Soy consciente de lo doloroso que debe resultar para los jugadores del Real Madrid la eliminación de la Champions ante el Barcelona. No se puede negar que el arbitraje del colegiado belga en el Camp Nou fue bastante casero, pero no creo que fuera decisivo. El Barcelona fue superior en los 180 minutos. Fue el único equipo que no especuló, salió a ganar y creyó siempre en sus posibilidades, mientras que el Madrid jugó con la calculadora en la mano, minusvalorando así el potencial real de una plantilla infrautilizada, llamada a hacer grandes cosas en un futuro no muy lejano. De esto último sí que tiene toda la culpa Mourinho. Concretamente ayer, la sensación que me dejó el partido es que si el Barcelona hubiese necesitado ganar lo habría hecho. Comenzó con calma y cuando apretó el acelerador pudo golear de no ser por Casillas. Luego, marcó el 1-0, pero se vio ya en Wembley y llegó el empate.
Los jugadores del Madrid no supieron aprovechar del delicado momento que atraviesa el Barça. El juego de los azulgrana ha bajado mucho desde el principio de la temporada y las lesiones han mermado a un equipo con poca profundidad de banquillo y que ha perdido algo de chispa. Con todo, el equipo blanco no fue capaz de imponerse. Y ahora, toca llorar por un mal arbitraje lo que no se pudo conseguir en el campo.