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No todo lo que brilla es el golpe

Por Cláudia Morán

Tras un gobierno mediocre y cuatro días de caos incontrolado en las principales ciudades egipcias, el gobierno de Mohamed Mursi ha caído bajo un golpe militar. Como ocurrió en Túnez, el derrocamiento del dictador Mubarak en 2011 y la transición democrática no han mejorado la situación del pueblo. Los Hermanos Musulmanes fueron los grandes beneficiados de la primavera árabe, pero ni la inspiraron ni la protagonizaron. La revolución fue del pueblo, quien votó en los comicios fue el pueblo y el protagonista de las últimas protestas fue de nuevo el pueblo. Pero el golpe lo dio el Ejército. Ahora más que nunca los egipcios continúan divididos, insatisfechos y sin democracia. Y los intereses de occidente, bajo amenaza.

Antes de su llegada al poder, los Hermanos Musulmanes sostenían que el debate entre laicismo y religión no tenía sentido en Egipto. Se subieron al carro de las protestas árabes de manera no exenta de oportunismo, pero lo cierto es que la revuelta fue de carácter laico y eso no se puede obviar si las cosas no cambian a continuación. Hay que tener en cuenta que el ruido de las protestas tuvo su origen en las ciudades, mientras que quienes acudieron masivamente a las urnas en 2012 fueron los más pobres, la población rural. Los Hermanos siempre han ayudado a los pobres y por ese motivo ganaron las elecciones, pero sólo era cuestión de tiempo que la profunda división social volviera a verse reflejada en las calles.

En muchas de las pancartas contra Mursi podía leerse la palabra "¡Vete!" / EFE

En muchas de las pancartas contra Mursi podía leerse la palabra «¡Vete!» / EFE

Los islamistas tomaron el mando de manera triunfal, con ganas de cantar a los cuatro vientos aquí mando yo después de 57 años prohibidos y vigilados muy de cerca otros 27; cerraron los ojos ante la fuerte represión de las Fuerzas Armadas al comienzo de la transición, pero Mursi jugó sus cartas y ganó puntos cuando empezó a limpiar el gobierno de los «huesos duros» de la era Mubarak. No obstante, toda esperanza se echó por tierra cuando el Gobierno empezó a islamizar progresivamente el país y el propio Mursi intentó influir en la nueva Constitución para ser inmune ante la ley, aunque acabó reculando ante las quejas del pueblo.

Un año después de las elecciones presidenciales, la economía egipcia seguía sin despegar, igual que la democracia: en junio, el Tribunal Constitucional declaró ilegales la elección de la Cámara alta del Parlamento y la Asamblea Constituyente que había redactado la nueva Constitución egipcia. Además, seguía sin haber fecha para las elecciones legislativas a la Cámara baja, que llevaba un año disuelta. El caos había vuelto a Egipto y el Ejército ya había amenazado con actuar. Era la crónica de un golpe anunciado.

Los egipcios celebraron el golpe de estado contra Mohamed Mursi, enarbolando fotografías del jefe del Ejército, Abdul Fatah Al-Sisi / AFP

Los egipcios celebraron el golpe de estado contra Mohamed Mursi, enarbolando fotografías del jefe del Ejército, Abdul Fatah Al-Sisi / AFP

Pero el golpe también ha desestabilizado a occidente, especialmente a los intereses geoestratégicos de Estados Unidos. Mursi, a pesar de su nulo carisma y su pésima gestión política, era un buen socio para Obama: garantizaba el mantenimiento del Tratado de Paz de 1979 entre Egipto e Israel y hacía frente a Al-Qaeda en el Sinaí, al tiempo que mantenía una relación conciliadora con Hamas en Gaza y con chiíes y wahabíes en Irán y Arabia Saudí, respectivamente. Además, Egipto era un fuerte aliado contra el régimen de Bachar al Assad en la guerra de Siria. A cambio, Estados Unidos envía cada año unos 1.500 millones de dólares a Egipto -el segundo mayor receptor de ayuda norteamericana después de Israel-, de los cuales 1.300 se destinan en exclusiva a las Fuerzas Armadas. Las mismas que, paradojas de la vida, han protagonizado el golpe de estado contra Mursi. Por eso Obama ha sido mucho más que cauto y ha evitado pronunciar la palabra golpe, preocupado por lo que pueda ocurrir a partir de ahora en Egipto. Todo lo que ocurra será válido siempre y cuando responda a sus intereses, es decir, que el nuevo dirigente egipcio sea tan manejable o más que Mursi; pero, ¿todo vale, incluso a costa de la democracia egipcia?

Ante esta situación de inmovilismo y cruce de intereses, que nadie se escandalice al ver al pueblo celebrar el golpe. No son expertos en democracia, pero porque todavía no la han conocido. Sin embargo, continúan echándose a las calles porque creen que el cambio es posible; y esto es lo que brilla y late en Egipto. Hay que pensar que, tarde o temprano, la experiencia les ayudará a crear su sistema democrático. Y no vale la pena escuchar a los que, desde fuera, dicen que islamismo y democracia son incompatibles porque no es más que un argumento paternalista, nostálgico del colonialismo, para seguir alimentando sus propios intereses, que no son en ningún caso los del pueblo egipcio.

CLÁUDIA MORÁN

4 comentarios

  1. Dice ser esther

    Si el máximo mandatario de las fuerzas armadas egipcias se ha destacado por su » control del radicalismo palestino» en la península del Sinaí – Israel- ya sabemos el eje del poder que facilita el golpe militar en Egipto …

    06 julio 2013 | 07:31

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