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Tampoco Breton Woods es una marca de Whisky. Porque el periodismo internacional no es solo cosa de hombres, ocho mujeres ofrecen un punto de vista diferente sobre lo que pasa en el mundo.

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Diario de una refugiada kurda iraquí: cómo sufre en Serbia las consecuencias del acuerdo entre Turquía y la UE

Refugiados en el lado griego de la frontera con Macedonia / EFE

Refugiados en el lado griego de la frontera con Macedonia / EFE

La semana pasada os hablé por primera vez de Hanasay, una refugiada kurda iraquí que vive atrapada en Serbia desde hace 22 días. Su familia fue rechazada por Croacia, que no les dejó continuar el viaje hasta Alemania porque tienen en el pasaporte un sello de Turquía. Las autoridades que los registraron tenían la orden de rechazar a quien hubiera pasado un mes en ese país porque se considera un lugar seguro desde el que deberían pedir asilo. Pero Turquía, lejos de ser un país donde estar a salvo, lo es aún menos para los kurdos.

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Diario de una refugiada kurda iraquí: atrapada en Serbia

Refugiados caminando hacia la frontera serbia con Croacia en Sid / Zoltan Balogh (EFE)

Refugiados caminando hacia la frontera serbia con Croacia en Sid / Zoltan Balogh (EFE)

Como muchos ya sabéis, la Unión Europea ha decidido encargarle a Turquía la humana tarea de dar aliento y asilo a los refugiados que quieren llegar a Europa. A cambio de 3.000 millones de euros más, claro. Además de suponer una decisión denigrante que cava aún más honda la tumba de la UE, olvida un problema fundamental: qué pasa ahora con los refugiados que ya están en la ruta de los Balcanes. Entre ellos está Hanasay Sard, una joven kurda de la parte iraquí.

Su familia está atrapada en el campo de refugiados de Sid, en Serbia, junto a la frontera con Croacia, desde hace 17 días. En su situación hay 1.100 personas más, según Médicos Sin Fronteras. La primera vez que rechazaron su entrada a Croacia, fue porque en sus pasaportes tenían el sello de haber pasado un mes en Turquía. Hace dos semanas, la ley era así. Quien hubiera pasado un mes en Turquía no podía continuar el viaje porque las autoridades croatas estaban considerando que Turquía era ya un país seguro y en él deberían estar pidiendo asilo los refugiados. Lee el resto de la entrada »

Roger Suso: «Con la crisis de refugiados, Pegida ha vuelto a instrumentalizar la situación»

Miles de personas en una manifestación convocada por Pegida en Dresde. (Archivo/ EFE)

Miles de personas en una manifestación convocada por Pegida en Dresde. (Archivo/ EFE)

Roger Suso (Castellar del Vallès, 1982) es periodista y politólogo. Coordinador de la sección Internacional del periódico catalán Directa y corresponsal en Berlín desde 2010, colaborador de La Marea y especialista en la ultraderecha europea. Hablamos con él sobre el grupo Pegida, que combina «un odio difuso a los extranjeros, migrantes y al Islam y un amor infinito a Alemania» así como de la llegada masiva de refugiados a Alemania.

Hace un año Pegida nacía de forma prácticamente marginal en Dresde. ¿Cómo recuerdas sus inicios?

El grupo “Patriotas contra la islamización de Occidente” (Pegida), nació en Dresde a la sombra de las celebraciones del 25º aniversario de la reunificación alemana. El primer acto de Pegida fue una concentración en rechazo al Estado Islámico y a las manifestaciones organizadas por la izquierda y las movimientos sociales en solidaridad con el Kurdistán y Kobane.

Aquel otoño-invierno, un gran número de personas salió a la calle cada lunes llamando los lemas de la revolución de 1989 y alertando de una supuesta “islamización de Alemania”. Pero desde el primer momento se pudo observar que se trataba de un movimiento islamófobo y chovinista. Convocatoria tras convocatoria, Pegida empezó de manera marginal a acabar reactivando los tics xenófobos de una gran parte de la sociedad alemana revolucionando el debate político y polarizando el país. El pico de Pegida llegó después de los atentados de París a la revista satírica Charlie Hebdo cuando reunió hasta 30.000 personas en el centro de Dresde.

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Ucrania, un año después del adiós a Yanukovich

Kiev

Miles de personas se manifiestan en Kíev, un año después de la caída de Yanukovich / EFE

Miles de manifestantes acampan en Maidán, la plaza central de Kíev (Ucrania), mientras en otro lado de la ciudad, el presidente, Víktor Yanukovich, abandona la capital. Horas después, el parlamento ucraniano, la Rada, vota a favor de su destitución. Esto sucedió el 22 de febrero de 2014, así terminaban tres meses y dos días de manifestaciones contra el régimen de Yanukovich, pero se iniciaba el actual conflicto en el que vive actualmente sumergida Ucrania.  En Mayo, el país votó en unas elecciones la configuración del nuevo parlamento más cercano a Europa, pero las bases del conflicto ya estaban servidas.

Yanukovich era de Donetsk, una región al este del país con una amplia mayoría de etnia rusa y en la que los ucranianos que habitan ahí son muy cercanos a Moscú y hablan ruso, ya que viven en la frontera entre los dos países. Tras su destitución, en Donetsk y en la vecina Luganks empezaron haber manifestaciones a favor de Yanukovich y del Kremlin. Estas protestas cada vez se fueron radicalizando más hasta acabar en lo que es hoy: una guerra civil entre los prorusos y las fuerzas armadas del régimen de Kíev. Además, ambas regiones votaron en un referéndum separarse de Kíev y constituir las República Popular de Donetsk (RPD) y la República Popular de Luganks (RPL).

Pero este no es el único revés para el gobierno ucraniano. En la península de Crimea, al sur del país y enclavada en el Mar Negro, unos meses antes, en marzo, sus habitantes votaron en un referéndum independizarse de Ucrania y anexionarse a Rusia.

Este año de conflicto nos han dejado episodios tan sonados como el que tuvo lugar el pasado verano, el  17 de julio de 2014, cuando un misil derribó en Donetsk un avión de Malasya Airlines que cubría la ruta de Amsterdam – Kuala Lumpur.  Las 298 personas que viajaban en el vehículo, 283 pasajeros y 15 tripulantes, murieron y hoy en día aún no se sabe quiénes fueron los responsables del ataque, ya que ambos lados culpan al contrario de lo sucedido.

Minks

Putin, Hollande, Merkel y Poroshenko en el encuentro de Minks / 20Minutos

Para intentar poner punto y final la crisis, recientemente, el 11 de febrero Bielorrusia acogió una cumbre entre los presidentes de Ucrania, Petró Poroshenko, Rusia, Vladimir Putin, Alemania, Angela Merkel, Francia, François Hollande, y los líderes de la RPD, Alexánder Zajárchenko, y el RPL, Ígor Plótnitski. Finalmente, se logró consensuar el acuerdo de Minsk II para tratar de poner punto y final a la crisis.  Este es el segundo intento tras el fracaso del acuerdo de Minsk de septiembre de 2014 que si bien no consiguió parar el ruido de las armas, sí que palió la intensidad de los combates.

Esta semana, en el marco de Minks II, Ucrania anunció que inicia la retirada de sus tropas en las zonas de batalla del este del país, uno de los puntos básicos para alcanzar el alto el fuego definitivo.

Un año después de la caída de Yaunovich, Ucrania no encontró la paz. Hoy analizamos con Bricio Segovia, experimentado periodista de la cadena Russia Today y que ha sido enviado especial en Ucrania durante el conflicto, cuál es la situación se vive en ese país, que es la puerta de entrada del gas ruso hacia Europa.

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Los lunes de Pegida

"Nuestro país, nuestros valores" / Blue-news.org

«Nuestro país, nuestros valores» / Blue-news.org

Cada lunes Pegida alenta a miles de personas a manifestarse contra la presunta islamización de occidente, manifestaciones que están llenando las primeras páginas de los periódicos alemanes.

El cruel atentado de París a manos de los hermanos Kuoachi ha avivado el fuego de este movimiento. Desde finales de octubre, el movimiento Pegida «Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente» crece semana a semana a pesar del rechazo de la opinión pública que lo califica de «xenófobo». El lunes 12 de enero, la manifestación alcanzó el récord de 25.000 participantes. Este heterogéneo movimiento no se considera neonazi pero se opone a la «multiculturalidad de Alemania» en sus pancartas.

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Cuando tiemblan los cristales

"El trabajo os hará libres", lema a la entrada de un campo de concentración // Blog Patria Judía

«El trabajo os hará libres», lema a la entrada de un campo de concentración // Blog Patria Judía

Hace 75 años de la Noche de los Cristales Rotos. Pero no parece tanto. Al menos, no para los miles de judíos que viven en Europa. Unos 700.000 repartidos en ocho países principalmente, como Alemania, Italia, Reino Unido o Letonia. La mayoría cree que el antisemitismo es un problema importante en sus países y lo que es peor, que en los últimos cinco años la situación ha ido a peor.

El 21% ha sufrido insultos y otros abusos por ser judío. Incluso un 2% ha sido víctima de ataques físicos. No parece mucho un 2%, pero son 14.000 personas. Además en Europa, la cuna de los derechos humanos y de una cultura marcada por el Holocausto y su memoria. Así lo revela una encuesta de la Agencia Europea de Derechos Fundamentales.

Lo preocupante es que no lo vemos. Tal vez porque en el auge de los partidos extremistas, el odio se ha disuelto de una forma general en despreciar a toda persona que llega de un tercer país extracomunitario. Porque quienes están hoy en el punto de mira son los musulmanes, vengan de países árabes, del este de Europa o del África subsahariana. Y tal vez también porque el 76% de las víctimas de abusos antisemitas no lo denunciaron ni a la policía ni a ninguna organización.

He ahí la clave. Los judíos, que si algo tiene de bueno su estereotipo es que están organizados hasta el último eslabón, no denuncian ni a través de las ONG. Lo que el estudio refleja es que muchos Estados miembros de la UE aún carecen de los mecanismos necesarios para prever y controlar este odio. Porque las estructuras de los Estados están todavía infestadas por un microrracismo, si lo podemos llamar así, que pasa desapercibido por lo integrado que está en nuestros sistemas políticos y administrativos.

La situación en Israel y los Territorios Palestinos Ocupados no ayuda. Creemos superada la masacre del Holocausto y hablamos sin tapujos de lo que ahora la víctima convertida en verdugo reproduce sobre otro pueblo. Pero lo cierto es que en Alemania, que al menos monumentalmente se ha fustigado con sus crímenes a la Humanidad, el 63% de los judíos encuestados ha evitado ocasionalmente llevar en público signos que les distingan.

Ningún pueblo debe ser perseguido. Ni siquiera el que no da ejemplo. Por eso esta Europa de los derechos humanos tiene que hacer gala de su nombre, poner freno a los extremismos que denigran a todos los pueblos y unir esfuerzos para que triunfe el respeto. Para que los cristales no empiecen ni siquiera a temblar.