Mete su mano en el bolsillo del pantalón y saca un pañuelo. Lo tira al suelo. Luego repite la acción una y otra vez, sacando más y más pañuelos hasta formar una montaña de tela sobre el escenario. «Un truco estúpido», piensan algunos espectadores hasta que el mago los invita a revisarse los bolsillos. Sorprendente; los pañuelos del auditorio están todos apilados en un único lugar. Si bien a algunos no les hace mucha gracia, el público queda maravillado con el truco. El mago continúa con las ilusiones básicas de su rutina. Corta una persona al medio, vuelve a unirla, hace desaparecer a su secretaria y hace aparecer un tigre. Para finalizar saluda a todos, agradece la convocatoria, levanta una capa negra delante de su cuerpo y luego la suelta. Al caer la tela, el mago ya no se encuentra. Junto con él, desaparecen las billeteras de todos los presentes.
¡Yo conozco el truco! Se basa en cortinas de humo que nos distraigan mientras alguien nos despluma impunemente. Los bancos y los gobiernos lo hacen desde el principio de los tiempos. Ya no es ninguna novedad, que digamos.
18 febrero 2011 | 14:26
yo no me lo creo vamos. eso tengo que ir a verlo. a mi no tiene cojones a robarme. ni con magia ni sin ella. que se atreva.
Visita http://musicaipunt.blogspot.com/ y haz un pequeño click en la publi porfa. Gracias
18 febrero 2011 | 16:10
Metamorfosis tiene mucha razón, desde tiempos inmemoriales los gobernantes se las han apañado para arruinar al usuario, pero su sistema es muy cruel pues antes de hacer el truco nos envian escritos con advertencias y amenazas terribles
18 febrero 2011 | 16:52
El truco de la magia está,
en la magia del truco,
Creo haber visto esto antes,
aunque con una variante.
cuando aún yo era un crío
no pasaba de diez años,
llegó a mi pueblo hace muchos
un matrimonio extranjero.
Que en cine por la noche
una función de magia dieron.
Eran los únicos actores
todo lo hacían ellos.
Ella en la puerta del teatro
vestida ya para la función,
por cierto con un gran escote,
tiques a los paseantes ofrecía.
Muy efusiva abrazaba,
A lo que entrada adquirían,
sobre todo si eran jóvenes,
Comenzando la función,
con juegos de magias diversos,
desde cortar a la señora en tres,
hasta hacer desaparecer al perro
que era, un hermoso gran danés.
Y como broche final,
hizo un número de hipnotismo,
Número que dio mucho que pensar
y muchísimo más que hablar.
A las mujeres en la fuente,
y a los hombres en el bar.
Ya que para la selección,
de los hipnotizables.
Empezó a sacar de su bolsillo
aquel prestidigitador,
carteras y algún que otro reloj,
da la mitad de aquel público.
Gritando desde el escenario:
¿De quién es esta cartera,
que contiene en su interior,
una fotografía y dos duros?
El dueño no lo creía
tocándose los bolsillos,
y viendo que no la tenía,
desde su asiento gritaba:
¡Esa cartera es la mía!
La señora a cada dueño,
fue las carteras entregando
De entre los “descarterados”
eligieron a unos cuantos
que fueron hipnotizados.
Les hicieron como siempre;
Pasar del calor al frío,
como de la risa al llanto.
Cantar, bailar y brincar.
Gritar de terror y espanto.
El quitarles las carteras
lo deduje algo después.
Creo que fue mujer
que, al vender las entradas,
ya sabía dónde estaban,
y las sustraía hábilmente.
Los relojes fue el marido,
al recoger las entradas,
con un sonriente saludo,
la mano gentilmente daba.
19 febrero 2011 | 13:26