Juan Carlos Escudier

Los caseros son gente honrada

Muchas pruebas de ADN y de huellas, mucha documentoscopia y tecnología punta para rastrear llamadas telefónicas, pero la mejor pista la dio un vulgar casero, el de Serhane el Tunecino. Lo ha explicado otro policía de la UCIE, el 84.128 que, a diferencia los compañeros que le han precedido, pisó la calle, hizo registros y practicó detenciones. A Serhane le ha definido como un “islamista de nivel”, viejo conocido por sus ideas extremistas.

El sábado 13 varios policías se plantaron en su domicilio y no le vieron ni a él ni a su coche. Pero días después localizaron al arrendatario de la vivienda, que les contó que El tunecino era su inquilino desde hacía 5 años y que, religiosamente, antes del día 5 de cada mes, Serhane se retrataba en metálico, pagando el alquiler sin exigir recibo. Pero aquel mes de marzo de 2004 había dejado de hacerlo y el casero se había alarmado tanto que había ido a la comisaría para informarse si había tenido algún accidente. «Eso fue para nosotros un indicio claro».

Lo más interesante del testimonio de este policía la sido la reconstrucción que ha hecho del entorno de algunos de los suicidas de Leganés. De Rifaat Anouar, el más joven de los terroristas, el único sin ficha de extranjería, fue un marroquí del Barrio del Pilar de Madrid, Mohamed Bassa, quien facilitó muchos detalles. Bassa era entrenador de fútbol y, además de hacerle titular en uno de sus equipos, dio a Rifaat cobijo en su casa.

Rifaat era un desarraigado. Había perdido muy joven a su madre y su padre se había casado con otra mujer, afincada en Bélgica, con la que nunca congenió. El joven acabo por distanciarse de Bassa. A mediados de 2003 volvió a encontrárselo muy cambiado, «convertido». Había empezado a acudir a la mezquita de la M-30 y se había instalado en un local de la calle Virgen del Coro, cuyo titular era Mouhannad Almallah Dabas, en el que vivían Fouad El Morabit y Bassel Gahyoum “que contribuyeron a crear el carácter suicida” de Rifaat.

De Allekema Lamari, el argelino suicida cuyo cadáver fue el último en ser identificado, la fuente de información fue Safouad Sabbag, residente en Valencia, cuyos números de teléfono estaban escritos en un papel hallado en el interior del Skoda Fabia que se utilizó en los atentados. Lamari había vivido con Sabbag tras salir de la cárcel de Pontevedra. En septiembre u octubre de 2003 Lamari se trasladó a Madrid y Sabbag quiso acompañarle en el autobús.

Poco después Lamari empezó a trabajar en la reforma de un hotel con otro de los terroristas Abdennabi Kounjaa. En un momento determinado, Lamari pidió a Sabbag que se trasladara a Madrid porque le urgía verle y le citó en la Plaza de Embajadores. Su amigo le vio acercarse a la Plaza y luego desaparecer. Desde una cabina –Lamari era el único de los terroristas y acusados que carecía de móvil- le explicó que había detectado la presencia de “dos secretas”.

El 20 de marzo Sabbag fue detenido y luego puesto en libertad. Lamari le telefoneó el 28 de ese mismo mes. Le preguntó que por qué le habían detenido. “Por tu culpa” le dijo Sabbag, quien a su vez quiso saber si el argelino había participado en los atentados: “No me cogerán vivo”, le dijo.

El policía 84.128 tambiñen había tomado declaración a Joussef Ahmidan, uno de los hermanos pequeños de El Chino. “Me dijo claramente que estaba convencido que había sido su hermano”. Joussef relató que el mayor de los Ahmidan, Mustafá, había hablado con Jamal y que éste no fue capaz de aguantarle la mirada. Recriminado por Mustafá, Jamal se justificó: “A diario mueren 200 personas en Palestina e Irak sin que a nadie le importe”.

La fama de El Chino prendió en los bajos fondos, donde algunos de sus hermanos se movían como pez en el agua. “Nos llegaban noticias de que hermanos de Jamal se jactaban de su acción y que muchos delincuentes con los que se relacionaban les tenían miedo”.

El agente de la UCIE ha dado detalles de la avalancha de informaciones que tuvieron que comprobar, muchas de ellas procedentes de presos comunes que pretendían obtener beneficios penitenciarios a cambio de denunciar “a los moritos” que tenían en la celda de al lado. Y ha sido sincero: “Es una faena pero siempre fuimos un paso por detrás de ellos”.

Cada día sorprende más el papel de los letrados de la AVT en la causa. Siendo acusación, suele comportarse como una defensa más. Emilio Murcia, que ha intervenido esta mañana, se ha empeñado en buscar las contradicciones del agente acerca de una bolsa azul de asas que la Policía compró por su parecido con la hallada en la Estación del Pozo.

Murcia ha querido apretar las clavijas al testigo para que aclarara algunos aspectos, especialmente si era galgo o podenco, es decir, si era mochila o bolsa, hasta el punto de que el juez ha tenido que intervenir y demostrar que en el sumario se emplean ambos términos indistintamente. “No se quién ordenó comprar la bolsa pero me parece muy bien que se hiciera”, ha dicho el agente 84.128.

TODO SOBRE EL JUICIO DEL 11-M

1 comentario

  1. Dice ser seguimos

    Cómo se nota que los conpiranoicos, peones negros, agujerólogos y demás están de capa caída…Yo sigo con mucho interés tus crónicas, Escudier. Gracias por el trabajo.

    06 marzo 2007 | 18:07

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