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¿Y si Ucrania lo rompe todo?

Parlamento Ucraniano / Foto de Ivan Bandura

Parlamento Ucraniano / Foto de Ivan Bandura

¿Saben quién es Arseniy Yatseniuk? Pues el periodista ucraniano que ha preguntado por las conversaciones con él en rueda de prensa tampoco, y eso que es el primer ministro de su país. La anécdota es perfecta para describir los hechos: los jefes de Estado y de gobierno de los 28 han celebrado una cumbre extraordinaria sobre Ucrania hoy en Bruselas en la que ha participado el nuevo primer ministro. Pero poco les importa. A los Veintiocho lo que les preocupa es lo que diga/haga Putin.

La integridad territorial, la soberanía y la independencia de Ucrania han marcado su speech ante los medios. Que Rusia salga de su territorio, no subestime a Ucrania y no apoye a aquellos que quieren dividir el país, como Crimea, cuyo Parlamento regional ha decidido unilateralmente celebrar un referéndum sobre su adhesión a Rusia (esto les suena, ¿a que sí?). La consulta es ilegal y Crimea «fue, es y será» parte de Ucrania.

Según pasaba el tiempo, Yatseniuk se venía arriba: ha advertido a Putin de que la vía de la intimidación no funciona y ha llegado a exclamar un «guys, step back!» que ha rebajado la seriedad del momento histórico que vive Europa a una conversación en la barra de un bar. Eso sí, después ha querido internacionalizar el problema para legitimar de nuevo el derecho del pueblo ucraniano a decidir su futuro sin la presión del Kremlin.

«Ucrania ha cumplido con todas sus obligaciones, hasta entregar las armas nucleares», ha insistido el líder ucraniano para preguntarse después: «Si por no tener armas nucleares nuestra independencia no está garantizada, ¿cómo van a convencer a Irán o a Corea del Norte de que las eliminen?«. Yatseniuk necesita hacer de su problema un asunto mundial que convoque a todos los líderes mundiales y consiga que sean ellos quienes frenen a Putin. Al polonio. Al sushi envenenado que se puede cenar cualquier día el joven jefe de gobierno.

Para cuando ha llegado el turno de preguntas, Yatseniuk ya se había embalado. «Se nos ha provocado en varias ocasiones para que utilizáramos la fuerza y no lo hemos hecho. Todavía creemos en una solución pacífica. Pero si la tensión sigue escalando, actuaremos en consecuencia. Estamos preparados para defendernos«. Acto seguido, ha reculado: «para ser francos, sabemos que nuestra fuerza militar es mucho menor, ni siquiera tenemos armas nucleares, pero tenemos el espíritu de la revolución«.

El discurso ha sido potente, joven, fresco, natural, directo. Como lo es el discurso de cualquiera que o es demasiado nuevo como para haber acumulado los miedos que hacen conservadores hasta a los más revolucionarios, o de cualquiera que va a durar tan poco que no tiene otra que hablar claro. El primer ministro ucraniano ha dado titulares para hacer portadas hasta que el mundo se acabe.

Más allá de la experiencia que tenga o no Yatseniuk, hay algo positivo que resaltar: lo cierto es que su forma de hablar es lo que necesitamos oír. No habla de resolución bancaria para decir liquidación, o de moderación salarial para decir bajada de sueldos. Tal vez no dure mucho, tal vez sea ingenuo enfrentarse así a un tipo como Putin. Pero por primera vez tengo la sensación de escuchar a alguien que se sale de todo el conservadurismo, mediocridad y medias tintas europeas a las que tristemente nos hemos acostumbrado. El lenguaje político debería parecerse más a esto. Lo malo es que aunque haya sido claro, tampoco se ha mojado: no ha contado qué harán exactamente con Crimea, ni ha precisado cuándo firmarán el acuerdo con la UE.

Qué han dicho los demás

El resto de líderes se han limitado a apoyar las conclusiones que adoptó el Consejo de Exteriores -reunión de los ministros de Exteriores de los 28- el lunes pasado. Condenar la ocupación rusa, mostrar su apoyo al acuerdo UE-Ucrania y apoyar la decisión del G8 de suspender las preparaciones para la cumbre que debería tener lugar en junio en Sochi.

¿Saben dónde está Sochi? Pues Rajoy no. Y eso que lee el Marca. A la salida de la cumbre ha hecho una declaración de un minuto y sin preguntas a los medios, en la que ha apoyado las decisiones tomadas por los Veintiocho, incluida la de suspender las preparaciones para la reunión «en esa ciudad de Rusia que ahora mismo no recuerdo cómo se llama».

Y otro detalle: Rajoy no ha hecho declaraciones a la entrada, a pesar de que los periodistas llevaban una hora esperándole. En la calle. En Bruselas, que no es precisamente La Habana. A la salida ha hablado durante un minuto. Merkel y Hollande han hablado con los medios al llegar, y han dado ruedas de prensa, con preguntas, al terminar. Lo digo por ese gusto mariano de copiar al norte de Europa. Que se podía aplicar también a la comunicación, y no sólo a las medidas neoliberales.

Minicontexto

Para los que se hayan perdido el capítulo ucraniano: la crisis empezó cuando el expresidente Yanukóvick se negó, el día antes, a firmar un acuerdo de libre comercio con la UE. Putin le ofreció más pasta y no se atrevió a romper lazos con la «antigua metrópoli». El lado del que caiga Ucrania -europeo o ruso- determina un nuevo orden mundial, que no ha cambiado desde la caída del Muro de Berlín. Si cae del europeo, claro. Rusia no quiere perder su histórica zona de influencia ni quedarse aislada. Si la UE firma con todos los países del partenariado oriental, como pretende hacer, Rusia perdería todas sus oportunidades de volver a ser la gran potencia que un día fue, si es que aún le queda alguna. Ucrania tiene gas para casi todos. Pero tiene que elegir para quiénes.

ESPERANZA ESCRIBANO, Bruselas

@eeclaramunt

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