Un microrrelato por día y cada uno de 150 palabras. Ni una más, ni una menos.

Un bote a la deriva

El bote navega a la deriva, perdido en las anchurosas aguas del pacífico que de pacíficas no tienen mucho. El tripulante se esfuerza por contabilizar los días; cree que ya han pasado unas trece noches. Dos de sus compañeros ya han sido arrojados al mar y aquella contribución a la fauna marina alertó a su predador. Los afilados dientes de un tiburón persiguen con extrema fidelidad el desafortunado navegar de aquella bandeja inflable. Extrañamente, todavía le quedan fuerzas para pararse sobre el bote y sentir un dejo de esperanza al mirar hacia el horizonte. Si bien ha caído en la tentación de beber agua salada, el barco que se acerca a lo lejos es demasiado real como para ser una alucinación. Grita y agita los brazos sacando energías de quién sabe dónde, pero los tripulantes del buque de rescate sólo ven un cuerpo ya sin vida, calcinado por el sol.

11 comentarios

  1. Dice ser cacolain

    Osea que al final eran los tripulantes quienes tenían alucinaciones. Claro, tantas noches en el mar pasan factura.

    14 diciembre 2010 | 11:39

  2. Dice ser Clica aqui

    Debieron comerse al primer fallecido , es la única forma de aguantar en un naufragio , me lo conto un negro que habia venido en patera y el viaje duró un més.

    14 diciembre 2010 | 11:41

  3. Dice ser Metamorfosis

    El superviviente tiene como simple objetivo seguir viviendo. Es una rutina, sólo tiene que seguir esa rutina y seguir respirando. Un día juzga que respirar ya no es tan preciso, pero permanece impávido, como si nada hubiera ocurrido, intentando seguir adelante. La diferencia es que ahora los demás seres vivos no le ven ni le oyen, pero culpa a este mundo de locos, donde cada uno va a la suya.
    Un día se da cuenta de que está muy solo, y empieza a preguntarse por qué. Ese día se planteará dos opciones que no quería plantearse: pasar al otro lado, encuentre lo que encuentre, o seguir fingiendo que está vivo, y caminar por las calles para siempre como un alma en pena más…

    14 diciembre 2010 | 12:31

  4. Dice ser Marisa G.S.

    Sr. larrosa, yo creo que el problema, más que de comida, era de agua.
    Yo también he leído sobre el peligro de beber agua salada y que se produzcan alucinaciones. Lástima ,por poco tiempo podían haber rescatado al último tripulante, por lo menos murio con un atisbo de esperanza.
    Es lamentable la cantidad de pateras que llegan desde Africa a las costas españolas, con la esperanza de un futuro mejor, que en la mayoría de los casos es una quimera. También habrá muchos que se queden en las aguas del estrecho y no se sepa de su existencia ni de su desaparición. las mafias que les engatusan para venir a Europa, deberían ser perseguidas, que no se puede engañar y estafar de esa manera

    14 diciembre 2010 | 12:39

  5. Una realidad penosa, peligrosa y que a veces parece que no interesa demasiado parar. Los inmigrantes que vienen en patera no interesan deamasiado, desgraciadamente, porque no hay dinero por medio. Es así de real y crudo.

    No nos damos cuenta que son seres humanos, engañados, que buscan un sueño inexistente que les han intentado vender, y que por ignorancia arriesgan su vida para en muchos casos, perderla sin que nadie se entere.

    Clika

    14 diciembre 2010 | 15:49

  6. Dice ser xulita

    Ayer llegó una patera a aguas de Motril y en las rocas de la orilla parió una madre a su hij@.
    Me imagino los pensamientos y el sufrimiento de esa mujer y se me ponen los pelos de punta.
    Imagino su viaje y espero que lo que le queda de vida a ella y a ese bebe compense esos días.

    El mar es precioso, inspira historias fantásticas, pero hay que tenerle mucho respeto. Es cambiante y caprichoso y una mañana de mar en calma se puede transformar en la tormenta perfecta.

    14 diciembre 2010 | 16:15

  7. Dice ser Clica aqui

    @ Marisa :el negro me contó que si la carme se va remojando con el agua del mar esta sabrosisima y se quita el hambre y la sed, y de eso de comer carne humana los negros creo que saben más que nadie., supongo.

    14 diciembre 2010 | 17:14

  8. Dice ser Penélope G.

    Me gustó el relato y el comentario de Metamorfosis, muy bueno, saludos a todos!!

    14 diciembre 2010 | 17:44

  9. yo creo que era su alma la que llamaba al barco, y los del barco lo que vieron fue la realidad

    clica mi nombre para conocer el nuevo blog de denuncia de lo cotidiano

    14 diciembre 2010 | 17:48

  10. Dice ser Enmascarado

    …Que historia esta, es casi como morir de un atracón de comida. Es como tener una cocina de lujo y no tener utensilios para usarla. Es como tener un mar de comida y sin embargo ser tú el primer plato.
    …y tu pobre tiburón Walter, al final no tuvo suerte, los marineros le quitaron la carnaza. Cada día está peor la pesca. Si es que…

    14 diciembre 2010 | 18:39

  11. Dice ser Al S.de Gomaranto

    Muchos, demasiados botes,
    Navegan? No, van a la deriva
    repletos de niños, mujeres,
    y también de hombres.
    En ese estrecho de Gibraltar,
    estrecho que separa el hambre,
    la miseria y la pobreza,
    de Europa, anhelado paraíso,
    que es tierra de promesas
    o eso, le han contado a ellos.
    ¡Cuántos mueren en el intento!
    Sin que su número se sepa.
    En su tierra deben pensar,
    que una vez que llagan a Europa,
    y se vuelven hombres ricos.
    Ni se acuerdan de la familia
    que por aquí se dejaron,
    por eso no reciben noticias.
    Algunos cadáveres llegan,
    putrefactos a nuestras costas.
    Imposibles de identificar,
    se les sepulta en un nicho.
    Sin inscripción en la lápida,
    solamente con un número.
    Nunca tienen ni una flor,
    tampoco el día de Difuntos.
    Otros son pasto de tiburones,
    y otros, Dios sabrá a donde están.
    Algunos más afortunados,
    consiguen a nuestra costa llegar,
    hay a quien los recoge un barco,
    y que los traen a buen puerto.
    Lo más seguro es que terminen,
    siendo náufragos en tierra adentro,
    pero estos son los mínimos.
    Ya que por uno que arriba
    dicen que diez, perecen en el intento.

    14 diciembre 2010 | 22:00

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