El nutricionista de la general El nutricionista de la general

"El hombre es el único animal que come sin tener hambre, que bebe sin tener sed, y que habla sin tener nada que decir". Mark Twain

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¿Es seria la alergia al apio?

apioSí, y que nadie tenga la menor duda al respecto. De hecho, el apio es una de las causas más frecuentes entre las alergias alimentarias con una especial incidencia en ciertos países europeos. Por ejemplo, se estima que en Suiza y Francia entre el 30 y el 40% de los pacientes que padecen algún tipo de alergia alimentaria son alérgicos al apio, y que cerca del 30% de aquellas reacciones anafilácticas más severas son debidas a este alimento o a sus alérgenos. Los síntomas de la alergia al apio comprenden reacciones orofaríngeas locales y en algunos casos manifestaciones más graves que tal y como ya he mencionado incluyen la anafilaxis sistémica potencialmente mortal.

Como puedes contrastar me refiero a la alergia de verdad… no a esa visceral aversión que padecen algunos, no poca gente, a la hora de llevarse cualquier cosa verde a la boca.

Que el apio pueda producir alergias, o mejor dicho, contenga alérgenos, se puede contrastar consultando la legislación al respecto de las sustancias o productos que los fabricantes o envasadores de alimentos están obligados a incluir en la información facilitada al consumidor (el ya conocido RE 1160/2011). De esta forma, en el anexo II encontramos al “apio y productos derivados” ocupando el noveno lugar de esa lista de elementos susceptibles de causar alergias o intolerancias y que por tanto es obligado declarar su inclusión en el etiquetado cuando proceda.

Apio ketchup

El caso es que además de poderse aplicar uno directamente sobre el apio fresco al añadirlo a una exquisita ensalada ensalada Waldorf o al zumo de tomate preparado, el apio además puede llegara tu boca como ingrediente en una importante cantidad de productos alimenticios que la industria pone a nuestra disposición. Se utilizan en para aromatizar diversas salsas, carnes procesadas, platos preparados, condimentos, caldos, algunas bebidas alcohólicas y no alcohólicas, productos horneados, goma de mascar, algunas grasas y aceites, caramelos blandos, sopas, gelatinas, etcétera.

En la imagen de la derecha queda reflejado como se distribuyen los sobrecitos de una famosa marca de kétchup en una conocida cadena de hamburgueserías. Si te fijas (y he de reconocer que fue algo que me llamó poderosamente la atención) solo se incluyen dos datos sobre este alimento, su fecha de consumo preferente y que contiene apio. Esto es así (sin lista de ingredientes ni información nutricional, entre otras cosas) porque según la normativa anteriormente mencionada, cuando el envase cuya mayor superficie sea inferior a 10 cm2, como es el caso, solo es obligatorio mostrar:

La denominación del alimento; todo ingrediente o coadyuvante tecnológico que figure en el anexo II o derive de una sustancia o producto que figure en dicho anexo que cause alergias o intolerancias […] (de ahí la mención expresa al apio); la cantidad neta del alimento y su fecha de duración mínima o fecha de caducidad.

Aunque así visto la información en el sobrecito de kétchup parece que el apio fuese algo parecido al cianuro… pero no.

¿Alergia? Pero de qué demonios me estás contando!

¿Alergia? Pero qué demonios me estás contando!

Alergia… ¿al apio?

Pues sí. Aunque por estas latitudes no es muy frecuente, a diferencia de otras regiones como en Centroeuropa en dónde es más frecuente encontrarse con ciudadanos susceptibles al apio, este tipo de alergia es relativamente habitual y es preciso prestarle la misma atención que a las alergias ocasionadas por otros alimentos. Pero antes de continuar retrocedamos para aportar un poco de información general al respecto de las alergias alimentarias.

Se considera “alergia alimentaria”:

Al conjunto de reacciones adversas a alimentos, debidas a su ingestión, contacto o inhalación, de patogenia inmunitaria comprobada. Solo se produce en algunos individuos y puede ocurrir después de la toma de muy pequeñas cantidades del alimento y no se relaciona con ningún efecto fisiológico o fisiopatológico propios del mismo

Tal y como ya se ha hecho constar infinidad de veces en este blog, el término “alergia alimentaria” se ha venido utilizando mal y de forma abusiva, para referirse incorrectamente a cualquier reacción adversa a un alimento o aditivo alimentario. No es el propósito de este post el entrar en demasiados detalles sobre el tema genérico de las alergias, pero es necesario decir que no es el alimento en su conjunto el que provoca la alergia en el sujeto predispuesto sino que esas reacciones alérgicas son desencadenadas por elementos concretos presentes en alimento, en cualquier caso todos ellos responden a una misma naturaleza química, son proteínas o de glicoproteínas. Son estos elementos particulares y no otros los que en el alimento se denominan alérgenos y que son los verdaderos causantes de la alergia.

¿Cuáles son los alérgenos del apio?

Son diversos los alimentos que dentro del grupo de las frutas y verduras pueden presentar alérgenos susceptibles de ocasionar una respuesta inmunitaria exagerada en personas predispuestas (es decir, de manifestar alergia)… pero entre las hortalizas, el apio (Apium graveolens) tiene un interés particular dada la facilidad con la que puede llegar a provocar estas reacciones. En realidad sus alérgenos son similares a los contenidos en el polen de abedul… por lo que es probable que este tipo de personas presenten alergia a ambos elementos (así como a la artemisa, zanahoria, cilantro, perejil y eneldo entre otros) alimentos con los que además se puede presentar reactividad cruzada. En líneas generales se pueden citar seis alérgenos característicos en el apio, numerados de forma correlativa del 1 al 6 como Api g1, Api g2, Api g3… etcétera. Tienes información más concreta sobre la naturaleza de estos alérgenos en este documento de la EFSA sobre alergias (página 159)

Interesante esto que cuenta el nutricionista, no crees?

Interesante esto que cuenta el nutricionista, no crees?… Sip

¿Qué hacer si se tiene o se sospecha tener alergia al apio?

Tal y como decía son varias las respuestas alérgicas que puede presentar una persona predispuesta cuando tiene algún tipo de reacción a esta familia de alérgenos, ya tengan origen alimentario o no. En concreto y sobre el apio, además de evitar el contacto y consumo de apio fresco, la persona afectada deberá de leer las etiquetas de todos los productos alimenticios buscando la información sobre alérgenos. Si por la razón que fuera no estuviera presente en el momento de compra o adquisición del alimento (por que el alimento se vende a granel, el envase es especialmente pequeño…) el interesado tiene el derecho a que se le facilite este tipo de información que en cualquier caso habrá de estar a disposición de los consumidores.

Entre la información que se puede encontrar en internet sobre este tema (bastante dispar) hay quien sostiene que cocinar el apio disminuye o incluso hace desaparecer su potencial alergénico, lo cual es un error. Si bien es cierto que en determinadas circunstancias y para determinadas personas esto puedo funcionar en cierta medida, el principio de precaución invita a desestimar esta recomendación ya que hay estudios que han contrastado que incluso a bajas dosis se pueden provocar respuestas de alérgica local (con 0,7g de apio) y sistémicas (1,6g de apio) ya sea con el apio crudo o cocinado. Sin que además se descarte que algunas personas puedan reaccionar a dosis aun menores.

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Nota: Mi agradecimiento otra vez (esto empieza a ser una costumbre… bonita) a Miguel Lureña (No dejes de visitar su muy recomendable blog: Gominolas de petróleo) y sus reflexiones que me han ayudado a confeccionar este post.

Imagen: Tiia Monto vía Wikimedia Commons y giphy.com

Alergias alimentarias: afectan a 17 millones de europeos y abundan los diagnósticos inútiles (fraudulentos)

AlergiasNo viene nada de mal el volver sobre algunos de los temas que son redundantes en el blog y, si es el caso (que lo es) aportar nuevos y mejores datos.

El tema de las alergias alimentarias es una cuestión que afecta a más de 17 millones de europeos. Además de los propios afectados, hay un cierto número importante de población que vive en cierta medida preocupada por la cuestión de las alergias sin estar en principio diagnosticada y que se pregunta si su problema de salud (el que sea), su malestar, o su falta de confort se debe, en última instancia, a algún tipo de alergia alimentaria.

Precisamente por estas cuestiones, la Academia Europea de Alergia e Inmunología Clínica (EAACI) ha lanzado una campaña de concienciación sobre alergia alimentaria y la anafilaxia con el fin de ayudar a que la población comprenda mejor cómo se sienten las personas en esta situación, el profundo impacto en la calidad de vida que les generan, la gravedad que pueden llegar a tener, lo costosas que pueden llegar a ser para toda la sociedad y lo importante que es el diagnóstico precoz y el manejo de esta situación. Es más, como datos relevante, la EAACI advierte que: en los últimos 10 años, los ingresos hospitalarios de niños por reacciones alérgicas graves se han multiplicado por siete; y que entre el 6 y el 8 % de los niños menores de tres años presenta algún tipo de alergia alimentaria.

Frente a esta situación la misma EAACI considera como principales estrategias de futuro que tanto los profesionales sanitarios como la población reciban la formación correspondiente con el fin de realizar un diagnóstico y tratamiento precisos. Para ello destaca que:

  • Se sabe que más de 120 alimentos producen alergias alimentarias y, de ellos, los más frecuentes son: la leche, el huevo, el trigo, los cacahuetes, los frutos secos, el pescado y el marisco.
  • La alergia alimentaria es la principal causa de la anafilaxia en la población y afecta, en particular, a los niños.
  • Son pocas las personas conscientes de que una reacción alérgica severa, como la anafilaxia, puede provocar la muerte.
  • Las etiquetas de alimentos en las que se indica “puede contener” determinados ingredientes resultan útiles a la hora de reducir la ingestión accidental de alérgenos.
  • Los pacientes con alergias tratadas incorrectamente ocasionan la mayor parte de los elevados gastos sanitarios relacionados con este tema.
  • Diversos estudios demuestran que, a lo largo de la vida, los pacientes con alergia alimentaria tienen una peor calidad de vida que aquellos con enfermedades que, a veces, se consideran más graves, como la diabetes.

El diagnóstico chungo

Con frecuencia, son muchos los síntomas o incluso enfermedades que son erróneamente atribuidos a una alergia alimentaria. Así, no son pocos los pacientes que, estando insatisfechos con las respuestas que reciben de los profesionales sanitarios, recurren con frecuencia a métodos de diagnóstico alternativos. Entre ésos métodos “alternativos” y no eficaces más utilizados figuran los siguientes, tal y como advierte la EAACI:

  • Pruebas “citotóxicas”: Estas pruebas se basan en la incubación de células sanguíneas junto a una serie de extractos de alimentos y miden con fines diagnósticos el cambio en el tamaño celular o la respuesta inflamatoria. Entre este tipo de pruebas las más populares son el AlcatTM y el NOVO ImmogenicsTM. Sin embargo, no existen estudios científicamente válidos que muestren su utilidad a la hora de establecer una alergia a los alimentos.
  • Detección de IgG específica contra los alimentos: Otras empresas comercializan también kits de detección de IgG a un gran número de productos alimenticios con el fin de diagnosticar las alergias alimentarias. En realidad, los resultados positivos sólo demuestran el contacto con la comida, pero no han sido capaces de discriminar la alergia de la tolerancia, y no se recomiendan por parte de ninguna de las organizaciones científicas especializadas en alergia.
  • En el apartado más alternativo o magufo de todos figuran pruebas basadas en la kinesiología, la provocación subcutánea y sublingual, la prueba DRIA, la biorresonancia y la electroacupuntura o prueba electrotérmica. Todas ellas son técnicas in vivo que no tienen ninguna credibilidad científica.

Lo que dice la ciencia y puedes confiar

En sentido contrario a todas las pruebas antedichas, la mejor prueba hasta el momento para detectar alergias alimentarias consiste en, después de una evaluación adecuada por parte de un alergológico (como Dios manda), en la exposición alimentaria “doblemente cegada” y controlada con placebo, que se debe realizarse bajo la supervisión de profesionales de la salud con experiencia en estas cuestiones.

Dicho de una forma clara para que se me entienda: ni kits que se compran por correo; ni envió de muestras (sangre, saliva…) a supuestos “laboratorios”; ni consultas en farmacias o herbodietéticas o herbolarios; ni pruebas en dudosos cuchitriles de más que dudosa apariencia, etcétera.

La alergia alimentaria es algo serio, ponte en manos de profesionales cualificados y no de vendedores de humo… por mucho que huela bien dicho humo.

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Imagen: David Castillo Dominici vía freedigitalphotos.net

Los test genéricos de intolerancias alimentarias a partir de una muestra de sangre no son fiables

En la entrada del otro día me quedé con la promesa de abordar el tema de la determinación de intolerancias alimentarias a partir de otros procedimientos distintos de la bioresonancia ya tocados en esta entrada y en esta otra. Más en concreto, hoy voy a  referirme a esos test que a partir de un análisis de sangre le dicen a uno a qué alimentos o aditivos se tiene una intolerancia. Después con un patrón dietético ad hoc en base a los resultados del test se hacen distintas propuestas para abordar el tratamiento o la mejora ante distintas circunstancias patológicas tales como: artritis, autismo, fatiga crónica, malestar general, migrañas y dolores de cabeza, trastornos de la piel, trastornos de reproducción, mejora del rendimiento deportivo y, como no, el control del peso.

La esencia de estos test

En líneas generales estos test a los que me refiero recurren a las denominadas “pruebas de citotoxicidad alimentaria” o “tests de sensibilidad alimentaria” que durante mucho tiempo, en especial es sus orígenes (estamos hablando de la década de los años 50 del SXX) aludían al Test de Bryan.

Las pruebas, muy en resumen, basan su pretendido funcionamiento en el análisis de los cambios que se producen en el número, el tamaño y el volumen de las distintas partículas celulares presentes en el tejido sanguíneo: linfocitos, granulocitos y plaquetas (cada análisis particular, puede utilizar distintos de entre estos elementos) cuando la muestra de sangre es expuesta in vitro a una serie de extractos de alimentos y/o aditivos alimentarios. Tras la extracción de sangre, la exposición a los alimentos y aditivos y su correspondiente periodo de incubación, las células sanguíneas son analizadas y comparada su morfología con la que tenían en origen (antes de la exposición) mediante un instrumento electrónico. Así, toda muestra que presente cambios en la apariencia de las células en observación se interpreta como un resultado conflictivo. Con estos resultados, los alimentos y aditivos que hayan originado algún cambio en las células, se categorizan como causantes de intolerancia y se excluyen de la dieta y el resto permanecen como alimentos tolerados al considerarse no conflictivos. Posteriormente, tras un periodo de abstinencia variable de los alimentos conflictivos estos podrán o no reincorporarse paulatinamente a la dieta.

¿Qué marcas o laboratorios promueven este tipo de pruebas?

Son diversas, entre ellas figuran Test A200, Novo by Immogenics, Test Fis, ImmuPro300, Yorktest Food Intolerance, aunque el más conocido en nuestro medio y desde hace bastante tiempo es  el Test ALCAT® (que en concreto es el acrónimo de Antigen Leukocyte Cellular Antibody Test). La primera constancia personal que tengo de la existencia de este método fue cuando se la oí nombrar a Boris Izaguirre en un programa de “Crónicas Marcianas” (¿se acuerdan?) al que aludió como un auténtico milagro para conseguir adelgazar. Sin comentarios.

Qué dice la ciencia con respecto a estos test

Pues lo tiene bastante claro. En resumen, que los tratamientos basados en los resultados de estos test  son ineficaces y poco o nada útiles para los fines propuestos.

De hecho, no hay ninguna sociedad clínica de prestigio internacional en relación con estos temas que apoye el uso de estos tests de sensibilidad alimentaria para cualquiera de los tratamientos propuestos en base al valor diagnóstico alegado por sus fabricantes y distribuidores. Además, son numerosas las sociedades científicas de todo el mundo que coinciden en advertir que estas pruebas son ineficaces, ya que sus resultados ni son reproducibles ni se correlacionan con la clínica del paciente. Entre ellas destacan la European Academy of Allergology and Clinical Immunology (EAACI), la American Academy of Allergy, Asthma and Immunology (AAAAI), la British Society for Allergy and Clinical Immunology (BSACI), la Australasian Society of Clinical Immunology and Allergy (ASCIA), la Allergy Society of South Africa (ALLSA) y la Societat Catalana d’Al·lèrgia i Immunologia Clínica. Todas ellas desaconsejan su uso en la evaluación de las reacciones de alergia o intolerancia alimentaria y alegan que estas prácticas no tienen ninguna función útil ya sea en el diagnóstico de alergias o en el de intolerancias alimentarias. Al proponerse este tipo de pruebas, dicen además, se confunde al público y se pueden pautar dietas innecesarias y peligrosas.

Al mismo tiempo, aparte de documentos de consenso y opiniones (de las principales autoridades al respecto) existe diversos artículos científicos entre los que destacan:

En cuanto a la postura de profesionales y representantes de sociedades sanitarias españolas (además de la ya mencionada Societat Catalana d’Al·lèrgia i Immunologia Clínica) merece muy mucho la pena dedicar un tiempo a a lectura de este artículo de 2003 en «El Mundo, Salud»

 Argumentos de los fabricantes y/o distribuidores

Para ellos este tipo de test son “una herramienta de diagnóstico y evaluación” extremadamente sensible y reproducible que proporciona información sobre el mecanismo fisiopatológico de las intolerancias alimentarias. Sus promotores, muchos de ellos enmarcados dentro de lo que se considera la medicina complementaria o alternativa, hacen descansar su funcionamiento en teorías no demostradas sobre el mecanismo de la patogenia que se desarrolla en las intolerancias. Ellos mismos aclaran que el someterse a la prueba no adelgaza ni alcanza los objetivos terapéuticos deseados, sino que sirve para identificar los alimentos que dificultan o impeden la mejoría del paciente.

Al mismo tiempo, muchos de los fabricantes defienden la validez de su método frente al resto. Por ejemplo, el más conocido de ellos, el Test ALCAT® en particular,  afirma que es el único test de intolerancias alimentarias, ya que además de su singular metodología, está acreditado por la FDA.

Nota: En España, en Europa, fuera de los EE.UU. la FDA no pinta nada, es como enseñarle un carnet de conducir de Estados Unidos a un Guardia Civil que te va a multar por conducir sin carnet; te multará y además te inmovilizará el coche. Además, un par de cuestiones interesantes al respecto del uso del logo de la FDA por parte del Test ALCAT® en su promoción en España:

  1. El uso del logo de la FDA en España podría contravenir el RD 1907/1996 del que hablaré con más en detalle en el post del próximo lunes, relativo a “Publicidad y promoción de productos, actividades o servicios con pretendida finalidad sanitaria”. Su artículo 7.5 dice textualmente que está prohibido en la publicidad y promoción de este tipo de servicios utilizar como respaldo cualquier clase de autorizaciones, homologaciones o controles de autoridades sanitarias de cualquier país (Véase el logo de la FDA bien claro en su página web) Una homologación o acreditación a la que también se alude con insistencia en las notas de prensa que emite alcat-test España.
  2. ¿Qué pinta el logo de la FDA en su página web sea o no legítima su utilización? ¿acaso la FDA autoriza, avala o certifica, al menos en Estados Unidos, este particular uso? La respuesta ha de ser clara: No.

La acreditación de la FDA, que existe, alude a que el aparataje empleado está fabricado y registrado según el código de Buenas Prácticas en la Fabricación de Instrumental Sanitario de la FDA (Good Manufacturing Practices in a FDA Registered Medical Device Establishment). La acreditación en cuestión la puedes ver aquí y comprobar qué dice y, más en especial, qué no dice. Nada menos, pero tampoco nada más. Es decir, la FDA acredita que el aparato funciona bien, está bien montado y además que mide lo que se supone que tiene que medir… otra cosa es que sirva para lo que sus promotores pretenden que sirva. Que es precisamente en lo que la comunidad científica discrepa abiertamente.

 

Sobre la evidencia científica que aportan fabricantes y distribuidores es preciso destacar que su calidad es francamente escasa (para muestra este botón). Las afirmaciones realizadas por los laboratorios que ofrecen este tipo de pruebas se apoyan en estudios con diseños controvertidos e informes sobre casos independientes y anecdóticos. Además, la gran mayoría de estas referencias bibliográficas son documentos internos de los propios laboratorios, resúmenes de trabajos presentados en congresos o estudios clínicos publicados en revistas no indexadas, lo que aporta una muy escasa evidencia.

Y he de dejar bien claro que, al menos en el caso del Test ALCAT®, no hay más que lo que aquí se ha aportado. Me tomé el interés de escribir a los responsables en España de la comercialización de esta prueba y después de llamarles por teléfono y pedirles que por favor pusieran a mi disposición todas las pruebas que a su juicio fueran relevantes para demostrar la validez y eficacia de su propuesta… y todo lo que obtuve fue que me dirigiera a la página web del sistema en Estados Unidos y que no es otra que la misma documentación que os he hecho llegar en el párrafo de arriba. Sobre el resto de sistemas no he realizado mayores investigaciones, pero si este es el nivel del más conocido… ¡qué será del los demás!

 En resumen, un llamamiento a la racionalidad

Acercando ahora el ascua a mi sardina (la del control del peso)… No creo que sea por casualidad, olvido o desidia que en ninguna de las recomendaciones internacionales para el control del exceso de peso se deje de mencionar la cuestión de la posible intolerancia o reacción citotóxica (si se quiere ser más purista) como elemento ya no solo causal sino si acaso condicionante.

Al mismo tiempo, supongo, que si esto fuera “tan fácil” y “tan efectivo” como se hace creer a partir de su publicidad, llevando tanto tiempo como lleva, todo el mundo lo sabría y cualquier afectado, con sobrepeso u obesidad podría acudir a esta solución o, simplemente, es de suponer que la seguridad social hubiera puesto este tipo de analíticas a disposición de sus ciudadanos (ya no en España, sino en algún país del mundo)… pero va a ser que no.

Por último no quiero dejar de citar la opinión que mantiene la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) al respecto de este sistema, como herramienta para el adelgazamiento, más en concreto sobre el Test de ALCAT®:

“En ningún estudio con rigor científico se ha demostrado que haya una relación causa-efecto entre la sensibilidad a los alimentos y la obesidad. Además no se puede pretender que un solo alimento sea responsable de la ganancia de peso […] Opinamos que este tipo de dieta es una excusa para ganar dinero (y mucho) ya que cada prueba analítica puede costar varios cientos de euros”

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Foto: widakso

¿Crees que hay algo en lo que comes que te sienta mal?

Si es así, de entrada puede haber dos alternativas, que estés en lo cierto, o que no. Es decir, que efectivamente tu malestar (que ese sí que es cierto, tú mejor que nadie lo sabe) esté ocasionado por algún elemento de tu dieta, o que no y que se deba a otros elementos sobre los cuales no has reparado todavía. Cabe también la posibilidad de que tus molestias tengan un origen psicosomático (algo así como que te imaginas que hay algo que te ocasiona el malestar y, aunque no lo haya, el malestar lo sientas igual)

En cualquier caso lo primero que te recomendaría es que te pusieras en manos de un buen profesional de la salud, sensato, que sepa analizar tus circunstancias y darte una respuesta racional.

Por si las cosas se van perfilando hacia un origen alimentario, tal y como sospechas, creo que no estaría de más que echaras un vistazo a las distintas posibilidades diagnósticas que se abren ante ti.

Bajo el término “intolerancia alimentaria” se engloba un amplio abanico de alteraciones relacionadas con los alimentos con independencia de su origen. De forma breve, en la denominación genérica de intolerancia alimentaria se reúnen todas aquellas reacciones adversas a un alimento o a un aditivo (alimentario) en cuyo desarrollo no existe, o bien no se ha demostrado la presencia de un mecanismo de base inmunológico.

A su vez, estas intolerancias alimentarias se pueden dividir, en esencia, en dos grandes grupos:

  • Intolerancias alimentarias de origen funcional, generalmente causadas por un desorden enzimático o metabólico aislado. El ejemplo, el más frecuente sería el de la intolerancia a la lactosa, aunque hoy otras muchas intolerancias de este tipo: a la fructosa, al sorbitol, a la trealosa, a la sacarosa, a la galactosa… como ves muchas de ellas relacionadas con intolerancias a determinadas moléculas de origen hidrocarbonado, aunque no son las únicas (por ejemplo: fenilcetonuria, la homocistinuria o la leucinosis) e;
  • Intolerancias alimentarias farmacológicas, causadas por sustancias químicas presentes de forma natural o añadidas en los alimentos. Habitualmente este tipo de intolerancias son dosis-dependientes y pueden necesitar de la presencia de distintos cofactores por lo que no siempre aparecen con cada exposición al alimento en cuestión. Los componentes más frecuentemente involucrados en estas intolerancias son: las aminas vasoactivas (histamina, tiramina, noradrenalina, feniletilamina, triptamina, serotonina y dopamina); las metilxantinas presentes en el té, café, cacao y hierba mate (para que nos entendamos, a la caféina, aunque cuando está presente en otros alimentos distintos del café reciba otro nombre, pese a ser la misma sustancia); la capasaicina y el alcohol.

 

Llegados a este punto es de crucial importancia que se sepa distinguir claramente las posibles intolerancias alimentarias de otros trastornos conocidos como “reacciones de alergia alimentaria”. En este último caso la patogenia del proceso está mediada por mecanismos inmunológicos. Por último dentro de esta genérica clasificación hay que distinguir también las reacciones tóxicas a los alimentos debidas a la acción de toxinas de origen bacteriano, vegetal o fúngico. Para que puedas hacer un resumen visual de todas las posibles reacciones adversas a los alimentos tienes este esquema con la nomenclatura propuesta por la Academia Europea de Alergia e Inmunología Clínica.

Clasificación de las reacciones adversas a los alimentos según la Academia Europea de Alergia e Inmunología Clínica

 

El diagnóstico de las posibles reacciones adversas a los alimentos

Dejando a parte las reacciones tóxicas (las de la izquierda en el esquema) veamos de qué herramientas dispone hoy la ciencia médica para diagnosticar el resto de posibles reacciones adversas. Que sean estas que ahora voy a relatar y que no incluya otras quiere decir que si en algún momento te proponen la realización de cualquier otra que no encaje en estos patrones, lo más probable es que te estén planteando un sistema ineficaz o inseguro (o las dos cosas) y, por tanto, se esté abusando de tu credulidad mientras se juega con tu salud (y tu dinero).

 

  • Si se sospecha de una alergia las pruebas de diagnóstico validadas para el estudio de las reacciones alérgicas a los alimentos son las pruebas cutáneas, pruebas de determinación de IgE específica y pruebas de exposición.
  • Por su parte en el caso de una sospecha de intolerancia alimentaria las pruebas diagnósticas con evidencia clínica son técnicas por imagen, incluyendo la endoscopia, pruebas histológicas, más frecuentemente del epitelio intestinal, evaluación de heces y/o del aire expirado (para la determinar la presencia de hidrógeno, fruto de un componente no digerido y degradado por la flora bacteriana).

 

Hay que tener claro que, en el caso concreto de las intolerancias no existe una única prueba que determine la supuesta tolerancia o intolerancia de una persona a múltiples alimentos o componentes de los alimentos. Ni a través de la bioresonancia ni a través de un análisis de sangre por muy conocida que sea la empresa, renombrado el «profesional» o famoso el centro que promueva este tipo de pruebas diagnósticas.

Habiendo dedicado ya dos entradas el tema de la bioresonancia (esta de aquí y esta otra) creo que en breve fecha será el momento de abordar la cuestión de aquellos supuestos análisis de intolerancias que se realizan en base a pruebas de citotoxicidad. Por el momento, ya adelanto, que tienen una escasa, por no decir nula, evidencia clínica.

Continuará.

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Foto 1: giaurom

Foto 2: Jacob Johan

Foto 3: Andrew Huff

Fuentes consultadas: European Academy of Allergology and Clinical Immunology; Los tests de sensibilidad alimentaria no son una herramienta útil para el diagnóstico o el tratamiento de la obesidad u otras enfermedades: Declaración de Postura del Grupo de Revisión, Estudio y Posicionamiento de la Asociación Española de Dietistas-Nutricionistas (GREP-AEDN)

“Daisy”, la vaca que da leche hipoalergénica

Daisy, la vaca de la foto es el nombre que se le ha puesto a una vaca modificada genéticamente por un equipo de científicos neozelandeses con el fin de poder producir leche de vaca hipoalergénica (aunque en realidad, Daisy sea todavía una tierna ternerita).

Antes de meterme de lleno, déjenme decir que para mí el nombre de “Daisy” siempre me ha evocado, no lo puedo evitar, la película “2001: Una odisea del espacio” cuando HAL-9000 (el ordenador de la nave) canta la canción homónima cuando Dave (su protagonista) procede a desconectarlo. Conmovedora secuencia.

Por cierto y ya que estamos, ¿saben por qué esta canción aparece en el guión? Me imagino que muchos ya sabrán que la peli está llena de guiños. Uno de ellos es el nombre del ordenador “HAL”, que es el acróstico de Heuristically programmed ALgorithmic computer  pero además, cada una de estas letras es la antecesora en el abecedario a otras tres, en concreto “IBM”. Y la canción en cuestión, “Daisy Bell” es, “curiosamente”, el tema que “cantó” el primer ordenador (de IBM) capaz de vocalizar en 1961.

Bien, al lío. Tras varios años de dura investigación los investigadores de la empresa neozelandesa AgResearch han conseguido hacer viable el embrión de una vaca lechera muy especial y sacarlo adelante. La particularidad de Daisy es que ha sido modificada genéticamente para que la leche que dé no contenga aquel tipo de proteínas que con frecuencia están implicadas en la alergia a la leche de vaca en personas predispuestas (en torno al 2 a 3% de los neonatos). Curiosamente algunos medios de comunicación han confundido este hallazgo de la «hipoalergenicidad» con el de la intolerancia y se han apresurado a anunciar (confundiéndose) que “Científicos neozelandeses crean genéticamente una res cuya leche no causa intolerancia” en un claro ejemplo de mezclar churras con merinas (bueno en este caso más bien, alpinas con frisonas). Los detalles de la investigación los pueden leer de primera mano en este enlace que dirige directamente a la web del laboratorio en cuestión.

 

La alergia a la leche de vaca no es intolerancia

Como ya se explicó en la entrada “Intolerancias que son la leche: Intolerancia a la lactosa” y en esta otra “Intolerancia a la lactosa: Alimentos y personas implicadas una cosa es la alergia y otra la intolerancia. La alergia a las proteínas de la leche de vaca esta propiciada en mayor parte de los casos (no en todos) por unas globulinas (una clase de proteínas) presentes en su suero. En concreto, con este trabajo se pretende reducir de forma importante la fracción de estas proteínas denominada betalactoglubulinas una de las más presentes en el suero lácteo.

Aun pasarán bastantes años antes de que esta leche pueda ser comercializada, han de superarse numerosos ensayos y controles previos con los que su seguridad pueda ser certificada. En el camino, también explicar el porqué Daisy ha nacido sin cola, una rara enfermedad congénita en las vacas. Entre tanto, diversas plataformas ya han mostrado su disconformidad en relación con la ingeniería genética, y es que hay que tener en cuenta que Nueva Zelanda es precisamente unos de los estandartes mundiales pro-ecologistas. De todas formas esta línea de investigación se suma a otras ya bastante avanzadas como aquella de obtener especímenes transgénicos (en este caso bitransgénicos) con el fin de conseguir que las vacas den una leche con algunos elementos propios de la leche humana tales como la transferrina y la lisozima humanas, ambas proteínas de cometido diverso, pero con indudable valor en el desarrollo de los lactantes.

Si me permiten una pequeña broma, si los neozelandeses me hubieran preguntado yo le hubiera puesto otro nombre a la vaca en cuestión. Por ejemplo, y ya que están en las antípodas y que la manipulación genética está por medio, en vez de “Daisy” creo que el nombre de “Mutilda” le hubiera quedado que ni pintado.

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Foto: Afencia EFE