Archivo de octubre, 2021

La muralla del emir Jayrán, en mi corazón

 

Artículo publicado hoy por La Voz de Almería (18/10/2021)

La muralla de Jayrán, en mi corazón

José A. Martínez Soler

Periodista

Durante años, soñé con reconstruir mi casa vieja en la Loma de San Cristóbal, 58-62 (antes Cerro de los Yemeníes) con vistas a la muralla de Jayrán. Desde mi azotea, escuchaba el alma de la ciudad que me vio nacer y escrutaba sus límites: el puerto, la bahía, Cabo de Gata, Alhamilla. ¡Qué mirador tan hermoso! Cuando la luna se convertía en una fina tajada de melón, por encima de los torreones, cerraba los ojos y escuchaba Scherezade y las mil y una noches. En mi infancia y adolescencia, me despertaba con la silueta de esa muralla bajo medieval, que veía desde mi ventana en la calle Juan del Olmo, 80, entre el Hoyo de los Coheteros y el Quemadero.

Vista de la Muralla de Jayrán desde mi dormitorio en Calle Juan del Olmo, 80, Amería.

Mi barrio estaba marcado en lo alto por la huella de Jayrán, el primer rey de la taifa independiente de Almería en el siglo XI, promotor también de los aljibes, una obra de ingeniería hidráulica que ya la quisieran entonces para Granada. Un profe de Historia de La Salle nos decía que “Alcazaba tiene Almería cuando Granada era solo alquería”. De niño, subíamos a los torreones (tres cuadrados árabes y cuatro redondos cristianos) y peleábamos a pedradas con los de la Fuentecica. Me gustaba el Cerro. Me subyugaba la muralla.

De mayor, cuando gané la plaza de profesor titular en la Universidad de Almería, quise jubilarme definitivamente en mi tierra. Mi esposa bostoniana (anawestley.com) lo aceptó. Le pregunté en qué parte de Almería querría vivir conmigo. Desde la Puerta Purchena, señaló un lienzo y medio torreón que se divisaba malamente en el Cerro de San Cristóbal. Sin dudarlo, compramos en esa loma unas casillas viejas, medio en ruinas, para demolerlas y reconstruir en su solar la casa de nuestros sueños. Conocimos a los vecinos, payos y gitanos, (Paco, Amable, Flora…). Nos invitaron a cenar y llevamos a su casa una botella de rioja. Una cosa me sorprendió agradablemente: nadie en el barrio tenía sacacorchos. La iglesia evangélica, que habían sustituido por allí, y con razón, a la iglesia católica, estaba acabando con el alcoholismo y la drogadicción del Cerro de San Cristóbal. El Ayuntamiento, en cambio, nunca pudo acabar con la basura y el mal olor.

Pablo Casals me dijo, en su exilio de Vermont, que “si mueres en la tierra donde naciste, llegas antes al Cielo”. El mayor violoncelista de la historia no pudo morir en su Cataluña natal porque el dictador Franco le sobrevivió por unos pocos años. En cambio, aunque ya no creía en ningún paraíso religioso, yo sí estaba dispuesto a pasar mis últimos años con mi familia en Almería. Precisamente, junto a la muralla de Jayrán, tan abandonada y despreciada por los almerienses de toda clase y condición.

Solemos decir, con resignación fatalista, que en mi tierra somos “mu dejaos” y pusilánimes a la hora de salvar las huellas de nuestra historia, de defender lo nuestro con orgullo. Así es. Y me avergüenza reconocerlo. El estado ruinoso de la muralla del siglo XI, una de las joyas de Al Ándalus, y el cerro de San Cristóbal, donde los templarios construyeron su castillo en 1147, inspirándose en los torreones de Ávila y Jerusalén, son buena prueba de ello.

Dibujo de Arranz

Aquel castillo del Temple ha desaparecido. También desaparecerán, si no lo remediamos a tiempo, los lienzos y torreones que milagrosamente aún siguen en pie y en estado ruinoso por la desidia de nuestros gobernantes (tanto del PSOE como del PP) y – ¿por qué no decirlo? – por la escasa exigencia política y nulo compromiso social de los almerienses con nuestros orígenes, con nuestros barrios más pobres y con la huella de nuestros antepasados. No quiero hurgar en nuestras heridas racistas históricas, siempre a flor de piel, entre payos y gitanos, pero el divorcio social entre el Cerro extramuros y el resto de la ciudad es clamoroso y es una de las causas del abandono suicida de la muralla de Jayrán. Deberíamos superar ese divorcio y no solo con planes urbanísticos que nunca se llevan a cabo.

Hace unos años, un trágico accidente de tráfico acabó con la vida de mi hermana, mi cuñado y mi sobrina y me dejó, de golpe, sin familia. No encontré consuelo para esa herida.

Mi hermana Isabel, mi cuñado Antonio y mi sobrina Cristina, muertos en un trágico accidente de tráfico en Huércal Overa, Almería..

Renuncié a mi plaza de profesor titular de la UAL y al sueño de jubilarme en mi casa del Cerro. Capítulo tristemente cerrado. Emigré de nuevo a Madrid, puse el solar a la venta y desde entonces, no sin dolor, apenas visito la ciudad donde nací y crecí.

Tiene razón Rilke cuando dice que “la infancia es la patria del hombre”.  He recorrido medio mundo, pero mis raíces siguen profundamente arraigadas en Almería, donde está mi verdadera patria infantil y juvenil y donde nací, no solo a la vida sino también al primer amor, en la calle Luchana que nos lleva precisamente hasta el Cerro de San Cristóbal.

Agradezco a Eduardo D. Vicente sus artículos en La Voz clamando, desgraciadamente en el desierto, por la recuperación del Cerro y la rehabilitación de los lienzos y torreones de mi infancia. También, a Joaquín Socias por su libro sobre el Temple en Almería en 1147. Guardo con cariño todas las referencias escritas sobre el Cerro. Cuando me jubilé como director general del diario 20 minutos, me inicié en la talla de madera. Tenía una deuda con Jayrán.

Estatua del emir Jayrán, al pie de la Alcazaba de Amería.

Por eso, tallé su relieve en madera de cedro y lo cedí a mis amigos del Hotel Catedral, donde se expone, por haber recuperado uno de los aljibes del primer emir de Almería.

Con Nicolás Franco, sobrino del dictador, visitando el aljibe de Jayrán… y mi talla en madera de cedro.

Como adolescente y ferviente católico, un año acompañé a mi tía Dolores a un Vía Crucis hasta la estatua del Santo, antes del amanecer. Me causó una profunda impresión. Inolvidable ver, sentir, casi palpar la aurora, “la de los rosáceos dedos”, que brotaba por detrás del Cabo de Gata, cuando subíamos con el Cristo de la Pobreza (¡qué Cristo tan oportuno para ese barrio!) hasta el pie de la muralla.

Mirador desde la estatua del Santo, junto a la muralla de Jayrán.

¡Qué mirador tan envidiable nos estamos perdiendo los almerienses! En justicia, creo que no nos merecemos tanta belleza en medio de ese basurero social y político. ¡Qué lastimica!

La muralla de Jayrán, una joya de Al Ándalus, vertedero de basura.

 

 

 

¿Qué fue de mi Vargas Llosa?

No gana uno para sobresaltos. Ahora resulta que mi admirado Varas Llosa, el de Conversaciones en la Catedral o La fiesta del Chivo, se ha convertido en un carcamal de la extrema derecha que pone en duda el resultado de las elecciones libres. Ha dicho esta barbaridad: «Lo importante no es que haya libertad sino votar bien».

Vargas Llosa ya no es lo que era. ¡Vaya por Dios!

¿Será cosa de la edad, que no perdona, de sus deudas a Hacienda, que tampoco perdona, o de su proximidad Isabel Preysler, quien hizo carca a Julio Iglesias, al marqués de Griñón y al ex socialista Boyer en un santiamén? O será que últimamente se junta mucho con José María Aznar, con Ayuso o quizás con Vox. El ministro de la Presidencia, Félix Bolaños ha puesto un poco de sal en la herida. Ha acusado a Vargas Llosa de «no reconocer el resultado electoral».

Aznar lee la cartilla a Casado en la convención del PP.

¡Pobre Casado! Tampoco él -entre el PP de Feijó/Rajoy y el de Ayuso/Aznar- gana para sobresaltos. Desde luego, el lenguaje paternalista, soberbio, ruin y barrio bajero de Aznar (dice que «ni la madre que le parió») no le ayuda mucho a llegar al centro que su partido lleva tantos años buscando… sin éxito.

Imposible olvidar una pregunta, ya clásica, de «Conversaciones en la Catedral» que hizo fortuna: «¿Cuándo se jodió el Perú? Pues eso me pregunto yo ahora: ¿Cuándo se jodió Vargas Llosa? Peor aún: ¿Cuándo se jodió el PP?

Para colmo, Aznar, Ayuso y Casado, más papistas que el Papa, se meten ahora con Francisco, su Sumo Pontífice, por sus declaraciones a favor de pedir perdón por los excesos en la conquista de América. Vivir para ver. La derecha ataca al Papa y la izquierda le defiende. Claro que también hay incluso cardenales que no son muy devotos del Papa. Que me perdonen los creyentes y quienes sufren por los efectos terribles del volcán de La Palma ya que las comparaciones son odiosas. Se trata de esta foto espectacular que circula por las redes.

El cardenal Cañizares entra en erupción con su Capa Magna que algunos llaman ahora «Caspa Magma»

El cardenal Cañizares, uno de ellos, entra en erupción. La lava amenaza con engullir nuestra inteligencia. Un amigo me ilustra: la lava del volcán Cañizares se llama «Capa Magna» y  ya solo la usan los clérigos ultramontanos. Como el más querido por Cañizares, el cardenal enemigo del papa Francisco, Raymond Leo Burke, que llamó a los católicos a la insumisión por negarse a dar la comunión a los católicos divorciados. Es también anti vacunas, propagador de que las vacunas tienen un chip para controlarnos. Hace unos meses enfermó gravemente de COVID. Otro amigo matiza:  la «Capa Magna» es ahora «Caspa Magma».