Hace 30 años que el hermano Rufino no trabaja…

Por José Angel Pérez, un colega de Almería, me entero de que, tal día como hoy, hace 30 años que murió el hermano Rufino, de La Salle, uno de los mejores maestros que he tenido en mi vida.

Hermano Rufino Sagredo, un sabio de La Salle de Almería

Sentí mucho no haberme despedido de él y no haber podido acudir a su entierro. En cuanto lo supe, envíe un obituario a La Voz de Almería, que escribí deprisa y corriendo. Hoy vuelvo a recordarlo con cariño, admiración y agradecimiento. Sigo en deuda con él. Copio y pego:

Hace tres días que el hermano Rufino no trabaja…

La Voz de Almería, 2 de enero de 1992

J.A. Martínez Soler

“Acabo de ver su esquela en La Voz. Hace tres días que el hermano Rufino no trabaja… A los 92 años, ha muerto nuestro maestro, dejándonos una estela infinita de amor a la naturaleza.

“¿Era aquel fraile de las hierbas secas, los fósiles raros y la risa aguda y contagiosa?”, me pregunta mi hijo mayor. Alguna vez le llevé a La Salle a ver al maestro más excéntrico y maravilloso que he tenido en mi vida. Sí, era aquel fraile que me enseñó a amar cada planta, cada flor, cada ser vivo por gigantesco o diminuto que fuera.

Era nuestro Giner de los Ríos particular; el hombre que nos sacaba del billar y del tabaco prematuros para recorrer y explorar los montes de Eníx o los campos de la Molineta, armado de sotana y de piqueta, para descubrir la belleza extraordinaria que había detrás de cualquier hierbajo.

No puedo comenzar este año 92 sin recordarle en cada criatura viva. Tenía la ira de los sabios: “¿Cómo te atreves a llamar hierbajo a esta maravilla de la Creación?”, me decía el maestro, evitándome la catástrofe de pisar una rara especie almeriense de cuyo nombre en latín no consigo acordarme.

Se tumbaba, cuan largo era, en el campo, y escarbaba, con mimo exquisito, alrededor del tronco para salvar las raíces de una de las miles de muestras de la rica flora almeriense que él clasificó e investigó por su cuenta. Emocionado por el descubrimiento, nos sentaba a su lado para explicarnos las peculiaridades de aquel ejemplar. Un día nos dijo que había encontrado una planta que solo se cría en Almería y en un lugar exótico del Danubio.

El hermano Rufino era más que un botánico. Era un filósofo. “No se ama lo que no se conoce”, solía decirnos cuando le mirábamos sorprendidos y envidiosos por su emoción ante el conocimiento de los fenómenos que nos rodean. Cuando nos explicaba en clase las Ciencias Naturales (yo tenía doce años, y él sesenta) nos dejaba boquiabiertos. Nunca seguía el programa oficial. Seguía el programa de la vida, del pensamiento, del espíritu, y nos provocaba una descomunal curiosidad por las cosas más insignificantes de este mundo.

Lo que más nos maravillaba era su claridad y sencillez, su paciencia de santo y su alegría franciscana, su sabiduría global y su concepción del mundo. Algunos frailes le tenían por algo chiflado, pero los niños sabíamos muy bien que Rufino Sagredo (me acabo de enterar de su apellido por la esquela mortuoria) era un sabio auténtico, de aquellos del Renacimiento que disfrutaban con todas las ciencias y todas las artes, mezclándolas en una visión panteísta del universo.

Buscaba a Dios en los hierbajos, en los helechos prehistóricos y en los insectos contemporáneos. Y emitía efluvios de bondad y de gracia. Rufino conocía el secreto de la filantropía. Se nos ha muerto un sabio atípico que había hecho de nuestra tierra almeriense su laboratorio de trabajo y su altar de oración. El maestro Rufino fue un precursor del ecologismo, y merece algo más que nuestro recuerdo emocionado. Su memoria nos debe hacer reflexionar sobre las bellezas que nuestra tierra guarda, aún en secreto, sobre el microclima que nos vio nacer y sobre el afán de investigar y conocer lo que nos rodea.

“Para un ignorante de la historia de la Grecia clásica”, nos decía el hermano Rufino, “las ruinas del Partenón de Atenas no son más que un montón de piedras sin vida. El placer que tiene al contemplar ese monumento es minúsculo. ¿Qué sentirá, en cambio, aquel que conozca la cultura helenística y sepa el significado de cada moldura, los antecedentes del capitel, el desarrollo posterior de aquel friso destrozado por los siglos? La felicidad”, nos insistía, “aumenta con el conocimiento”.

Gracias, hermano Rufino, por la lección de aquel atardecer en La Molineta. He visto algunos sabios en mi vida. Ninguno como el maestro Rufino.Descanse en paz.”

Obituario del hermano Rufino que publiqué en La Voz de Almería a los tres días de su muerte.

Y esta es la nota  que José Angel Pérez publica hoy en Facebook:

HOY HACE 30 AÑOS QUE MURIÓ EL HERMANO RUFINO, BOTÁNICO Y  PROFESOR DE CIENCIAS DE LA SALLE

El Hermano Rufino Sagredo Arnaiz nació en Villalmóndar, provincia de Burgos , el 16 de septiembre de 1899. Entró a formar parte de los Hermanos de La Salle. Licenciado en Filosofía y Letras, dio clases en Córdoba y en Canarias, donde profundiza en la mineralogía y la botánica de forma autodidacta, hasta que vino a Almería en septiembre de1956 donde ejerció como profesor de Ciencias Naturales en el Colegio de La Salle de Almería. Su gran pasión fue la botánica, llegando a ser un profundo conocedor de la flora almeriense. Realizó aportes al herbario del Instituto de Aclimatación (ahora Estación Experimental de Zonas Áridas del CSIC), creado por los hermanos Jerónimo Coste y Mauricio, de especímenes recogidos por toda la provincia en más de 1.300 excursiones. Rufino Sagredo continuó la labor del hermano Jerónimo, fallecido un año antes, a instancias del Fundador y entonces Director del Instituto de Aclimatación, el ingeniero agrónomo don Manuel Mendizábal, pasando a ser el responsable de su sección botánica. Actualmente están expuestos en el Museo de Ciencias Naturales de La Salle en Almería muchos de los materiales recogidos por el Padre Rufino, como fósiles, minerales o más de 18.000 fichas de herbolario.
Falleció en Granada el 29 de diciembre de 1991. Cinco años después sus restos fueron trasladados a Almería.El botánico granadino Gabriel Blanca le dedicó una especie natural de Sierra Nevada (se la puede encontrar por el Puerto de La Ragua): Centaurea sagredoI. En mayo de 2007 se nombra el jardín botánico de Vera.

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