Juan Carlos Escudier

Los mensajeros del Más Allá

Mohamed Larbi Ben Sellam y Saed El Harrak tienen muchas cosas en común. Los dos fueron mensajeros del Más Allá, los dos han cambiado su declaración, los dos dicen que tuvieron miedo y los dos culpan a la Policía de haberles breado a palos. Salvo estos detalles, cualquier parecido entre ambos es pura coincidencia.

A Larbi se le relaciona con una célula que se encargaba de enviar magrebíes a combatir a Irak, la misma que, presuntamente, ayudó a huir a varios de los autores materiales del 11-M. El ‘mensajero del Egipcio’, que así se le conoce, no estaba colaborador, y tal vez por ello declaró que no sabía ni quién era el susodicho Rabei Osman. En otras palabras, el mensajero del Egipcio dijo desconocer quién era el Egipcio.

La verdad es que como simple mensajero dejaba mucho que desear. Según la fiscalía, debía de encargarse de hacer llegar a los padres de Mohamed Afalah -uno de los mochileros de los atentados que había huido a Irak- un teléfono móvil con el que burlar la intervención policial de sus comunicaciones. Un buen hijo como Afalah siempre se despide de sus padres antes de inmolarse. Larbi le pasó la patata a su amigo El Idrissi y éste cumplió el encargo pero el móvil no funcionó y Afalah tuvo que llamar al teléfono fijo de sus progenitores. Dos llamadas, un “soy Mohamed, estoy en Irak, perdóname”, y hasta siempre.

El acusado negó todo lo que había reconocido en su declaración ante Del Olmo, cuando dijo que persuadió al tal El Idrissi para “ir a Francia a coger el taxi”, que es la forma elegante que tienen los islamistas de decir que uno se marcha a Irak a suicidarse a mayor gloria de Alá. Y de paso, le convenció para desprenderse de sus bienes y entregarle a él unos cientos de euros con los que ir tirando.

Saed el Harrak es el otro mensajero. Uno de los autores del 11-M, Abdennabi Kounjaa, le dejó su testamento escrito en la bolsa de deportes en las que guardaba la ropa, antes de suicidarse en Leganés. El Harrak debía hacerla llegar a su familia pero no cumplió con el encargo. Ha asegurado que le sorprendió que se hiciera saltar por los aires porque era padre de dos hijas, y que si hubiera visto el documento, posiblemente lo hubiera destruido para no meterse en líos. La bolsa estaba en la taquilla de Encofrados San Román y fue entregada a la Policía por el empresario.

Según se mire, El Harrak es un tipo con suerte. Procesado por el juez Del Olmo, está en libertad porque a su señoría se le olvidó renovar su prisión provisional en aquellos tiempos en los que un glaucoma en un ojo le complicaba la existencia. En lo demás, le persigue el mal fario. Por verdadera fatalidad los papeles del coche que le compró a la cuñada de Kounjaa aparecieron entre los escombros de Leganés. Ha explicado que el suicida se los llevó con él para pagarle el Impuesto de Circulación en Ceuta y poder hacer la transferencia. Es justamente en lo que suelen pensar los suicidas: en cumplir con sus obligaciones tributarias.

La verdad es que esta Kounjaa le metía en mil y un líos. Las llamadas de otros implicados a su teléfono, no eran para él sino para Kounjaa que, para colmo, fue con su grupo a poner una bomba en las vías del AVE, muy cerca de Mocejón, donde él trabajaba recogiendo cebollas. ¿No es para llorar?

2 comentarios

  1. Dice ser jose de PR

    no quiero sonar insensible pero a la verdad todo este caso es de pelicula.

    21 febrero 2007 | 21:02

  2. Dice ser Blas

    Lo de las cebollas ha sido lamentable. Para llorar, exactamente como comentas.Larbi, me ha dado la sensación de que es un pez gordo. Tiene toda la pinta de ser un «enlace» para el envío de Muyahidines a Irak.Rabei Osman continuará el lunes su declaración. Un saludo.

    21 febrero 2007 | 23:49

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