Me sabe mal escribir estas líneas. Siempre he tenido al Maradona futbolista en un pedestal, aunque haya pensado que su comportamiento fuera del campo nunca ha sido un ejemplo para nadie.

Cuando lo nombraron seleccionador de Argentina me alegré. Pensé que era su oportunidad de retirarse del fútbol con honor. No obstante, comprendo los recelos que levantó, ya que su experiencia en los banquillos era casi nula.

Yo tenía la esperanza que el mejor jugador de todos tiempos pudiera aplicar toda su sapiencia como técnico.

Hoy, creo que me equivoqué; sobre todo después del correctivo que recibió por 1-3 ante Brasil y que ha mermado las posibilidades de los argentinos de estar en el próximo Mundial de Sudáfrica en 2010.

La AFA vio a Maradona como un producto de marketing que podía vender muy bien por razones evidentes. El no de Carlos Bianchi a Grondona, presidente de la Federación Argentina de Fútbol, precipitó la llegada de Maradona, un personaje muy popular e idolatrado que entró con facilidad por los ojos de los aificionados, quienes no se pararon a pensar en las consecuencias de una decisión tomada a la ligera.

Que la AFA ha hecho negocio con Diego es un hecho porque ha triplicado sus ingresos por los partidos amistosos con la presencia del Pelusa. Si antes cobraba por un amistoso un millón de euros (por poner un ejempl0) ahora cobra tres.

Pensaban los dirigentes argentinos que colocando a Carlos Salvador Bilardo a su lado, éste corregiría los errores de Diego, empeñado en convocar a viejas glorias como Verón o Palermo (dejando fuera al madridista Higuaín) y a jugadores en claro declive futbolístico como Heinze.

Maradona no ha sabido ni prepapar bien al grupo ni escoger a los jugadores adecuados. El cargo le ha venido muy grande. Por suerte para Argentina, aún le quedaría la repesca, donde, en principio, le tocará un rival muy asequible procedente de la zona centroamericana para jugarse la clasificación mundialista.