A principios de semana pasada, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recibía la notificación que tres personas habían muerto en la zona sanitaria de Likati, en el noreste del país, en una zona de bosque ecuatorial en la provincia de Bajo Uele, fronteriza con la República Centroafricana, a causa de enfermedades no diagnosticadas y cuyos afectados habían sufrido hemorragias. Dos días después, el Ministerio de Salud de la República Democrática del Congo (RDC) dio la alarma tras recibir los resultados de cinco análisis: una de las víctimas mortales había dado positivo en el virus del ébola. El domingo se confirmó el segundo caso.
Este nuevo brote de ébola sacude a los congoleños y pone en alerta a las autoridades de salud globales. Tan sólo 15 meses después de que se declarara el fin de la peor epidemia de ébola registrada en África, tres nuevas muertes y dieciséis casos sospechosos de infección nos muestran que la lucha contra esta fiebre hemorrágica aún no está ganada.