OPINIÓN
Este sábado, en España nos despertamos con una doble resaca: la del Brexit y el fin de una agitada campaña electoral. Algo que con la cuestión catalana de telón de fondo, los políticos españoles no han podido evitar comparar.
Felipe González acusaba a Cameron de “fracturar Europa” y pidió que no sucediera lo mismo en Cataluña. El candidato socialista, Pedro Sánchez, y el de Ciudadanos, Albert Rivera, concluyeron los dos que en Gran Bretaña habían ganado “los populistas y conservadores.” Por su parte el Partido Popular (PP) pidió el voto para su formación que garantiza la “estabilidad”.
El único que se diferenció en su discurso es el candidato de Unidos Podemos, Pablo Iglesias, que aseguró que “es terrible que se diga que la democracia es un peligro” y opinó: “todo el mundo se tiene que calmar y pensar que el problema no es que se haya elaborado un referéndum en el Reino Unido, sino lo que piensan la mayoría de los británicos”, según recoge el diario La Vanguardia.
Más allá de las palabras de cada político, lo que sí ha denotado es la diferencia de hacer de la política española y británica. En los dos países gobiernan partidos conservadores, que hasta ahora compartían filas en el Parlamento Europeo.
David Cameron, hasta ayer primer Ministro del Reino Unido, en cinco años de mandato ha organizado dos referendums. El primero sobre la independencia de Escocia, donde salió victorioso cuando el No se impuso al Sí. El segundo el del pasado jueves, cuando en Gran Bretaña ganó el Brexit, la postura que él no defendía.