Con la máquina de fabricar leyes fuera de servicio, porque el Gobierno debe pensar que ya elaboró bastantes en la anterior legislatura, y el PP haciéndose oposición a sí mismo o acodado en la barra del bar de la esquina –una terapia que empezó a practicar ayer Rajoy con algunos de sus diputados-, la actividad parlamentaria languidece y, de eso ha sacado provecho Rosa Díez, que va de piragua entre dos portaviones, pero de piragua insumergible.
La diputada ya había exhibido una patente habilidad para sacar de quicio a Zapatero y esta semana ha logrado poner de los nervios al PP con una proposición no de ley sobre víctimas del terrorismo, que invadía uno de sus territorios habituales. “La estudiaremos con cariño”, le dijo a Díez el viernes pasado el portavoz de Interior de los populares, Ignacio Cosidó, juzgando erróneamente que la iniciativa decaería por falta de apoyo. En último extremo –o eso creía Cosidó- la propuesta les sería útil para reafirmar los principios del partido y, de paso, para poner en entredicho le pretendida unidad de acción contra ETA que se reclamaba desde el Gobierno. Resumiendo, el PP estaba dispuesto a votar a favor después de poner su sello en el texto pero no a dar protagonismo a quien ya considera una peligrosa adversaria.
La proposición introducía una gran novedad: ampliaba el concepto de víctima para incluir bajo esta denominación no sólo a los afectados directamente por atentados sino también a los amenazados, es decir, a aquellos que ven coaccionada su libertad y sus movimientos por la acción del terrorismo, especialmente en el País Vasco y Navarra. Nadie entre los populares ni muchos socialistas –“¿que qué vamos a votar? Pues que no”, respondía un diputado del PSOE a preguntas de 20 Minutos- imaginaban el desenlace.
Ayer a media mañana, el portavoz socialista Antonio Hernando hacía llegar a Rosa Díez un primer borrador de enmienda transaccional. El nuevo texto comprometía al Gobierno a elaborar una nueva ley en la que se reconocieran nuevos derechos sociales pero suprimía la ampliación del concepto de víctima. Rosa Díez lo rechazó, aunque se avino a negociar y remitió al parlamentario del PSOE una nueva redacción.
Posiblemente, el PSOE supuso que el PP iba a aprovechar la coyuntura para aliviar su crisis interna sembrando dudas sobre su voluntad real de pactar la política antiterrorista, y quiso adelantarse. O consideró que dar alas a Rosa Díez abre a los populares más vías de agua. O ambas cosas a la vez. El caso es que Hernando se aplicó a la tarea. Elaboró una contrapropuesta y se plantó poco después en el despacho de la diputada. Tras aceptar que los amenazados fueron considerados como víctimas del terrorismo, el acuerdo no tardó en alcanzarse.
Díez había ganado. Comunicó su victoria a un sorprendido Cosidó, que en esos momentos viajaba en coche hacia Madrid. Poco después era el PP el que hacía llegar a toda prisa sus enmiendas. La diputada de UPyD sólo aceptó incluir uno de sus párrafos, en concreto el que instaba al Ejecutivo a dialogar con las asociaciones de víctimas. El PSOE dio su visto bueno a este último punto tras escuchar de los populares su “plena disposición” al pacto. El pleno del Congreso lo refrendó con el único voto discrepante de Esquerra. La piragua había conseguido que los dos trasatlánticos pusieran el rumbo que la convenía.
Quienes menospreciaban a Rosa Díez van a tener que cambiar de opinión a toda prisa. El sábado su partido celebra su primer aniversario. Los 303.535 votos que obtuvo el 9 de marzo se habrían más que duplicado según la última encuesta del CIS. Ojo con esta mujer, que sólo es frívola con sus botines de colores.