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Un conflicto racial sin final, a la vista

Ferguson

La muerte de Michael Brown ha desencadenado diversas protestas en Ferguson. / Wikipedia

Es 16 de agosto y hay toque de queda. Desde hace días, por la noche, las calles de la ciudad se han convertido en una auténtica batalla campal. Hay toque de queda y esto no es Gaza, ni Mosul, ni Alepo ni ninguna ciudad del Oriente Medio en guerra, es Ferguson, Missouri, Estados Unidos, donde el asesinato de un joven afrodescendiente desarmado, tiroteado por un policía, ha desencadenado la ira de sus habitantes.

Todo empezó el 9 de agosto y todo está por esclarecer. Aparentemente, Michael Brown, de 18 años, iba caminando por en medio de la calle bloqueando el paso de los coches. Según el policía Darren Wilson, autor de los disparos, Brown se enfrentó a él y, por eso, procedió a tirotearlo. Sin embargo, diferentes testigos aseguran que el chico iba con los brazos en alto, desarmado y no opuso resistencia. Sea cual sea la verdad, la realidad es que el chico fue abatido con seis tiros y, tampoco es necesario, disparar hasta seis veces a una persona que opone resistencia.

Las extrañas circunstancias de la muerte de Brown y la opacidad de la policía al respecto desataron la ira de esta localidad de 21.000 habitantes, de los cuales 15.000 son afrodescendientes. Desde el 11 de agosto, Ferguson se ha sumido a las protestas pacíficas de día y por la noche las calles se han convertido en una auténtica batalla campal entre jóvenes y policías, unos enfrentamientos que han dejado decenas de heridos y, por lo menos, otro joven afrodescendiente muerto este martes en San Luis (Missouri).

«El sospechoso, un afroamericano de 23 años de edad, estaba actuando erráticamente, caminando arriba y abajo por la calle. Cuando los agentes llegaron, el sospechoso comenzó a caminar hacia ellos y sacó un cuchillo diciendo ‘disparadme, matadme ahora'»,  relató el jefe de la Policía de Saint Louis, Sam Dotson, esta semana.

Pero más allá de los trágicos hechos, éstos denotan el gran problema de base que hay en Estados Unidos, donde pese tener a un presidente afrodescendiente, el conflicto racial es el pan de cada día. Según un estudio de la Universidad de Brown los barrios de Estados Unidos son un ejemplo de esta segregación racial. La mayoría de los blancos viven en barrios donde el 74% de la población es blanca y el 8% afrodescendientes, mientras que  los negros viven en barrios donde el 45% es de su raza y el otro 35% es blanco.

Además, la población afrodescendiente es víctima de la desigualdad económica, social, ante la justicia o policial. En este sentido, un blanco es un promedio de seis veces más rico que un negro, mientras que la crisis empobreció un 31% a los afrodescendientes y tan solo un 11% a los blancos.

Por otro lado, la Comisión de Sentencia de Estados Unidos  elaboró un estudio independiente entre 2007 y 2011 en el que concluyó que por los mismos crímenes los afrodescendientes recibieron 19,5 penas mayores que un delincuente blanco. Otro dato relevante es que el 70% de los negros y el 37% de los blancos consideran que los afrodescendientes tienen un trato desigual por parte de la policía.

Una reciente encuesta, elaborada por la empresa estadounidense Pew Research del 14 al 17 de agosto, revela que el 80% de la población afrodescendiente de los Estados Unidos cree que el asesinato de Brown plantea importantes cuestiones raciales. Si juntamos la población blanca y negra esta cifra alcanza un 44%. Además, mientras que el 52% de la población blanca confía en la investigación policial, dos terceras partes de los afrodescendientes no.

Y es que entre la población afrodescendiente hay la sensación que los crímenes que se cometen contra las personas de su raza quedan impunes. Como el Tryvon Martin, un joven de 17 años, que el 26 de febrero de 2012 caminaba solo, de noche, por las calles de Sanford (Florida) con la capucha puesta, cuando un vigilante de seguridad voluntario George Zimmerman lo disparó de muerte al considerarlo que era “sospechoso”. ¿Sospechoso de qué? Aún no se ha comprobado nada, porque Martin, no hizo ningún crimen. Los dos se enzarzaron en una discusión y Zimmerman acabó disparándolo.

En julio de 2013, un jurado conformado por seis mujeres, tras dieciséis horas de deliberación, decidió que Zimmerman no era culpable al haber actuado en defensa propia. Con un acto estoico, la familia de Martin pidió que se respetara el veredicto del jurado, en un caso que también había desatado el conflicto racial.

Y ahora, dos años después, nos encontramos en una misma situación. Un joven afrodescendiente, desarmado, abatido a tiros por las autoridades y muchas preguntas sin respuestas. Un silencio que recuerda que en el país hay una división racial, que arrastra cientos de años de un conflicto social.

Núria Segura Insa

nuriasegura@gmail.com

 

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