Goldman Sachs is not an after shave Goldman Sachs is not an after shave

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Latinoamérica on sale

Imagen de la Reserva Natural Yasuni

Imagen de la Reserva Natural Yasuni

«La vida es un boomerang», todo vuelve, y al parecer, los espíritus de la década neoliberal, también. Y esta vez, como tantas otras, se presentan en la forma de intereses petrolíferos.

Mientras en México la estatal Pemex decide abrirse al mercado, Rafael Correa entrega el Parque Yasuní, una de las reservas naturales con más biodiversidad del planeta, a los extractores de petróleo. Latinoamérica se vende, otra vez. Claro que esta vez de a pedacitos, porque cada vez hay menos para vender.

El caso de Pemex es muy similar al sucedido en Argentina con YPF. La empresa estatal necesita abrirse al mercado para poder continuar con las extracciones de petróleo, quedando expuesta a los intereses de las grandes compañías extranjeras.

Y como si todo este déja-vu no fuese suficiente, otra vez uno de los mayores postores es Chevron.

La compañía que arrojó  alrededor de 16 mil millones de galones de agua tóxica a los esteros y ríos ecuatorianos estaría interesada en la apertura de Pemex. Kurt Glaubitz, su vocero, declaró: «la reforma es “una buena señal para nosotros y otras compañías internacionales de que la puerta se comienza a abrir»”.

Y no le faltan motivos, porque fue esta misma empresa norteamericana la que hizo descubrimientos de petróleo en una capa de roca ubicada bajo la parte estadounidense del Golfo de México conocida como la placa Baja Terciaria, que se extiende hacia las aguas mexicanas. Los geólogos petroleros con frecuencia especulan que la parte mexicana de la placa podría ser igualmente prolífica.

Y es por eso que Enrique Peña Nieto, presidente mexicano, sostuvo un enorme cartel de «Welcome» con su anuncio de apertura de Pemex. Esta será la primera vez en 75 años que la empresa estatal permita la entrada de inversores extranjeros, dando fin al proteccionismo del pasado.

Un poco más al sur, en Ecuador, el petróleo también marcará una huella sobre la praxis estatal.

Al fracasar la opción de Rafael Correa de reunir dinero suficiente – a través de donaciones y de agencias de la ONU –  para salvar la Reserva Yasuní, el presidente ecuatoriano ha dicho que se ve obligado a sacrificar una parte virgen de la selva amazónica para permitir la extracción de reservas petrolíferas.

“No era caridad lo que pedíamos, era corresponsabilidad en la lucha contra el cambio climático”, dijo el mandatario en su discurso el pasado jueves.

Correa esperaba encontrar  3,6 mil millones de dólares a través de la iniciativa Yasuní-ITT (Ishpingo-Tambococha-Tiputini) en un plazo de 13 años, un 50% del valor de las reservas subterráneas del parque natural.

Sin embargo, viendo que sólo pudo conseguir 13 millones, pateó la pelota para afuera y clamó: «el mundo nos ha fallado».

Vale aclarar que la oferta es tentadora, ya que estas extracciones afectarán menos de un 1% de las reservas en una economía como la ecuatoriana que viene perdiendo décimas de crecimiento año tras año. Pero, de cualquier forma, la noticia fue muy mal recibida por los ecologistas del mundo, ya que  en este área particular del Amazonas conviven más especies en una hectárea que toda la vida silvestre de Norteamérica junta.  

Por tanto, ya sea tentados por empresas extranjeras o por necesidades económicas debidas al crecimiento que se ralentiza, una cosa queda clara: que todos tenemos principios – como la reserva del ecosistema o la presencia del Estado en la gestión de recursos clave -, pero que también todos tenemos intereses. Y cuando la realidad se impone, Latinoamérica se vende.

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