Antes de lo que os vengo a contar y pediros consejo, me gustaría dejar bien claro que no tengo nada en contra de los perros. De algunos dueños sí, pero no de los perros. Nunca tendría un perro en casa, pero no me molesta e incluso entiendo que otros los tengan. Hasta ahora.
Hace apenas un mes se mudó al piso de abajo una familia con hijos en edad escolar y un perrito no más grande que la batería de mi taxi pero mucho más ligero y escuálido, de pelo blanco (no entiendo de razas, pongamos Satán), y un ladrido agudo y estridente hasta el delirio. Nunca me he cruzado con la familia, no sé quiénes son. Deduje sus miembros por la ropa tendida en el balcón (uniformes de colegio, faldas de mujer y camisas de hombre). Al perro, sin embargo, lo conozco de memoria ya que suele asomarse al balcón (siempre abierto) para observar la calle y LADRAR.
Ahí viene el problema. Ladra mucho y muy fuerte, a intervalos de minutos, mañana, tarde y noche, en secuencias larguísimas y sin motivo aparente. Parece increíble que un animal tan pequeño y en apariencia frágil consiga desquiciar con sus ladridos a toda una calle (estrecha, sin apenas tráfico, silenciosa por las noches). Pero más increíble aún me resulta la pasividad de los dueños en cuestión cuando el perro ladra sin parar a las doce de la noche, o a la una y trece, o a las dos y cinco, o a las tres y veinte de la madrugada (¡WIF!, ¡WIF!, ¡WIF!) despertándome, martilleando mis tímpanos, erizando mis nervios y los nervios del resto de la calle (anoche un vecino del bloque de enfrente acabó saliendo al balcón a las tres de la mañana al grito de: «¡QUE SE CALLE YA, POR DIOS!» . He llegado a pensar que los cuatro miembros de esa familia consumen algún tipo de droga para dormir. O que son sordos. Los cuatro.
Llevo un mes, y no es broma, durmiendo a intervalos de tres o cuatro horas por culpa de los ladridos del perrito en cuestión (a veces me voy de casa a escribir al bar, o saco el taxi a deshoras). Y me temo que si bajo y les digo algo, serán de esos que niegan la mayor y tratan al pobre animal como al hijo tonto de la familia: «¿¿Mi Cuqui?? ¡¡Pero si es un amor!! ¡¡Ni muerde ni nada!! ¿¿Acaso tienes algo en contra de los perros?? ¡¡Pero qué falta de sensibilidad!!».
¿Apostamos?
Como digo, no entiendo mucho de perros. No sé si es posible «educar» a un perro para que ladre flojito o en modo MUTE, y en tal caso pueda yo increparles algo a sus dueños. O tal vez alguno de vosotros pueda decirme cómo atajar el problema del modo más diplomático posible, o incluso medidas más drásticas, a ser posible que no impliquen cárcel.
Ayuda, por favor. Necesito dormir. Y escribir tranquilo.