Un cuento corriente Un cuento corriente

Se llama a la Economía (más aún en estos tiempos de crisis) la "ciencia lúgubre". Aquí trato de mostrar que además es una de nuestras mejores herramientas para lograr un mundo mejor

El Gobierno y las estadísticas oficiales: si no indican lo que quiero, las cambio

Malos tiempos para la estadística oficial. O al menos así lo parece si atendemos a las valoraciones de organismos tan prestigiosos como el Instituto Flores de Lemus y de economistas y analistas consultados por este periodista. Y es que se ha instalado entre ellos la sospecha de que el Ejecutivo modifica los parámetros estadísticos o altera las metodologías de cálculo para adaptar las cifras oficiales a su gusto y a su estrategia de comunicación, consistente en decir que ya estamos saliendo de la crisis.

Los últimos ejemplos no son menores. Por un lado están las cifras de contabilidad nacional publicadas este jueves por el Instituto Nacional de Estadística (INE). Resulta que según los datos oficiales el PIB ha crecido un 0,4% en el último trimestre, si bien este incremento solo ha sido posible gracias a un subidón del consumo público que no parece tener ninguna justificación, tal como señalan expertos y organismos independientes en este artículo publicado por un servidor.

«El Gobierno está jugando con la contabilidad desde hace muchos meses. El INE se ha politizado demasiado y está colaborando en una práctica muy peligrosa», denuncia Alejandro Inurrieta, economista, consultor y antiguo miembro de la Oficina Económica del Presidente. En su opinión resulta «curioso que el ministro De Guindos pueda haber adelantado ya el dato de PIB del segundo trimestre, teniendo en cuenta que estamos aún en mayo y queda más de un mes para que finalice el periodo«, explica. Pero Inurrieta no es el único economista o académico que se ha mostrado suspicaz con respecto a los datos del PIB. Solo en mi Twitter he contado a José Carlos Díez, Miguel Ángel García, Javier Santa Cruz, Carmelo Tajadura, Juan Laborda… entre otros ejemplos.

Más madera: El Instituto Nacional de Estadística (INE) ha publicado este pasado martes su última Encuesta de Condiciones de Vida. Tal como publicó entonces este diario, los datos confirman lo que muchos vemos y percibimos por las calles, en el trabajo y en nuestro entorno: Que la pobreza ha aumentado y que más de una cuarta parte de los españoles viven en riesgo de pobreza.

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Sin embargo, lo que más me ha llamado la atención es algo de lo que me alertó Pau Marí-Klose, sociólogo de la Universidad de Zaragoza especializado precisamente en la investigación de la pobreza, la infancia y la educación. Y es que el INE ha cambiado recientemente la metodología con la que elabora esta Encuesta de Condiciones de Vida (ECV). Una nueva metodología que, aunque razonable, «casualmente» contabiliza una menor desigualdad y una menor tasa de pobreza. Como muestra un botón: La tasa de riesgo de pobreza del año 2012, del 27,2%, sería en realidad del 28,2% con el anterior sistema de recogida de datos. Nada menos que un punto de diferencia.

Según argumenta el propio organismo estadístico oficial (página 15 y en adelante), la nueva metodología «no parece tener un impacto importante en los indicadores basados en la distribución de la renta como la tasa de riesgo de pobreza. Sin embargo, sí lo tiene en el nivel de la renta aumentando significativamente su valor«. El mismo INE lo reconoce: el nuevo método reflejará un aumento relativo de la riqueza de los hogares que no se corresponderá con ningún cambio económico real.

Este cambio, introducido aún en plena crisis, no solo «suaviza» los resultados de evolución de la pobreza, sino que rompe la continuidad de los datos, tal como señala Pau Marí-Klose. Así, científicos sociales como él tendrán más dificultades para analizar cómo evoluciona realmente la desigualdad desde el inicio de la crisis. «Lo que proponen es razonable, pero rompen una serie temporal, y eso siempre es delicado sobre todo si se hace en medio de variaciones significativas del indicador como producto de la crisis», lamenta este investigador.

5 comentarios

  1. Dice ser polonio

    La casta miente mas que habla estamos en manos de una banda de mafiosos cleptomanos

    29 mayo 2014 | 20:54

  2. Dice ser juan

    Pues vaya primicia chaval ¡¡¡¡

    Eso lo han hecho siempre y el gobierno de zparo también y tu no te habías enterado hasta ahora ???

    Si te has enterado ahora es que algo no va bien en ti ¡¡¡

    29 mayo 2014 | 21:11

  3. Dice ser duca

    Lo malo no es que nos engañen, pues lo han hecho desde tiempos inmemorables, lo malo o peor es que aun hay gente que se los cree, a pies juntillas.

    En valencia tampoco estafo nadie, barcenas no tiene cuentas en suiza, los sobres no existen, ya salimos de la crisis, creamos 6 millones de puestos de trabajo……..

    Y los siguen votando …. de hecho la culpa es nuestra, no me extrañaria que todos o la gran mayoria de empresarios los voten, pues ellos son los unicos beneficiados, sueldo minimo ridiculo, finiquitos peores aun, etc etc…. y aqui no hay revuelta, siempre esperamos que alguien nos saque las castañas del fuego

    29 mayo 2014 | 22:00

  4. «Vemos a José K. inmerso en un trabajo que ahora conoceremos, más concentrado y afanoso que nunca, sin prestar atención a su emisora de siempre, rumor de fondo en su costroso transistor. Ha optado por quedarse en la mesa de la cocina —única, por otra parte— en el muy modesto tabuco en el que agota sus años de vejez. Íngrimo en su rincón, alejado de ruidos externos perturbadores, nuestro hombre avanza en su labor. José K., impactado por esta vuelta al siglo XX, o quizá al XIX, o al XVIII, o incluso al XVII o el XVI, a los que nos lleva el ministro Wert y su vuelta a la asignatura de religión, ha decidido preparar un esquema para un próximo libro sobre la materia que se podría dar, por ejemplo, en todos los centros de la Comunidad Autónoma de Madrid.

    Ya lleva pensados algunos capítulos. Tal que la Historia del Vaticano. Ha quedado para más adelante la descripción sobre algunas fruslerías recientes como la del banco Ambrosiano y el ahorcamiento de Roberto Calvi, que se ha quedado enredado José K. en aquellos memorables días en los que los cardenales, directamente, se asesinaban los unos a los otros mientras ponían al frente de la Iglesia a hijos, hijas, queridas y mantenidos. Otro capítulo entretenido podría tratar sobre la Santa Inquisición, métodos y utensilios de tortura, tan eficaces para arrancar senos, romper brazos o arrancar jirones de carne con el misericordioso fin de salvaguardar la fe verdadera: los aplastacabezas, la bota española, el cepo, la cuna de Judas, la silla del interrogatorio, el potro. Por último, está pensando en cómo explicar con detalle el impúdico apoyo de la jerarquía católica a la mugrienta cruzada de Francisco Franco, aquel glorioso general que tras fusilar a miles de españoles entraba en las catedrales bajo palio y al que los cardenales rendían pleitesía medieval. ¡Claro que es conveniente que nuestros infantes estudien tan piadosas gestas!.

    La sintonía del boletín informativo le saca de su ensimismamiento, cual perro de Pavlov, y presta oídos a la actualidad. En mala hora lo hiciera, que otra vez se le revuelven los higadillos y la pajarilla se le arrebola por los adentros. Porque quienes dirigen el mundo han acabado por robarnos, además, el juicio y hasta las palabras. Se divierten con ellas y nos subvierten su significado para que justicia siempre sea lo que les beneficia a ellos y delito lo que a ellos les perjudica. La misma piedra es una joya cuando sale de sus manos, y un simple pedrusco cuando llega a las tuyas. De su lado los campos feraces, del nuestro el barbecho. La culpa, finalmente, como el fracaso, son siempre nuestros, que la recompensa y el éxito siempre premian a los suyos.

    José K. quiere que la asignatura de religión incluya la Inquisición y el apoyo a Franco

    De Wert y la asignatura de Religión, verbigracia, hablábamos. ¿Es una muestra de arcaico y retrógrado clericalismo esa imposición? No, en absoluto. Es anticlericalismo rancio y añoso oponerse a ella. ¿Queda claro? Este malabarismo de conceptos, esta tergiversación de ideas, sujetos, verbos y predicados impregnan todo lo que tocamos. ¡Cómo será de obvio y manifiesto el hurto, la ratería, el latrocinio, que hasta una princesa —¡una princesa, allá en las alturas!— se ha dado cuenta de la existencia de tanto vampiro!

    Insta José K. a seguir el razonamiento de Slavoj Žižek a propósito de la condena en Rusia a las Pussy Riot: “Hay dos tipos de cinismo, el cinismo amargo de los oprimidos que desenmascara la hipocresía de aquellos en el poder, y el cinismo de los propios opresores que violan abiertamente sus propios principios proclamados”. ¿Piden ustedes muestras? Con gusto. Fíjense qué enorme violencia la de esas decenas de ciudadanos que se acercan —solo se acercan— a la vivienda del señor ministro de Justicia a pegarle cuatro gritos y enseñarle unas pancartas. Intolerable, claro: una terrible coacción a la libertad del ministro y de su familia. Por contra, cuánta paz encierra la decisión de Alberto Ruiz-Gallardón de negar a la madre que haga lo que crea conveniente con su vientre. Qué ausente de violencia se muestra la decisión del ministro y todo el Gobierno de obligar a esa madre a convivir —ya sea un día o 30 años— con un ser no querido, haya nacido o no con tal o cual enfermedad. ¿Esos católicos que tanto presumen de amar y respetar al prójimo, por qué obligan —sí, obligan con la violencia de la ley— a tener que aceptar sus creencias sobre algo tan alejado de las competencias de los obispos como la biología? Porque el adusto Antonio María Rouco Varela no parece ser un experto investigador de zigotos, mórulas, blástulas y embriones.

    ¿Cómo es posible que luzcan como grandes genios de las finanzas esos egresados de carísimas escuelas de negocios, que día sí y otro también inventan productos financieros a cuál más complejo para que los bancos que les pagan —con obscena generosidad— puedan engañar más y mejor a sus usuarios y guapear sus socaliñas? ¿Por qué la culpa es del incauto endeudado que se pringó de por vida, se pregunta José K. al borde de la apoplejía, y no del delincuente que vendía basura envuelta en papel dorado? Loado y listísimo quien vendió engaños; culpable, malquisto y bobón quien los compró. Con gran dolor ha observado nuestro hombre que los segundos andan ahora rebuscando yogures caducados en las basuras de los supermercados, mientras los primeros siguen mandando, dirigiendo y ordenando la circulación. Y además, insultan a los más angustiados y empobrecidos: manirrotos, les dicen. Imprudentes, les afean.

    Lucen como genios de las finanzas quienes inventan productos para engañar a los usuarios

    Así llegamos a que los jubilados sean unos insensatos que ponen en peligro el equilibrio financiero del mundo occidental porque piden, gentuza insolidaria, que no les bajen su ya magra pensión o, al menos, que se ajusten a la subida del IPC. Pero en cambio, qué injusto y disolvente —cosas de rojos irredentos— exigir, supongamos, una tasa a las operaciones financieras, una décima de más en las Sicav, o un mayor control fiscal a las grandes fortunas. ¿Qué tal si apretamos un poco las desorbitadas ganancias de ciertos empresarios textiles —espejos de emprendedores— que hacen blusitas en edificios infectos de Bangladesh? Ya sabe José K., ya, que es muy feo decir estas cosas. Una grosería, una muestra de intemperancia. Lo que le asombra es que sea mucho peor denunciar el crimen que cometerlo. Porque los culpables, no hay más que tener ojos, son quienes promueven o mantienen con su acción o falta de ella, tantas y tantas injusticias. Y no, en absoluto, los damnificados por ellas o quienes, adoloridos, claman contra tanta infamia.

    Y ahora, en medio de todos estos desmanes, surge un doloroso trabajo extra, que hay que ver lo acongojados que están Gobiernos y banqueros porque acaban de descubrir que en el mundo existen, qué sorpresa, ciertos lugares de nombres encantadores donde unos desaprensivos depositan miles de millones de euros, sin pagar por ellos ni un céntimo en impuestos ni cosa que se le asemeje. Los llaman, qué bonito, paraísos fiscales. Y es allí donde al parecer, los pobres del mundo guardan sus ahorros. ¡Cuánto trabajador, cuánto pequeño empresario, cuánto autónomo esconde sus miles de millones en las islas Jersey, por citar una simpática localización! Avariciosos y canallas que privan a sus conciudadanos de unos impuestos que permitirían, por lo menos, acabar con la pobreza.

    Porque quién va a creer —anatema— que son esos mismos banqueros y esos mismos gobernantes que tanto sufren —pobres— y que tanto se preocupan por nosotros, los culpables de esa infamia, de esa indecencia cósmica. Oh, no, de ninguna manera, se dice José K., sonrisa de hiena, que anoche, antes de poner término al detallado libro para Wert, había echado un vistazo, una vez más, a su muy querida Alicia:
    —Pero es que a mí no me gusta tratar a gente loca.
    —Oh, eso no lo puedes evitar. Aquí todos estamos locos. Yo estoy loco. Tú estás loca.
    -—¿Cómo sabes que yo estoy loca?
    —Tienes que estarlo, o no habrías venido aquí.

    (Alicia en el País de las Maravillas, Lewis Carroll).

    por JOSÉ MARÍA IZQUIERDO
    28 MAY 2013
    LA CUARTA PÁGINA. EL PAÍS OPINIÓN

    30 mayo 2014 | 01:47

  5. Dice ser manuel lopéz san

    muy bien, estos todo lo moldean nunca pierden siempre ganan,el otro es el malo, dios siempre esta con ellos los otros son unos herejes. Es a si es la vida de los pudientes,que nos quieren salvar de nosotros mismos, por eso nos engañan y nos hacen sufrir por nuestro bien

    30 mayo 2014 | 09:27

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