Archivo de abril, 2023

Revista Diecisiete. Un escenario donde mirar para entender la complejidad actual

Cada día, dentro de la vorágine de las redes sociales, nos llegan noticias y resúmenes de trabajos de instituciones que buscan de forma prioritaria comprender la complejidad de la vida. Las hay con intenciones científicas, divulgativas o simplemente informativas. La que hoy traemos aquí es una muestra de aquellas que informan con criterios razonados sobre temas de actualidad ecosocial permanente. Nos marcan caminos por los que circular para aprender por nosotros mismos que la vida no es una estampa fija de dirección única.  Una de estas podría ser la revista Diecisiete. Sorprende, y a la vez congratula, que sea el resultado de una alianza entre Acción contra el hambre y del Centro de Innovación en Tecnología para el Desarrollo Humano de la Universidad Politécnica de Madrid (itdUPM). Hay que valorar este hecho, en un mundo en el que estamos acostumbrados a mirar las cosas de la vida en solitario. Durante estos años hemos comprobado que en temas de trascendencia social, próxima o mundial, lo más conveniente es programar acciones comprometidas, y críticas, contando con opiniones diversas en el contexto de un marco común. La vida es una encomienda colectiva.

Una mirada reposada por sus ocho números, el último se presenta hoy martes 25 de abril –qué fecha tan reluciente en nuestro vecino Portugal y con alientos apreciables en otros lugares como España- en el Ateneo de Madrid a las 16:00 Horas. Este número lleva por título “Renovar el contrato social, clave para lograr la Agenda 2030”; se puede descargar aquí. El mismo título nos motiva a quienes pretendemos llegar a esa Cima 2030, esa deseable quimera desde donde miramos la realidad una y otra vez. Porque fijarnos esa meta de confluir en las mejores condiciones ecosociales, compartidas y con desigualdades reducidas, es difícil. Pero imposible si no se intenta. Este número recoge miradas sobre la necesidad de un nuevo contrato de vida colectiva en el que se valore el impacto de la economía social; la incidencia de la crisis y su relevancia en la transformación social para la generación de un estilo de vida acorde con las dificultades; las necesarias transiciones sociales y educativas hacia la agenda 2030; las buenas prácticas en los proyectos de implantación de energías renovables; el papel de la socioeconomía circular en el nuevo contrato social; el llamado síndrome de la impostora que supone la fuga líquida del talento que resulta clave para la agenda social. En fin, que las autoras y autores están pensando en una transición social regenerativa de ideales y realidades colectivos. Nos alertan de que no podemos salir de esta “sociedad de las desigualdades” utilizando estilos de vida y pensamientos que nos han llevado hasta esta multicrisis ecosocial.

Pero no solo este último número tiene interés y puede alumbrar el pensamiento; orientarnos para disminuir las desigualdades perceptivas de una vida compleja. La revista, que se puede descargar de forma gratuita, ha mostrado escenarios en donde mirar para aprender, para sentirnos parte de un proyecto común que se llama Agenda 2030 -con sus virtudes y sus defectos-. Señalaremos sus temas tratados. No solamente con la intención de suscitar la curiosidad para ver sino con la expresa invitación a reflexionar. Ya sea de forma personal o en nuestro entorno familia, en el trabajo, con las amistades, en la universidad y cualquier escenario donde todo espíritu renovador debe ser posible, para entender el presente y preparar el futuro.

La revista Diecisiete ha publicado reflexiones atinadas sobre si la renta básica puede suponer el fin de la pobreza; la relevancia de las alianzas multifactor y plataformas de innovación abierta: nuevas infraestructuras para abordar problemas complejos; la imprescindible contribución transversal de los Objetivos de Desarrollo Sostenible a la salud global; la interacción entre ética y revolución digital; la incógnita y la posibilidad de las finanzas sostenibles; migración y refugio: los retos y oportunidades de un mundo en movimiento; impactos de la COVID-19, más allá de la salud.

Todos estos temas, cada uno de ellos desmenuzado en unos artículos fundamentados y reflexivos a la vez que propositivos, podrían llegar a ser una materia formativa en buena parte de los grados universitarios. Deberían constituir másteres ofertados en todas universidades. Además, la reflexión crítica y razonada de asuntos que la revista trae en sus ocho números merecen figurar en los principios de acción del mundo empresarial, de fundaciones, de cátedras universitarias, de colectivos de los agentes sociales, de análisis en los consejos de administración de bancos y similares. También servirían como guía de discusión para que los gobiernos municipales y autonómicos salidos de las próximas elecciones elaborasen sus programas de actuación a cuatro años. Es más, deberían tenerse en cuenta a la hora de establecer las alianzas de partidos en aquellos lugares que sean necesarias para proyectar la agenda 2030.

Lo que se dice en los artículos de la revista no es una ocurrencia de autores y autoras. Es la expresión meditada sobre múltiples rincones de la vida actual. Los artículos –sujetos a una completa revisión ciega por pares, lo que les añade coherencia y verosimilitud- no son ocurrencias. Al contrario, suponen el reflejo especular de asuntos trascendentales de la vida actual. A la vez proyectan dudas sobre el año 2030, pero también apuntan posibilidades de transiciones benefactoras. Por eso, recomendamos su lectura reposada, anotando ideas, tratando de encontrar senderos de logro, enseñando a los demás aquello que pueda serles útil. Y mucho mejor sin con todo ello llegamos a hacer una lectura crítica y comprometida de la vida personal. Estaría bien que cada cual se posicionase e implicase en la compleja aventura que es alcanzar la colectiva Cima 2030 en las mejores condiciones posibles para la mayor cantidad de personas y delo planeta y la biodiversidad que nos acogen.

Como Narciso, el clima se zambulle en los océanos

Cuentan que Narciso, hijo de divinidades griegas asociadas al río y sus circunstancias, interesó a un poeta romano llamado Ovidio. En la cultura romana dicen que el tal Narciso –que era un guaperas- estaba cazando un día en el bosque cuando fue visto por una ninfa llamada Eco, una criatura especial ligada a las montañas, de donde entonces y ahora vienen los ríos. Por avatares diversos, Eco perdió su fuerte voz, y se volvió una criatura tímida. Hasta que un día se atrevió a confesarle a Narciso su amor, teniendo como pago un desprecio absoluto. Eco –nunca hemos sabido si ese nombre indujo el fenómeno físico o el amor por lo natural, la ecología en interacción- huyó desconsolada. Pero resulta que siempre hay en la mitología dioses y diosas vengadoras; en este caso Némesis. Las tretas de esta engañaron a Narciso. Más o menos diríamos que el buscador eterno de la belleza corporal recorrió el mundo conocido para comprobar su hermosura reflejada en las aguas, se supone que cristalinas. Parece ser que tanto intentó sublimar el atractivo que acabó atrapado por las aguas; se ahogó.

Eco y Narciso

Eco y Narciso, por John William Waterhouse (GOOGLE ART PROJECT)

Como Narciso, el clima se expande, se mira y nos mira, en las aguas, pero de los océanos. Pero no para admirar su belleza, sino para atemperar sus ritmos. El aire juega con el agua de los océanos en una interacción constante. La cultura popular ha despreciado el papel del agua global en la generación de cambios atmosféricos, ni siquiera entiende que en el aire hay una cantidad del agua robada al mar, o prestada por este, además de la evapotranspirada. El clima de hoy se entiende mirando al agua de los océanos y mares; lo miramos observando para ver y aprender. Hubo un poeta que dijo que lo que refleja el agua del mar son efectos de las acciones humanas, que forman una especie de efigies humanas transformadas; una abstracción de lo concreto o una concreción del abstracto.

El poeta quiso rehacer su obra cuando se enteró de que las aguas marinas estaban tan sobrecalentadas que habían dejado de ser ellas mismas. Estaba al tanto de que la calentura climática era la mayor catástrofe jamás anunciada, ni en las plagas de Egipto ni en los tétricos escritos de las religiones catastrofistas. El mar y los océanos, como en el caso de Narciso, se tragan el calor del aire antropizado por los nuevos adoradores de la belleza material y económica, que ni por esas han dejado de mirarse el ombligo, permítaseme la expresión.

Climate Reanalyzer

Climate Reanalyzer.

Leí en algún sitio que los océanos entraban en territorio desconocido, no decía para las masas de agua específicamente sino para las criaturas que en él habitan –en continuo declive por los calores, y la sobreexplotación que denuncia Ipbes (Informe de Evaluación Global sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas). También por otras ataduras, las nuestras. Nos aprovechamos de sus bondades y sufrimos sus devaneos como le sucedió a Eco con Narciso. Dice la ciencia que el pasado 8 de abril el calor almacenado en los mares y océanos hizo elevar su temperatura media hasta los 21 ºC. Lo nunca visto, al menos desde hace 45 años que los satélites que viajan por el aire nos escrutan y miden casi todo –serían como los dioses de los antiguos griegos y romanos-. Aunque hay que avisar que la diosa La Niña, había refrescado la temperatura media los años anteriores y ahora ha perdido una parte de su función. La cantidad de calor –inducido en parte por nosotros-, que se traga el agua va en aumento. Tanto que los más catastrofistas auguran que nos va a pasar como a Narciso. Solo añadir que el horno actual llamado mar Mediterráneo soportó olas de calor en pleno enero. “Nemo y Dory se estarán cociendo”, como decía un interesante artículo de climática.lamarea.com. ¡Qué decir de las otras criaturas marinas que les daban cobijo!

Los episodios meteorológicos adversos son una consecuencia de calor que se han tragado mares y océanos. Lo saben bien los habitantes de la murciana Los Alcázares que sufrió se hizo famosa por padecer tres inundaciones en cinco meses. O aquello que traía 20minutos.es de que “Una persona nacida en 2020 vivirá toda su vida entre fenómenos extremos por falta de medidas para frenar el cambio climático”. O esta noticia que situaba en el mapa marino los incrementos de temperatura. Mientras tanto, el Vicepresidente de Castilla y León, cual si fuera un narciso antiecológico que sabe más que la ciencia, animando a los escolares a preguntarse sobre si el dióxido de carbono es un gas contaminante o no, dice que para tener la mente abierta (sic). ¡Otro de los que nadan sin mirar, sea el agua que sea, en el negacionismo patriótico! Nadie de su equipo le ha debido llevar los últimos recortes de prensa del IPCC sobre el aumento de la temperatura del agua. Tampoco debe conocer el Informe del Sistema Eléctrico de 2022 que elabora Red Eléctrica Española. Contabiliza que durante el año 2022 se ha producido un incremento de las emisiones de CO2, asociado a la generación eléctrica nacional, alcanzando los 44,4 millones de toneladas de CO2 equivalente. Para asustarse pues supone un 23,8% más que en 2021.  Desde su tumba, o allá donde se encuentre su espíritu, Fiódor Dostoyevsky le ha respondido con rotundidad: somos adictos a aquello que nos destruye. A continuación le envió por mensajero rápido un ejemplar de El jugador.

Por  nuestra parte invitarles a que visiten Climate Reanalizer Institute del 16 de abril de 2023 y viajen por sus pestañas durante unos días.

Mapa NOAA

Mapa NOAA.

GreenComp, si la sostenibilidad fuese un ideario evolutivo

Dicen que el problema viene con la globalización, pero barrunto que empezó antes. La globalización trajo a la par el concepto desarrollo/crecimiento sostenible. La idea, dispersa por su falta de concreción universal, por las desigualdades que provocó queriendo limitarlas, es en sí misma un oxímoron. Esta palabra de génesis griega tiene una virtualidad equívoca pues entrelaza agudeza y estupidez. En algún lugar leí que desarrollo sostenible era una tontería ingeniosa inventada por el poder económico para engañarnos.

El mundo actual es una fábula de desigualdades; no se sabe qué moraleja nos traerán. Este conjunto marcadamente antropizado merodea también por el oxímoron: la especie humana, diversa y a la vez hiperconectada,  se afana en ser lista y a la vez estúpida. Se lo hace ver una y otra vez la gente de la ciencia. Si fuese lista para ver que tiene un porvenir oscuro, no cometería estupideces que ahoguen tu futuro.

Los gobernantes de la Unión Europea aseguran haber hallado el recorrido, que no plano, para gestionar la isla global. Lo dicen una y otra vez, en ocasiones con palabras animosas, en otras con serias reprimendas. Buscando en los numerosos escritos y normativas sobre cambio climático o gestión integral de la vida en su página, nos encontramos con un documento. Se conoce como GreenComp. Marco europeo de competencias para la sostenibilidad. Se plantea como encuadre al que sumergirse y del que no se debería salir; debe estar basado en alianzas, primero europeas. Busca hacer competente a la ciudadanía en un desempeño diario que también tiene algo de novela: la sostenibilidad. Palabras ordenadas que a la vez tienen mucho de plano, porque vienen representados varios recorridos. El mapa/proyecto de vida no es una huída; ha sido idealizado concertando muchas voces. Un espacio mental en el que chocan muchas sensibilidades como sucedía en La Hispaniola creada por Stevenson. Un símbolo con algunas cruces rojas y direcciones que pueden ser interpretadas de diferentes maneras, pero que distingue a las acertadas líneas si llevan al compromiso colectivo. Un símbolo que nos avisa del desenfreno salvaje de la piratería en la isla/planeta, en este caso protagonizada por “los del crecimiento sin límites”.

Como en la novela de Stevenson, aquí también habrá bandos enfrentados. GreenComp se convierte en un compendio de aventuras que nos sirve a nosotros y al planeta para recuperar atributos positivos, y adaptarnos a la realidad. Para evitar caer en aquel “mundo perdido” en el que se podría clasificar la novela de Stevenson. Pero GreenComp también supone un viaje emocional hacia otro mundo imaginado. Es una fábula posible para no dar el mundo por perdido (en este caso la enorme isla Tierra, más bien un archipiélago de interacciones múltiples). Un símbolo que enseguida suena a algo verde pero al leerlo se ve que en realidad es multicolor, porque “comp” no es un apellido sin más. Quiere nombrar tanto competencia como hacerlo en compañía. Ambas palabras son engañosas si se quiere, pero pueden ser también una quimera reconfortante en este ya bien entrado siglo XXI. Competencia es esa cualidad de luchar por conseguir algo, una palabra con prefijo con – en compañía de, junto a-. Pero competencia pertenece a dos familias distintas: competer y competir. La primera es incumbencia como cosa que compete, en este  caso a todos nosotros; la segunda es la acción y efecto de competir por alcanzar un logro, aquí todo el planeta entra en competición consigo mismo.

La inmersión en GreenComp nos ha concretado el verdadero sentido de la sostenibilidad, tan emborronada desde hace unos años por intereses comerciales o políticos. Nos ha hablado de las limitaciones del viaje, nos ha preguntado si en ese camino encontraremos competencias para la sostenibilidad de la isla, nos ha ilustrado lo que significa encarnar la sostenibilidad, asumir su complejidad, si son posibles futuros sostenibles. Pensamos de nuevo en el calor mundial y en las extendidas sequías, en la emergencia climática con efectos socioambientales evidentes. En fin, GreenComp nos ha guiado en la búsqueda de la asunción del símbolo que debe guiar la vida en el planeta global; una hipótesis de largo recorrido. Por eso hemos programado desde la Fundación Alternativas, en colaboración con El Diario de la Educación y Octaedro digital, el webinario abierto “Sostenibilidad y educación, juntas en la encrucijada transformadora”, el jueves 20 de abril a las 16:30 CEST. Invitamos a todas las personas que desde los ámbitos educativos de la educación formal o no formal, desde la gestión ambiental, se preguntan si todavía es posible convertir la isla planeta en un escenario de sostenibilidad, una tarea colectiva como la escritura de la novela de Stevenson; con problemas y enfrentamientos sí, pero abierto a la esperanza de descubrir y disfrutar ese tesoro por tantos anhelado.