda de la necesidad de seguir investigando sobre este tema e incluir, quién sabe, nuevas variables en la ecuación, por ejemplo: ¿habrá individuos genéticamente predispuestos a la acción benéfica de los omega-3 y habrá quienes no obtendrían mayor beneficio con su inclusión en la dieta?

De momento seguimos con la maleta a cuestas… y de tiendas.

————————–

Foto: jcoterhals