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Kabul, hoy. Almería, hace 9 siglos. ¡Qué horror!

¿Qué pensarían mis paisanos almerienses del siglo XII, si vieran lo que está ocurriendo hoy en Afganistán? Presos del pánico, de la noche a la mañana, cambiaron sus ropas cristianas o almorávides, por oscuras chilabas y cubrieron de yeso las imágenes doradas de sus iglesias, mezquitas y sinagogas.

Imágenes de televisión que no pude captar a tiempo.

Las imágenes terroríficas de Kabul, la capital ocupada ayer por integristas musulmanes auto denominados “talibanes” (seminaristas del Corán) me perturban. Me rompen el corazón. Sobre todo, por lo que se avecina para niñas y mujeres que han vivido con cierta libertad durante los últimos 20 años. También por quienes apoyaron la relajación de costumbres arcaicas, la apertura y tolerancia religiosas o la interpretación menos estricta de las normas primitivas, casi bíblicas, del Islam.

Mujeres afganas cubiertas totalmente por el burka.

La víspera de la entrada de los fanáticos integristas islámicos, muchos carteles publicitarios callejeros fueron repintados o destruidos si en ellos aparecían mujeres con ropa “occidental”, sin cubrir su rostro con pañuelos o burkas. El pánico se apoderó de la capital. Por miedo a recibir castigos crueles de los talibanes, las niñas y mujeres quedaron recluidas en sus casas.

Mitin en Kabul, en defensa de los derechos de la mujer, antes de la legada de los talibanes.

Los afganos más desesperados y/o asustados corrieron al aeropuerto para escapar de las temidas represalias de los nuevos gobernantes puritanos y reaccionarios.

Caos en el aeropuerto de Kabul para escapar de los talibanes

Algunos se colgaron de los aviones y perdieron la vida a caer al vacío en pleno vuelo.

Estos hechos me recuerdan a otros parecidos ocurridos hace nueve siglos en Almería, la tierra donde nací. Huyendo de una matanza previsible, los vencidos morían al caer de las almenas de la Alcazaba. En 1157, Almería fue “invadida” o “reconquistada” (según se mire) por los integristas musulmanes auto denominados “almohades”. Asaltaron las murallas del emir Jayrán y tomaron la Alcazaba. Como hizo ayer el ya ex presidente afgano, el rey Alfonso VII dio por perdida mi ciudad, huyó de Almería y murió ese mismo año cruzando Sierra Morena. Le acompañaba en su huida el conde Ponce de Cabrera, príncipe de Zamora y ex príncipe de Almería.

Alcazaba de Almería

Aquellos «talibanes» del Magreb se enfrentaron a los cristianos (que gobernaban Almería desde hacia 10 años) y a los musulmanes almorávides (que habían gobernado Al Andalus después de las taifas surgidas al caer el Califato), a quienes consideraban corruptos por la relajación de sus costumbres y su alejamiento del cumplimiento estricto de las normas de Mahoma.

El fanatismo de la fe se impuso a la fuerza de la razón .. y de la ciencia. Los almohades persiguieron y condenaron al destierro a los dos hombres más sabios del mundo en el siglo XII: el musulmán Averroes y el judío Maimónides. Ambos, maestro y discípulo, vivieron bajo el mismo techo en la casa almeriense de éste último, extramuros de la Medina Al Mariyyat.

Articulo publicado en La Voz de Almería sobre Averroes y Maimónides

Los almerienses sabían lo que les esperaba si no aplicaban rápidamente “Al taquiyya” (el arte del disimulo, permitido por algunos ulemas de Oriente). Encontré un texto muy significativo, escrito, publicado y recitado en Sevilla el 5 de septiembre de 1145, coincidiendo con el inicio del periodo integrista almohade. Dice así:

“Cuando anunciaron la entrada de los almohades en la ciudad, para la oración del viernes, los alfaquíes y los jeques mandaron blanquear los adornos de la mezquita y del minrab, poner paneles sobre los relieves y el dorado del mintab y cubrirlos con yeso y lechadas de cal”.

No solo se decretó el encierro de las mujeres, no acompañadas por pariente varón. Quienes más sufrieron los rigores del fundamentalismo islámico fueron los hombres y mujeres homosexuales, condenados, según el “Reglamento Sevillano”, al destierro si no a penas más crueles:

“No se les dejará que circulen entre los musulmanes ni que anden por las fiestas porque son fornicadores malditos de Dios y de todo el mundo”.

 ¿Qué diría hoy Borges? La historia de Almería se repite en Kabul.

¡Qué horror!