Juan Carlos Escudier

Archivo de mayo, 2008

María San Gil queda en evidencia

Salvo que María San Gil pretendiera que la ponencia política del PP incluyera insultos directos a la cuñada de Arzalluz o al sobrino de Ibarretxe, del que nadie se acuerda pero alguna culpa ha de tener en todo esto, la decisión de la dirigente vasca de no suscribir el texto presentado hoy resulta del todo incomprensible, salvo que su intención fuera apuñalar a Rajoy por la espalda con una daga prestada por Mayor Oreja.

Lejos de iniciar un acercamiento a los nacionalistas como se suponía ante la iracunda reacción de San Gil, la ponencia –que por cierto es manifiestamente mejorable en su redacción- es un completo manual de cómo hacer amigos en el PNV. Léase, por ejemplo, su punto 84: “El PNV condena el terrorismo pero, al mismo tiempo, todos sus actos desmienten sus palabras. Su actitud en relación a la lucha antiterrorista es siempre obstruccionista. No se puede decir que el PNV es partidario del terrorismo de ETA, pero sí podemos afirmar que no colabora en su derrota”. O el 85: “La actitud del PNV ha contagiado al resto de nacionalismos que hay en España. El conjunto de nacionalismos coincide en dar entidad a una ofensiva nacionalista y en intensificar un proceso disgregador de la Nación española”. O el 62: “La permanente deslealtad al marco autonómico y sus límites han otorgado a los partidos nacionalistas una capacidad de arbitraje y desestabilización del modelo diseñado en nuestra Constitución que no podemos consentir”.

Pudiera pensarse que el documento pasa de puntillas por alguno de los postulados fundamentales de los populares pero tampoco es así. España es la nación más antigua de Euroa (punto 53), el Estatuto de Cataluña es una castaña inconstitucional (67 y 68), el derecho a estudiar en castellano es básico e inaplazable (111), y la educación para la ciudadanía es infumable (113).

¿Acaso le ha molestado a San Gil que el PP se defina como un partido de centro y moderado (37), además de liberal (45) y hasta reformista (43)? ¿Ha herido su corazoncito que se reafirme que el partido está dispuesto a hablar con todos –se supone que también con los nacionalistas- sobre las materias propias de pactos de Estado aunque se subraye que la búsqueda de soluciones estables corresponde al PP y al PSOE?

Es posible que el texto omitiera alguna referencia que para la dirigente vasca fuera fundamental y que sólo tras su órdago de no suscribir la ponencia se hubiera incluido. Ello no sería óbice para que, tras manifestar cuál es la adenda, terminara por estampar su firma. No hacerlo sólo puede indicar que ha decidido plantar cara a Rajoy y alinearse con sus adversarios, algo muy legítimo siempre que así se reconozca. María San Gil es un referente dentro del partido y está obligada a decir qué echa de menos en la ponencia o qué postulado histórico de lo populares se ha descafeinado. Y con ella deberían hacer este mismo ejercicio quienes la han dado su apoyo sin leer el documento. ¿Podrían explicar Mayor Oreja, Ana Botella, Esperanza Aguirre o Ángel Acebes dónde está la errata?

Rajoy se hace ‘marxista’

De las escaramuzas y otros avatares que están salpimentando la crisis interna del PP, el abandono por parte de María San Gil de la ponencia política por discrepancias fundamentales con el texto es el primer contencioso ideológico verdadero al que se enfrenta Rajoy. ¿Deben los populares buscar el acercamiento y el acuerdo con el llamado nacionalismo moderado como, al parecer, se pretende ahora o, por el contrario, han de continuar demonizando a quienes podrían en un futuro tener la llave de la Moncloa?

La ponencia se inclinaba por la primera opción y San Gil, con bastante coherencia personal, ha puesto punto y final a su colaboración con el texto y se ha ido dando un portazo. Rajoy sale del trance bastante mal parado porque a la dirigente vasca, que ha puesto la cara cuando otros como Mayor Oreja ponían tierra de por medio, que se juega la vida a diario y que ha llegado a la conclusión de que el verdadero problema de Euskadi es el PNV, no se le puede pedir un día que defienda el tarro de las esencias y al siguiente que lo haga añicos contra el suelo.

Los partidos suelen ser muy marxistas en lo que a los principios se refiere –“estos son mis principios, si no le gustan tengo más” (Groucho)- y al PP la cruzada antinacionalista le ha costado muy cara electoralmente hablando en Cataluña y en el País Vasco. La nueva estrategia de Rajoy pasa por reconducir la relación con el PNV y CiU, dos fuerzas con las que comparte visiones muy parecidas en todo lo que no sea el modelo territorial y que, de hecho, hicieron posible que Aznar llegase al poder en 1996. A finales de la pasada legislatura, el presidente del PP hizo algún intento de salvar, al menos, la relación personal con algunos líderes nacionalistas, con los que mantuvo encuentros discretos que no tuvieron traducción política.

Un cambio de actitud como el que se pretende no puede sino chirriar porque en los últimos años se llegó demasiado lejos en una criminalización insensata que tuvo el efecto contrario: reforzó a fundamentalistas como Ibarretxe y presentó al PP como el Torquemada del nacionalismo, con Acebes en el papel de antorcha purificadora.

De todo lo anterior no debe deducirse que Urkullu, Más y Rajoy yacerán juntos, pero tendría que hacer posible construir una nueva relación, que permita, por ejemplo, formar frentes comunes contra el PSOE en el Congreso y evitar a los populares una soledad parlamentaria que en los últimos tiempos se convirtió en proverbial.

Lo ocurrido con María San Gil erosiona gravemente a Rajoy, que en el pecado llevará la penitencia. Si con la ponencia política se quería acometer este giro copernicano por encima de cualquier otra consideración fue un error designarla como redactora; y si lo que se buscaba era hacerla partícipe de un proceder diferente el presidente del PP hubiera debido atraerla hacia la causa en vez de ningunearla y buscar su asentimiento acrítico. Con San Gil se podrá estar o no de acuerdo pero se merece un respeto.

Y para colmo Acebes salió rana

El anuncio de Ángel Acebes de que nos deja ha servido a algunos de excusa para rasgarse las vestiduras y simular idéntica fatalidad a la que se experimenta con los óbitos inesperados. «Siempre se van los mejores» dicen quienes quisieran que otro fuera el muerto. Acebes hubiera debido besar por donde pisa Rajoy, que le ha regalado cuatro años de vida en política tras su actuación estelar en la gestión del 11-M, pero, en vez de eso, el jardinero fiel se ha puesto digno y se ha ido dando un portazo. A las 24 horas se le ha visto compartiendo mantel con Zaplana, lo que da una idea del hambre que da ser renovado.

Al gallego le están poniendo las cosas difíciles en el PP porque sus adversarios, una legión y media, han cambiado de estrategia y en vez de hacerle frente en el Congreso de junio han decidido desgastarle y darle batalla y matarile en el próximo cónclave de 2011, con el objetivo de que no sea el candidato a las generales del año siguiente. Ya lo decía el difunto Pío Cabanillas: «Cuerpo a tierra, que vienen los nuestros».

Parte central de esta estrategia es aparentar que con Rajoy el partido se deshace, y de ahí el goteo de despedidas, muy sentidas todas ellas, como si se quisiera facilitar una excusa para que el gran timonel de la derecha, o sea Aznar, intervenga como hizo Fraga en el siglo pasado con Hernández Mancha y ponga orden en el caos que ellos mismos han provocado. O, incluso, dar la idea de que el PP puede acabar igual que la UCD si continúa en manos del señor de las barbas. No es descartable, en consecuencia, que los abandonos continúen, y ya se hacen apuestas sobre el día en que el gran Pizarro anunciará su marcha “porque esto, chico, no te haces idea, es como una jaula de grillos”, dicho sea con sus propias palabras.

Lo que le piden ahora a Rajoy es que adelante el nombre de la futura dirección del partido, algo que haría bien en evitar salvo que pretenda suicidarse. Cualquiera que sea el elegido para la secretaría general recibirá sin piedad el fuego amigo, ya sea por haber cambiado a un pura sangre como Acebes por una burra sin fuelle, por elegir a un dinosaurio y hacer una renovación de medio pelo o por cualquier otra razón que se les ocurra a Ramírez & Losantos, la pareja de periodistas independientes a los que corresponde la divina misión de investir al líder de la derecha patria.

Rajoy, que les ha salido más listo de lo que imaginaban, ha dado hoyla callada por respuesta sobre este particular. Lo único que reconoció fue una situación «difícil» mientras prometía a militantes y votantes que imperará la sensatez y la sangre no llegará al río, se supone que la suya. Mantener esta incógnita es vital para inmovilizar a Aznar en el proceso, ya que la posibilidad de ver convertida a su señora en alcaldesa si es Gallardón el designado le convierte en parte interesada. Y siempre es mejor que Aznar hable de Pla, como hizo el martes, que de uno, y mal.

Además de Gallardón, cuyo nombre entró en liza para desactivar una hipotética candidatura de Esperanza Aguirre, las quinielas de los últimos días para la secretaría general han incorporado una galería pintoresca, en la que cuelgan retratos como el de Javier Arenas, incombustible pese a su afición a perder elecciones, o el de Jorge Moragas, un diputado menos famoso que su mochila. Como quedan paredes libres, sirva el dibujo a carboncillo de Gabriel Elorriaga, secretario de Comunicación, el único marianista de pura cepa que permanece descolocado y en espera de destino.

Lo que sí parece decidido es la creación de una portavocía específica del partido, puesto que existió en su día y que todo el mundo adjudica al diputado valenciano Esteban González Pons, algo más que un tributo al apoyo incondicional de Francisco Camps. El presidente valenciano es de los que creen que Rajoy debe continuar y que en 2011 será otro cantar con él como tenor invitado.

Sea porque el volantazo al centro desgasta mucho las ruedas o porque la crisis interna aprieta y también ahoga, lo cierto es que los populares tienen muy abandonadas sus tareas de oposición, al punto de que en el PSOE la consigna es no mover ni un músculo mientras sus adversarios se cuecen a fuego lento. España ya no se rompe pero se queda en paro y se echa en falta la voz del líder del PP. Rajoy, ocupado como está esquivando balas de los suyos, no termina de desenfundar.

El tridente del PP: renovados, renovantes y renovables

A efectos meramente prácticos, y tal y como están las cosas en el PP, alguien debería ordenar adecuadamente a sus dirigentes en los actos públicos a los que asisten. Lo razonable sería distribuirles en tres grupos -renovados, renovables y renovantes-, de manera que uno sepa de antemano si eran del viejo equipo de Rajoy, si lo son del nuevo o si están a punto de caer en desgracia y han de buscar un curro en Telefónica.

Esta división evitaría graves confusiones porque en el totum revolutum no se sabe bien si Pujalte es uno de los renovados aunque hable con Jorge Moragas, quien al parecer es uno de los renovantes, o si el hecho de que Ana Torme, la diputada díscola, trate de situarse a menos de un metro de Rajoy implica que quiera dejar de ser renovable.

Esto es lo que ha ocurrido hace unas horas en el bautismo del libro Vascos y navarros en la historia de España, coordinado por el ex diputado Jaime Ignacio del Burgo, escrito por unos señores a quienes el anterior ha dado las gracias, y presentado por la singular pareja de baile compuesta por Mariano Rajoy y Esperanza Aguirre. Por la Puerta del Sol de Madrid han desfilado, además de los mencionados, Soraya Sáenz de Santamaría (claramente renovante), Juan Costa (renovado a su pesar), Jorge Fernández, Ana Pastor y Federico Trillo, estos tres últimos un poco renovados, un poco renovantes y bastante renovables.

La cita se las traía ya que por la mañana Ángel Acebes había hecho público que se renovaba a sí mismo y sugería que después del congreso de junio dejaría su escaño de diputado a imagen y semejanza de su colega Zaplana. Salvo Esperanza Aguirre, que ha explicado en un aparte que transmitía desde allí su cariño y gratitud al secretario general cesante, nada se ha dicho de Acebes, aunque el tema le era singularmente propicio: las grandes mentiras de la historia.

Ha empezado hablando la presidenta de Madrid, que últimamente se adorna con alguna frase en inglés para lucirse. En esta ocasión ha citado a Kipling, en concreto el epitafio que dedicó a su hijo, muerto en la Primera Guerra Mundial a los 18 años, para ilustrar cómo “políticos oportunistas, historiadores de campanario e intelectuales en nómina” estaban contribuyendo a falsificar la historia de España para alimentar los falsos mitos en los que se asientan los nacionalismos. Frente a ellos -en su opinión- se alzaba Jaime Ignacio del Burgo, del que ha alabado su “pasión por la verdad, algo de lo que ya éramos conscientes tras sus impagables contribuciones al esclarecimiento de lo acontecido el 11-M.

Ha hablado después Del Burgo, en lo que ha sido una lección magistral de navarrismo. Por él hemos sabido que los antepasados de Aguirre eran vascos y se las tuvieron con los moros en la batalla de Clavijo y que Sancho el Fuerte era en realidad Sancho el Alto porque medía más de dos metros y puso en fuga a Miramamolín en las Navas de Tolosa (1212), y gracias a ello evitó que toda España-que entonces no existía salvo para Del Burgo, volviera a caer bajo el yugo musulmán.

Se trataba, en definitiva, de remarcar que los nacionalistas se inventan la historia. “Desconectada de España no hay historia vasca ni Navarra y sin la contribución de vascos y navarros España se queda también sin historia”, ha dicho. Y sobre ese mismo tema ha abundado Rajoy, al que se le ve relajado pese a la que está cayendo. Al concluir hasta se ha tomado una coca-cola con Esperanza Aguirre en amigable charla.

Previamente, el presidente del PP ha podido hablar de algunos de sus temas clásicos como la nación, “un proyecto colectivo que se ha ido formando con los siglos”, de la “utópica Euskal Hería”, que “sólo existe en la mente enajenada de unos pocos”, de Navarra, “que será lo que quieran los navarros” –confusa frase- y de Zapatero, del que ha remarcado que ha ido rectificando con el tiempo y que, si de verdad cumple con su promesa de impedir que Ibarretxe celebre su consulta autodeterminante, tendrá todo su apoyo.

A Rajoy, del que antes se decía que era un diletante y ahora un tipo retorcido, debían de pitarle los oídos porque en la intimidad del refrigerio posterior algunos altos cargos de Esperanza Aguirre aprovecharon para cortarle un traje a medida. La presidenta, en cambio, dio ejemplo. Cuando terminó la disquisición de Rajoy sobre el libro se la pudo ver mover los labios y dirigirle un expresivo “muy bien”. ¡Qué bonito es el amor!