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Del 69 al 96: la llegada a la Luna en ‘The New York Times’

El próximo lunes hará 40 años que el ser humano pisó la Luna por primera vez. Y los periódicos, como solemos hacer con toda efeméride que se nos pone por delante, aprovecharemos la ocasión para repasar las claves del acontecimiento. En este caso, por qué fuimos, qué fue de Aldrin, Armstrong y Collins, o si volveremos –y, en ese caso, quiénes, cuándo y cómo– a hollar el polvoriento suelo lunar.

Grandes cuestiones sobre un asunto que, pese a parecer anecdótico –excepto a una parte del colectivo científico, a nadie le ha cambiado la vida sustancialmente que el hombre haya estado o no en la Luna– tuvo en su momento una trascendencia y simbolismo enormes. No lo digo porque yo lo viera con mis propios ojos (me faltaban aún unos años para poder asistir personalmente al acontecimiento), sino a propósito de la portada de aquí debajo, la que publicó el diario The New York Times el 21 de julio de 1969, el día siguiente del alunizaje, y más concretamente de su titular principal, ese ‘Men walk on Moon’ compuesto en versales del cuerpo 96.

¿Tan descomunal es un cuerpo de 96 puntos para deducir, sólo por su tamaño, que ha de estar titulando un hecho de alcance histórico? Depende. El Marca puede doblar esa cifra tres veces cada semana con Kaká, pero The New York Times no se caracteriza por darse tantas alegrías tipográficas. La de arriba es su primera portada compuesta con un titular de ese tamaño, y desde entonces sólo ha habido cuatro más: las dedicadas a la dimisión de Nixon, al ataque terrorista a las Torres Gemelas del 11-S, al cambio de milenio y, por último, a la victoria electoral del actual presidente de EE UU, Barack Obama.

¿Se atreve alguien a predecir qué irá en portada de The New York Times la próxima vez que utilicen un cuerpo 96 en el titular de apertura?

D. Velasco

Dicho a mano*

Once de la noche, hora del cierre, en la redacción de The Courier-Journal, un diario de Louisville (Kentucky, EE UU). La edición del día siguiente, ya revisada y corregida, está lista para ser enviada a la rotativa, portada incluida. Pero ésta, la primera página, se retira del envío y se reserva durante sesenta minutos, el tiempo que se le da a Serkan Özkaya, un artista conceptual turco, para que, con ayuda de cinco estudiantes de Bellas Artes, una mesa de luz y papel cebolla, rotule manualmente cada elemento de la página, de la cabecera a la última coma, hasta tener una réplica manual, casi idéntica en apariencia, a la portada original.

Una vez completada, esta portada hecha a mano se digitaliza e inserta en el lugar de la que sirvió de modelo, que se desplaza hasta la página tres de esa misma edición. El resultado, la portada que se encontraron los lectores el día siguiente, el pasado 10 de abril, es ésta de aquí arriba (ampliable, con un clic): los textos más pequeños son suficientemente legibles, en los mayores se reconoce el dibujo de la tipografía original, y en las ilustraciones no se echan en falta detalles importantes de las fotografías a las que sustituyen. Pero, pese a lo esforzado del trabajo, ¿puede considerarse esta réplica manuscrita una obra de arte? ¿Qué tiene esta copia, que formalmente no pasa de ser un esmerado trabajo de manualidades, para que The Courier-Journal le ceda íntegramente su primera plana, el sancta sanctorum de cualquier diario?

Según su director, Arnold Garson, la iniciativa pretende sorprender a sus lectores y mover a la reflexión sobre cómo se relacionan el arte y el universo material de la vida cotidiana. Özkaya, el autor que firma la obra, enlaza con esta misma idea, aunque se detiene en el juego de opuestos entre original y copia, entre la obra única y los objetos que, como un periódico, son replicados de forma masiva mediante procedimientos industriales. «Es una especie de divertimento pensar que una página impresa sirve de modelo para una copia manual que, a su vez, termina siendo impresa», asegura el dibujante turco, que ya había ensayado proyectos similares anteriormente para otras cabeceras.

Uno particularmente elaborado, con el que abundaba en este mismo retruécano visual, es el que hizo a finales de 2006 para The New York Times. En esa ocasion, Özkaya ilustró un reportaje sobre su propia trayectoria con una reproducción, dibujada también manualmente, de la misma página en que se publicaba el reportaje. El conjunto, una ilusión a medio camino del juego de espejos y las matriuskas rusas, produce un efecto bucle desconcertante, además de ganas de coger la lupa. Como le dice al lector el redactor que firma el texto, «esta página que estás leyendo reproduce la versión que hace Özkaya de esta página que estás leyendo, que reproduce esta página que estás leyendo, que reproduce…».

La Vieja Dama Gris, por suerte, se suelta a veces la melena. ¿Creéis que algún día veremos algo así en un periódico español?

* Hablando de copias: lo mejor de este post, el título, está tomado en usufructo. Gracias, Eneko.

D. Velasco

La portada del apagón que no llegó a ver la luz

Quienes sigan nuestra periódico impreso ya sabrán que sábados, domingos, además de unos cuantos días festivos, 20 minutos no sale a la calle. Esa peculiaridad de nuestro modelo de negocio, compartida por todos los diarios gratuitos, nos obliga a adelantar a las vísperas ciertas noticias previstas para esos días en que no tenemos edición, y que los periódicos de pago, que sí salen a diario, dan más ajustados en el tiempo. Es el caso, sin ir más lejos, del apagón a escala planetaria que se producirá a las 20.30 h. de mañana, sábado, pero que ya, hoy viernes, llevamos en portada en todas nuestras ediciones.

Podéis verlo (y ampliarlo, haciendo clic encima) en el bloque central de la portada de la derecha: es ese reloj, con la Tierra a modo de marca de agua en la esfera y las agujas en la hora del apagón, sobre un fondo de color negro. La idea del fotomontaje –hecho con precisión y paciencia de relojero por Paco Perea, coautor de este blog– está tomada directamente del titular, «La hora del planeta«, que está tomado a su vez del nombre oficial de la iniciativa. Y, sí, es cierto que no es un dechado de originalidad, pero ilustra suficientemente un tema que, una vez más, tiene muy difícil ilustración.

Y ahora, hablando de ilustración (o, mejor, de la falta de ella), mirad esta otra portada, con el bloque del apagón resuelto con sólo tipografía, un antetítulo que se va fundiendo con el negro de fondo hasta llegar al mismo titular de la otra versión.

A mí, particularmente, me gusta más este modelo, que tenía además el visto bueno de la dirección del diario, y que estuvo puesto en la página hasta prácticamente las ocho de la tarde de ayer. ¿Por qué no llegamos a darla, entonces? Cosas que pasan a veces con la publicidad: a esa misma hora nos percatamos de que el anuncio que iba a pie de página era prácticamente idéntico –un texto fino sobre una masa de color negro– a ese bloque estrictamente tipográfico que le teníamos reservado al apagón, que tuvimos que cambiar a todo correr por el que ha salido publicado finalmente.

¿Cuál de las dos portadas os gusta más? ¿La del fotomontaje o la tipográfica?

Pd. Ésta es la primera portada, creo, en la que no ilustramos el cambio de hora estacional con las inevitables agujas de reloj que avanzan o retroceden, según sea primavera u otoño, de las tres a las dos de la mañana. No sé si alguien las echará de menos. Yo no.

D. Velasco

Una vaca en el sumario, tolón, tolón

Para los argentinos, además de un importante recurso económico, es un símbolo nacional, casi un tótem; entre los hinduistas tiene consideración de ser sagrado, pero no es mucho más que un matamoscas según la Orquesta Topolino. Y para Julio Medem, que le puso su nombre a su primer largometraje, era un impertérrito voyeur que rumiaba con indiferencia mientras veía cómo varias generaciones de dos familias vascas se pegaban algo más que cornadas. Todo eso y mucho más es la vaca, protagonista estos días de una exposición, la Cow Parade, que ha puesto a ‘pastar’ –como hemos titulado con singular ingenio al menos una decena de diarios– sobre el asfalto madrileño a 105 vacas de cartón piedra, decoradas con los más diversos motivos, y «adoptadas» por empresas e instituciones, no necesariamente del sector agropecuario (aquí debajo, la patrocinada por el diario El País).

Estas esculturas, del mismo tamaño de una vaca de las de verdad, están colocadas a pie de calle, al alcance de la vista de los viandantes y, también, de las garras de amigos de lo ajeno y otros desaprensivos. Conscientes de la fragilidad de estos bóvidos, los organizadores del evento han levantado (al menos para la edición de este año) un hospital de campaña en el que reparan los ejemplares malogrados, que al parecer no son pocos. Lo contábamos en 20 minutos este pasado miércoles, en un reportaje de la sección de Madrid que detallaba la particular lista de espera de este hospital. Y a la noticia, como a todas las que tienen algún tinte estrafalario, le hicimos algo diferente de lo habitual para venderla en portada. En este caso, ilustrar con la silueta de una de esas vacas la notita del sumario que anunciaba el reportaje en el interior. Tal que así:

Los lectores asiduos (si es que, contra toda lógica, los hay) de Sexta columna sabrán que estas travesuras gráficas nos gustan sólo cuando añaden información adicional o causan sorpresa en el lector. Al margen de si cumple o no ambas normas, esta vaca (Milkman, se llama, la única que, además de dar leche, la reparte) le da a la portada un aire entre absurdo y surrealista, y ya a toro pasado me ha recordado el día, hace ya una pila de años, en que me estuve devanando los sesos tratando de averiguar qué hacía cierta vaca frisona en la carátula de un disco con el poco vacuno título de Atom Heart Mother. No lo supe hasta muchos años más tarde, pero, mientras tanto, la de este disco de Pink Floyd fue una de mis portadas favoritas. Hoy me sigue resultando encantadora, sugerentemente absurda.

Tolón, tolón.

D. Velasco

Las portadas del césar

Acontecimientos tan previsibles en el tiempo y de alcance tan planetario como unas elecciones presidenciales en EE. UU. hay pocos. Si el presidente salido de las urnas, además, tiene la piel negra e irradia fuera de las fronteras norteamericanas una corriente de simpatía e ilusión inéditas desde la elección de JFK, el caldo está servido: no habrá periódico sobre la faz de la tierra, ya sea grande o pequeño, local o regional, económico o generalista, gratuito o de pago, que no le dedique al presidente electo –y muy fotogénico esta vez, por cierto– una buena parte del papel de su portada.

Se puede comprobar sin necesidad de acudir a la colección de portadas del Museo de la Prensa de Washington; basta con echar un vistazo a las fotos que hoy, el día siguiente a las elecciones, han servido las agencias de noticias para comprobar que la victoria de Obama, además de una difusión ecuménica, ha tenido el aire de los grandes momentos históricos. Tanto, que los fotógrafos de las agencias se han dedicado a tomar imágenes de los diarios del día como si, en lugar de fotografiar simples periódicos, estuvieran legando a la posteridad el retrato de unas actas notariales.

Pero no toda la Galia está tomada por la efigie morena del nuevo césar. Algunos tabloides irreductibles de la periferia del imperio se han resistido a reproducir el rostro de Barack Obama en su primeras páginas. Algunos, como La Razón, porque estaban a otra cosa, y ni siquiera mencionaban que había elecciones en EE UU; otros, como El Periódico de Catalunya o ADN, sí que recogían la victoria del candidato demócrata, y con gran despligue además, pero, para no coincidir con la legión de diarios que ilustraron la noticia del día con la imagen del día –una simpleza imperdonable–, decidieron negarle la fotografía de su portada. Hay quien aplaude la resistencia numantina de los dos diarios catalanes (lo de La Razón dudo que lo defienda nadie); otros, entre los que me incluyo, podrán pensar que no está de más que los diarios reproduzcan algo tan noticioso como la cara de Obama tras ganar la presidencia del país más poderoso del planeta.

Y tú, ¿qué opinas?

D. Velasco

Premios ÑH5 (y III): gana el corazón

El día que colgamos el post anterior a éste quisimos dar por supuesto que habría respuestas suficientes para poder cumplir con el juego, pero no esperábamos tanta y tan buena participación. Gracias a todos.

Y vamos al grano que esto se va a hacer largo. Empezamos por los descartes: la primera portada en caer es una de las más correctas, creemos, de cuantas hemos publicado en este tiempo, la marcada con el número 1. De las cuatro propuestas es la menos llamativa; no tiene en apariencia nada de especial; nada es estridente ni llama la atención más allá de lo pretendido. Si decidimos colgarla aquí en su día fue porque todos sus elementos cumplen eficientemente con su función: las fotografías lucen sin hacerse la competencia; los colores señalizan con claridad las zonas del diario a las que corresponden las distintas noticias, y los titulares y textos son tipográfica, formalmente, transparentes: tan sólo invitan a leer, sin hacer ruido, y no creemos que se les deba pedir más. Y aunque todo esto es tan difícil como necesario en un periódico tan cargado de noticias, imágenes y publicidad como el nuestro, tenemos serias dudas de que ésos sean méritos suficientes para el jurado de estos premios. Y, visto que es la menos señalada en los comentarios (un solo voto a favor, dos en contra), sospechamos que para vosotros tampoco.

De la siguiente página descartada (un único comentario a favor, seis en contra) podemos decir justo lo contrario de la primera: de todas las portadas más o menos especiales que hemos publicado en este periodo, es la que creemos más desafortunada. O, lo que es lo mismo, la portada en la que los recursos de diseño (disposición de los elementos, tipografía y color), lejos de contribuir a contar mejor la noticia, consiguen justo lo contrario: atraer sobre sí la atención del lector y estorbar a la lectura. Esta portada, la marcada con el número 3, es la que en el post anterior llamábamos poco presentable. Nos alegra, pues, que la mayoría hayáis resuelto el acertijo o, al menos, coincidido con nosotros.

La número 4, la más reciente de todas, se ha llevado un modesto aprobado: siete votos favorables y tres contrarios. Nosotros le habríamos puesto una nota algo más alta por tres motivos: primero, por la sensación de orden tipográfico que da el sumario (anormalmente desplazado arriba, a la derecha de la cabecera); segundo, porque rompe nuestro esquema habitual de portada; y, tercero, por cómo el titular, tanto por el sentido del texto como por su composición tipográfica, le hace el juego a la imagen, pero sin caer en los excesos que al día siguiente empapelaron los quioscos de rojo y gualda.

Y, por último, con ocho votos a favor, la portada ganadora en esta encuesta, la número 2, la del corazón dibujado por unas cuantas celdillas rosas en un mosaico compuesto por pequeñas fotos. Utilizar un corazón para ilustrar el día de los enamorados, diréis, no es un dechado de originalidad. Cierto. Y aún así, quedamos muy contentos con el resultado final. ¿Porque salió gráficamente resultón? Sí, pero sobre todo porque con ella logramos mostrar con fidelidad y haciendo apetecible al ojo («vender», decimos en la redacción) lo que ese día dábamos con gran despliegue en las páginas interiores: el día de san Valentín, visto por nuestra nutrida comunidad de lectores, con sus fotos, piropos, poemas y demás parafernalia propia del día de los enamorados.

Esta portada era hasta hoy la candidata con más papeletas para concursar en su correspondiente categoría del concurso. No sabemos si ganará algo o si volverá a casa de vacío, pero al menos la enviaremos a los ÑH5 con la tranquilidad de saber que viaja con vuestro visto bueno.

D. Velasco

«España rompe el maleficio»

La selección ha conjurado el maleficio que la condena a caer en cuartos y, de paso, ha neutralizado por un día la riqueza de matices con la que la prensa española acostumbra a tratar éste y otros asuntos. Todos los periódicos del país han dedicado el espacio central de su portada, cómo no, al triunfo de la selección española, pero la inmensa mayoría de ellos, además, ha titulado la hazaña jugando con una misma idea, el fin del sino maldito: «Casillas rompe el maleficio» (El Mundo y el extremeño Hoy), «Acabó la maldición» (Ideal de Granada), «Acaba la maldición» (Levante-EMV), «España acaba con la maldición» (Diario de Ibiza), «Fin a la maldición» (La Verdad de Murcia), «Adiós al maleficio» (La Voz de Cádiz), «España rompe el gafe» (Sur, de Málaga)… Hay unas cuantas variaciones más sobre el mismo tema, pero «España rompe el maleficio» es, con diferencia, la que más se repite. Así titulan Público, La Provincia/Diario de Las Palmas, El Comercio de Asturias, La Nueva España, también de Asturias, El Heraldo de Aragón y el de Soria, Diario de navarra, El Diario Vasco, y también, aunque con ligeras variaciones, El Mundo y La Razón.

Todos estos diarios, curiosamente, tienen dos cosas en común: son generalistas y de pago. Ninguno de los gratuitos ni de los deportivos hemos titulado de forma parecida a nuestros primos del quiosco, aunque por los pelos: ésta de la izquierda es la portada que hemos dado hoy en todas las ediciones de 20 minutos, pero, durante unos diez minutos, más o menos, la que está debajo es la versión que íbamos a dar por buena. El bloque de la Eurocopa tenía, como se ve, una segunda línea de titular… ¡con la maldita maldición incluida!, que finalmente suprimimos para hacerle hueco a una foto de Casillas, más vertical, recién servida por las agencias. La fotografía, con el guardameta a lo Robert De Niro en Toro Salvaje, tiene más fuerza que la que habíamos puesto inicialmente y, mira por dónde, se llevó por delante una idea que anoche debía de estar flotando como un virus por todas las redacciones españolas y que hoy se ha convertido en un lugar común a cuerpo 60. Un nuevo milagro de San Iker.

D. Velasco

Titulillos al revés, huecos en blanco y otras extravagancias en portada

Si algún día de esta semana has visto a alguien, en el metro o en el autobús, leyendo un ejemplar de 20 minutos vuelto del revés, quizás fuera por culpa de esto:

una línea de texto con la solución al acertijo –identificar a las Bettys de cuatro países, antes y después de pasar por el estilista– planteado en el subtítulo, que está girada 180 grados para evitar que el juego quede resuelto en el mismo golpe de vista en que se lee su enunciado.

Travesuras como ésta nos las permitimos muy de cuando en cuando con esos temas que llamamos blandos (los de cultura, deportes, gente, televisión, etc), y arrancan casi siempre con una ocurrencia de Arsenio Escolar, el director del periódico, en algún momento de la reunión en la que se deciden los temas de la portada del día siguiente. A veces el envite va de broma y otras, como en este caso, va de veras. Hace dos años, tras el partido en el que España fue eliminada (en octavos de final, por cierto) del Mundial de fútbol de Alemania, me llevó un buen rato averiguar si la cosa iba o no en serio. La idea era dar una portada como ésta:

No iba en broma. Al día siguiente la publicamos tal y como la puedes ver aquí, y fue considerada la segunda mejor portada del año en unos prestigiosos premios de diseño periodístico unos meses más tarde. ¿Qué tenía su diseño de especial que la hiciera merecedora de aquel premio? No fue, seguro, el buen uso de la tipografía y el color, la diagramación o la edición fotográfica: lo que premió el jurado fue, sin más, el arrojo del director al salir a la calle con una portada insólita en un diario de difusión masiva. Desde aquel día, Arsenio, cada vez que en una reunión se decide a hacer alguna locura de este estilo, me dice con retranca burgalesa que a ver si me sale algo digno de premio. Veremos qué pasa si la selección cae en cuartos, como suele.

D. Velasco

Alonso X, el Ubicuo

«Alonso I, el Conquistador»; «Alonso II, el Prudente»; «Alonso III, el Adelantado»… Son titulares rescatados de varias de nuestras portadas de 2005 y 2006, dos años en los que, domingo tras domingo, del GP de Sydney al de Interlagos, el simpático piloto asturiano parecía estar abonado al podio.

Hoy corren malos tiempos para Fernando Alonso y ya no hay oportunidad de utilizar esa fórmula regia para poner título a sus correrías, pero el piloto sigue asomándose a cualquiera de los rincones –si bien hoy algo más modestos– de la portada impresa de 20 minutos con una regularidad que ya quisiera él para su R-28. Esto que veis aquí debajo es una libreta, más o menos del tamaño de un diario, en la que apuntamos cada tarde qué temas van y dónde en cada una de nuestras quince portadas. En esta página, en concreto, están las del día 1 de febrero de este año.

He marcado con verde fosforito el lugar que le asignamos a Fernando Alonso, que ocupó tres posiciones distintas (arriba a la izquierda, con una silueta, en Madrid y otras; arriba, algo más pequeño, en Barcelona y unas cuantas más; y al centro, en la foto grande, en Asturias) aquel día, aunque otros ha llegado a aparecer hasta en siete lugares diferentes de la portada. No suele ser el único en moverse tanto: también el resto de temas generales (o sea, aquellos que consideramos de interés para todas las ediciones) de cada día van variando de posición, condicionados por las noticias y la publicidad locales, de modo que en función de la ciudad en la que cojas tu ejemplar de 20 minutos encontrarás esos temas de ámbito nacional, internacional, ocio, etc, en un lugar distinto de nuestra portada.

Pero pocos están, ni de lejos, tan abonados a nuestra primera página como lo está el primer piloto de Renault. Ni el más célebre de nuestros políticos, cantantes, actores o deportistas, ni la estrafalaria Paris Hilton siquiera, puede disputarle a Alonso el honor de ser el personaje de actualidad más recurrente de nuestra primera página. Pero dudo que esto le sirva de consuelo. Él, naturalmente, a lo que aspira es a volver a conducir un bólido con el que subirse de nuevo al podio, algo que no parece que vaya a conseguir en Ferrari.

Curiosamente, hoy no llevamos nada de esto en portada.

D. Velasco