Uno de los objetivos de la inminente unión bancaria europea que este mes empieza a gestarse (el primer paso es someter a una inmensa revisión a las 130 principales entidades financieras del continente) es la conversión progresiva de los bancos en negocios más seguros, controlables, predecibles y menos inestables. ¿Y a qué se dedica un banco? Básicamente, a todo lo que le dejan; al ser un sector tan fuertemente regulado, su campo de actuación siempre viene delimitado por un entramado de normativas autonómicas, nacionales, sectoriales e internacionales.
Hasta ahora, si a un banco o caja le dejaban entrar en el capital de una empresa promotora, lo hacía si veía en ello una posibilidad de negocio. Si las autoridades permiten que las entidades emitan todo tipo de productos financieros complejos y estructurados que lo mismo pueden venderse a un cliente institucional que a un cliente de a pie, lo harán. Los banqueros han sido durante décadas tipos audaces, capaces de meter a países o al mundo entero en crisis financieras. El negocio bancario del siglo XX y XXI se resume en «haz lo que puedas».
El tema es que el futuro para las entidades financieras europeas parece antojarse mucho más restringido. Regulaciones de nuevo cuño como las normas de solvencia de Basilea III y el marco regulatorio resultante de la futura unión bancaria tratarán de dibujar básicamente un sector más aburrido. Es un objetivo que en España han tratado frecuentemente entre otros los analistas de Politikon. El objetivo de conseguir unos bancos más controlables y predecibles parece loable, pero no está exento de problemas: falta de liquidez en los mercados, un posible freno al crecimiento… Nada es gratis.
La inminente unión bancaria condicionará la forma de los venideros negocios bancarios, tal como explica excelentemente el profesor José García Montalvo, de la Universidad Pompe Fabra, en el último monográfico de Funcas. La normativa paneuropea impondrá desde ya unos niveles de capitalización muy altos (en comparación al resto) para las entidades. Un 8% de capital de primera calidad será el mínimo regulatorio. Para conseguir este capital mínimo (de no alcanzarlo, las entidades serían recapitalizadas con dinero público, es decir, pasarían a control público) pueden llevarse a cabo ampliaciones de capital, retenciones de beneficios, pueden vender participaciones accionariales no estratégicas…
Con los tipos de interés en mínimos históricos, las entidades financieras lo tienen especialmente difícil para obtener suficientes márgenes de intereses, lo que las empujará a cobrar (aún) más por comisiones de servicio y a reducir sus costes operativos. La forma de aumentar solvencia en esta situación -sostiene García Montalvo- es reducir los activos ponderados por riesgo (aquellos que, por su especial riesgo, requieren algún tipo de provisión). Es decir: que reducir el tamaño y abandonar actividades arriesgadas (aunque con mayor potencial de beneficios) es ahora una forma de ser más solvente. Qué distinto este enfoque frente al mantenido por el Gobierno de ZP y el Banco de España en 2010 y 2011.
«En el futuro es previsible observar (…) la marcha hacia la banca aburrida que vuelve a centrarse fundamentalmente en el negocio minorista. No obstante será importante que la preocupación por la estabilidad financiera no sacrifique en exceso la necesidad de un sistema financiero que potencie el crecimiento económico y distribuya el riesgo de la manera más eficiente posible», concluye García Montalvo.