Este fin de semana he ido a ver la película biográfica (o semibiográfica como la suelen denominar) de uno de los más destacados directores de la historia del cine, Steven Spielberg.
Los Fabelman (Steven Spielberg, 2022), escrita y dirigida por él mismo, es lo que podemos considerar como su trabajo más personal y con el que aspira a añadir un nuevo Oscar a su dilatada trayectoria. Esta será su novena nominación al galardón de mejor director, premios que ya obtuvo con La lista de Schindler (1994) y Salvar al soldado Ryan (1999). Esta nominación le iguala a Martin Scorsese y le acerca un poco más a, hasta ahora inalcanzable, William Wyler que fue nominado ¡12 veces! Si Spielberg se alzara con el premio (es el gran favorito), entraría en el selecto grupo de directores con tres preseas (con dos hay una larga lista), junto a Frank Capra y William Wyler, y a solo una de John Ford, con cuatro. Veremos…
«‘Los Fabelman‘ ha sido una experiencia abrumadora y muy emocionante» Steven Spielberg
Pero además, Los Fabelman aspiran este año a obtener más premios en la 95ª edición. En total ha recibido 7 nominaciones, entre ellas la de mejor película. Tendremos que esperar al 13 de marzo para saber cuántos premios obtiene y, sobre todo, si Spielberg se acerca un poco más a Ford.
La cinta nos muestra su infancia, pivotando sobre las desdichas familiares y cómo le afectó la compleja relación de sus padres, que fueron forjando su carácter a la vez que descubría su pasión por el séptimo arte. El propio director admitió en Toronto durante el estreno de la película, ha sido “una experiencia abrumadora y muy emocionante” ya que ha mostrado aspectos de su vida y, especialmente, los referidos a sus padres, ya fallecidos.
Entre los protagonistas encontramos a Gabriel LaBelle en el papel de Sammy Fabelman, el Spielberg adolescente, con Mateo Zoryan en sus primeros años. Michelle Williams (Mitzi Fabelman) y Paul Dano (Burt Fabelman) dan vida a los padres, Arnold y Leah. Otro de los personajes clave en la cinta y en la historia es el “tío Bernnie”, que interpreta Seth Rogen.
Paralela a las relaciones familiares, Sammy va poco a poco forjando su pasión por el cine, aprendiendo la técnica, como los efectos especiales o el montaje, hasta que logra su contratación en la CBS, momento que comienza su época profesional y con el que finalizada la película.
Spielberg nos enseña los momentos de su vida que más le han marcado, como cuando sus padres le llevaron a ver El mayor espectáculo del mundo (Cecil B. DeMille, 1952), la primera vez que veía una película y quedó realmente impactado con algunas de sus escenas, sobre cuando un tren arrolla al coche.
Hasta tal punto quedó impresionado con la escena, que sus padres le regalaron un tren eléctrico para la fiesta del Janucá, símbolo para la religión judía de la lucha contra la intolerancia y a favor de la libertad de culto. Pero no sólo era jugar con el tren sino que debía verlo chocar, al igual que lo había visto en la pantalla. Al final, decidió grabarlo con la cámara de su padre, para poderlo ver una y otra vez. Fue probablemente su primera filmación y la primera muestra de su talento. Curiosamente, al igual que las primeras películas de los Lumière, el tren era el protagonista.
Pero la historia de Los Fabelman no es una vida familiar feliz. El director mezcla nostalgia y situaciones que marcaron su personalidad, como la separación de sus padres. También los problemas en el instituto y los viajes que tuvieron que hacer por el trabajo de su padre, un brillante ingeniero eléctrónico.
En un período de aprendizaje continuo, el joven Sammy recibe dos curiosas lecciones sobre lo que significa el arte. La primera de su tío Boris (Judd Hirsch), persona importante en su infancia, que mientras le cuenta su experiencia en el circo como domador de leones, le explica que para él, el arte no es otra cosa que evitar que un león te coma la cabeza al meterla en su boca.
La otra gran lección artística la recibe en las últimas escenas de la cinta. Tras ser contratado por la CBS, le permiten conocer en persona nada más y nada menos que a John Ford (interpretado por David Lynch), el director de películas míticas como El hombre que mató a Liberty Valance (1962) o Las uvas de la ira (1940). Con su habitual parche en el ojo y fumando un puro, le explica al “joven Spielberg” que el arte no era más que saber situar el horizonte en el encuadre, siempre en la parte superior o inferior del fotograma, pero nunca en el centro.