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Tampoco Breton Woods es una marca de Whisky. Porque el periodismo internacional no es solo cosa de hombres, ocho mujeres ofrecen un punto de vista diferente sobre lo que pasa en el mundo.

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¿Por qué Noruega es el país más feliz del mundo?

FOTO: Melenama - Flickr

FOTO: Melenama – Flickr

La ONU ha vuelto a publicar su Informe Mundial de la Felicidad y otra vez ha vuelto a avivarse la polémica. ¿Acaso es posible medir la felicidad de un país? La respuesta, según el organismo internacional, no sólo es afirmativa, sino que insiste en que los gobiernos deben fijarse siempre en los parámetros que miden cuán felices son sus habitantes. De ahí la difusión de este estudio, que Naciones Unidas publicó por primera vez hace cinco años al instaurar el Día Mundial de la Felicidad un día como hoy, 20 de marzo.

Noruega es, según el informe de Naciones Unidas, el país más feliz del mundo. Ha conseguido desbancar al mismísimo Dinamarca con su ya famoso hygge -algo así como una filosofía basada en el bienestar, la calidez, la vida tranquila y el cuidarse los unos a los otros-, aunque los daneses siguen ocupando un nada desdeñable segundo puesto. De hecho, los países nórdicos son los líderes indiscutibles de la felicidad mundial y casi copan el top 10 de la lista.

Noruega desbanca a Dinamarca como el país más feliz del mundo, según el último Informe Mundial de la Felicidad de la ONU / IMAGEN: WORLD HAPPINESS REPORT 2017

Noruega desbanca a Dinamarca como el país más feliz del mundo, según el último Informe Mundial de la Felicidad de la ONU / IMAGEN: WORLD HAPPINESS REPORT 2017

Pero, ¿por qué Noruega? Para aquellos que asocien la felicidad con el buen tiempo o la fiesta se antoja difícil comprender cómo es posible que los noruegos -y los nórdicos en general- sean los más felices. Sin embargo, el informe de la ONU tiene en cuenta seis factores principales para elaborar su ránking: el PIB per cápita (es decir, los ingresos), la esperanza de vida, el apoyo social, la ausencia de corrupción, la libertad para tomar decisiones y la generosidad. Todos ellos, mensurables.

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La pobreza energética: un problema invisible en Europa

Una bombilla / CC by Christophe Goessen (Flickr)

Una bombilla / CC by Christophe Goessen (Flickr)

La muerte la semana pasada en Reus de una anciana en un incendio provocado por la velas que usaba al tener la luz cortada por impago ha puesto el foco mediático sobre la pobreza energética. España no es el único país de la Unión Europea donde existe. De hecho un estudio de la Comisión Europea publicado en 2015 recogía que se trata de un problema que afecta millones de personas en diferentes estados miembros y que existen diferencias en el modo de abordarlo según el país.

Una encuesta sobre Ingresos y Condiciones de Vida en la UE revelaba que ni más ni menos que 54 millones de europeos (casi el 11% de la población) fueron incapaces de mantener sus casas a una temperatura adecuada en 2012. La misma encuesta ofrecía resultados similares cuando se preguntaba por problemas a la hora de pagar las facturas de suministros básicos.  

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Buenos vecinos: Rusia y China firmaron un acuerdo por 400.000 millones de dólares

La ex república soviética le venderá 38.000 millones de metros cúbicos de gas natural anualmente a la segunda economía mundial. Además, los países anunciaron que van a hacer intercambios comerciales en sus propias monedas, prescindiendo del dólar.

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¿Y si Ucrania lo rompe todo?

Parlamento Ucraniano / Foto de Ivan Bandura

Parlamento Ucraniano / Foto de Ivan Bandura

¿Saben quién es Arseniy Yatseniuk? Pues el periodista ucraniano que ha preguntado por las conversaciones con él en rueda de prensa tampoco, y eso que es el primer ministro de su país. La anécdota es perfecta para describir los hechos: los jefes de Estado y de gobierno de los 28 han celebrado una cumbre extraordinaria sobre Ucrania hoy en Bruselas en la que ha participado el nuevo primer ministro. Pero poco les importa. A los Veintiocho lo que les preocupa es lo que diga/haga Putin.

La integridad territorial, la soberanía y la independencia de Ucrania han marcado su speech ante los medios. Que Rusia salga de su territorio, no subestime a Ucrania y no apoye a aquellos que quieren dividir el país, como Crimea, cuyo Parlamento regional ha decidido unilateralmente celebrar un referéndum sobre su adhesión a Rusia (esto les suena, ¿a que sí?). La consulta es ilegal y Crimea «fue, es y será» parte de Ucrania.

Según pasaba el tiempo, Yatseniuk se venía arriba: ha advertido a Putin de que la vía de la intimidación no funciona y ha llegado a exclamar un «guys, step back!» que ha rebajado la seriedad del momento histórico que vive Europa a una conversación en la barra de un bar. Eso sí, después ha querido internacionalizar el problema para legitimar de nuevo el derecho del pueblo ucraniano a decidir su futuro sin la presión del Kremlin.

«Ucrania ha cumplido con todas sus obligaciones, hasta entregar las armas nucleares», ha insistido el líder ucraniano para preguntarse después: «Si por no tener armas nucleares nuestra independencia no está garantizada, ¿cómo van a convencer a Irán o a Corea del Norte de que las eliminen?«. Yatseniuk necesita hacer de su problema un asunto mundial que convoque a todos los líderes mundiales y consiga que sean ellos quienes frenen a Putin. Al polonio. Al sushi envenenado que se puede cenar cualquier día el joven jefe de gobierno.

Para cuando ha llegado el turno de preguntas, Yatseniuk ya se había embalado. «Se nos ha provocado en varias ocasiones para que utilizáramos la fuerza y no lo hemos hecho. Todavía creemos en una solución pacífica. Pero si la tensión sigue escalando, actuaremos en consecuencia. Estamos preparados para defendernos«. Acto seguido, ha reculado: «para ser francos, sabemos que nuestra fuerza militar es mucho menor, ni siquiera tenemos armas nucleares, pero tenemos el espíritu de la revolución«.

El discurso ha sido potente, joven, fresco, natural, directo. Como lo es el discurso de cualquiera que o es demasiado nuevo como para haber acumulado los miedos que hacen conservadores hasta a los más revolucionarios, o de cualquiera que va a durar tan poco que no tiene otra que hablar claro. El primer ministro ucraniano ha dado titulares para hacer portadas hasta que el mundo se acabe.

Más allá de la experiencia que tenga o no Yatseniuk, hay algo positivo que resaltar: lo cierto es que su forma de hablar es lo que necesitamos oír. No habla de resolución bancaria para decir liquidación, o de moderación salarial para decir bajada de sueldos. Tal vez no dure mucho, tal vez sea ingenuo enfrentarse así a un tipo como Putin. Pero por primera vez tengo la sensación de escuchar a alguien que se sale de todo el conservadurismo, mediocridad y medias tintas europeas a las que tristemente nos hemos acostumbrado. El lenguaje político debería parecerse más a esto. Lo malo es que aunque haya sido claro, tampoco se ha mojado: no ha contado qué harán exactamente con Crimea, ni ha precisado cuándo firmarán el acuerdo con la UE.

Qué han dicho los demás

El resto de líderes se han limitado a apoyar las conclusiones que adoptó el Consejo de Exteriores -reunión de los ministros de Exteriores de los 28- el lunes pasado. Condenar la ocupación rusa, mostrar su apoyo al acuerdo UE-Ucrania y apoyar la decisión del G8 de suspender las preparaciones para la cumbre que debería tener lugar en junio en Sochi.

¿Saben dónde está Sochi? Pues Rajoy no. Y eso que lee el Marca. A la salida de la cumbre ha hecho una declaración de un minuto y sin preguntas a los medios, en la que ha apoyado las decisiones tomadas por los Veintiocho, incluida la de suspender las preparaciones para la reunión «en esa ciudad de Rusia que ahora mismo no recuerdo cómo se llama».

Y otro detalle: Rajoy no ha hecho declaraciones a la entrada, a pesar de que los periodistas llevaban una hora esperándole. En la calle. En Bruselas, que no es precisamente La Habana. A la salida ha hablado durante un minuto. Merkel y Hollande han hablado con los medios al llegar, y han dado ruedas de prensa, con preguntas, al terminar. Lo digo por ese gusto mariano de copiar al norte de Europa. Que se podía aplicar también a la comunicación, y no sólo a las medidas neoliberales.

Minicontexto

Para los que se hayan perdido el capítulo ucraniano: la crisis empezó cuando el expresidente Yanukóvick se negó, el día antes, a firmar un acuerdo de libre comercio con la UE. Putin le ofreció más pasta y no se atrevió a romper lazos con la «antigua metrópoli». El lado del que caiga Ucrania -europeo o ruso- determina un nuevo orden mundial, que no ha cambiado desde la caída del Muro de Berlín. Si cae del europeo, claro. Rusia no quiere perder su histórica zona de influencia ni quedarse aislada. Si la UE firma con todos los países del partenariado oriental, como pretende hacer, Rusia perdería todas sus oportunidades de volver a ser la gran potencia que un día fue, si es que aún le queda alguna. Ucrania tiene gas para casi todos. Pero tiene que elegir para quiénes.

ESPERANZA ESCRIBANO, Bruselas

@eeclaramunt