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El “error” de la República: ¿Ingenuidad y/o torpeza?

Ángel Viñas y Andrea Ropero en El Intermedio de la Sexta.

¡Qué fácil! Lo conseguí. Soy analógico por nacimiento, pero, al jubilarme, no tuve más remedio que emigrar al mundo digital. Yo solito. No tenía a ningún técnico de mis antiguas empresas (20 minutos, TVE, El Sol, El País, etc.) a quién consultar. Ni siquiera a mi princesa, que ya no vivía en casa.

Anteayer, El Intermedio de la Sexta emitió una entrevista con un viejo y gran amigo que me interesó mucho. A esa hora, estaba yo preparando la cena y la seguí a trompicones. Mi chica (awestley.com) me nombró chef del Restaurante Cocina cuando se declaró la maldita pandemia de la Covid-19. Con gusto, conservo ese título. El caso es que, entre sartenes y platos, perdí partes sabrosas de la entrevista que le hicieron al historiador Ángel Viñas sobre su último libro, “El error de la República” y que recomiendo. Pregunté a Google y (¡Eureka) me salió a la primera.

La acabo de ver con papel y lápiz. No te la pierdas. Basta con dar un clic al nombre de Viñas (en azul) y el video sale solo. Ya verás qué fácil. No te la voy a resumir aquí. Prefiero que la veas entera. A esto le llamábamos en la Universidad “agitación y propagada” (el famoso “agitprop” de los espías soviéticos). Viñas descubre el gran error de los líderes republicanos que él atribuye a su ineficacia y torpeza, por no impedir a tiempo la conspiración de los golpistas, apoyados por fascistas italianos y nazis alemanes. A su torpeza yo me permito añadir su “ingenuidad”. ¿Acaso no conocían nuestros demócratas republicanos las tradiciones intolerantes, intransigentes y seculares de nuestra España negra? Pasen, pasen y vean.

Del profesor Viñas puedo decir, sin temor a equivocarme, que es un historiador íntegro y honesto con los hechos. Como tú y como yo, tiene un sesgo en su corazoncito, pero es respetuoso con los hechos probados. Si lo sabré yo. Le leo y le sigo desde su primer “Oro de Moscú”.  Ambos fuimos muy amigos del gran Gabriel Jackson, a cuyo homenaje póstumo acudimos juntos en Barcelona, unos días antes del primer estado de alarma de 2020.

Le conocí en la ANUGA (Feria de la Alimentación, Colonia, RFA) hace casi medio siglo. Allí coincidimos con Willy Brandt y le saludamos al pasar por los stands de España. El entonces joven diplomático Ángel Viñas (luciendo pajarita, naturalmente) ayudaba a colocar las estanterías y carteles de la caseta del vino de Julián Chivite. No se le caían los anillos al agregado comercial en Bonn. Yo fui allí invitado, en calidad de director ejecutivo del semanario Cambio 16 que acabábamos de fundar en 1971.

Cuando ambos terminamos de ayudar en el montaje de los stands españoles, Viñas me llevó a su casa. Cenamos y cantamos… ¡canciones de la República! No me lo podía creer. Un funcionario público, en plena Dictadura, se sabía las letras que mi padre me había enseñado clandestinamente. “Gallo negro, gallo negro”, “¡Ay, Carmela!”, y otras por el estilo. Fue una cena emocionante e inolvidable. Luego, en 1975, me ayudó a fundar la revista Historia Internacional, una de las aventuras más hermosas de mi vida. ¡Cómo no le voy a querer! No te pierdas su entrevista de El Intermedio ni su último libro editado por Crítica.

Fin, con perdón, del “agitprop”.

Portada del último libro de Viñas

El Intermedio en tricolor