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Tampoco Breton Woods es una marca de Whisky. Porque el periodismo internacional no es solo cosa de hombres, ocho mujeres ofrecen un punto de vista diferente sobre lo que pasa en el mundo.

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MSF pide a Serbia y a la UE que den ayuda y protección a migrantes y solicitantes de asilo

Asadullah es un afgano de 23 años. Escondido en una fábrica de ladrillos abandonada, espera cruzar de manera irregular la frontera húngara y alcanzar a su destino final, Austria. El viaje ha sido tortuoso. Días y noches interminables, a veces a pie, a veces a caballo, para pasar de Afganistán a Irán y cruzar Turquía, Grecia y la antigua república yugoslava de Macedonia hasta llegar a la ciudad serbia de Subotica, prácticamente a dos pasos de Hungría.

Ha visto morir al menos a veinte compañeros de ruta cuando trataban de cruzar las distintas fronteras. A Asadullah una vez lo capturaron y estuvo nueve meses detenido, pero nunca perdió la esperanza de que los traficantes que le cobraron 4.500 dólares por este trayecto lo llevaran hasta Austria.

Asadullah es uno de los cientos de miles de migrantes y solicitantes de asilo que este año han llamado a las puertas de Europa. Algunos huyendo de las persecuciones y otros simplemente para buscarse la vida, pero casi todos caen en las redes del tráfico de personas. “Como las posibilidades de acceder de forma regular y segura al asilo y a la protección son limitadas, los solicitantes de asilo arriesgan sus vidas poniéndose en manos de traficantes”, dice Sumbul Rizvi, especialista de ACNUR en materia de migración mixta.

Médicos Sin FronterasMédicos Sin Fronteras (MSF) ha solicitado a las autoridades de Serbia y a los estados miembros de la Unión Europea que proporcionen con urgencia asistencia médica y que garantice la protección para los migrantes que llegan al país y para los solicitantes de asilo.

Tras haber arriesgado sus vidas tratando de llegar a Europa, los solicitantes de asilo, refugiados y migrantes que consiguen entrar en Serbia se quedan abandonados a su suerte en los bosques del país o en el interior de edificios en ruinas, soportando temperaturas invernales extremas, y sin comida ni refugio suficiente.

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La derecha vuelve a ganar las elecciones en Bulgaria, aunque sin mayoría absoluta

Por Elena González

El ex primer ministro búlgaro Boiko Borisov, que dimitió en febrero de 2013 ante una violenta ola de protestas sociales, con un 32,7% de los votos, duplica a su más cercano contrincante para encabezar el gobierno del país, pero deberá pactar para conformar una coalición que gobierne.

El segundo partido más votado, con un 15,4% de los votos, el Partido Socialista de Bulgaria, ha caído 11 puntos en relación a las pasadas elecciones, seguidos de cerca por el Movimiento por los Derechos y la Libertad, de centro derecha, con el 12,2% de los sufragios.

Diecinueve meses después de la caída de aquel ejecutivo, regresa al poder el partido de Borisov, Ciudadanos por el Desarrollo Europeo de Bulgaria (GERB), un regreso a los orígenes de una crisis que ha mantenido al país más pobre de la Unión Europa en una permanente tensión política.

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Un paseo por Bruselas con una mujer valiente

Najat, junto a niños como a los que ella educa en Errachidia

Najat, junto a niños como a los que ella educa en Errachidia

Najat Aziz tiene 36 años y no está casada. Detalle sin importancia en Occidente, pero no en el sur de Marruecos. Ha tenido la inmensa suerte de que su padre apoyara sus ganas de estudiar. Con toda una sociedad en contra, Najat decidió montar una escuela preescolar en su pueblo, Errachidia. Después formó parte de un documental, «El umbral del desierto», dirigido por Ramón Vila, de Vision Films, que se presentó hace unos días en el Parlamento Europeo.

El documental se presentó en la Eurocámara gracias a los Socialistas Europeos. Allí, Najat pudo explicar cómo había puesto en marcha el proyecto, cómo era su día a día, las presiones que había recibido. Muchas de las mujeres de la sala le preguntaron qué sentía al ser una empresaria en Marruecos, al enfrentarse al entroncado machismo marroquí… «Tengo un proyecto, quiero trabajar y lo hago, ya está».

Cuando el debate termina, empieza el cocktail. Escucho que Najat va a quedarse al día siguiente en el hotel, todo el día, sin ver nada de Bruselas, hasta la hora de su vuelo. Me ofrezco para acompañarla. Y paseamos, como las dos personas normales que somos.

Najat es una de esas mujeres valientes que podemos tener la suerte de encontrar cada día. Pertenece al afortunado 15% de mujeres económicamente independientes de Marruecos. Más allá de eso, es una mujer normal. No le gustan los políticos, no le gusta que se pongan a su lado para hacerse la foto y después desaparezcan, como esta mañana en la que paseamos. Y sobre todo, no le gusta que la traten como a alguien excepcional. «Yo sólo soy una mujer que ha podido hacer lo que quería, pero ellas, que llevan toda la vida hablando de las mujeres como yo… no entiendo por qué se sorprenden tanto». «Porque nunca han conocido a una» le contesto. «Entonces, ¿qué hacen cuando trabajan?»

Buena pregunta. Éste es el discurso de Occidente, lo que debe hacer el otro. Sin preguntarle, sin conocerle. «Saben sólo la teoría» me dice. La educación, como ella bien sabe, es muy importante. «Pero si sabes sólo la teoría, nunca sabrás cómo aplicarla». Junto al Maneken Pis, unos niños estudian con un profesor la historia de la famosa estatua belga. «Así es como tiene que ser, ellos estudian de dónde sale este niño y al mismo tiempo lo ven». Todo parece mucho más fácil a su lado.

Su madre no quería que emprendiera, su padre la apoyó hasta el final. «Parece mentira», cuenta, «ahora que he viajado a Europa ya no le parece tan mal». Su madre quería que se casara y tuviera hijos. «Pero yo no necesito hombres, ¿para qué, para convertirme en una inútil?». Es difícil tener que elegir entre el amor y el trabajo, pero está feliz de haber tenido al menos la oportunidad de poder elegir.

No le gustan los lujos, ni el dinero. «Me han ofrecido ir a Rumanía y a Bulgaria para asistir a los actos del Partido Socialista Europeo, porque ahora son las elecciones». Pero no quiere ir, «no quiero que me utilicen». No entiende por qué más fotos o dinero, si al final, nadie va a hacer nada para cambiar su situación y la de cientos de mujeres que como ella, luchan día a día en la vida real.

En la vida real, miles de mujeres se levantan cada día, lejos, muy lejos del Parlamento Europeo, luchan. «Parece una burbuja, viven allí, no saben nada del resto». No lleva ni dos días en Europa y tiene la mirada crítica de un ciudadano salido de una facultad de políticas.

«No son muy diferentes a los políticos marroquíes». Porque el mundo no es tan diferente de una punta a otra, como ella no es tan diferente de cualquier mujer de 36 años europea que tiene una pequeña empresa. Esto es lo bonito y lo triste.

¿Y cómo lo cambiamos? ¿qué solución tiene? «No hay solución, la única vía es ser valiente, creer en algo y llevarlo a cabo». Nada es nunca tan difícil, quizá muchas mujeres que se saben la teoría dentro de la Eurocámara deberían recordarlo y ponerla en práctica. Lejos de los focos.

ESPERANZA ESCRIBANO, Bruselas

@equilibrio_y_yo