Salvo que María San Gil pretendiera que la ponencia política del PP incluyera insultos directos a la cuñada de Arzalluz o al sobrino de Ibarretxe, del que nadie se acuerda pero alguna culpa ha de tener en todo esto, la decisión de la dirigente vasca de no suscribir el texto presentado hoy resulta del todo incomprensible, salvo que su intención fuera apuñalar a Rajoy por la espalda con una daga prestada por Mayor Oreja.
Lejos de iniciar un acercamiento a los nacionalistas como se suponía ante la iracunda reacción de San Gil, la ponencia –que por cierto es manifiestamente mejorable en su redacción- es un completo manual de cómo hacer amigos en el PNV. Léase, por ejemplo, su punto 84: “El PNV condena el terrorismo pero, al mismo tiempo, todos sus actos desmienten sus palabras. Su actitud en relación a la lucha antiterrorista es siempre obstruccionista. No se puede decir que el PNV es partidario del terrorismo de ETA, pero sí podemos afirmar que no colabora en su derrota”. O el 85: “La actitud del PNV ha contagiado al resto de nacionalismos que hay en España. El conjunto de nacionalismos coincide en dar entidad a una ofensiva nacionalista y en intensificar un proceso disgregador de la Nación española”. O el 62: “La permanente deslealtad al marco autonómico y sus límites han otorgado a los partidos nacionalistas una capacidad de arbitraje y desestabilización del modelo diseñado en nuestra Constitución que no podemos consentir”.
Pudiera pensarse que el documento pasa de puntillas por alguno de los postulados fundamentales de los populares pero tampoco es así. España es la nación más antigua de Euroa (punto 53), el Estatuto de Cataluña es una castaña inconstitucional (67 y 68), el derecho a estudiar en castellano es básico e inaplazable (111), y la educación para la ciudadanía es infumable (113).
¿Acaso le ha molestado a San Gil que el PP se defina como un partido de centro y moderado (37), además de liberal (45) y hasta reformista (43)? ¿Ha herido su corazoncito que se reafirme que el partido está dispuesto a hablar con todos –se supone que también con los nacionalistas- sobre las materias propias de pactos de Estado aunque se subraye que la búsqueda de soluciones estables corresponde al PP y al PSOE?
Es posible que el texto omitiera alguna referencia que para la dirigente vasca fuera fundamental y que sólo tras su órdago de no suscribir la ponencia se hubiera incluido. Ello no sería óbice para que, tras manifestar cuál es la adenda, terminara por estampar su firma. No hacerlo sólo puede indicar que ha decidido plantar cara a Rajoy y alinearse con sus adversarios, algo muy legítimo siempre que así se reconozca. María San Gil es un referente dentro del partido y está obligada a decir qué echa de menos en la ponencia o qué postulado histórico de lo populares se ha descafeinado. Y con ella deberían hacer este mismo ejercicio quienes la han dado su apoyo sin leer el documento. ¿Podrían explicar Mayor Oreja, Ana Botella, Esperanza Aguirre o Ángel Acebes dónde está la errata?