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Tampoco Breton Woods es una marca de Whisky. Porque el periodismo internacional no es solo cosa de hombres, ocho mujeres ofrecen un punto de vista diferente sobre lo que pasa en el mundo.

Una historia de chiíes, suníes… y mujeres

Por Cláudia Morán

Los insurgentes suníes han impuesto el velo integral en el norte de Irak / Wikipedia Commons

Los insurgentes suníes han impuesto el velo integral en el norte de Irak / Wikipedia Commons

Irak está viviendo una de las etapas más conflictivas de su historia. Desde la invasión del norte del país por un grupo yihadista el pasado 10 de junio, el conflicto entre suníes y chiíes ha alcanzado un nuevo pico de violencia, con detenciones arbitrarias y muertes por disparo en medio de la calle. En el caso de las mujeres y niñas, la violencia en Irak se multiplica en forma de violaciones, matrimonios forzados, ablación de clítoris e imposición del velo islámico. Un nuevo caso en el que la generalidad del conflicto traslada a un segundo plano la problemática de la mujer.

Mucho se ha hablado a lo largo de los siglos de la rivalidad entre las dos principales corrientes del islam, de cuál es la más conservadora, de si un musulmán debe ser seguidor de Omar, de acuerdo con la norma de la sucesión de Mahoma, o de Ali, según los lazos familiares que considerarían sucesor al yerno del profeta. En lo que sí coinciden varios expertos es en que hoy en día el conflicto es una encrucijada de intereses de unos pocos en la que los pueblos de Oriente Próximo siempre salen perdiendo (no así sus dirigentes). Desde que los yihadistas de tendencia suní Estado Islámico tomaron Mosul -la segunda ciudad más importante de Irak-, Naciones Unidas ha denunciado una oleada de abusos sexuales en esta y otras zonas contra las mujeres, así como el arreglo de matrimonios forzados, la imposición del velo integral y la ablación genital en todas las iraquíes entre la adolescencia y los 49 años.

En el caso del velo, los insurgentes lo imponen bajo amenaza, incluyendo la obligación para todas las mujeres de ocultar las manos y los pies y la prohibición de llevar perfume. La argumentación que alegaron los yihadistas mediante un comunicado para establecer estas normas fue el objetivo de “terminar con el pretexto del libertinaje resultante de que se arreglen demasiado” y para imperdir que “caigan en la humillación y la vulgaridad de ser un espectáculo a los ojos de quienes las miran”. Como si ellas todavía tuviesen que darles las gracias. En definitiva, pura demagogia machista y paternalista para seguir dictando a las iraquíes lo que tienen y no tienen que hacer. En el caso de la ablación -una práctica que, por cierto, no es nada común en la tradición de Irak-, podría afectar a más de cuatro millones de mujeres y niñas en Irak, según datos del Fondo de Naciones Unidas para la Población y el Desarrollo. Para este segundo caso, no hay justificación. Claro que no la hay.

La culpa de todo esto la tiene el conflicto religioso, alimentado por los intereses políticos del Consejo de Gobierno de Irak, que está formado por 5 miembros ligados a distintas religiones (si algo bueno hizo Sadam Hussein en el pasado fue adherirse a un régimen laico, aunque esto le valió para que le asociaran con los sunís). Pero, ¿quién mueve realmente los hilos del chiísmo y el sunismo en Oriente Próximo? Irán y Arabia Saudí, que se han consolidado como los líderes del chiísmo y el sunismo, respectivamente, tienen una rivalidad histórica con un objetivo claro: impedir que la creencia opuesta se vuelva hegemónica en la zona. Esto está ocurriendo en Irak, de mayoría chií, como también está pasando con la guerra de Siria y su extensión en Líbano. De hecho, Arabia Saudí podría estar dando apoyo económico a los insurgentes yihadistas sunís en Irak, como ya ocurrió tras la caída de Hussein en 2003.

Una vez más, la población iraquí está sufriendo las consecuencias de lo que parece un conflicto entre creencias religiosas, pero cuyos hilos están movidos por los grandes intereses para controlar Oriente Próximo (pensemos en negro, pensemos en petróleo). El triángulo suní (Arabia Saudí, Qatar y Turquía) jamás permitirá una hegemonía chií liderada por Irán y viceversa, aunque para ello haya que pasar por encima del pueblo y esclavizar a sus mujeres.

CLÁUDIA MORÁN

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