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Gustavo Matías, periodista íntegro y pertinaz

 Menuda racha. Otro golpe. He recibido, con dolor, la noticia de la muerte de Gustavo Matías, periodista y profesor, cuando, por su último mensaje, pensé que estaba resistiendo el cáncer en su tierra leonesa. Lo siento mucho. Hemos pasado muchos años juntos en El País y en La Gaceta de los Negocios. Y era un buen tipo. Yo le quería. Deja viuda a Mari Cruz y huérfanos a dos hijos y a cinco nietos. Acabo de publicar su obituario en El País y aquí, en mi blog de 20 minutos. DEP.

IN MEMORIAM

OPINIÓN

Gustavo Matías, periodista íntegro y pertinaz

Dio en exclusiva una de las noticias más relevantes de la transición de la dictadura a la democracia: la legalización del Partido Comunista de España
El periodista y profesor de la UAM Gustavo Matías, en una imagen sin datar.
El periodista y profesor de la UAM Gustavo Matías, en una imagen sin datar.
JOSÉ A. MARTÍNEZ SOLER
A los setenta años, un cáncer de pulmón acabó el jueves con la vida de Gustavo Matías Clavero, un ilustre leonés, periodista y profesor universitario. En nuestro oficio, el segundo más viejo del mundo, decimos que noticia es aquello que alguien no quiere que se sepa. Cuando Gustavo, redactor de Economía de EL PAÍS antes que profesor, mordía la pista de una noticia exclusiva era temible. No la soltaba por nada del mundo. Disfrutaba descubriendo secretos económicos de interés para sus lectores.

Forjado en la agencia Europa Press, conocía el valor de adelantarse a los competidores. Era generoso y compartía sus fuentes con sus compañeros, una rara virtud en una profesión de divos. Gustavo era rápido a la hora del cierre, pero escribía habitualmente unas líneas de más. Una anécdota suya hizo fortuna en EL PAÍS y en La Gaceta de los Negocios y, entre risas, la hemos recordado en el tanatorio. Cuando Joaquín Estefanía o yo mismo le gritábamos para que cortara urgentemente una línea de su información para poder ajustar la página, Gustavo nos respondía: “¡Pues quitad mi firma!”. No era presumido.

Sin embargo, no siempre fue así. Una de las noticias más relevantes de la transición de la dictadura a la democracia la dio Gustavo Matías en exclusiva por la línea de Europa Press: la legalización del Partido Comunista de España por el presidente Adolfo Suárez. Siempre presumió de haberse enterado antes que nadie y le dolía que no se le atribuyera ese mérito. Aquí queda dicho, querido Gustavo.

Nunca practicó el disimulo. Era directo. Iba con la verdad por delante y no tenía pelos en la lengua, lo que le creó problemas con no pocos líderes políticos y/o empresariales. Este viernes me recordó Rodolfo Serrano, otro histórico de aquella gloriosa sección de Economía, el día en que Gustavo fue a cubrir una rueda de prensa de Carlos Solchaga y le dijo: “Señor ministro, hay un error en los Presupuestos Generales del Estado y no cuadran sus cuentas”. Solía acertar.

Cuando nuestra generación se inició en la información económica, en pleno franquismo, muchos nos sorprendimos del reparto de sobres con dinero (que llamaban “dietas”) entre periodistas que cubrían juntas generales o acontecimientos relevantes de grandes empresas y bancos. Aquellos colegas recibieron el nombre de “sobre cogedores”. Pronto acabamos con aquellas prácticas corruptas.

Gustavo Matías era íntegro en la relación profesional con sus fuentes. Pudo equivocarse alguna vez, y rectificó, pero nunca publicó una mentira a sabiendas. Era un periodista honesto que defendía la veracidad de lo que contaba en sus más de 4.000 artículos repartidos por EL PAÍS, El Mundo, Cinco Días, Expansión, El Economista, La Gaceta de los Negocios, Ibercampus, etc.

Cuando el periodismo chocó con su vocación docente e investigadora, se pasó a la Universidad Autónoma de Madrid como profesor titular de Economía Aplicada y publicó más de una docena de libros de gran contenido académico. La prensa perdió prematuramente a un gran periodista y la Academia ganó a un magnífico profesor. Muchos discípulos le rindieron homenaje este jueves en el tanatorio. Descansa en paz, amigo Gustavo.

Gustavo Matías

Gustavo Matías cubrió a visita del dictador Fidel Castro a España.

Ismael a Rodolfo: «Papá, cuéntame otra vez»

Hace tiempo que escuché al famoso Ismael Serrano cantar a su padre esta canción («Papá, cuéntame otra vez») escrita por su hermano Daniel. ¡Qué familia de poetas has creado, querido Rodolfo! He pasado muchos años en la tele y siempre dije que no es lo mismo un directo que un diferido, un teatro que una pantalla. En vivo y en directo, en «Los lunes del Comercial», Ismael se la volvió a cantar a su padre, un poco pachucho, aunque alegre, recién salido del hospital. Yo estuve allí. Me puso la piel de gallina. Gracias, Rodolfo, Daniel e Ismael por vuestros versos.

Rodolfo Serrano con su hijo Ismael en El Comercial

Naturalmente, compré un libro de Rodolfo y otro de Ismael, que me dedicaron con generosidad. Los estoy releyendo… y subrayando.

El Cancionero de Ismael Serrano (1997-2022)y «El frío de los días» de Rodolfo Serrano.

Libros dedicados por amigos famosos. Para presumir.

Fui a darle un abrazo a Rodolfo y me abrazaron sus versos, que recitaba acompañado por las notas de la guitarra de su hijo. Hace medio siglo (es de mi quinta), conocí a este periodista/poeta, experto en economía, laboral y amor. Compartimos mesa, y no pocos sueños, en El País de los años ochenta. Ya mostraba entonces su genio poético. A su mujer y a sus hijos adolescentes les conocí en mi casa, en aquellas paellas que nacieron con la Transición y siguieron hasta mi jubilación. ¡Cuánto han crecido Daniel e Ismael! No les hubiera reconocido.

Rodolfo es un sabio comunicador. Arrancó las primeras sonrisas del público (la «captatio benevolencia») cuando nos dijo:

«Como veis, he traído conmigo a Ismael para que le conozcáis». (Risas)

La cartera, cómo no, de un poeta

Abrió su cartera de cuero de toda la vida, rebosante de poemas de amor, y, entre trago y trago, nos los fue recitando. Los alternaba con las canciones de Ismael. El público, que llenaba totalmente la sala, aplaudía cada poema y cada canción. Fue emocionante. Dedicó poemas a nuestro común amigo Mariano Guindal.

Con Mariano Guindal, otro clásico de economía y laboral como Rodolfo, compartiendo roscón de Reyes. Ambos son coautores de la biografía de Nicolás Redondo.

No podían faltar alusiones a la quimio, ¡maldito cáncer!, y a Joaquín Estefanía («Aquella noche del 82») o a Juan Marsé («Últimas tardes con Teresa») o a Antonio Machado. Su poema sobre la España vacía tuvo todo el aroma machadiano. Como don Antonio, también Rodolfo es un hombre «en el buen sentido de la palabra bueno». Y se emociona. Sobre todo, cuando Ismael Serrano cantó una canción sobre un nieto y un abuelo. Casi se le quebró la voz al poeta. Rodolfo nos lo explicó: «El nieto del que habla mi hijo Ismael es él, y el abuelo es mi padre».

El cantautor Ismael Serrano canta sus poemas junto a su padre.

Alguien, entre el público, le pidió a Rodolfo algún poema «canalla». Le complació. También rindió homenaje a su barrio de Vallecas (cuyo libro/comic os recomiendo).

Unai Sordo, líder de Comisiones Obreras, no se perdió el recital de Rodolfo.

Y dedicó un poema a los viejos comunistas que lucharon por la Democracia durante la Dictadura. El líder de Comisiones Obreras, Unai Sordo, se sumó a los aplausos.

Su poesía política fue muy aplaudida por un público entregado, quizás más entregado al hijo que al padre (se le notaba el orgullo de padre), pero, para mí, lo más profundo y humano de Rodolfo está en sus poemas de amor y desamor: «Tus besos y tu piel, mi única patria».  Ahí veo yo al gran poeta.

Con Rodolfo Serrano, mi amigo poeta.

Gracias, querido Rodolfo, por sus versos. Y no te rindas jamás. Salud. Sobre todo, mucha salud, amigo.

«Papá, cuéntame otra vez».
Letra de Daniel Serrano.
Música de Ismael Serrano.

 

 

 

 

 

Vallecas, una historia de superación

En un cómic delicioso, mi amigo y colega Rodolfo Serrano reivindica «los años de barro» de Palomeras Bajas (Vallecas), el barrio donde creció sin luz ni agua, con un ataque de nostalgia, cariño y rabia. También, de poesía. Lo he leído del tirón y luego, más despacio, he revisado con gusto las viñetas dibujadas por Román López-Cabrera. Acaba de ser publicado y ya va por la segunda edición. No me sorprende. Note lo pierdas.

Cubierta del libro «Vallecas. Los años de barro» de Hoy es siempre Ediciones.

Contra cubierta del libro

Muchos jubilados de nuestra generación disfrutarán leyendo este cómic a sus nietos. Sus hijos (y el gran Ismael Serrano lo sabe) ya estarán hartos de escuchar las batallas que su padre les ha repetido tantas veces sobre la vida dura, durísima, de los emigrantes que huyeron del hambre del campo soñando con una vida mejor en la ciudad. Mi hijos bromean, tarareando la Internacional, cuando les cuento las penurias de mi infancia en un barrio obrero de Almeria, entre el Hoyo de los Coheteros y el Quemadero, no tan pobre como el de Rodolfo.

Prólogo 1

Prólogo 2

Como si nada, con toda la sencillez, la ternura y la sabiduría que le caracterizan, Rodolfo Serrano ha retratado una parte, la más heroica, de la historia reciente de España. Le conozco bien. Es un gran periodista, el mejor para llenar durante años las páginas de Laboral de El País. Pero, sobre todo, es un poeta. Nunca lo pudo ocultar. Y un excelente compañero.

Los autores: Rodolfo Serrano, del texto, y Román López-Cabrera, de los dibujos.

 

¿Quién no ha cambiado novelas o tebeos en puestos como el la Antoñita de Vallecas? Yo lo hacía en el quiosco de Miguel, frente la terraza Imperial en Almería.

Muy pronto, en la página 18, aparece -cómo no- el padre José María Llanos, un cura marxista y bravo que defendió a los emigrantes en Vallecas, Palomeras, El Pozo del Tío Raimundo y otros barrios pobres de la zona. Y que, poco antes, había dirigido los ejercicios espirituales del dictador.

El padre Llanos se enfrentaba a «los grises» de Franco para evitar la demolición de las chabolas.

Al llegar a las páginas del padre Llanos fui yo quien sufrió el ataque de nostalgia. En 1965, me uní al SUT (Servicio Universitari0 del Trabajo), fundado por el jesuita José María Llanos. Sus campos de trabajo y sus campañas de alfabetización hicieron mucho bien a los estudiantes que nos sumamos a esos proyectos solidarios, generosos, quizás paternalistas, del padre Llanos. En 1968, el SUT, convertido ya en un nido de jóvenes anti franquistas, acabó como el rosarios de la aurora y fue clausurado por las autoridades franquistas.

Pero eso ya lo he contado en mis memorias («La prensa libre no fue un regalo. Como se gestó a Transición») y no voy a repetirme. Como homenaje al padre Llanos, será mas fácil copiar y pegar las páginas de mi libro dedicadas al SUT. Todos los «sutistas» estamos en deuda con aquel cura comunista ya que su obra, el SUT, creo que nos hizo mejores personas.

Copio y pego:

Curas comunistas como el padre Llanos

Curas comunistas como el padre Llanos. pag. 50

El SUT, embrión de la Transición. Pag. 51

Pag. 52

Ahí estoy sentado en el coche de Extensión Agraria en la campaña de Alfabetización de Jaen. Pag. 53.

Pag. 54

En la página 210, el padre Llanos se cruza de nuevo en mi camino. El embrión de la UMD (Unión Militar Democrática) le debe mucho al fundador del SUT.

El embrión de la UMD también le debe mucho al padre Llanos. Pag. 210.