Son dos de las películas más importantes de la historia del cine y reflejan los convulsos años 20 con dos formas diferentes de ver la situación tras la Gran Guerra. Dos cintas mudas que tenían mucho que decir.
El acorazado Potemkin (Sergei Eisenstein, 1925) y El gabinete del doctor Caligari (Robert Wiene, 1920) nos muestran dos visiones diferentes del periodo entreguerras. De la estrambótica y terrorífica Caligari, a la documental y propagandística Potemkin, y es que la situaciones de ambos países distaban tanto como lo reflejado en los filmes.
El gabinete del doctor Caligari trata del espectáculo ambulante que el doctor Caligari tiene junto a su ayudante, un siniestro sonámbulo llamado Cesare. Llegan a un pueblo del norte de Alemania y de repente comienzan a aparecer personas asesinadas. Para esta película, el director obligó a introducir una serie de cambios en el guión, añadiendo un prólogo y un epílogo a la historia original. La historia se basa en un flashback donde un paciente de un psiquiátrico relata los hechos de que trata la historia. En la última parte da a entender que el paciente, preso de la locura, confunde al doctor del centro con el malvado de la historia, o no… no podemos olvidar que la película permite diferentes interpretaciones.
«Caligari refleja la incertidumbre psíquica y los sentimientos de inferioridad de la población alemana de la posguerra»
Jens Thiele
El acorazado Potemkin narra los hechos reales que sucedieron en Odesa en 1905, el primer intento revolucionario contra el zarismo protagonizado por el acorazado Potemkin, un barco de la marina imperial que se sublevó contra sus oficiales. El comienzo del estallido revolucionado fue causado tras el Domingo Sangriento. En enero de ese año, una gran manifestación pacífica se dirigió al palacio de invierno del zar para exigir reformas. El zar no se encontraba pero sí su tío el archiduque Alexandróvich, que decidió disolver la manifestación con el ejército, causando cerca de 200 muertos y muchos más heridos. Fue la mecha que prendió aquel primer movimiento revolucionario que sin bien fracasó, logró algunas mejoras como un parlamento o Duma. Y sobre todo el pueblo dejó de ver al zar Nicolás II como un ser divino.
La situación de Alemania tras la finalización de la Primera Guerra Mundial fue un terreno abonado para la aparición de una nueva corriente estética capaz de aglutinar el sentimiento de frustración de un pueblo. Así aparece el expresionismo en la República de Weimar, un periodo entreguerras donde el pueblo buscaba desahogarse de la derrota, la ruina económica y el final del sueño imperial. Jens Thiele dijo que la película mostraba los sentimientos de inferioridad del pueblo alemán en aquellos momentos. En ese ambiente, Wienne realiza el film expresionista por excelencia, hasta el punto que crea un estilo propio, el caligarismo, que muchos tratarán de imitar, y donde la muerte y la locura se entremezclan.
Caligari es una sátira del autoritarismo prusiano, comparando a un trastornado doctor que manda a un sonámbulo a cometer crímenes con los jóvenes soldados alemanes enviados a morir a las trincheras europeas. Wiene crea un ambiente de terror e intriga para mostrar las emociones y los sentimientos por encima de lo real.
La sociedad rusa de finales de los años 20 ha superado ya la guerra civil y todo está controlado por el partido comunista desde la revolución de 1917, incluida la industria cinematográfica tan importante desde los tiempos de Lenin como «opio para el pueblo«. El cine es el medio ideal para adoctrinar y crear la conciencia revolucionaria. Eisenstein, antiguo soldado del Ejército Rojo y director artístico del teatro obrero, entra a formar parte de la industria estatal para llevar al cine aspectos conmemorativos de las revoluciones.
Potemkin es el núcleo central del proyecto de ocho películas donde Eisenstein debía plasmar los acontecimientos revolucionarios de 1905, el primer intento del pueblo de acabar con la autocracia zarista. El director trata de mostrar la solidaridad del pueblo con los soldados revolucionarios frente a la sanguinaria respuesta de los cosacos del zar. No podemos olvidar que dentro de sus connotaciones históricas y documentales, no deja de ser un filme propagandístico que trata de legitimar la revolución. Eisenstein trata de trasmitir el realismo del suceso aunque sin olvidar la naturaleza del proyecto y la propia idea del director «de la imagen al sentimiento y del sentimiento a la idea».
«Eisenstein intentó reflejar en su arte el poder colosal y los enormes recursos del nuevo mundo del cine, reaccionando a todas sus novedades»
John Grierson
La dimensión visual es lo que más llama la atención en la película de Wiene y en todo en el caligarismo. Como buena película expresionista y de terror, Caligari juega con luces y sombras de forma magistral hasta el punto que esta técnica será la base del cine negro americano de los años treinta. Wiene logra dotar de colorido a la película, con escenas en tonos azules, verdes y sepia, técnica que consigue en la postproducción, coloreando de forma manual las imágenes. Hasta los títulos de crédito rompen con la corriente tradicional de letras lineales, usando una tipografía de formas angulosas y estridentes que también utiliza en los carteles durante la película (no olvidemos que son películas mudas…), dando un efecto muy fantástico acorde con el filme.
Una de las señas de identidad de Caligari es el ambiente logrado por los decoradores Warm, Reimman y Röhring. Mediante la distorsión logran crear la sensación de desequilibrio mental del protagonista, un universo incoherente con calles deformadas y casas oblicuas. Los decorados debían mostrarse irreales hasta el punto que Meinert, uno de los productores, le pidió que: «¡Ejecuten estos decorados de la manera más loca posible!». Todo parece muy preparado pero la causa real fueron los problemas eléctricos en el estudio, causados probablemente por el bajo presupuesto del proyecto. De esta forma no tuvieron otra opción que «pintar» luces y sombras, logrando con gran acierto una atmósfera de pesadilla, un símil con el alma torturada de aquella Alemania. Los objetos se funden con el decorado y forman parte de la idea expresionista: ventanas y chimeneas oblicuas o sillas desproporcionadas. Las líneas y las formas se funden con la mentalidad de los personajes y su estado anímico.
Eisenstein se vale de la masa como principal protagonista, dotando a sus anónimos personajes de un aspecto muy popular y así ofrece una estética casi de documental. Para plasmar la tensión de los hechos se vale de líneas oblicuas y formas triangulares. Aparecen numerosos objetos simbólicos como la cruz que se clava al suelo, la lucha sobre el piano que hace de símbolo de la aristocracia y siempre bajo la mirada del retrato del zar Nicolás II o la bandera roja izada sobre el barco como triunfo de la lucha del pueblo.
‘El gabinete del doctor Caligari’ es el primer mito universal del cine a la altura del conseguido por Charlot
Wiene tuvo un enorme éxito internacional y de crítica, pese a recibir algunas severas que le acusaron de contribuir al ascenso del nazismo (Eisner o Kracauer, muy influenciados por la guerra mundial). Una de las críticas más severas fue del propio Eisenstein hablaba de «tramas de delirios espantosos«. Pero pese a la azarosa y polémica puesta en práctica del proyecto, nadie duda de la calidad y repercusión que tuvo la película, que logró romper el bloqueo del cine alemán tras la Gran Guerra. Es considerada el primer mito universal del cine a la altura del conseguido por Charlot. Más allá de ser representativa del expresionismo (y caligarismo), destaca su aportación artística, convirtiéndola en la primera realización de cine de arte con éxito. El expresionismo fue el origen de ambas películas y foco del cine intelectual europeo en los años veinte hasta el surgimiento del montaje soviético a finales de la década. Potemkin ha sido una de las películas más estudiadas de la historia del cine. Más allá del montaje como simple continuidad narrativa, Eisenstein lo interpretó como algo más intelectual, afirmando que los trozos de película se relacionan al ser yuxtapuestos y engendran algo nuevo de acuerdo al deseo del director.
El gabinete del doctor Caligari (1905) completa y con subtítulos en español
El Acorazado Potemkin (1925) completa y con subtítulos en español
Los directores, Wiene y Eisenstein
Robert Wiene (1881-1938) nació en Alemania y era hijo de un actor, por lo que pronto se decidió por el mundo del espectáculo, teatro y cine. Caligari logró un sitio en la historia del cine, dando foco al caligarismo, un estilo propio del expresionismo alemán que ya había dado sus primeros pasos con El estudiante de Praga (Paul Wegener y Stellan Rye, 1913) y el Golem (Paul Wegener y Henrik Galeen, 1914). La obra Wiene fue tan determinante que dio al cine alemán un enorme prestigio internacional y su estética provocó una ola de cine de fantasía y terror. Sin embargo tras Caligari, muchos criticaron que no volviera a hacer ninguna obra de un nivel aceptable. Genuine (1920), Inri (1923) y Las manos de Orlac (1924) son algunos de los ejemplos antes de tener salir de Alemania tras la llegada de Hitler al poder.
Sergui Mijailovich Eisenstein (1898-1948) estudió ingeniería pero pronto se decidió por la dirección, al igual que Wiene primero en el teatro y luego en el cine. Fue contratado por la Goskino, la productora estatal que disponía del monopolio de la distribución en Rusia, para realizar La huelga (1924), una primera toma de contacto con una serie de películas que trataban de mostrar le evolución del pueblo ruso contra el autocrático zarismo y hacia la «dictadura del proletariado«. Para los bolcheviques el cine desempeñaba un papel fundamental de propaganda y educación comunista. Tras El acorazado Potemkin (1925), realizó Octubre (1928) basada en Diez días que estremecieron al mundo de John Reed. Más tarde se debieron eliminar secuencias de esta película para borrar a León Trotsky, uno de los proscritos del estalinismo. Con la llegada del cine sonoro decide viajar por Europa. También estuvo en Hollywood pero no aprobaron ninguno de sus trabajos, demasiado diferente a la ortodoxa industria yanqui, y terminó en México, donde rodó ¡Qué viva México! (1932) basada en la revolución del país. Sin embargo a su regreso a la Unión Soviética todo había cambiado y rechazaron algunos de sus proyectos por su estilo vanguardista. El prado de Bezhin (1937) fue censurada pues narraba la defensa de un colectivo agrícola. Tuvo que amoldarse a lo exigido por el régimen comunista, dando un giro a su cine con Alexander Nevsky (1938), que entraba dentro de los cánones del estado y recibió el premio Stalin. Su último gran trabajo fue la vida de Iván IV en Iván el terrible (1943) y La conjura de los Boyardos (1945). Esta última fue prohibida por la imagen que ofrecía del zar y no pudo ser exhibida hasta la muerte de Stalin. Ha pasado a la historia como el gran maestro del montaje.