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Archivo de la categoría ‘Preventorios’

Preventorios: «Que nos pongan en un careo a las niñas y cuidadoras a ver si tienen valor para negar todo lo que sucedía allí»

Por Benita de Blas.

Yo también estuve tres meses viviendo un infierno en el preventorio fue en el año 1962 o 1963. Las cuidadoras me hicieron pasar mucho miedo, no podíamos salir a la calle y las cartas que mandábamos a nuestros padres ellas la leían y si en ellas veían alguna queja nos la rompían.

Me acuerdo de un postre que nos daban algunas veces que se trataba de una pasta menuda con leche que era imposible tragársela,  recuerdo como la llamábamos, aunque no lo voy a decir.

También me acuerdo el primer día que llegué allí y me dieron esas bragas que se ataban con un cordón y que eran grandísimas. Cuando llegué nos miraban una a una la cabeza por si teníamos algún parásito, nos llenaban toda la cabeza con un polvo asqueroso  y nos la enrollaban en una toalla durante todo el día. Unas de las cosas que más me impactaba ver era cuando nos ponían a todas desnudas para la ducha.

Todavía recuerdo la imagen que presentaba la cuidadora por la noche cuando estábamos acostadas, impresionaba verla con un gorro similar a los de enfermera con un uniforme y una capa. Se paseaba de un lado a otro por la sala para vigilar que tuviéramos loas ojos cerrados. Recuerdo hasta el nombre de ellas. Algunas de las niñas estábamos tres meses y todavía me pregunto por qué no podíamos marcharnos a casa antes de cumplir esos tres meses.

Yo sí he visto meter a las niñas la cara en el plato cuando no podían comer y también daban tortazos. Que nos pongan en un careo a las niñas y cuidadoras a ver si tienen valor para negar todo lo que sucedía allí.

Estuve en la sala rosa y la cuidadora se llamaba Carmina, también estuve unos días en la verde, pero la mayor parte del tiempo la pasé en la sala rosa. Y eso que cuentan algunas compañeras de la casita es verdad, se llevaban allí a las niñas enfermas y no podíamos ir a visitarlas.

En su diario del día 17 de septiembre hay una foto con siete niñas una de ellas sujeta una pelota, y mi madre y yo coincidimos que la niña que aparece en la 2ª fila y empezando por la izquierda la segunda niña soy yo. Siento no poder enviarles más documentación aunque creo que la aportación mas valiosa es el testimonio de las personas.

Y vuelvo a pedir un cara a cara entre cuidadoras y niñas.

Preventorios: «Nos advertían de que no dijéramos nada a nuestros padres de lo que allí pasaba»

Por Teresa Esquiliche, de Segovia, 54 años.

La cuidadora que hay en una de las fotos, era de las pocas buenas personas que allí había. Me gustaría volver a tener contacto con las niñas que allí conocí, la del pelito corto se parece a una de las niñas que salen en su periódico. En una de las fotos estoy con mi madre pues había un domingo al mes en el que podían visitarnos. La noche antes nos advertían de que no dijéramos nada a nuestros padres de lo que allí pasaba. A pesar de tener poca edad, creo que 12 años, yo no podía callármelo y contaba a mi familia el maltrato recibido.

Para mis amigas y para mí era una ilusión muy grande que nos eligieran para ir en verano al preventorio, pues creíamos que éramos privilegiadas por disfrutar de una vacaciones, o colonias, o algo parecido. Además yo repetí dos veranos, la primera vez con una amiga de la infancia, y la segunda con otra amiga y una hermana.

Recuerdo que lo pasamos muy mal la segunda vez, nos pegaban mucho, el día que tocaba ducha yo pasaba además de vergüenza, mucho miedo. Nos ponían en fila desnudas, como animales que van al matadero. Cuando veo reportajes o películas de los nazis, me acuerdo del preventorio. Recuerdo que pasábamos hambre, que nos escondíamos en la faltriquera que entonces se usaban, la comida y golosinas que nos llevaban la familia el domingo de visita. Se rezaba el rosario antes de la cena y si no te veían mover los labios, lo arreglaban con golpes.

A pesar de mi corta edad y de mi timidez, desde muy pequeña no he tolerado los abusos ni las injusticias. Pedía hablar con la directora, era una señora mayor y encorvada (así la recuerdo), creo que no sirvió de nada. La segunda vez de mi estancia allí, mi amiga y yo, nos las ingeniamos para escribir cartas a nuestra casa y pedíamos a las niñas que ya salían o a las cuidadoras buenas (que eran pocas) que las echaran al buzón. Un día se presentó la madre de mi amiga en un taxi a recogernos, mi hermana estaba ingresada en la enfermería y no quería dejarla allí, ya era difícil que nos dejaran salir antes de la fecha contratada por así decirlo pues mas difícil era que nos dejaran sacar a mi hermana de la enfermería. Pero yo no aguantaba mas, me dio muchísima pena dejar sola a mi hermana y nunca me lo perdonaré, pero estaba deseando de llegar a mi casa y contarlo todo. Por supuesto mis padres fueron a por mi hermana cuando supieron lo que allí pasaba. Por las noches pasábamos mucho miedo. Yo dormía en la sala malva. Cada vez que paso por el preventorio, revivo otra vez todo y se me enciende la sangre.

Hay mucho que contar, hablaré también con las dos amigas y vecinas de toda la vida, por si recuerdan mas cosas. En general, los recuerdos son mas malos que buenos.

No estaba segura de la edad que tenía cuando fui al preventorio, estoy viendo en el dorso de las fotos que son del año 67 y 68. Con 10 y 11 años. La verdad no tengo buenos recuerdos de aquello. Yo me metí en el grupo de baile y cuando no asistía a los ensayos me regañaban mucho. Perdonen la mala redacción, me voy acordando de cosas sueltas.  Disfrutaría muchísimo si supiera de aquellas cuidadoras, me refiero a las malas, para decirlas unas cuantas cosas.

 

Preventorios: «Duchas de agua fría, ingesta de comida vomitada, censura y lectura de correo, robo de comida recibida…»

Por Mª del Carmen Caballero.

Soy una de las niñas de Guadarrama. Mi padre, enfermo de tuberculosis, murió en el año 1963. Me llevaron a Guadarrama a través del dispensario de Goya. Yo estuve allí entre los años 1964 y 1966.

Comparto totalmente los testimonios ya publicados de otras mujeres afectadas: malos tratos generalizados, duchas de agua fría, lavado de las piernas con estropajo de esparto, ingesta de comida vomitada, censura y lectura de correo, robo de comida recibida, control de visitas y llamadas telefónicas.

Preventorios: «Incluso por tirar las patatas podridas cuando estábamos pelándolas nos golpeaban»

Por Mª Isabel Rodríguez.

Cuando tenía 7 años estuve en el preventorio de Guadarrama junto con mi amiga Cándida. Como éramos amigas no nos permitieron estar juntas y nos enviaron a cada una a un pabellón diferente, prohibiéndonos cualquier tipo de contacto entre nosotras. Por más que nos oíamos llamarnos a gritos y llorar, no conseguimos estar juntas y, hoy en día, me pregunto si la sordera de mi oído derecho fue debida a los golpes que recibí al llamar a Candi. O quizás mi reuma es por los baños de agua fría… Quizás.

Yo ingresé para quedarme interna pero en las visitas de mi familia yo suplicaba a mi padre que me sacara de allí porque me maltrataban. Al principio me compró una muñeca para que estuviese más contenta (Candi y yo la tenemos cogida en la fotografía que adjunto) pero mi insistencia hizo que, al final, lograse salir de allí. Como recuerdo me quedan los malos tratos recibidos ya que, incluso por tirar las patatas podridas cuando estábamos pelándolas, nos golpeaban.

Me gustaría tener contacto con compañeras que hayan pasado por la misma situación que yo y, sobre todo, recordar a mi amiga Cándida, fallecida ya hace algunos años.

Gracias por darnos un espacio y recordarnos, aunque hayan pasado 50 años…

Preventorios: «No nos daban clases de nada, aprendías a soportar y sobrevivir»

Por Azucena Sánchez.

Mi único interés con esto es que se conozca parte de una historia que ni se ha comentado en 40 años y que no se vuelva a repetir.

Tengo 52 años y estuve en el preventorio en dos ocasiones, la primera en el año 68. Tenía 8 años, hice la comunión el 23 de mayo y fui al preventorio a finales de mayo o principios de junio (no lo recuerdo bien) hasta el mes de diciembre. La segunda vez fue en el año 69 que estuve en el periodo de verano.

La experiencia fue tan traumática que mis propios mecanismos de defensa han hecho que pasara a un segundo plano en mi vida y nunca he comentado nada al respecto, sí que llegué a comentar que yo había estado en un internado que era como un campo de concentración, recordaba algunas cosas de las que yo había pasado, pero cuando he empezado a hablar con otras mujeres que han estado he ido recordando mas…. Y me alegra, siempre quise que aquello se supiera para que no volviera a ocurrir nunca más en la historia, ya que la historia que se olvida se repite.

Yo fui al preventorio porque mi padre tenía tuberculosis, estaba en el sanatorio del Escorial, quiero decir con esto que yo no fui como el resto de las niñas en autobús en plan colonias, era diferente, de todas formas era una manera de ver algo mas que no fuera el pueblo. Mis padres se enteraron de la existencia de este centro y, teniendo en cuenta de que yo vivía con mi madrina, pues vieron la posibilidad de que estuviera en un sitio que para ellos era tranquilidad.

Las cosas que recuerdo es que nada mas llegar allí todos los días nos ponían vacunas (ni idea de que, porque yo nunca he tenido cartilla de vacunación). Recuerdo los desayunos y las comidas, era imposible que aquello gustara, no hay niña que le guste una leche en polvo quemada o una maizena quemada y llena de grumos, la textura de entrada es una arcada segura….. la llamábamos “caca del nene pocholo”. Las comidas no recuerdo que eran, lo que sí recuerdo, y nunca lo he dicho porque pensaba que estaba equivocada, es que el primer día, vomité y me volvieron a poner la comida, siempre pensé que era la vomitada pero lo rechazaba en mi cabeza porque pensaba que yo, no estaba en lo cierto, hasta que lo he oído en otras compañeras.

Por las mañanas había que hacer cola para lavarse los dientes y la cara, llenaban dos o tres lavabos con agua para todas, no sé si habría restricciones de agua (teniendo en cuenta de que estábamos en la sierra) porque el agua estaba cortada, así que no se como nos lavaríamos… El día que tocaba cambio de ropa, un día a la semana, en el baño en el suelo estaban todos los vestidos, bragas, imagino que también los cuellos y las diademas, estos últimos no lo recuerdo, iban cogiendo vestidos y los ponían así por encima para la talla y si no se te veía el culo, allá iba. Imagino que la medida sería la rodilla, la braga yo creo que era talla única, necesario un cordón para meterlo y poderlo atar ajustándolo, para esto era necesario un imperdible que nos jugábamos a los montones y podía tener muchos como no tener ninguno. El vestido era de cuadros (como los babis de las guarderías) verdes y blanco o azules y blanco, excepto el de los días de visita que era rojo.

No se hacía absolutamente nada, yo perdí un curso entero porque allí no nos daban clases de nada, fue la época de mi vida mas perdida, aunque la formación era aprender a soportar y sobrevivir en aquella dictadura que no podías ni abrir la boca. No sé si en alguna época enseñarían a bordar o a coser, como he oído a alguien, porque mientras estuve yo, desde luego, no.

Ni que decir de las alineaciones, del rosario, del ángelus etc. Solamente la forma de educar era aterradora no solo físicamente, también psicológicamente. Nos metían tanto miedo en el cuerpo que yo que ya era miedosa… para mí lo del miedo es obsesivo, lo arrastro de toda la vida.

La forma de ducharnos, guardábamos una fila desnudas y cuando llegabas a la ducha, entrabas y te daban ellas con un estropajo de esparto, pasabas a la siguiente ducha al aclarado y el secado no recuerdo, lo que si recuerdo es que me pasaba desde que me desnudaba pensando en que estuviera mi ropa para vestirme, porque a veces, no se sabía el porque, desaparecía, decían que entraba el monaguillo y cogía algunas ropas.

Así podría estar hasta no sé cuando, escribiendo cosas que que desde luego de educativas tienen poco, los malos tratos pueden ser de muchas formas además de las hostias que atizaban, que yo he recibido alguna, en gran parte eran psicológicos.

Cuando empiezas a tener conocimiento de la historia y de que existieron los campos de concentración, siempre supe muy bien como eran porque veía al preventorio. El edificio mejor claro, pero el resto, el trato, en fin…

Yo lo que quiero es que esto se conozca y se sepa, se me ocurre pensar que había colegios de internas que podrían ser parecidos, no digo que fuera solo el preventorio , pero desde luego lo que hay que hacer es trasmitirlo a otras generaciones y como algo que ocurrió en colectividad, no de forma individual, por eso agradezco que haya salido a la luz y que pueda contar mis sensaciones sin pensar que lo que tenía en mi memoria fue una realidad, no una película ni ficción.

Yo soy una persona con miedo, maniática con que las cosas estén alineadas (no torcidas, debido a las alineaciones de las camas y gavetas) con un tic con el pelo adquirido en los rosarios. Y todas estas cosas gracias a mi estancia en dicho centro.

Para acabar. No sé como puede haber personas que digan que si estábamos tan mal que por que íbamos al año siguiente, como si criaturas con 5,6,7,8, hasta 12 años pudieran decidir sobre lo que tienen que hacer sus padres o no. Mis padres siempre pensaron que yo estaba maravillosamente bien, siempre he intentado explicárselo y siempre me decían que ellos querían lo mejor para mí, no puedo reprocharles nada. en las cartas que se escribían los lunes, creo recordar, las leían y si se decía algo relativo al trato, la rompían. Yo, cuando fui veterana, me sentaba al lado de las monitoras que cuando acababan de leerlas se las daban a niñas que cerraban las mismas, ahí yo aprovechaba para que dentro del papel de seda que llevaban los sobres, ponerlos que estaba muy mal, que vinieran a por mí. Nunca lo vieron, al menos eso creo. Y así me lo dijeron. No puedo entender que haya alguien que defienda el internado como algo bueno.  Como si realmente tuviera algo bueno.

He estado yendo de colonias hasta los 14 años que era el máximo de edad años posteriores y los recuerdo maravillosamente bien, donde el trato era absolutamente correcto, con su disciplina, pero nadie pegaba porque sí. Y la comida era estupenda.

Os adjunto algunas fotos de aquel lugar. Si os dais cuenta, la foto que estoy sola, estoy muy sonriente (por si a alguien se le ocurre decir que parecía muy feliz) efectivamente es así porque la foto me la hicieron mis padres, era un día de visita (los últimos domingos de mes). Las otras fotografías no estoy tan sonriente. En la que tengo el pelo corto es del primer año y en la que lo tengo mas largo, del segundo.

Preventorios: «Hacían fotos a las más desarrolladas cuando estábamos desnudas en las duchas»

Por María Antonia Monjas.

Quiero decir que todo lo que se escribe en este artículo es cierto y bien cierto, incluso hay cosas que no se describen, como que las habitaciones tenían colores que para las cuidadoras tenían un significado. Yo era pequeña, tenía nueve años, y aquello fue tan traumático que he tratado de olvidar cosas, pero al leer los comentarios y ver los vídeos me he acordado de varias imágenes.

Lo que se comenta de que hacían fotos a las más desarrolladas, pues es cierto, yo lo veía. Tenía un miedo enorme, incluso no sé si alguna vez me hicieron alguna. Eso era cuando estábamos desnudas en las duchas.

Otra cuestión son los pinchazos, yo desde entonces he tenido pánico a las agujas y aún lo tengo. Todos los días nos pinchaban con algún motivo, siempre nos decían que eran vacunas.

Respecto a lo que comentaba de los colores, a mí me cambiaron de color de habitación después de darme varias bofetadas porque decían que había hablado en la siesta.

Yo realmente lo recuerdo como si hubiera estado en un campo de concentración tres meses, que es lo que estuve.

Ingrese en el preventorio muy delgada pero cuando salí era gordita, siempre he dicho que me cambió el metabolismo a fuerza de comer todo lo que vomitaba.

GRACIAS A TODOS POR EL ARTÍCULO

Preventorios: «El silencio, los malos tratos y los abusos se encontraban imbricados en todos los órdenes de la vida»

Por Marian Fernández.

Dos meses y medio me tuvieron en las colonias de Guadarrama. Terrorífico.

No podías vestir tu ropa, cuando entrabas, la metían en tu maleta y te obligaban a colocarte unos horrorosos vestidos, grandes que solo cambiaban cuando llegaba la visita. En las fotos que adjunto llevo el vestido de los domingos. Las bragas, de tela de algodón, te colgaban muslos abajo, se ataban con una cinta y era imposible conseguir unas de tu tamaño. No sé si es que todas las niñas tenían esos culos enormes o simplemente eran tallas crecederas. Yo era de las pequeñas y siempre me tocaban de mayor.

Muchas noches se colaban murciélagos en los inmensos pabellones y los ratones roían la ropa que guardábamos a los pies de la cama en unos pequeños cajones con estrechos listones como fondo, por los que los roedores entraban y salían a sus anchas. Ni se te ocurría levantarte por la noche, claro. ¡Qué miedo poner los pies en el suelo!

Había pabellones malditos; el amarillo era el que tenía peor fama. Yo estaba en el azul.

Algunas niñas se frotaban la lengua con los bordes aserrados de una grama Cynodon dactylon, acabo de encontrar el dibujo en Internet, muy abundante por allí. Así sangrabas y te enviaban a «la casita», una especie de pequeño sanatorio, en donde no te obligaban a formar por las mañanas. Estuve porque un día me dolía tanto la tripa y lloré tanto que logré que me llevaran unos días. Además, allí te lavabas en una bañera.

Los domingos, formábamos en el patio y algunas niñas mostraban sus habilidades, cantando o escenificando una pequeña obra de teatro. Yo, que siempre quise ser artista, envidiaba profundamente a una en especial que cantaba aquello de: «Cuando corté yo esa rosa debió de pararse la sangre en mis manos, mira por qué poca cosa, cariño del alma, se mata a un cristiano…». Yo conocía muchas canciones, de la radio y de oír a mi madre, pero nunca tuve la suerte de que me escogieran. Siempre aquella niña, que no era tratada como las demás.

Las duchas, al aire libre, eran un pasillo, con un recorrido lleno de recovecos y suelo de cemento; ni calentador de agua ni nada, y eso que las mañanas en la Sierra son bastante frescas. Nos duchábamos los sábados. Y una vez al mes había visita. Ese día nos daban helado de postre y si querían los padres te podían llevar. Los míos no quisieron en la primera ocasión, pero en la segunda, por fin, me sacaron de allí.

Allí conocí a Bécquer; algunas niñas relataban al apagarse las luces, pasajes como «Maese Pérez el organista» o «El Cristo de la calavera» y yo me moría de miedo. Era el ambiente que se respiraba y que algunas internas más mayores, reproducían. Provocar el terror, la dominación por el miedo, como nuestras cuidadoras.

Lo pasé muy mal. La sensación de soledad, falta de amparo, miedo a los murciélagos, ratones, o a los lobos si saltabas la verja para escaparte; como unas niñas que lo hicieron una vez (contaban) y fueron devoradas.

La pelota con la que estoy en las fotos, era una que me trajeron mis padres; se coló en nuestra terraza y no sabiendo a quien pertenecía, se la quedaron para regalármela a mí. Fue la primera pelota que tuve en mi vida para mí sola; éramos cuatro hermanos y mi padre el único que traía a casa un sueldo de la época. Claro que solo podía usarla en el interior de mi casa (nada de botarla contra el suelo o la pared) no fuera a aparecer el dueño y reclamarla.

Eran tiempos duros y la pobreza, el silencio, los malos tratos y los abusos se encontraban imbricados en todos los órdenes de la vida.

Aún así, creo que en general yo fui una niña feliz. En general.

Preventorios: «Una noche que mi hermana me cogió de la mano apareció una monitora y me dio una bofetada con toda su fuerza»

Por MªJesús López.

Estuve en el verano de 1.960 y, hasta ahora, había pensado que la culpable era yo, ahora sé que yo fui víctima.

Tengo recuerdos muy puntuales, fui con 6 años, aunque la edad mínima eran los 7 años. Fuimos mi hermana, 7 años mayor que yo, y yo. Durante el día jamas estábamos juntas, dormíamos en camas contiguas y una noche que mi hermana me cogió de la mano apareció una monitora y me dio una bofetada con toda su fuerza y me llevó a otra parte del dormitorio, de esta forma no volví a tener ningún contacto con ella.

Desde el primer día vomitaba en todas las comidas, me obligaban a tomar leche, después he descubierto que tengo intolerancia a la lactosa, cada vez que vomitaba me obligaban a seguir comiéndome la misma «comida», y yo seguía vomitando. Me castigaban aislándome del resto de las niñas, es decir todos los días. No tengo recuerdos de haber jugado en ningún momento con nadie, siempre estaba dando vueltas al patio o castigada en un árbol del que no me podía mover. No me permitían beber agua en ningún momento (cuando me lavaba las manos por la noche, bebía pequeños traguitos de agua, creo que por eso sobreviví.

Estábamos tres meses, sin tener ningún contacto con los padres, pero al mes pudieron ir a vernos mis padres, por supuesto yo vomité el desayuno y me castigaron sin salir a verlos, alguien debió cambiar de opinión porque sí pude salir, este recuerdo es de los más duros, mis padres NO me reconocieron, yo me agarré a las piernas de mi padre, no recuerdo más de ese momento. Mi hermana al ser mayor que yo, les contó lo que yo estaba pasando, que si no me sacaban de allí me moría, y después me enteré de que mi madre había discutido, luchado y se había tenido que poner muy dura para conseguir sacarme de ese sitio.

Cuando volví a casa mi madre me llevó al médico, me tuvo en reposo absoluto hasta que yo pude empezar a comer, por mi casa pasó toda la vecindad y la familia (debía ser un espectáculo verme). Después mi madre me contó que la habían dicho que mi hermana y yo éramos de otra clase social y no teníamos que haber ido nunca allí, (mi padre era funcionario de Telégrafos), la pobre siempre contaba que una señora a la que ella respetaba mucho, la había dicho que las niñas estaban muy bien allí, en la sierra de Madrid, y que era muy sano.

Mi hermana se quedó y me contó que había discutido con aquella «Doña Felisa», pues mientras yo estaba allí no se atrevía para que no lo pagaran conmigo, algo que sabía que me iba a ocurrir.

Mi nombre es Mª Jesús López, tengo 57 años, y está claro, que aquella experiencia me marcó para toda mi vida, cuando mis hijas se han quedado a comer en el colegio o han ido de campamento he insistido en que no las obligaran a tomar leche con las comidas (es mi obsesión).

No tengo ninguna foto, lo siento, sólo puedo añadir que el color de la cinta que yo llevaba era rojo, creo recordar que nos diferenciaban por el color de la cinta, pero esto no lo puedo confirmar, puede que otra niña de entonces lo recuerde mejor que yo.

Preventorios: «No dejaban pasar comida, pero mi abuela se guardaba dos magdalenas en el sujetador»

Por MªHermenegilda, que estuvo en el Preventorio de Guadarrama.

Cuando contaba con 17 meses me detectaron tuberculosis, como era una niña, según mi madre, esmirriá», por más que empecé el colegio de monjas con tres años y me dejaron en el comedor para ver si aprendía y comía, pero nones. Mi madre era ama de casa, mi padre peón de albañil, y con tres hijos, ante el miedo de que contagiara a mis hermanos más pequeños, las monjas ayudaron a mi madre para que me fuera a Guadarrama porque allí iba a aprender a comer y sanaría del pulmón. Así que en el 68, con siete años, me fui para el preventorio.

Allí, la verdad, no te daban cariño, yo me acuerdo de una tal Srta. Enriqueta; que debía ser moza rancia, y no andaba muy sobrada de humor, en aquella época daba igual donde estuvieses porque el castigo y el bofetón estaban al orden del día.

Allí te levantaban temprano, te aseabas, te peinabas y si pasabas la inspección bajabas a formar al patio para cantar el ‘caralsol’, después misa y desayuno y luego enfermería. Por la tarde se rezaba el rosario y en la merienda sacaban dos enormes cacerolas, una con trozos de pan y otra con onzas de chocolate. Un quesito cada día. Una cosa, nos poníamos en fila e íbamos cogiendo un trozo de pan y lo que tocara, luego yo creo que era cuando nos daban el vaso de agua del día, entretanto si tenías sed intentabas, si es que te dejaban, ir al servicio para beber del grifo.

Sobre los piojos, te miraban la cabeza una vez a la semana las cuidadoras que llevaban unas batas, creo que eran de color rosa, un delantal blanco y una cofia. Se sentaban en una silla y se ponían un trapo blanco encima del delantal y con una liendrera (peine de dobles púas y muy juntas entre sí) y si los tenías, te cortaban él pelo como al 1 y ZZ que te crió. Claro en la época no había otra cosa contra los piojos.

Yo estuve en la sala rosa, allí recuerdo que como a media noche encendían algunos globos de luz de las habitaciones y te mandaban al baño a hacer pis. Si te meabas en la cama al día siguiente colgaban la sabana en los pies de las camas y obligaban a las compañeras a rodearte y llamarte meona y burlarse de ti. En el comedor siempre había leche para beber en las comidas, a mi me sabía rara y pensaba que llevaba alguna medicina, ahora en otros testimonios he leído que el sabor era a quemada. La comida, pues al ser poco comedora, me acuerdo que me obligaban a comer sujetándome la cabeza y metiéndome la cuchara algunas veces hasta la campanilla y cuando daba arcadas me decían que como vomitara me lo iba a comer pero nunca vomité, a mi primo en los salesianos de Madrid por aquella época si les obligaban a comer el vómito.

Nada más llegar te duchaban en duchas comunes como las de la cárcel con cuidadora pero claro las niñas de allí oscilábamos entre los 6 y los 10 años, porque no querían mujeres desarrolladas, y te desinfectaban, seguidamente te colocaban un vestido de cuadros de vichi del color correspondiente a la habitación a la que ibas y un cuello postizo blanco, a media semana te cambiaban de vestido y los domingos nos ponían uno igual a todas pero con una diadema en el pelo del color de tu habitación. Allí el abrigo no existía en ninguna época del año.

Los familiares podían llamar un día a la semana y hablar contigo pero si llorabas o decías que te querías ir te colgaban el teléfono y en las cartas te lo tachaban y salían censuradas, a los sellos y los sobres te los tenían que llevar los padres y el famoso papel de cartas de rayas. Una domingo al mes ponían autobuses, no sé si desde Moncloa o desde Andrés Mellado, para que los familiares fueran a vernos gratis, les registraban los bolsos y no dejaban pasar ni comida ni chucherías, pero mi abuela se envolvía en pañuelos blancos dos magdalenas y se las guardaba en el sujetador y yo me las comía por el jardín mientras duraba la visita y alguna cosilla más.

Yo fui para 3 meses y estuve 6 . Volví curada y comiendo de todo. También estuve en la famosa casita (enfermería) 10 días por unas anginas y a mí me dejaron llevarme libros y recortables, eso sí de allí ni te asomaban a la puerta mientras estuvieras enferma.

Luego en el año 70, le pedí yo a mi madre que me mandara en el verano (las vacaciones del colegio) allí me dieron la prueba del grupo sanguíneo, que adjunto, por si a los 11 años como yo los cumplo en enero cuando llegará el verano ya tenía la regla y no podía ir. La verdad nos pinchaban mucho y nos pesaban y nos hacían radiografías, pero yo creo que en muchas casas en el año 68 sobre todo en las de los pueblos (yo soy de Madrid), no tendrían ni wc y menos bañera, yo me acuerdo que sí porque mi madre lavaba la ropa con una losa o agolpadera y la aclaraba en la bañera.

A mi palizas no me dieron una vez me hice pis y me sacaron a la terraza meada sin dejarme ni sentar como una hora o así, pero no me he muerto.

A mí me trataron como el que se le acerca un perro y no le das una patada pero tampoco le hace una caricia.

Preventorios: «la abofetearon y le dijeron que le dolía la tripa porque iba a desarrollar. Casi muere de peritonitis»

Por David López.

Mi madre, que ahora tiene 62 años , tenía 6 cuando entró en un internado de Ronda con su hermanita de 2 años, por que había fallecido su madre.

Allí estuvieron durante años y pasaron por esas cosas y peores.

Durante varios días la ignoraron cuando decía que estaba mala, que le dolía la tripa. Las monjas la abofetearon y le dijeron que eso era porque iba a desarrollar. Realmente tenía apendicitis y casi muere de peritonitis.

Las castigaban encerrándolas en un cuarto oscuro lleno de trastos viejos y con ratas. La obligaban a fregar ollas enormes, para lo que se tenía que subir en una caja de madera y allí pasaba horas.

Investigadlo, hay miles de mujeres damnificadas por esas crueles monjitas.