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Chuletas ricas, entre la tumba de Franco y El Pardo

No lo puedo negar. Conducir hoy desde la puerta del Palacio de El Pardo, donde impunemente vivió el dictador, hasta la tumba donde finalmente reposan sus restos, en el cementerio de Mingorrubio, me dio un poco de yu-yu.

La tumba del dictador, a pocos metros de mis chuletas de cordero.

¿Inquietante, al cabo de tantos años? La tapia larga con sus garitas vacías, a un lado, y los pinares sin ciervos, al otro. Aflojé la marcha. Me dio por recordar. Mira por dónde.

Confeccionando las páginas del semanario Doblón el día que «se fue el caimán»

Entre el Palacio y el cementerio, paré a compartir chuletas con un buen amigo en la terraza de Flora, con vista a los montes de El Pardo. Al primer bocado, desapareció el yu-yu. «Las penas con pan son menos», decía mi abuela. ¡Qué ricas!

Chuletas de cordero, entre el palacio de El Pardo y la tumba de Franco.

A pesar de los pesares, recomiendo pasear por El Pardo. ¿Perdonar? Casi siempre. ¿Olvidar? Nunca.

El Palacio del tirano.

Hablamos, como no, de «Nacho de noche», el ex ministro (brevísimo) de Suárez, que dijo anteayer, ante Pablo Casado, que Franco no dio un golpe de Estado en 1936. Al morir el «caudillo de España por la gracia de Dios» (lo dicen sus monedas), algunos franquistas del «búnker» se escondieron y otros se convirtieron en demócratas. Tenían sus razones.

Portada del semanario Doblón que yo dirigía cuando murió el tirano. Aprovechamos un sello de 2 pesetas (ampliado).

Los reformistas de UCD tomaron el relevo y ayudaron a los anti franquistas a parir la Constitución. El joven José María Aznar estuvo en contra. De 1978 a 1996 se fortaleció la Democracia. Fracasado el golpe de Estado el 23-F de 1981, el miedo volvió a habitar entre nosotros y hubo alternancia pacífica en el Poder. Lo nunca visto desde la rebelión militar de Franco en 1936. España, en Europa, dio un salto de gigante. Cuando Aznar sustituyó a Felipe González, en 1996, los restos franquistas empezaron a salir de su búnker y a enseñar su patita. Ser envalentonaron. Algunos, pocos, desenterraron el hacha fratricida. Entonces fue cuando, poco a poco, entre una derecha intolerante, a veces ruin, y una izquierda acomplejada y miedica, se empezó a joder la Democracia en España.

Luego vino el 11-M de 2004, la matanza yihadista de Atocha por la guerra de Irak. La derecha moderada no pudo o no supo separarse de las mentiras y el rencor de José María Aznar, «el hombrecillo insufrible» (según Helmut Kohl). Desaparecido Rubalcaba, la izquierda tampoco tuvo suerte con sus líderes.  Y en esas estamos… caminando hacia los extremos, sobre todo por VOX a la extrema derecha del PP y los otros nacionalistas, vascos y catalanes, a su aire. Me gustaría ver hoy juntos a Fernando Abril Martorell y a Alfonso Guerra, parteros de la Constitución, buscando salidas pacificadoras como en 1978. Un sueño imposible.

En 1978, con una buena mezcla de nobleza y miedo, fuimos capaces de llegar acuerdos constituyentes para no volver a las andadas, y de hacer la Transición de la Concordia, cuando las diferencias entre izquierda y derecha eran abismales. ¿Por qué son ahora tan imposibles los acuerdos de Estado entre la derecha y la izquierda si las diferencias son mucho menores que antes?

Regresaré a El Pardo en busca de respuestas… y de ricas chuletas. (Continuará)