La de Orlando (Florida) ya es la peor matanza en Estados Unidos desde el 11-S. Más de 50 personas asesinadas y otras tantas heridas en el pub Pulse, un local símbolo del colectivo homosexual y que fue fundado hace años en homenaje a un joven que murió de sida en 1991. El atentado, reclamado dos veces por Estado Islámico y perpetrado por un islamista radical neoyorkino de 29 años que fue posteriormente abatido por la policía, se ha dirigido esta vez a la comunidad gay. En muchos medios, sin embargo, la autoría del crimen brilla más en los titulares que las propias víctimas.
Eran 300 las personas que se encontraban en Pulse cuando Omar Mateen abrió fuego con un rifle de asalto y una pistola. Parece que Mateen no era capaz de manejar su aversión hacia los homosexuales ya que, tal como explicó su propio padre a una cadena estadounidense, ya había manifestado indignación hace dos meses cuando vio a dos hombres besándose en Miami. El progenitor añadió que la matanza perpetrada por su hijo “no tiene nada que ver con la religión”. Y es que, quizás, si el asesino hubiese sido blanco, católico practicante e incluso miembro de alguna congregación ultraconservadora, sus creencias religiosas habrían ocupado un espacio menos destacado en los titulares mediáticos. A eso se suma que sus padres son afganos, a pesar de que él nació en Nueva York.
Una de las personalidades destacadas que se apresuró en atribuir el atentado a la religión fue el aspirante a candidato republicano a la presidencia de la Casa Blanca, Donald Trump. Lo hizo en Twitter, aprovechando, por un lado, la carrera electoral para pedir la dimisión de Obama, y sin mencionar en ningún momento al colectivo homosexual. Excepto aquí:
Reporting that Orlando killer shouted «Allah hu Akbar!» as he slaughtered clubgoers. 2nd man arrested in LA with rifles near Gay parade.
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) 12 xuño 2016